Sareb
Nueve años de Sareb, el peor 'banco malo' de la UE: el único que no solo no liquida su deuda sino que obliga al Estado a asumirla
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Días turbulentos para la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria, Sareb, el banco malo diseñado por el ex ministro de Economía y actual vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, que absorbió en 2012 gran parte del ladrillo tóxico para evitar la quiebra de varias entidades financieras. Casi de sopetón, el instituto europeo de estadística, Eurostat, confirmaba la semana pasada que la deuda de 35.000 millones de la sociedad público-privada pasaría a cebar la deuda pública hasta el 120% del PIB, además de anotar otros 7.000 millones de euros al déficit del actual ejercicio. Un hecho que adelantó El País.
infoLibre ha querido repasar algunos hitos desde su creación, a finales de 2012, cuando sucedía lo peor de la crisis financiera: rescate de Bankia, rescate financiero de España, prima de riesgo por las nubes y tasa de desempleo desbocada un poco como consecuencia de todo lo anterior.
Rentable y sin computar deuda
Cuando Guindos y su equipo ultimaban la creación del banco malo, todo lo que dijeron entonces se ha revelado como completamente equivocado. Los portavoces de la sociedad en 2012 auguraban que Sareb dará más beneficios a partir de “la mitad o el último tercio de su vida”; y teniendo en cuenta que estatutariamente Sareb tendrá que ser liquidada en 2027 –salvo que cambien los planes y se reformen los estatutos–, ya estaríamos de lleno en esa fase. El propio Guindos hablaba de una rentabilidad del 15%, promesa que escuchada hoy suena a broma de mal gusto.
Peor suenan los viejos vaticinios de que las pérdidas no computarían como deuda pública. Justificaban esta posición al ser el Tesoro "solo" avalista y al no tener el Estado la mayoría del capital (principal accionista con el FROB, que posee un 45%). "Si Sareb tuviera problemas de solvencia, entonces sí podría contabilizarse como deuda y quizá como déficit", razonaba un artículo de El País en octubre de 2012. Esto último es lo que ha ocurrido.
¿Por qué se hizo creer que un vehículo para liquidar activos inmobiliarios contaminados daría incluso beneficios? "Esta rentabilidad", responden portavoces de Sareb, "figuraba en el plan de negocio elaborado con anterioridad al traspaso completo de los activos. Una vez se estudió la composición y características de los activos transferidos, se descartó públicamente este objetivo de rentabilidad".
El problema es que este descarte se produjo oficialmente por primera vez... en 2017.
El sobreprecio por el ladrillo tóxico de la banca
Habla una fuente que conoce muy bien los entresijos de Sareb: "El banco malo arranca en un punto controvertido: los activos que se traspasan a su cartera del balance de las entidades no se valoran". Se trata de 400.000 inmuebles repartidos por toda España y valorados en su momento en 50.000 millones. "Alguien decide entonces que hay que aplicar una quita sobre el valor en libros de esos activos del 50%. Y por un momento los gestores están convencidos de que eso sería suficiente para garantizar la rentabilidad".
Esto ocurrió durante la presidencia de Belén Romana, en la que se concibió la sociedad: Sareb empezaría a funcionar con un capital de 4.800 millones de euros (3.600 millones de los cuales eran deuda subordinada), de los que el Estado puso el 45% y el resto los accionistas. Y emitió bonos por el valor de sus activos tóxicos –50.000 millones– avalados por el Estado, una operación que hoy está en el centro del exagerado aumento de deuda pública.
A la llegada de Jaime Echegoyen, en 2015, la sociedad decide valorar activo por activo para saber qué es lo que tiene en sus carteras. Y se da de bruces con la realidad: el FROB ha pagado un precio superior en más de 5.000 millones de euros al valor real de su portfolio, a pesar del haircut sobre la deuda.
"El sobreprecio pagado fue calculado por las autoridades internacionales en el momento del propio traspaso de los activos", defienden en el banco malo.
