VIVIENDA

"Tenemos que dejar nuestra casa por el odio de un maltratador": el grito de una familia al borde del desalojo

Un activista de STOP Desahucios.

Waqas Dar reconoce no tener muchas expectativas en la justicia, ni excesiva confianza en las instituciones. El 25 de enero este joven de 23 años y su familia, residentes en València, serán desahuciados de su hogar. Una certeza, la de tener que recoger sus cosas, que a pesar de reconcomerle por dentro no le impide mantener la entereza. "Nos vemos obligados a dejar nuestra casa por el odio y el ensañamiento de un maltratador", denuncia en conversación con infoLibre. En el origen del desalojo está una persona: su padre, el mismo que durante años ejerció un maltrato sistemático contra su familia, destaca el valenciano.

Cuando Waqas habla de su padre, recuerda las vejaciones, las amenazas y la violencia psicológica. Hace alrededor de una década, cuando él era apenas un adolescente, su madre decide romper con el maltrato e inicia un proceso de divorcio. A consecuencia del procedimiento judicial, la vivienda en la que reside la familia, propiedad al 50% de los dos progenitores, fue concedida a la madre, quien tiene acreditada la condición de víctima de violencia de género, tal y como ha podido comprobar este diario a través de documentos oficiales. "Se le concede el uso de la vivienda a mi madre, que apenas habla español [es de origen pakistaní] y está totalmente anulada por este señor". La mujer, a quien su hijo reivindica como superviviente de la violencia, "es incapaz de abrirse a nivel social porque ha vivido bajo el dominio del verdugo de su vida", por lo que las barreras a las que se enfrenta son múltiples. "Buscar trabajo se le hace imposible", remarca el joven.

Consumado el divorcio y determinado el uso de la vivienda, la familia trata de seguir adelante. En la casa residen la madre, sus dos hijos y un tío de ellos que sufre una discapacidad. El lastre de la violencia, sin embargo, reaparece e impide que la familia cimente su futuro. A pesar de que el padre tiene ya "una vida totalmente separada" y económicamente desahogada, fruto de "los negocios que posee", inicia un procedimiento para "retirar el uso de la vivienda" a la madre. La explicación que encuentra el joven es la evidente: la violencia sencillamente ha adoptado ahora otra forma y ha encontrado en las instituciones el cómplice perfecto. "Es un maltratador siendo un maltratador", recalca. Los juzgados, añade, no solo le dan la razón, sino que automáticamente le conceden el uso de la vivienda a él.

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La decisión judicial expulsa a la familia no solo del que ha sido su hogar, también de su barrio. "Cómo va a dormir mi madre por las noches sabiendo que a dos calles va a estar la persona que ha querido matarla", se pregunta Waqas, quien no trata de maquillar el descrédito absoluto que, a golpe de experiencia, le suscita el sistema judicial: "La justicia le allana el camino al maltratador. La gente dice que es mala suerte, yo creo que es sistemático: la justicia es machista y está podrida". 

Aunque existe un recurso interpuesto, no se espera resolución hasta finales de este año. Pero el lanzamiento está previsto para el próximo 25 de enero, así que el tiempo apremia y las alternativas escasean. El sustento de la familia es la prestación por desempleo de Waqas, quien está actualmente preparando unas oposiciones. "No tenemos posibilidad ni capacidad para buscar un piso de alquiler", exclama, así que la única opción que barajan es tratar de abrirse paso a través de la vivienda social. Pero los resultados, confiesa, no son inmediatos ni sencillos de obtener. "Mi madre está viendo que la persona que ha hecho de su vida un infierno sigue haciéndolo. Está devastada", denuncia.

Waqas publicó el primer día del año un mensaje en redes sociales relatando su situación, cosechando miles de interacciones y el apoyo unánime de quienes se toparon con su historia. Desde entonces, le han tendido la mano "organizaciones de barrio, colectivos de abogados y personas que aconsejan… pero no deja de ser orientación, no ayuda efectiva. Es conmovedor, pero no resuelve el problema", lamenta al otro lado del teléfono. Cuando Waqas terminó de escribir el hilo de tuits que compartiría en su perfil, reparó en que había olvidado un detalle: era 1 de enero. Así que añadió un último mensaje disculpándose por el despiste y pidiendo un deseo: "Que sigamos luchando contra la lacra que supone la violencia y el maltrato".

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