EEUU ya no es país para mujeres: la ofensiva ultra y antiaborto se consolida con la victoria del trumpismo

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"Yo hice posible la muerte de Roe vs Wade". Las palabras las pronunció un orgulloso Donald Trump, en mayo del año pasado. Roe vs Wade es la sentencia que desde principio de los setenta blindaba el derecho al aborto para las mujeres norteamericanas a nivel federal. Y su muerte corrió a cargo de los jueces de la Corte Suprema, quienes permitieron limitar al máximo los derechos reproductivos y dejaron en manos de los estados su regulación. Desde entonces, catorce estados lo han prohibido por completo, veintisiete lo han limitado, pero cerca de una decena acaban de votar a favor de consagrarlo. Trump se atribuyó el mérito de la decisión judicial por su papel clave en la elección de los magistrados responsables del retroceso. El republicano, condenado por abuso sexual, regresa a la Casa Blanca con sus banderas intactas: ofensiva contra los derechos sexuales y reproductivos, normalización de la violencia sexual y un ataque sin matices al movimiento feminista organizado.

Lo cierto es que, a pesar de esta realidad, la brecha de género en la elección del presidente estadounidense no fue tan relevante como se había pronosticado. La mayoría del electorado femenino se decantó por la candidata demócrata, Kamala Harris, obteniendo en torno al 54% del apoyo de las electoras. Pero en líneas generales, las norteamericanas no vieron en la figura de la demócrata una opción real de blindar sus derechos como mujeres, o al menos no fue ese el motor a la hora de escoger papeleta.

Ataque directo al aborto

Una vez consolidados los resultados electorales, la escritora y activista feminista Jessica Valenti se apresuró a escribir su newsletter diaria, centrada en el derecho al aborto al otro lado del charco. La situación de emergencia para las mujeres precipitaba la necesidad de una respuesta urgente y práctica, así que la activista se decidió a enumerar distintos consejos ante un futuro poco esperanzador en materia de derechos reproductivos. Fueron cinco las claves: hacerse con píldoras abortivas para atesorar en el botiquín, donaciones a fundaciones u organizaciones en defensa de los derechos reproductivos de las mujeres, cuidar la seguridad digital, conocer los derechos legales que asisten a las mujeres y estar en contacto con las redes comunitarias feministas.

"Quiero ser clara: sé que unas pocas medidas no son una solución mágica para esta pesadilla y que hay mucho más que hacer y decir. Pero a veces la manera de salir de un agujero es ir paso a paso", cerraba la escritora. Valenti lleva tiempo advirtiendo de las consecuencias en materia de interrupción del embarazo, ante una eventual victoria de Donald Trump, hoy ya confirmada. La ofensiva es amplia y va desde la restricción de los medicamentos abortivos, hasta el nombramiento de dos nuevos jueces de la Corte Suprema más jóvenes que sustituyan a aquellos conservadores con más edad.

"La píldora abortiva es uno de los principales objetivos de los conservadores", relata la activista: el 63% de las interrupciones del embarazo se realizan a través de estos métodos, así que el ataque de los republicanos equivaldría a "una prohibición nacional por la puerta de atrás que afectaría a todo el país". Entre los planes iniciales de Trump, entraba sustituir al jefe de la Agencia Estadounidense de Medicamentos (FDA, por sus siglas en inglés) para restringir la medicación abortiva mifepristona, especialmente después de que su uso quedara en un limbo el año pasado después de distintas sentencias contradictorias. Por el momento, el dirigente ha evitado dar señales sobre si tomará finalmente esta dirección.

El punto de mira está también sobre el aborto de emergencia, un asunto especialmente vilipendiado por los líderes republicanos en aquellos estados donde tienen peso, a través de la Ley de tratamiento médico de emergencia. "Una administración Trump podría negarse a aplicar la ley, lo que permitiría a los estados con prohibiciones extremas del aborto negar a las mujeres una atención que podría salvarles la vida", advierte Valenti.

El Proyecto 2025

Uno de los asuntos que cobraron especial relevancia en la carrera electoral hacia la Casa Blanca fue el conocido como Proyecto 2025. Se trata de una iniciativa que promociona políticas retrógradas para consolidar el viraje ultra en el país, una propuesta confeccionada por la Heritage Foundation, un poderoso comité conservador fundado en 1973.

La hoja de ruta incluye, entre otros aspectos, la ampliación de las llamadas leyes de conciencia que permitirían a personal médico, compañías de seguros y empresas el rechazo de dispensar no sólo medicación y servicios de interrupción del embarazo, sino incluso también anticonceptivos. En ese sentido, se eliminaría la financiación del Título X, el Programa de planificación familiar creado en la década de los setenta. El programa, según este proyecto, pasaría a girar en torno a la "conciencia de la fertilidad y la planificación familiar holística" y proporcionaría "información educativa sobre el matrimonio y las relaciones saludables". 

La propuesta desarrolla una visión extremadamente conservadora también en asuntos como el propio concepto de la familia, basada en un enfoque tradicional y católico. Busca tener el control del Departamento de Salud, lo que tendría especial impacto en la comunidad LGTBI. En ese sentido, las personas trans son las más vulnerables: una de las claves del proyecto es precisamente impedir que las mujeres trans participen en competiciones deportivas femeninas. 

A nivel más simbólico, aboga por el borrado de términos como "orientación sexual", "equidad de género", "aborto" y "derechos reproductivos" de todas las leyes y regulaciones federales. 