El sobreprecio está en el origen de los problemas de la sociedad, y explica la premura con la que se concibió este vehículo. En la sociedad que dirige Echegoyen hacen otra lectura: "La sociedad se constituyó de cero en un momento de completa paralización del sector inmobiliario y con una crisis de confianza en las instituciones financieras. Se le transfirió de acuerdo con los precios fijados por la Administración, una cartera valorada en su momento en 50.780 millones de euros, la mayor parte prestamos impagados", indican portavoces.
El cambio contable de 2016 para salvar la quiebra
A los cuatro años de vida de Sareb, sus gestores entendieron que era un pozo sin fondo. Y el momento clave vino con una autorización del Consejo de Ministros, tal y como reveló El Confidencial: se autorizó a la sociedad a no contabilizar como pérdidas las minusvalías latentes, esto es, el sobreprecio abonado al crear el banco malo; así, Sareb se anotaba solo sus pérdidas considerando el valor de mercado de los activos y no el deterioro resultante de pagar más por inmuebles que valían menos.
La presentación de resultados en abril de 2017 confirmó este cambio relevante: donde tenía que anunciar la pérdida de 3.200 millones, solo reconoció 751 millones. El equipo de comunicación entonces se fajó por desmentir algo que hoy todo el mundo en todos los medios asegura: que el arte del birlibirloque contable permitía reducir a un cuarto las pérdidas oficiales, mientras las reales se hallaban bajo la alfombra.
Con el tiempo este cambio contable ha cobrado mucho sentido, aunque para los gestores Sareb ha sorteado la quiebra en incontables ocasiones, y ha tenido que tirar de argucia para no entrar en causa de disolución técnica.
El lío de los 'servicers'
Una vez creada la sociedad, había que liquidar los inmuebles y encoger la cartera. Eso significaría que la deuda de la sociedad mermaría. De Guindos confiaba en que la recuperación del mercado inmobiliario haría todo lo demás. Y no se equivocó en lo primero (la recuperación), solo que, hasta la irrupción del covid, el nuevo auge de la vivienda ha estado muy ligado al turismo y, por tanto, se ha concentrado en unas pocas grandes ciudades, con los problemas que ello acarrea.
Antes de la salida europea de la recesión, Sareb decidió que sus inmuebles los venderían las propias entidades que los traspasaron como parte de sus activos tóxicos a la sociedad. "Y, como era de prever, los bancos no se interesaron en vender, porque esos activos no eran ya su problema", confía una fuente.
Belén Romana tomó cartas en el asunto a finales de 2014, y puso la mitad de sus activos en manos de servicersdesvinculados de dichos inmuebles: Servihabitat, Haya, Cerberus... Todo esto implicó gastar más dinero, sin explorar siquiera si la plantilla –entre 300 y 400 personas, según el momento– podía asumir esa tarea. Actualmente Sareb lleva ya varias revisiones del contrato con los servicers.
"Queda lo suficientemente demostrado que los primeros directivos de Sareb no tenían ni idea del mercado inmobiliario", lamenta el economista Alejandro Inurrieta, ex presidente de la Sociedad Pública de Alquiler en la etapa de Zapatero. "Eran muy poco profesionales".
Otros contratiempos en la gestión
A finales de 2016, el equipo de Valoración de Riesgos (un área clave dentro de Sareb) pidió salir, hecho que se consumó. Al parecer estos profesionales solo veían un horizonte marcado por la disolución por causa de quiebra, precisamente por el sobreprecio original.
En 2018, durante un juicio por su despido, el ex tesorero de la sociedad, Francisco Cordero, denunció que Sareb malvendía sus activos. A comienzos de 2020 el despido del tesorero era declarado nulo.
Otro de los hechos más escandalosos fue la celebración de onerosas fiestas para toda la plantilla, ya en tiempos de Jaime Echegoyen. Hasta dos veces al año, los trabajadores se reunían en codiciados lugares como el Palco del Santiago Bernabeu o el Hipódromo para celebrar la llegada de las festividades. La publicación de la noticia, en junio de 2018, terminó con estas prácticas.
