Economía

¿Lujo o derecho? Ya no hace falta ser pobre para no poder irse de vacaciones

Miles de bañistas disfrutan este domingo de agosto del sol y el mar en las playas de Las Arenas y la Malvarrosa de València.

Los ingresos reales disponibles de los hogares españoles han registrado en el primer trimestre de 2024 un incremento del 1,5% respecto de los tres meses anteriores, superando así el aumento promedio del 0,9% para el conjunto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), según el think tank de las economías avanzadas. Pero esa ligera alza no alcanzará a todos. Es más, el 34% de las familias españolas con niñas y niños no pueden permitirse irse de vacaciones o enviar a sus hijos a campamentos de verano, según la última Encuesta de Condiciones de Vida (ECV). Y, de acuerdo a los cálculos de la ONG Save the Children, un hogar de dos adultos y dos menores que ingrese 1.930 euros mensuales, tendría que destinar cerca de 500 euros para el campamento estival de ambos. Teniendo en cuenta que el coste total mensual de la crianza ronda los 670 euros por hijo, se trata de actividades que “resultan privativas para millones de familias”, avisan desde dicha organización, que arma programas socioeducativos en periodo estival para más de 2.400 niños en riesgo de pobreza en distintos puntos de la geografía española.  

La Confederación Europea de Sindicatos (CES), de su lado, ha arrojado otro dato: más de cinco millones de trabajadores en España no podrán irse de vacaciones una semana por no tener dinero para asumirlas. En un informe reciente cuantifica con detalle en 5,3 millones, las personas con empleo que se encuentran en esa situación en el país, con información relativa a 2022. Representan el 17,8% de la población empleada. Ello supone una crecida del 1,58% respecto a 2021 y desde la CES advierten de que las cifras de 2023 serán previsiblemente peores, debido, entre otras cuestiones, a la caída de los salarios reales en toda la Unión Europea (UE) por la inflación.

Mariano Sanz, secretario confederal de Salud Laboral y Sostenibilidad Medioambiental de CCOO confirma que “hay unos cinco millones de personas que por su nivel de ingresos no puede coger vacaciones” y esto tiene que ver, a su juicio, con que “una parte de los trabajadores tiene una pobreza salarial que condiciona de una manera muy importante sus prioridades de gasto y que suelen ser la vivienda, la alimentación y el cuidado de los hijos. Luego, si llega, unos días de vacaciones”, sostiene. ¿Son las vacaciones un derecho? “Lo es ausentarse del trabajo, pero no el irse fuera o de viaje, por ejemplo”, explica. “Hablamos de cinco millones de personas que no salen de casa –matiza–, pero también hay otra parte importante que se irá al pueblo o a sitios donde el nivel de desembolso a afrontar no sea excesivo. Hay un problema de desigualdad y es un tema recurrente”, asevera. 

Para Sanz, experto en Salud Laboral, “el desconectar y el cambiar un poco el día a día es un elemento clave tanto desde el punto de vista físico como del mental. Pero no todas las personas pueden acceder a eso porque no tienen capacidad económica”, admite. Y suma: “Los colectivos más afectados son los de siempre, los más precarios, las familias monoparentales… Es un indicador de desigualdad y de que en España todavía tenemos una parte importante de personas con pobreza salarial, cuyos salarios no llegan casi al 60% del sueldo medio, por eso hay que promover la estabilidad, menos empleos parciales y con sueldos bajos y condiciones de trabajo que faciliten el desarrollo”, defiende. Y remata: “Todo esto es un indicador de bienestar social no sólo de los trabajadores, sino del país”.

Pedir un crédito para cubrir ¿una necesidad?

