Tres mujeres han denunciado haber sufrido violencia sexual por parte del cineasta Carlos Vermut. Lo hacen años después de que se produjeran las agresiones descritas y sus palabras tienen eco en los medios, a través de una investigación capitaneada por el diario El País. Sus vivencias hablan de poder, silencio, consentimiento y descrédito. El relato del presunto agresor, encaja en lo que las expertas aciertan en llamar cultura de la violación. Estas son algunas de las lecciones sobre violencia sexual que dejan los testimonios de las víctimas.
Violencia y poder
En los testimonios recogidos por El País, las mujeres dan cuenta de la autoridad del cineasta. La desigualdad de poder, es palpable en distintos planos: el profesional –en el primero de los hechos narrados, el director acababa de ser seleccionado para el festival de San Sebastián–, el vital –en todos los casos, el presunto agresor era mayor que ellas– y en el físico –lo describen como un hombre "muy grande", mientras que ellas son de "pequeña estatura"–.
"Recuerdo que esa noche empezamos a tontear. Y reconozco con algo de vergüenza que me impresionó que Vermut se fijara en mí, yo lo admiraba mucho", admite una de las mujeres. "No lo denuncié porque era Carlos Vermut, una persona conocida, un director de cine que estaba relacionado con mi entorno y con mi círculo laboral", añade después. Esa desigualdad de poder, analiza la psicóloga especializada en violencia de género Bárbara Zorrilla, se manifiesta en factores como "la edad, la reputación, la experiencia vital y la fuerza física". Existe, por tanto, una "situación de dominación, lo mires por donde lo mires".
La existencia de ese desequilibro, tiene consecuencias evidentes para las víctimas. Primero "impide reaccionar y puede llegar a bloquear", diagnostica María del Mar Daza, doctora en Derecho y autora del libro Escuchar a las Víctimas. Victimología, Derecho Victimal y Atención a las Víctimas (Tirant lo Blanch, 2015). "Incluso aunque empieces a tontear con alguien", subraya. Aquí pone el acento: ni un contexto previo de seducción, ni una relación previamente consentida, invalidan la existencia de violencia sexual. "El consentimiento no se puede presumir, la libertad sexual es libertad sexual en todo momento".
El desequilibrio de poder, continúa la psicóloga, también "dificulta muchísimo contar lo sucedido, hablar de lo que ha pasado, identificarlo como violencia y denunciarlo". Las víctimas se exponen, por tanto, no sólo a su propio agresor, sino al impacto de sus vivencias "a nivel social y a nivel laboral". Se cuestionan qué "credibilidad tienen ellas frente a un hombre reputado".
A juicio de Bárbara Tardón, doctora en Estudios Interdisciplinares de Género (UAM) y especialista en violencia sexual, "es evidente que trasladan una relación de admiración" que dificulta la identificación de la violencia. "El gran mito nos dice que quien se fija en ti, quien te protege, quien es el genio, no te va a hacer daño", observa la experta. Una idea que genera una "enorme confusión" en ellas.
Descrédito y autopercepción como víctima
Dos de las víctimas reconocen haber mantenido relaciones sexuales con su presunto agresor de manera prolongada en el tiempo. "Intenté convencerme de que esa manera de concebir las relaciones me tenía que gustar", relata una de ellas.
"El descrédito forma parte de la propia cultura de la violación: todo se va a cuestionar", introduce Tardón. Y en ese círculo, se encuentra todo lo que haga después de ser agredida. Desde su reacción inmediata, hasta su decisión de acudir o no a las autoridades. También, claro, la relación que mantendrá con su agresor. "Hay un elemento que va a ser muy utilizado: por qué volvieron a él", observa Tardón. En este punto, la experta cree importante subrayar que "la clave" de los hechos es "la agresión sexual y el momento en que se produjo". Un ejemplo: en una situación de violencia de género en el marco de la pareja, sabemos que la ruptura puede no producirse hasta haber trascurrido años. "En las relaciones más personales –y eso incluye las sexoafectivas–, la reacción de la víctima es más complicada", afirma la experta.
Al mismo símil acude la psicóloga, quien plantea "cuántas mujeres mantienen a lo largo de los años una relación con su agresor, e incluso llegan a tener hijos con él". Este hecho, dice tajante, "no invalida en absoluto que esas víctimas sufran violencia".
Amparo Díaz Ramos, abogada especialista en victimología y violencia de género, incide en que "la mayoría de las víctimas de violencia sexual por parte de un conocido se quedan bloqueadas en el momento en el que están sucediendo los hechos y más tarde suelen minimizar o negarse a sí mismas lo que han vivido". Se trata de "un recurso para sobrevivir ante el impacto emocional de pérdida de seguridad que han experimentado", aclara la jurista, quien señala que "en bastantes ocasiones llegan a desarrollar una disociación, bloqueando los recuerdos".
