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Al-Mirbad

Fadel y Fátima padecen una misteriosa enfermedad. A Ruqayya le han extirpado un riñón. La familia Al-Safi ha perdido a cinco de sus miembros. Raghad espera que sus cinco hijas tengan una vida próspera, pese a los innumerables gastos a los que le obliga el cáncer del que se está tratando. Khattar perdió a su primera esposa y lucha por conservar la segunda. Muchos ya han pedido responsabilidades a las compañías petroleras en los tribunales.

Todos son vecinos de la ciudad de Basora, en el sur de Irak, concretamente de las zonas residenciales próximas a los yacimientos de Rumaila, Zubair, Majnoon, West Qurna… cuyas antorchas registran las tasas de combustión de gas –flaring en inglés– más elevadas del mundo. Sus historias son una buena muestra de la alarmante crisis sanitaria que padece la zona.

Este reportaje forma parte de Burning Skies, una investigación del Environmental Investigative Forum (EIF) y la red European Investigative Collaborations (EIC), a la que pertenece infoLibre, junto con la plataforma de televisión libanesa Daraj Media, y los medios de investigación SourceMaterial (Reino Unido) y Oxpeckers Investigative Environmental Journalism (Sudáfrica). El proyecto examina las emisiones de gas producto de la quema en antorcha en 18 países de África y Oriente Próximo. El equipo al cargo de la investigación ha cruzado los datos de emisiones de gas de la ONG medioambiental Skytruth con mapas de concesiones de petróleo y gas para calcular las emisiones anuales de gas quemado en cada activo –yacimientos de petróleo y gas, refinerías, plantas de GNL– en esos países entre 2012 y 2022.

Hassan Abdul Amir tiene 40 años y jamás pensó que los campos petrolíferos próximos a su barrio podían convertirse en una fuente de devastación para él y su familia. Vive en Al-Sharsh, al sur del distrito de Al-Qurna, que está rodeado por tres grandes yacimientos.

Por el contrario, Hassan esperaba que los pozos le proporcionaran prosperidad y una vida cómoda para él, su familia y sus vecinos. Sin embargo, sus sueños se han convertido en una pesadilla. Los gases emitidos por las antorchas que no se apagan ni de día ni de noche han afectado de lleno a la salud de sus hijos. Fadel y Fátima sufren una enfermedad misteriosa que les oscurece la piel y les cubre el cuerpo de ampollas y llagas, los médicos han sido incapaces de diagnosticar y cuyo tratamiento su padre no puede pagar.

Pero Hassan, ya jubilado por razones médicas, culpa a las emisiones de los campos de Qurna, y a los vertederos y fábricas de cemento y asfalto, del destino de sus dos hijos. Los medicamentos que toman, se queja desesperado, son inútiles y sólo les proporcionan un alivio temporal.

Aunque Irak se encuentra entre los firmantes de la iniciativa Zero Routine Flaring (ZRF) del Banco Mundial, que se compromete a poner fin a la quema rutinaria de gas para 2030, las estimaciones de Burning Skies indican que el volumen total de quema en Irak aumentó de 10.900 millones de metros cúbicos en 2012 a 15.800 millones de metros cúbicos en 2022, alcanzando un máximo de 16.000 millones en 2021. Esta escalada ha provocado también un alza de las emisiones de CO₂e, que ha pasado de 28,2 millones de toneladas en 2012 a 40,8 millones en 2022.

Irak, de hecho, es el país donde más gas arde y más CO₂e se emite de los 18 países analizados: 158,63 bcm de gas quemado y unas emisiones de 403,7 millones de toneladas de CO₂e en la década estudiada, según las estimaciones de la investigación. De acuerdo con las cifras que publica el Banco Mundial, no hay duda: Irak es el país del mundo donde más gas se quema.

