IGUALDAD

Nuria Varela: “A Sánchez todos le pidieron que no dimitiera. Con Mónica Oltra o Yolanda Díaz no pasó eso”

La escritora Nuria Varela.

Cuenta Nuria Varela (Asturias, 1967) en su nuevo libro que hay una escena de la serie Borgen en la que a la protagonista, Birgitte Nyborg, la primera mujer en convertirse en jefa de Gobierno de Dinamarca, su marido la viola en la cocina. Incapaz de asumir que es ella la que ostenta el poder, decide forzarla para dejar claro quien manda de puertas para adentro. 

¿Cómo se puede dirigir un país después de que tu propio marido te viole? Es la pregunta que se plantea Varela en El síndrome Borgen (Ediciones Plan B) que toma su nombre de la popular serie de ficción. La autora de ‘Feminismo para principiantes’ o ‘Cansadas’ y ex Directora General de Igualdad del Principado de Asturias explica cómo el poder político es una creación masculina que exprime y expulsa a las mujeres en un ciclo al que pocas sobreviven, a pesar de su capacidad de trabajo o su inteligencia. 

Ha inventado el síndrome Borgen ¿cómo lo definiría?

Es muy duro lo que voy a decir, pero cada vez hay menos mujeres en los puestos de poder. Y es duro porque el relato oficial dice lo contrario. En la serie se explican muy bien cuáles son los mecanismos que echan violentamente de la política a las mujeres. Defino el síndrome Borgen como el fenómeno por el que millones de mujeres y niñas nacen en países o culturas en los que no tienen ni siquiera la posibilidad de la vida. Pero también, cómo en los lugares donde reinan las democracias actuales casi cualquier mujer es capaz de llegar a puestos de poder del siglo XXI pero muy pocas consiguen mantenerse en ese poder. Y las que lo logran, lo hacen como intrusas a las que se puede desalojar en cualquier momento. 

Cuenta en el libro que nunca antes había habido tantas mujeres en política, pero que no duran en sus cargos ni consiguen que sus políticas se consoliden. Da un dato: en enero de 2023 había treinta y seis mujeres jefas de Estado o Gobierno en el mundo. En septiembre de ese mismo año, sólo quedaban veintiocho. ¿Por qué ocurre esto?

Estamos viviendo dos fenómenos muy claros. Por un lado el rechazo al poder de las mujeres, al cambio que han provocado en esas estructuras y un fuerte rechazo al feminismo. Eso es consecuencia de la posmodernidad y las teorías posmodernas, que rechazan el núcleo de la teoría política feminista. Y por otro, la reacción patriarcal de la ultraderecha hacia los avances feministas. Estamos en una situación realmente asfixiante. Es, como dice Naciones Unidos, una violencia política sistemática y recurrente. 

Habla de cómo un medio de comunicación tan prestigioso como The Economist, ridiculizó a la primera ministra británica Liz Truss por su breve mandato en el que puso la economía del Reino Unido al borde de la quiebra. La bautizaron Lady Iceberg, en referencia a una lechuga y durante días especularon con quién resistiría más tiempo viva, si la hortaliza o ella. ¿Lo habrían hecho con un hombre? 

No. Para mí es uno de los ejemplos más significativos. A pesar de su mala gestión es una falta de respeto absoluto, sobre todo teniendo en cuenta que venían del gobierno de Boris Johnson, un político siempre rodeado de polémicas. Hay dirigentes muy esperpénticos, como Milei o Trump, que dicen barbaridades, atentan contra los derechos de la mitad de la población y no se les ridiculiza de esa forma. 

O el caso de Saana Marin, la primera ministra de Finlandia que tuvo que someterse a un análisis médico para demostrar que no había consumido drogas tras la viralización de un vídeo en el que se la veía divirtiéndose con unos amigos.

¿A qué político hombre se le ha sometido a un análisis de drogas o de alcohol? Ni siquiera al propio Boris Johnson, al que cazaron borracho, de fiesta, en pleno confinamiento.  Hay una mirada completamente distinta sobre los hombres y las mujeres que ostentan el poder. Incluida la mirada de medios aparentemente serios y prestigiosos. 