"Hasta bastante tiempo después no me di cuenta de que había sido una agresión sexual", sostiene otra de las mujeres entrevistadas por El País. "Autopercibirse como víctima de violencia sexual es un proceso que lleva su tiempo", completa Tardón. Diez años y once meses es la media que tardan las víctimas de este tipo de violencia en pedir ayuda, según un estudio confeccionado en 2019 por la Delegación del Gobierno para la Violencia de Género y citado por la Fiscalía General del Estado en su última memoria. "Una víctima puede estar viviendo una situación sin ser consciente de que la están violentando, es la perspectiva la que te hace darte cuenta", afirma Daza. Díaz Ramos agrega que "no pocas veces tardan años antes de ser capaz de mirar de frente lo que experimentaron".
Para las expertas, las mujeres no han sido educadas para "entender qué es ser víctima de violencia" y por tanto para "autopercibirse como tales". Existen, además, "otros factores psicológicos que te llevan a querer sobrevivir ante la agresión sexual", detalla Tardón. Cuestión de pura supervivencia. "Intentas ir por un camino para solucionar lo que no quieres reconocer, porque es durísimo reconocerse como víctima", especialmente cuando se mantiene "una relación que debería ser consentida y de goce" con el agresor.
Silencio y denuncia
Según datos del Ministerio de Igualdad, solo un 8% de las víctimas que sufren violencia sexual se atreve a denunciar. "Ninguna denunció ante la policía lo ocurrido porque, según señalan, dos de ellas tenían miedo a perder su empleo y otra a no llegar a conseguir uno", señalan los periodistas que firman la investigación de El País.
"Es habitual. Es lo más normal", asiente Bárbara Zorrilla. "Es totalmente injusto, imprudente y revictimizante entender que una agresión no se ha producido si la víctima no denuncia". Una vez más, el tiempo, el contexto y la situación de las víctimas son claves para entender las dificultades a la hora de dar el paso de denunciar. También la respuesta del sistema, que no siempre está a la altura. "Muchas víctimas no entienden bien qué ha pasado y no lo hacen hasta que no son capaces de hablar con un profesional o se ven reflejadas en las vivencias de otras mujeres", observa la psicóloga.
Una de las mujeres, según expone la investigación publicada este viernes, fue diagnosticada de ansiedad relacional tras dejar de ver a Vermut. La Macroencuesta de Violencia contra la Mujer (2019) indica que el 53% de las mujeres que han sufrido violencia sexual fuera de la pareja hablan de consecuencias psicológicas, porcentaje que asciende al 78,9% entre las víctimas de una violación.
Ver másTres mujeres acusan de violencia sexual al director de cine Carlos Vermut
"Es absolutamente normal no haber denunciado", lanza Díaz Ramos, especialmente en los casos de violencia sexual y "más si el agresor es una persona de prestigio o especial poder". El temor por las "represalias directas" y por las "consecuencias negativas de una denuncia", hacen más difícil pedir ayuda. La jurista cree, en este contexto, fundamental impulsar "servicios especializados para atender a las víctimas" y dotarlos de "suficiente personal de verdad especializado".
Las expertas consultadas cargan contra la idea de la denuncia formal como única vía para acreditar la violencia sexual. Este mismo viernes, la Unión de Actores y Actrices insistió en la necesidad de canalizar los hechos a través de "los cauces legales", mientras que parte del entorno de una de ellas, según atestigua en el relato publicado por El País, decidió "esperar a que fuera ella quien pusiera la denuncia y la animaron a hacerlo". Pero la espera hasta la denuncia y la falta de acompañamiento puede inmovilizar. "Probar una agresión es muy difícil", reconoce Bárbara Tardón, "pasa el tiempo y todo el sistema se despliega contra la víctima".
El acompañamiento es, en este contexto, clave. Según el Ministerio de Igualdad, el 39,9% de las mujeres que han sufrido violencia sexual fuera de la pareja, contó lo sucedido a una amiga. En caso de una violación, el porcentaje escala al 44,3% –la encuesta se realizó cuando existía distinción entre abuso y violación–. El 26,6% afirma que no se lo contó a nadie. El paso dado por las víctimas que señalan ahora al cineasta tiene un valor inmenso para otras que se sientan reconocidas en sus relatos y traten de hacer más soportable el tiempo de espera hasta la denuncia.
Tres mujeres han denunciado haber sufrido violencia sexual por parte del cineasta Carlos Vermut. Lo hacen años después de que se produjeran las agresiones descritas y sus palabras tienen eco en los medios, a través de una investigación capitaneada por el diario El País. Sus vivencias hablan de poder, silencio, consentimiento y descrédito. El relato del presunto agresor, encaja en lo que las expertas aciertan en llamar cultura de la violación. Estas son algunas de las lecciones sobre violencia sexual que dejan los testimonios de las víctimas.