Burning Skies revela que los siguientes yacimientos iraquíes han quemado gas en antorcha durante una década de forma rutinaria:

  • Rumaila –BP–, con 41.000 millones de metros cúbicos de gas quemado y unas emisiones de CO₂e de 105,8 millones de toneladas.
  • Zubair –ENI–, con una combustión de casi 20.200 millones de metros cúbicos y unas emisiones de CO₂e de 52,2 millones de toneladas.
  • Kirkuk –NOC (Libia)– con una quema de 16.400 millones de metros cúbicos y unas emisiones de CO₂e de 42,4 millones de toneladas.
  • West Qurna 2 –Lukoil (Rusia)– ha quemado 11.500 millones de metros cúbicos de gas y emitido 29,6 millones de toneladas de CO₂e
  • Halfaya –Petrochina y Total Energies– ha hecho arder 9.200 millones de metros cúbicos de gas y emitido 23,8 millones de toneladas de CO₂e.
  • Maysan –CNOOC (China) –, con una combustión de 8.100 millones de metros cúbicos y unas emisiones de CO2 de 21 millones de toneladas.
  • West Qurna 1 –Exxon hasta enero de este año– ha prendido 7.800 millones de metros cúbicos y emitido 20,1 millones de toneladas de CO₂e.
  • Majnoon –Shell– es responsable de una combustión de 5.900 millones de metros cúbicos de gas y de unas emisiones de CO₂e de 15,2 millones de toneladas.

Como se ve, la mayoría de las empresas responsables son europeas. Y queman gas en sus antorchas en Irak pese a que están obligadas por leyes estrictas en sus países, se adhieren a normativas y procedimientos relacionados con la sostenibilidad y están comprometidas con la iniciativa del Banco Mundial. Pero es que, además, en Irak no existe regulación alguna sobre la combustión de gas en las explotaciones petrolíferas.

Cáncer de tiroides, una demanda contra BP

Uno de los yacimientos iraquíes con más antorchas activas es el de Halfaya, a 200 kilómetros de Basora, donde la empresa francesa Total Energies tiene una participación del 22,5%. Halfaya no sólo es el campo que más quema de Irak, sino también el más contaminante de todos los que es propietario Total.

En una entrevista concedida a Al-Mirbad y Daraj, Kazem Dinar, que vive en el pueblo de Al-Mu’ayal, cerca de Halafaya, cuenta que su hijo Jalal desarrolló un cáncer de tiroides y tuvieron que extirparle la glándula. “Los médicos”, añade, “sugieren que la causa probable es la contaminación atmosférica debida a la quema de gas”.

EIC preguntó a TotalEnergies por las emisiones de Halfaya y sus efectos sobre las poblaciones cercanas. La compañía francesa se limitó a declarar: “Señalamos que CNPC [la empresa estatal China National Petroleum Corporation] es el operador”.

Abu Ali es otro vecino del campo de Qurna. Perdió a su hijo mayor, Ali, por un cáncer e interpuso una demanda contra BP, uno de los operadores de Rumaila, que es el mayor yacimiento petrolífero de Irak. Aún está esperando que la justicia se pronuncie.

“BP nunca ha sido ni será el operador del yacimiento petrolífero de Rumaila, ni tenemos intereses o derechos de propiedad sobre el yacimiento o sobre el petróleo que produce”, responde la petrolera británica a preguntas de EIC. “Sin embargo”, matiza a continuación, “como accionista del principal contratista [Basrah Energy Company Limited (BECL)] seguimos apoyando los esfuerzos para minimizar la quema en antorcha y las emisiones en Rumaila, en cooperación con el operador del campo petrolífero, Rumaila Operating Organisation (ROO)”. Rumaila incluye “instalaciones de petróleo y gas operadas por terceros, en las que BP no está involucrada y cuyas antorchas también queman gas”. La compañía tiene “la intención de seguir apoyando a BECL y ROO en estas acciones, en colaboración con el Gobierno iraquí y otras partes interesadas”, concluye.

