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IGUALDAD

La brecha salarial en cifras: mayor en Asturias, más profunda a jornada parcial y sin alivio en la jubilación

Una camarera sirve una cerveza en el interior de un bar en una calle céntrica de Barcelona

Ni un concepto técnico, ni una ocurrencia feminista: la brecha salarial existe y sus efectos tienen un impacto real en los bolsillos de las mujeres. La diferencia es sustancial: ellas ingresan 5.175 euros menos al año que sus compañeros varones. Y aunque los años han ido estrechando la distancia, la grieta asciende al 18,72% actual de media. Así lo recuerda el Instituto de las Mujeres en un boletín publicado este miércoles con motivo del Día para la Igualdad Salarial y con datos del Instituto Nacional de Estadística (INE).

En primer lugar, la institución dependiente del Ministerio de Igualdad y presidida por Toni Morillas, desentraña algunos conceptos complejos. Define como desigualdad retributiva la diferencia de ingresos entre ambos sexos, una realidad que genera discriminación cuando la disparidad "no se justifica por una distinta aportación de valor en la realización de un trabajo" y por tanto solo encuentra explicación en función del género del trabajador. Esta desigualdad estructural es fruto de "factores complejos e interrelacionados", como la "infravaloración del trabajo de las mujeres", la segregación "ocupacional en el mercado laboral", la escasa presencia de mujeres en puestos de liderazgo y la "desigual asignación de los complementos retributivos". No se trata de actos discriminatorios deliberadamente ejecutados en el seno de las empresas, sino de inercias que anclan a las mujeres en una posición de desventaja respecto a sus compañeros dentro de los centros de trabajo.

La brecha existe porque encuentra un cúmulo de pretextos sobre los que descansar. Los roles de género, señala el informe, determinan "el papel de las mujeres y hombres en la sociedad" desde edades tempranas, influyendo en elecciones formativas, determinando el sector y tipo de empleo futuros y originando la división sexual del trabajo: las mujeres tienden hacia tareas de cuidados; los hombres se quedan con responsabilidades de mando y liderazgo. Idéntico impacto tiene la segregación horizontal y vertical del mercado de trabajo: sectores feminizados caracterizados por condiciones más precarias y ausencia de mujeres en puestos de responsabilidad.

Igualmente, las trabajadoras ven lastradas sus oportunidades de promoción por sus responsabilidades familiares. "Las mujeres trabajan menos horas y con contratos a tiempo parcial para poder compatibilizar su vida laboral, personal y familiar", apunta el boletín. En este contexto, ellas tienen más interrupciones de sus carreras profesionales "para hacerse cargo del cuidado" de familiares y la brecha retributiva se acentúa para las madres. Así, la desigualdad en el terreno laboral encuentra cómplices en el ámbito privado: "La falta de corresponsabilidad por parte de los hombres por lo que respecta a las tareas domésticas o al cuidado de personas dependientes, incide en la existencia de brecha salarial de género".

Descenso lento pero progresivo

¿Hay razones para la reivindicación? Lo cierto es que, si bien la brecha se ha reducido en más de cinco puntos en los últimos ocho años, pasando del 23,93% en 2012 al 18,72% en 2020, la diferencias entre hombres y mujeres siguen siendo acuciantes. Y la grieta se convierte en abismo según en lugar donde se sitúe la lupa.

Las mujeres que tienen un trabajo a tiempo parcial son las más damnificadas. Para ellas, la brecha retributiva se sitúa en el 12,08%, mientras que para las trabajadoras a jornada completa disminuye hasta el 8,2%. Tal y como recuerda el Instituto de las Mujeres, el 67,4% de las trabajadoras españolas lo es a tiempo parcial. 

Por edades, la peor parte se la llevan los extremos. Las mujeres de 65 años y más cargan sobre sus espaldas con una brecha del 31,71%, mientras que las chicas de menos de 20 años asumen un cisma del 24,84%. 

Si el panorama es amargo para las trabajadoras en general, la encrucijada es mayor para aquellas que se dedican a actividades administrativas y servicios auxiliares. La brecha, para ellas, es del 31,07%. Y en las actividades sanitarias y de servicios sociales, un sector especialmente feminizado –casi ocho de cada diez empleados son mujeres–, la brecha retributiva es del 28,39%. Son las secciones de actividad más golpeadas por las diferencias de género.

En cuanto a los grupos de ocupación, la mayor brecha se cobija entre los trabajadores no cualificados en servicios: la distancia retributiva entre hombres y mujeres es del 28,05% en este terreno. Por detrás, la brecha es del 25,76% entre los trabajadores cualificados de las industrias manufactureras; del 24,9% entre los trabajadores de los servicios de salud y el cuidado de personas y del 19,54% entre los trabajadores de los servicios de restauración y comercio.

Finalmente, la brecha se hace grande en el sector privado (16,2%) y encuentra cierto descanso en el público (10,3%).

Más brecha en Asturias que en Canarias

El lugar de residencia también determina el grado de discriminación por razones de género. Así, es más profunda en Asturias, la comunidad más golpeada con una grieta del 23,76%. Le siguen Navarra (23,22%), Andalucía (21,26%), Murcia (20,69%) y Castilla y León (20,49%).

En el extremo opuesto, la brecha mengua en Canarias (9,85%) y queda por debajo de la media en Castilla-La Mancha (13,6%), Illes Balears (14,4%), Extremadura (14,86%), Madrid (17,76%) y Euskadi (17,9%).

Sin alivio en las pensiones

Si las mujeres arrastran una carga a lo largo de su vida laboral, no se libran de pagar el peaje durante su jubilación. Mientras que la pensión media de los hombres es de 1.368 euros, la que disfrutan ellas es de 915 euros: una brecha del 33,13%. Y la desigualdad es más sangrante cuando se trata del Régimen Especial de Trabajadores del Mar: la brecha asciende a un 45,47% en esta esfera.

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