No hace falta irse tan lejos para encontrar ejemplos, me temo…

Fíjate lo que pasó con Mónica Oltra. No comparto su política, pero lo que vivió fue un escarnio. Lo más significativo es que sus propios compañeros, los que se suponía que eran sus aliados, le pidieron rápidamente que dimitiera a pesar de que ella siempre mantuvo su inocencia. Una reacción muy diferente a lo que ocurrió cuando Pedro Sánchez se tomó cinco días para reflexionar sobre su futuro político tras la imputación de su esposa. Todos sus compañeros le pidieron que no dimitiera. Tampoco comparto las ideas de Yolanda Díaz, pero en el momento en el que anunció que dejaba los cargos orgánicos de Sumar no faltaron las voces que comenzaron a pedirle que abandonara también el Gobierno. Las críticas iban dirigidas, en muchos casos, a aspectos que no tenían que ver con sus políticas como su pelo o su ropa. Casi nunca se cuestiona su gestión porque, en la mayoría de los casos, es buena.

 

Otra forma de expulsar a las mujeres de la política son los llamados acantilados de cristal…

Cuando hay o se prevé que llega una crisis, se nombra a mujeres para que ocupen puestos de poder que anteriormente se les habían negado. Es el caso de Theresa May a la que designaron justo después del Brexit, en una situación muy complicada y convulsa. O  Federica Montseny, a la que se le ofreció ser ministra —de hecho, fue la primera mujer ministra en España— en plena Guerra Civil. A Claudia Sheimbaun la han elegido los mexicanos y mexicanas, pero habrá que estar muy atentas a su mandato porque la situación de violencia en el país es muy preocupante. 

Es lo que hubiera pasado si Pedro Sánchez hubiese dimitido después del periodo de reflexión y, como pronosticaban algunas voces, María Jesús Montero le hubiera sucedido… 

Desde luego, si la primera vez que tenemos una presidenta es por la dimisión de un presidente encajaría dentro de la definición de acantilado de cristal, porque el momento hubiera sido de inestabilidad y de crisis de gobierno.  

Los hombres también sufren violencia en política. Ahí tenemos el caso del presidente del Gobierno al que, además, se le ha tratado de hacer daño a través de su esposa.  

Sí, pero las mujeres no suelen tener el respaldo que tienen los hombres y ese es el mayor de los problemas. El poder masculino es una lucha entre ellos, entre iguales. Cuando a las mujeres las atacan, se encuentran solas y terminan por irse, no tienen esa red de protección, una red de aliados, que es muy sintomático de lo que es tener poder. Fue muy significativo cuando en una entrevista al día siguiente de su retiro de cinco días, el presidente fue relatando los casos de dirigentes expulsados del poder y él mismo lo verbalizó. Dijo: casualmente o no, casi todas son mujeres. A ellas se les da muy poco tiempo para reafirmar sus liderazgos. 

Recuerda en el libro a Nevenka, la primera mujer que tuvo que abandonar su puesto político por el acoso que sufrió. Una violencia que, de otra manera, usted también sufrió como jefa de gabinete del primer ministerio de Igualdad, ¿cómo recuerda aquellos días?

Fue horrible, la violencia política soportada por la ministra Bibiana Aido y todo su equipo fue espectacular. Aún recuerdo cosas que me impresionaron mucho. Como cuando el filósofo Gustavo Bueno escribió en un periódico que a la ministra había que tirarla por la ventana. Ahora que se habla tanto de fake news, también me acuerdo de cuando en una columna una periodista dijo que la ministra había estado en un partido en el Santiago Bernabéu y la habían abucheado. Lo cierto es que nunca estuvo, de hecho estaba en un acto público y había pruebas de ello. Cuando rectificó escribió: no estaba, pero si hubiera estado la hubieran abucheado.

¿Se sintieron respaldadas por sus compañeros? 

No, no se hablaba de violencia política en los medios. Nadie veía claro el linchamiento. Era un discurso muy poco respetuoso contra el ministerio, la ministra y el trabajo que hacíamos.

Muchos años después, la ahora ya exministra de Igualdad, Irene Montero también sufrió esa violencia política…

Sí. Las mujeres en política son violentadas en general, y el ministerio de Igualdad y las feministas mucho más. En España ha sido una diana de las críticas. El problema es que la violencia ha ido aumentando. Nosotras no solemos estar en lugares copados por la violencia y la violencia está copando la política. Se está convirtiendo en un lugar extremadamente inhóspito para todo el mundo, pero especialmente para las mujeres. Lo vimos hace unos días en Italia, con un grupo de diputados, todos hombres, pegándose en el Parlamento. 