EIC también ha preguntado a la italiana ENI por el yacimiento de Zubair, otro de los más contaminantes. Su respuesta se ajusta a la que dan otras grandes petroleras: son propietarios, pero no operadores y se atienen a la legislación del país en que trabajan. Por tanto, eluden cualquier responsabilidad en lo que se refiere a los efectos de la contaminación en las poblaciones cercanas: “ENI Iraq es contratista desde 2010 en virtud de un Contrato de Servicios Técnicos (CST), por lo que ENI ni posee ni explota Zubair. Basra Oil Company (BOC), como primera parte, es propietaria del yacimiento de Zubair y de sus activos, concretamente tanto de la totalidad del crudo como del gas asociado producido. La estrategia de desarrollo, incluida la contención de las emisiones, sigue siendo competencia de BOC”.

Además, la petrolera italiana asegura que el campo de Zubair está gestionado por una entidad sin ánimo de lucro, denominada Zubair Field Operating Division (ZFOD), que “carece de poder de decisión”. En todo caso, dice que ENI Iraq, “en su papel técnico y con un enfoque proactivo, colabora con BOC para reducir y minimizar la quema de gas y aumentar el valor del gas asociado mediante proyectos destinados a mejorar la gestión de los volúmenes de gas entregados a Basra Gas Company”. También lleva a cabo “controles y seguimientos continuos de las principales matrices medioambientales en la zona del yacimiento de Zubair: agua, suelo, aire, radiactividad natural”. Según destaca, sus resultados “se ajustan a la legislación iraquí y a las normas internacionales”. Incluso hace “encuestas de higiene industrial y estudios de evaluación de riesgos para la salud” de forma periódica.

La italiana dice que ha invertido 32 millones de dólares en atención sanitaria en Basora. En concreto, en “iniciativas dedicadas al diagnóstico oncológico, la atención pediátrica y una moderna unidad de tomografía por emisión de positrones”.

Una niña con cáncer de riñón

A Ruqaiya, una niña de nueve años antes alegre y vital, le extirparon un riñón. Sus padres viven con el temor constante de que se le dañe el otro, por lo que recibe cuidados especiales. El primer riñón lo perdió por un cáncer que terminó devorándole el órgano. Sus padres aseguran que el tumor lo provocó el gas emitido por los campos petrolíferos cercanos. Ra’ed, el progenitor de Ruqaya, expresa su frustración por no haber recibido ninguna ayuda pública, para sufragar los gastos médicos.

Otro residente de la zona, Wujud Al-Safi, ha perdido a cinco miembros de su familia y otros tres padecen cáncer. “¿Cómo es posible que el Ministerio del Petróleo pague sólo 300.000 dinares [205 euros] al año, que apenas alcanzan para comprar medicamentos para unos días?”, se pregunta. “¿Dónde están las parcelas de tierra que nos prometió el Gobierno? No queremos vivir en esas tierras. ¡Queremos venderlas para comprar medicamentos con ellas!”.

Al-Safi también reprocha a las autoridades de Basora que no hayan construido un hospital en Al-Qurna donde se pueda tratar a los enfermos, lo que obliga a la gente a desplazarse decenas de kilómetros hasta el centro médico más cercano, en la ciudad de Basora, para recibir la quimioterapia necesaria.

El hombre se deshace en preguntas retóricas: “¿Por qué hay advertencias contra el humo de los cigarrillos, pero ninguna contra los llamaradas de petróleo cerca de nuestros barrios? ¿Por qué el Ministerio de Sanidad no reconoce la contaminación causada por la industria petrolera? ¿Dónde está el Ministerio de Medio Ambiente?”.

Las leyes iraquíes

El proyecto de ley federal de petróleo y gas presentado en 2011 no fue aprobado por el Parlamento iraquí pero, aun así, el Gobierno se ha fijado el objetivo de eliminar la quema rutinaria en los yacimientos, como parte de la iniciativa del Banco Mundial para 2030.