Sin embargo, el episodio más sangrante dentro de la gestión fue la contratación en 2013 de un crédito swapswap para la mayor parte de su cartera de bonos senior, en teoría un escudo para defenderse de la subida de los tipos de interés, en aquel momento por las nubes. La caída del Euribor justo después de firmar el swap impidió a la sociedad ahorrar en concepto de costes financieros en los años venideros. En 2019 la Comisión Europea advirtió a Echegoyen de que el swap suscrito ahora hace ocho años suponía "altos costes de financiación". Las últimas estimaciones retratan pérdidas por valor de hasta 3.000 millones de euros.
Inurrieta apunta también a la "falta de transparencia". "Si el Estado es el principal accionista, ¿por qué no sabemos dónde están las viviendas de Sareb? Se dice que hay mucha vivienda en municipios pequeños y mucho suelo rústico...".
Portavoces de Sareb resaltan que la sociedad "ha realizado su actuación contribuyendo al saneamiento de la economía española y sin distorsionar el mercado inmobiliario, contribuyendo a su dinamización y recuperación". Y destacan la nueva misión de Sareb: convertirse en una suerte de agencia de la vivienda social, cometido que nada tiene que ver con el inicial: "Estamos movilizando una cartera de 15.000 viviendas que se destinarán a programas de vivienda social a través de ayuntamientos y comunidades autónomas".
El peor 'banco malo' de la UE
La asunción de 35.000 millones de euros de deuda solo se entiende por un fracaso tanto en el diseño como en la gestión. Sin paliativos. Un fracaso que aumenta al comparar a Sareb con otros bancos malos europeos.
"No es posible comparar la actuación de Sareb con otras entidades similares", creen en la sociedad, "sin tener en cuenta muchos factores". Los enumeran: "Las particularidades de los mercados inmobiliarios, el momento del ciclo en el que fueron creadas, la tipología de los activos transferidos, la ubicación de los mismos, la evolución de los precios en cada mercado o la composición inicial de su accionariado".
Pero otras fuentes creen que la comparativa es necesaria.
Nama, el banco malo irlandés, saldó sus deudas en marzo de 2020, justo la víspera de las restricciones globales por el covid-19. Creado en 2009 por las autoridades irlandesas para colocar 70.000 millones en activos tóxicos, se espera que arroje beneficios este 2021, según anunció su CEO en febrero. Los beneficios irían directos a las arcas públicas.
Muy similar es la situación del banco malo británico, Northern Rock. Al parecer, éste habría seguido los pasos de Nama y saldado su pasivo. Y lo mismo ocurrió en Países Bajos con el hegemónico ING, que se convirtió en una suerte de banco malo al ser por sí mismo un banco sistémico en su propio país. En 2014, ING devolvió al Estado holandés todo el dinero movilizado para su rescate.
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La primera y exitosa experiencia de banco malo se produjo en Suecia, a finales de los ochenta y principios de los noventa. Afectado por una grave crisis inmobiliaria, el país escandinavo vio cómo se desplomaban los precios de la vivienda y aumentaba el paro. En 1992 decidió nacionalizar las tres principales entidades financieras afectadas, Gota Bank, Nordbanken y Forsta Sparbanken, que habían recibido desde 1989 cuantiosas ayudas públicas.
En 1993 el Gobierno de Estocolmo diseñó su banco malo: creó dos entidades, la Autoridad de Apoyo a los Bancos (AAB) y las Compañías de Administración de Activos (CAA). Una recapitalizaba, vendía o fusionaba los bancos intervenidos y la otra se quedó con los activos tóxicos, para revenderlos en lotes. Ambas entidades aceleraron sus operaciones para rebajar el coste del rescate. De 65.000 millones de euros, Suecia recuperó casi 50.000 millones. En nueve años, Sareb solo ha rebajado la deuda en unos 15.000 millones de euros.
El último capítulo de Sareb ocurrió el pasado miércoles 31 de marzo, cuando la sociedad anunció pérdidas de 1.073 millones en 2020.