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Internet sin control, porno y cruzada ultra contra la educación sexual: qué hay detrás del repunte de violaciones en manada

Protesta en las calles de València en contra de la sentencia de La Manada.

Las imágenes se hicieron virales la semana pasada: varios jóvenes, chicos menores de edad, eran recibidos por sus familiares entre vítores y aplausos. "¡Somos libres!", jaleaban los protagonistas. Son los presuntos autores de una violación grupal a otras dos menores en la localidad valenciana de Burjassot. Todos ellos celebraban aquel día haber quedado en libertad vigilada. Este mismo martes, saltaba a los medios la noticia de la libertad con orden de alejamiento para los tres menores detenidos por la presunta violación múltiple a una joven en Vila-real, Castellón. En este mismo instante, las autoridades buscan a tres hombres, sospechosos de otra violación grupal en Almería. La concatenación de esta forma de violencia sexual tan específica ha hecho saltar las alarmas del Gobierno: "En los últimos días hemos asistido con horror al aumento de manadas que agreden sexualmente a mujeres adolescentes con violaciones múltiples", ha señalado el martes la ministra portavoz, Isabel Rodríguez.

En España, la principal referencia respecto a violencia contra la mujer es la Macroencuesta de 2019 elaborada por la Delegación de Gobierno contra la Violencia de Género. El resultado que arroja en cuanto a la violencia sexual es que el 13,7% de la población femenina ha sufrido una agresión sexual alguna vez en su vida. Además, el 6,5% de las mujeres mayores de 16 años han sufrido violencia sexual por parte de alguna persona con la que no mantenían una relación de pareja. 

Por otro lado, el Balance Trimestral de Criminalidad que publica el Ministerio del Interior indica que en el cuarto trimestre de 2021 –última serie con datos disponibles– se registraron 17.016 delitos contra la libertad e indemnidad sexual, un 29,2% más que en el mismo periodo del año anterior. Las agresiones sexuales con penetración reportadas ascendieron a 2.143, un 34,3% más que el último trimestre de 2020, mientras que el resto de delitos de violencia sexual fueron 14.873, un 28,5% más.  

Pero ningunas de las dos fuentes oficiales disecciona y clasifica el tipo de agresión según el número de autores. Para ello, la plataforma Feminicidio ha tomado los riendas, a través de su web Geoviolencia sexual, donde realiza un seguimiento de las agresiones sexuales grupales que se dan a conocer. La organización ha documentado 274 agresiones sexuales múltiples entre 2016 y 2021. El perfil de agresor y víctima lanza un mensaje de alerta: la mayoría es gente muy joven, incluso menores.

La última Memoria de la Fiscalía General del Estado ya reseñaba un "incremento de la violencia entre los menores que ya desarrollan conductas de dominio y control en sus tempranas relaciones afectivas o experiencias sexuales, y que requieren un abordaje educativo". El Barómetro de Juventud y Género 2021 apunta que uno de cada cinco jóvenes varones españoles cree que la violencia de género no existe y es un asunto ideológico.

Repunte de casos tras la pandemia

Feminicidio ha encontrado, explica una de sus fundadoras, la periodista Graciela Atencio, que los años previos a la pandemia se venía produciendo una explosión de la violencia sexual en grupo. Tras la excepcionalidad de la emergencia sanitaria, lo que entrevén las investigadoras es que la tendencia al alza recupera fuerzas. "El temor es que volvamos a tener picos como 2019", señala la periodista y activista al otro lado del teléfono, y recuerda que los casos recogidos dejan fuera aquellos que no se denuncian y los que no aparecen en prensa, por lo que la parte visible constituye una "radiografía limitada".

Atencio se detiene en un factor: la estacionalidad. "La mayoría de casos se concentran entre mayo y septiembre, época en la que sin embargo no se están tomando medidas que tienen que ver con campañas masivas", reclama. Las razones que barajan las investigadoras guardan relación con el perfil de víctimas y agresores: personas jóvenes que precisamente en los meses estivales tienen acceso a eventos festivos con mayor regularidad. "Tiene que ver con el tiempo libre, los meses de vacaciones, las fiestas populares y también el turismo", detalla Atencio. Ahí, añade, es dónde hay que recabar "qué pasa con la socialización de los varones para que cometan este tipo de agresiones en las fiestas" y para que, en esencia, asocien "pasarlo bien con salir a violar chicas". 

Amparo Díaz Ramos, abogada especializada en violencia machista, coincide. "Estamos viendo casos de niñas a las que compañeros de instituto, en sus primeras fiestas, han atacado sexualmente en grupo", denuncia. La probabilidad de sufrir un ataque de carácter sexual "para las niñas se ha multiplicado exponencialmente", lo que genera que a lo largo de su desarrollo vitan, ellas acumulen "distintas experiencias de violencia sexual". Precisamente, la Macroencuesta de 2019 revela que un 2,2% del total de mujeres encuestadas han sido violadas alguna vez en su vida, y de ellas, el 74,6% ha vivido otras situaciones de violencia sexual.