Según la Constitución y las leyes iraquíes, los ciudadanos tienen derecho a residir en un entorno seguro y limpio, libre de contaminantes. Los habitantes de zonas próximas a los campos petrolíferos viven en las tierras que heredaron de sus padres y abuelos, y no pueden abandonarlas: la bendición que esperaban de las petroleras se ha terminado convirtiendo en una maldición insoportable.

En diciembre de 2021, el ministro de Petróleo iraquí se comprometió a reducir la quema de gas en un 90% para 2024. Pero Burning Skies pone al descubierto que sigue habiendo unos elevadísimos volúmenes de combustión, buena parte de ellos responsabilidad de operadores europeos.

El exministro iraquí de Medio Ambiente Jassim Al-Fallahi reconoció en su día que la contaminación derivada de la extracción de petróleo es la principal causa de las elevadas tasas locales de cáncer, y citó en concreto la quema de gas como un factor que contribuye significativamente al aumento del riesgo de leucemia en las comunidades cercanas a los yacimientos petrolíferos de Basora.

De hecho, un informe filtrado del Ministerio de Sanidad iraquí atribuye el crecimiento del 20% en los casos de cáncer en Basora entre 2015 y 2018 a la contaminación del aire, también las emisiones procedentes de la quema de gas.

Además, estudios e investigaciones, incluida una de la BBC, han encontrado altos niveles de benceno y sustancias químicas cancerígenas en el aire alrededor de los campos petrolíferos y en muestras de orina de quienes viven cerca, lo que sugiere una fuerte correlación entre la quema de gas y el aumento de las tasas de cáncer.

De Irán a Líbano en busca de tratamiento

En el distrito de Al-Deir, al norte de Basora, donde se encuentra el yacimiento petrolífero de Nahran Bin Omar, vive Raghad Jassem, funcionario del Ministerio del Interior y padre de cinco hijas. Le extirparon el apéndice tras diagnosticarle una apendicitis, pero sus dolores no desaparecieron. Cuando volvió al médico, le descubrieron un cáncer de colon. Tuvo que someterse a una segunda operación para extirparle 83 centímetros de intestino.

En ese momento comenzó el periplo de Raghad por el sufrimiento, la enfermedad y el dolor, viajando entre Irak, Irán y Líbano desde 2021 en busca de tratamiento o una dosis de quimioterapia. Además de tener que afrontar gastos inasumibles: cada dosis de quimioterapia le cuesta 2,1 millones de dinares –1.438 euros– , pero también tiene que pagar análisis de sangre, resonancias magnéticas y endoscopias.

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Cuando en 2023 reapareció el dolor, Raghad viajó a Irán de nuevo para repetir las pruebas necesarias, que mostraron una obstrucción y dos tumores. Así que está pasando por un nuevo ciclo de quimioterapia, con la esperanza de recuperarse totalmente para cuidar de sus cinco hijas y darles la vida raghida (próspera) con la que sueña.

Desde Nahr Omran, en el distrito de Al-Qurna, al norte de Basora, hasta Zubair, en el oeste de la ciudad, se suceden los campos petrolíferos. En la zona de Shuaiba vive Hadi Khattar, cerca de los pozos. Hadi perdió a su primera esposa, madre de seis hijos, a causa de un cáncer. Después se casó con otra mujer que también desarrolló un cáncer de mama y sigue aún bajo tratamiento. Hadi, un hombre tranquilo y sencillo, sólo reclama tratamiento médico.

Esta investigación ha contado con el apoyo de JournalismFund Europe

Fadel y Fátima padecen una misteriosa enfermedad. A Ruqayya le han extirpado un riñón. La familia Al-Safi ha perdido a cinco de sus miembros. Raghad espera que sus cinco hijas tengan una vida próspera, pese a los innumerables gastos a los que le obliga el cáncer del que se está tratando. Khattar perdió a su primera esposa y lucha por conservar la segunda. Muchos ya han pedido responsabilidades a las compañías petroleras en los tribunales.

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