¿Cree que el anterior ministerio hizo buenas políticas?

Yo no comparto el concepto de políticas de igualdad que tenía el anterior ministerio. Creo que han hecho políticas de identidad y políticas sociales, pero no de igualdad.

Cuenta que acabó el libro el mismo día que se eligió la canción Zorra de Nebulosa para representar a España en Eurovisión y deja claro que no le gusta. ¿Cree que la letra es una estrategia de resignificación, como sostuvo mucha gente?

Resignificar es la mejor estrategia para que parezca que algo cambia cuando no cambia nada. Todo lo que tiene que ver con la posmodernidad se refiere básicamente a la apariencia, a lo sentido, a la subjetividad… y eso no incomoda lo más mínimo al patriarcado, porque no es un discurso que cuestione las relaciones de poder entre los hombres y las mujeres. No cuestiona la economía, quién toma las decisiones o las horas que dedica cada uno a los cuidados. Es fácil decir que haces una política feminista porque llevas una canción a un festival que se llama ‘Zorra’, pero en el fondo no has modificado absolutamente nada de tu programa, de los contenidos. La teoría queer tiene mucho éxito porque es muy cómoda para el poder, no tiene contenido crítico con él.

Estos días se está hablando mucho de la machosfera. Cuenta Laura Bates en su libro Los hombres que odian a las mujeres que se ha minimizado su impacto porque pensamos que el mundo virtual no es el mundo real, pero esto cada vez está cambiando más…

No se ha prestado ninguna atención, además, porque quien sufre los ataques de la machosfera somos, sobre todo, las mujeres. El otro día trabajando en un curso en la universidad vimos que el último informe de la Unión Europea que habla de violencia digital no menciona ni la machosfera ni la violencia específica contra las mujeres. Es muy difícil acabar con un fenómeno muy violento si ni siquiera se ve. 

¿Qué piensa del auge de la ultraderecha en Europa en España? ¿Y del partido de Alvise, que fue uno de los grandes vencedores de la noche sin tener programa político y con un discurso antifeminista o antiinmigración? 

Es la consecuencia de la posmodernidad. De hecho, lo que nos ha traído hasta aquí es la alianza entre posmodernidad y neoliberalismo.  Espero que la izquierda haga una reflexión seria y potente sobre lo que ha significado haber abandonado los planteamientos de igualdad, haberse metido por la senda de las identidades y olvidarse de los problemas reales de la población real. Esto también es consecuencia de la orfandad que hay en el feminismo con la izquierda. 

Se refiere, por ejemplo, a la ley del proxenetismo que presentó el PSOE y que no consiguieron aprobar porque no tuvieron apoyos, tampoco el de sus socios de coalición…

No es ya que se apruebe o no se apruebe. Es que ni siquiera se permite el debate. Y no lo permite la izquierda.

Es crítica con las políticas de igualdad porque dice que no están funcionando, ¿cómo deberían ser?

Deberían estar hechas por  expertas, muy especializadas en violencia. Y no lo están, porque la función pública aún no exige la especialización. La lucha contra la violencia de género en España está en manos privadas en la mayoría de los casos, en empresas o ONGs a las que no se les pide esa especialización. Pero si vamos a hacer puentes, necesitamos arquitectas. Para acabar con la violencia de género, necesitamos expertas en la erradicación de la violencia de género. Y que sean políticas públicas, no privatizadas. Necesitamos personal y recursos suficientes. Y necesitamos un plan claro. Ahora mismo no tenemos ninguna de estas cosas.

Se habla mucho de la división del feminismo, ¿cree que tiene solución?

No creo que el feminismo esté dividido. Lo que ha pasado es que el posfeminismo y la teoría queer han tensionado al movimiento feminista y son cosas distintas. No puedes comparar el feminismo, una corriente política que tiene una tradición de tres siglos y que pone como elementos centrales de su análisis el sistema sexo-género y el patriarcado, con la teoría política que niega la existencia del patriarcado y cree que el sexo es algo performativo y elegible. No puedes poner bajo el mismo nombre a quien quiere acabar con el género y los estereotipos y a las personas que quieren multiplicar los géneros hasta el infinito. Está bien que coexistan todos los planteamientos pero lo que hemos vivido ha sido una usurpación, una ocupación. Eso no es teoría política feminista. 

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