Cultura de la violación

Aquí entra en juego la gran preocupación de las expertas: el arraigo cultural y la normalización de la violencia sexual. Los aplausos a los presuntos agresores de Burjassot no son anecdóticos, igual que tampoco lo fueron las concentraciones de apoyo a los tres jugadores de La Arandina, condenados por haber abusado de una menor en el año 2019.

Lo que las expertas han dado en llamar cultura de la violación se nutre de diversos fenómenos. Por un lado, cuestiones como la pornografía apuntalan los sesgos de género que refuerzan la sumisión de las mujeres. "La pornografía hegemónica se ha convertido en la educación sexual de varias generaciones desde la irrupción de internet" y de hecho "la edad media a la que empiezan a ver pornografía niños y niñas está entre los once y los trece años", señala en uno de sus análisis Geoviolencia sexual. Existe una tipología de pornografía consumida en webs denominada gangbang, "grupos de tres o más hombres que tienen sexo con una sola mujer". En este tipo de relatos pornográficos se exponen imágenes en las que "predominan no sólo la cosificación, sino la violencia explícita y hasta la tortura física que se ejerce mayoritariamente con el cuerpo de las mujeres". En septiembre de 2020, Save the Children alertaba a través de su informe (Des)información sexual: pornografía y adolescencia sobre los riesgos de dejar en manos de la pornografía toda la educación sexual que reciben los jóvenes.

Después de que la agresión de La Manada de los Sanfermines saltara a los medios, varias páginas web pornográficas se vieron obligadas a desactivar las búsquedas vinculadas al concepto "manada", ante el incremento desorbitado de pesquisas en esa dirección. Graciela Atencio señala a la pornografía como principal causa de la violencia sexual: "Los jóvenes acuden antes a la pornografía que a una charla de educación afectivo-sexual". Ambas cuestiones van indiscutiblemente de la mano, pero además introduce un tercer factor: el acceso a internet sin ningún tipo de control. "La violencia sexual nace a través de la ciberviolencia", asiente la feminista, pero reconoce que es "muy difícil trabajar en prevención y sensibilización sin los suficientes conocimientos tecnológicos". Se trata de un "problema aparentemente nuevo", abunda la periodista, pero que "comenzó con las relaciones y contactos a través de las redes". La pregunta es "qué hacemos con eso si al mismo tiempo tenemos una pornografía violenta y a niños incapaces de comprender, desde su madurez sexual, lo terrible que es una violación". En ese sentido, Atencio insiste en que los chicos necesitan "límites y saber lo que es la violencia sexual", mientras que las niñas requieren "apoyo para poder ser libres y no estar encadenadas al temor de ser violadas". 

Frente a la necesidad de una pedagogía afectivo-sexual sólida en las aulas, el discurso de odio y las resistencias reaccionarias ponen obstáculos a la lucha contra la violencia. Esta misma semana, sin ir más lejos, el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García-Gallardo (Vox) cargó contra la educación afectivo-sexual en las aulas, criticando que "pervierte a los niños".

Algunos avances

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Si bien la preocupación entre las profesionales y los organismos es creciente, lo cierto es que en los últimos años también se han sembrado avances. Por ejemplo, en los tribunales. El Supremo ha ido consolidando su doctrina en lo que respecta a la violencia sexual múltiple, señalando a todos aquellos que hayan ayudado a crear un clima intimidatorio para que la violación se pudiera producir, como cooperadores necesarios del delito. Además, uno de cada cuatro casos de agresión sexual contra mujeres sentenciados por el Tribunal Supremo fue perpetrado por una manada, según el último informe del Observatorio contra la Violencia de Género del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).

Del lado institucional, el Gobierno acaba de dar luz verde en el Consejo de Ministros de este martes a los fondos para poner en marcha los centros de crisis de atención a víctimas de violencia sexual. En total, se han aprobado 46,2 millones cuyo reparto entre las autonomías deberá ser acordado en la conferencia sectorial del ramo. Isabel Rodríguez ha recordado que el objetivo es que estos centros estén disponibles las 24 horas, los 365 días del año, con un equipo especializado y multidisciplinar. Hasta el momento, solo existían dos instalaciones de estas características en el país, una en Madrid y otra en Asturias, pese a las recomendaciones de contar con una en cada provincia.

Pero el principal avance que entrevén las especialistas está en la concienciación de las mujeres, también las más jóvenes. El aumento de casos hace sospechar a los profesionales que estamos ante un aumento de las denuncias formuladas, algo positivo en la lucha contra la violencia machista. Además, el impacto mediático que han conseguido muchos de los casos conocidos evidencia la relevancia social que se le otorga a la lucha contra la violencia machista. Hablar de ella, condenarla en público y sin ambages, es el primer paso para prevenirla, identificarla y combatirla.

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