Lo cierto es que el nuevo presidente estadounidense se ha distanciado del proyecto en estos últimos meses, pero las activistas feministas resaltan que algunos de los nombres que orbitan a su alrededor fueron hombres de confianza del republicano durante su anterior mandato.

Ofensiva en los tribunales

Los retrocesos en materia de derechos para las mujeres pueden instalarse también en los tribunales. "El plan de los republicanos de convertir Estados Unidos en un país nacionalista cristiano requiere que los tribunales impongan esa visión, y una presidencia de Trump les entregaría ese poder en bandeja", reseña Jessica Valenti. Los resultados electorales, incluida la victoria republicana en el Senado, son cruciales para determinar la composición de la Corte Suprema.

Los jueces de la Corte Suprema suelen planificar su jubilación coincidiendo con el mandato que les resulte políticamente afín, con el objetivo de garantizar un relevo continuista con su línea ideológica. Con la jubilación de dos magistrados conservadores en el horizonte, ya van sonando algunos nombres entre los favoritos de los republicanos. Entre ellos, el del juez James Ho, quien destaca por su posición antiabortista y por decisiones contrarias a lo que él mismo denomina la "tragedia moral del aborto". También están entre los favoritos los jueces Kyle Duncan, abiertamente contrario a los derechos del colectivo LGTBI,especialmente las personas trans, y Lawrence VanDyke, radicalmente antiabortista. La jueza Kristen Waggoner, otro de los nombres en boga, quiere otorgar a los fetos derechos de persona y prohibir la anticoncepción de emergencia. 

Una de las últimas magistradas designadas por el dirigente republicano fue, en el año 2020, la magistrada Amy Coney Barrett, célebre por sus convicciones católicas, por su ideología ultra antiabortista y proclive a una interpretación originalista de la ley, es decir, favorable a la aplicación literal de la Constitución de 1787, con las consecuencias que ello acarrea para las mujeres.

El altavoz del discurso reaccionario

Kika Fumero, miembro de la red feminista Mi voz mi decisión, advierte que los mensajes ultras que nacen en Estados Unidos tienen eco en todo el mundo. "La derecha se está armando y fortaleciendo a nivel global. Evidentemente, no estamos hablando de cualquiera: Estados Unidos tiene mucho poder", asiente al otro lado del teléfono. "El derecho al aborto se va a ver mermado y toda la lucha de las compañeras va a ser un camino de piedras".

¿Puede esto tener impacto en nuestras fronteras? Fumero alude, en primer lugar, a la influencia de sus políticas en territorio europeo, donde la línea política de Donald Trump encuentra sólidas alianzas en países como Hungría, Polonia e Italia. "También aquí, con Vox y el PP", puntualiza la activista. Si bien es cierto que "aquí tenemos el amparo del Tribunal Constitucional, y por ahora del Gobierno, da pavor observar la fotografía que se queda a nivel mundial y europeo", subraya. 

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Una imagen que también va encontrando acomodo dentro de nuestras fronteras. "Tenemos leyes, pero allá donde gobiernan Partido Popular y Vox hay un avance de las políticas reaccionarias" que afectan directamente a las mujeres, a través de la merma de presupuestos destinados a las políticas de igualdad y la debilitación de áreas clave para las mujeres.

La victoria de Donald Trump supone un "refuerzo simbólico y no tan simbólico de estos discursos. Están en el poder y eso genera miedo", esgrime la activista, quien sin embargo repara en que hoy el movimiento feminista está hoy "organizado y unido", preparado para plantar cara a la ola reaccionaria.

Los primeros efectos de esa ola, si nada lo impide, tendrán lugar en algo menos de un mes y en una de las instituciones más importantes del poder legislativo. El próximo 2 de diciembre la Red Política de Valores celebrará una cumbre antiabortista en el Senado. Por el momento, está confirmada la presencia de ocho participantes que vuelan directos desde Estados Unidos. Son: John Crane (miembro republicano del Senado de Indiana); Kerri Seekins-Crowe (miembro republicano de la Cámara de Representantes de Montana); Jay Richards y Roger Severino (de la Fundación Heritage, al servicio de gobiernos republicanos en distintas etapas); Sharon Slater (de la Family Watch International, organización cristiana fundamentalista); Stefano Genarini (del Center for Family and Human Rights, think tank ultracatólico); Valerie Huber (presidente del antiabortista Institute for Women’s Health) y Brian Brown (de la Organización Internacional por la Familia, en defensa de lo que llaman "familia natural").

"Yo hice posible la muerte de Roe vs Wade". Las palabras las pronunció un orgulloso Donald Trump, en mayo del año pasado. Roe vs Wade es la sentencia que desde principio de los setenta blindaba el derecho al aborto para las mujeres norteamericanas a nivel federal. Y su muerte corrió a cargo de los jueces de la Corte Suprema, quienes permitieron limitar al máximo los derechos reproductivos y dejaron en manos de los estados su regulación. Desde entonces, catorce estados lo han prohibido por completo, veintisiete lo han limitado, pero cerca de una decena acaban de votar a favor de consagrarlo. Trump se atribuyó el mérito de la decisión judicial por su papel clave en la elección de los magistrados responsables del retroceso. El republicano, condenado por abuso sexual, regresa a la Casa Blanca con sus banderas intactas: ofensiva contra los derechos sexuales y reproductivos, normalización de la violencia sexual y un ataque sin matices al movimiento feminista organizado.

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