Entre esos grupos de trabajadores que no siempre pueden fluir en su tiempo de asueto están las conocidas como las kellys. Una de sus portavoces en Madrid, Mar Jiménez, reconoce que ha recurrido a pedir un crédito bancario porque “un año al niño le hacía mucha ilusión ir a PortAventura –parque temático situado en la Costa Dorada–. Queríamos darle la sorpresa de regalo de cumpleaños y como teníamos vacaciones todos en septiembre, lo compramos y lo pagamos a plazos”, recuerda. Tardaron un año en abonar el préstamo “para unas vacaciones que ya habíamos disfrutado y con todo el resto de gastos de la casa”, por lo que decidieron que “nunca más”. “Desde entonces nos hemos ido de viaje cuando hemos podido y cuando no, no”, dice. Es la práctica habitual entre las kellys: “Las chicas intentan ahorrar dinero y, si no llegan, se quedan sin vacaciones porque en septiembre vienen los libros de los chiquillos y no tenemos un buen sueldo. No alcanza para todo”, se queja.

Carlos Susías, presidente de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES), plantea que se suele asociar el paréntesis de descanso estival a “un derecho vinculado a un empleo”, pero “los hay que no están regularizados y a menudo lo que existe en verano es un despido, no vacaciones. Y hay que cuidar en qué se gasta el dinero, por si ese trabajo no vuelve”, anota. En su opinión, “para las familias más vulnerables no es que sea un derecho, es que es una necesidad. La gente necesita desconectar de su vida ordinaria para poder afrontar con más fuerza el reto diario de ver de dónde sacan recursos para poder atender a sus hijos”, proclama.

Susías remarca que, “cuanto más pobre y vulnerable es una familia, casi más necesario es el descanso”. “Si los que trabajamos habitualmente necesitamos un tiempo para poder desconectar –indica–, imagina una familia donde están permanentemente eligiendo en qué gastar los pocos recursos que tienen, sobre todo si cuentan con hijos a cargo. Compro unas zapatillas o un balón, mejor alimentación o pago más de gas para calentar el agua…”. En ese punto, señala que son además “los hogares que están peor climatizados y con las olas de calor de ahora…”, enfatiza.

En definitiva, cree que: “Si todos necesitamos desconectar un tiempo y descansar del trabajo, estas familias han de desconectar urgentemente de su vida ordinaria porque las tensiones familiares y el agotamiento físico y mental son mucho más altos. Poder romper con la dinámica de no permitirse nada y decirle todo el rato a los menores que esto no y esto otro tampoco, aunque sea por unos días, es extremadamente importante por la salud mental de la propia familia”. “No digamos –termina– en el caso de hogares monoparentales, donde la sobrecarga pesa sobre un único adulto que más del 80% de las veces es una mujer”.

Un agujero en servicios públicos

Por último, José Manuel Ramírez, presidente de la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales, aporta un punto de vista vinculado con el poder anestésico que en ocasiones se busca lograr con las palabras. “La pobreza no tiene apellidos, ni vacacional ni infantil… La pobreza es pobreza y cuando uno tiene problemas para ponerle mortadela a su hijo en el bocadillo, las vacaciones pasan a un segundo plano”, afirma tajante. Reconoce que sí le preocupan varios elementos relacionados con ellas: “Hay prestaciones que se dan desde el sistema público de servicios sociales y el educativo que se paran como los comedores escolares, que son un sitio donde no hay estigmatización y a los niños se les controla que hagan desayuno, comida e incluso hasta merienda”. Traslada a Infolibre que “los servicios sociales hacen escuelas de verano o actividades dirigidas al tema del ocio que permiten que eso no se interrumpa, pero no siempre es suficiente”, desliza. 

“Cuando nos vamos de vacaciones, los sistemas de protección social muchas veces dejan de funcionar y esto genera efectos no deseados y en ocasiones imprevistos de personas muy vulnerables que se quedan sin esa protección”, incide. Ello en España, un Estado en el que “hay aproximadamente ocho millones de personas que viven en la pobreza y entre 850.000 y 900.000 que lo hacen en la pobreza extrema y que ni siquiera han encontrado en el Ingreso Mínimo Vital (IMV) la vacuna necesaria para mantener niveles de dignidad y de subsistencia”, afea. Y vuelve al origen: “No hay pobreza infantil, hay niños que viven en familias que son pobres; ni pobreza vacacional, lo que hay es dificultad para subsistir dignamente”, concluye, abogando por que se llame a las cosas por su nombre para que no pierdan significado.

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