Uge Sangil (FELGTBI): "Con el caso de Samuel nos dimos cuenta de que el hecho de ser o parecer es un riesgo"
Agotada. Es la respuesta casi automática que Uge Sangil (La Palma, 1968), presidenta de la Federación Estatal LGTBI, lleva dando un año y medio. Vuelve a decirlo, no podría ser de otra manera, al inicio de esta entrevista con infoLibre. La futura ley trans acaba de pasar a manos de los grupos parlamentarios, y la entidad que preside desde 2018 tiene, de nuevo, un papel clave. Esta vez, reconoce, la negociación parece que no le dará tantos dolores de cabeza: la izquierda escucha las demandas de los colectivos y todo parece indicar que tomará nota de sus reivindicaciones. Fue más difícil con los socios de Gobierno. Pero las decepciones, asevera, merecieron la pena. Hoy la ley está un paso más cerca de convertirse en una realidad.
Con el Orgullo como telón de fondo, la activista y cuidadora de profesión insiste en la necesidad de parar, reflexionar y escuchar. Pero también de pelear por lo que es justo: políticas públicas que ayuden a crecer a las personas LGTBI. Frente al colectivo, la extrema derecha y la tenacidad de sus cómplices. "Hay quien piensa que ya lo tenemos todo, pero no es así, hay una amenaza real", subraya.
Hace un año, medio país salía a la calle para condenar el asesinato de Samuel Luiz, pero la otra mitad discutía si su muerte tenía relación o no con la homofobia. ¿Cree que todavía se pone en duda la violencia contra las personas del colectivo?
Sí. Sales de tu casa un sábado por la tarde a disfrutar de la vida y te encuentras con la muerte, por el hecho de ser gay, por tener pluma. Para el colectivo ha sido un momento de conmoción y de hacernos conscientes en muchos casos de los riesgos que corremos. A veces perseguimos la vida con velocidad y no nos paramos a pensar no solo en que nos pueden matar, sino en las violencias que no se ven. En el caso de Samuel, que ha sido un asesinato por homofobia, nos hemos dado cuenta de que el hecho de ser o de parecer es un riesgo en muchas ocasiones. También hay discursos de odio, gente que incita al odio, grupos radicales de la ultraderecha que no nos aceptan. La LGTBIfobia realmente existe, aunque haya un sector de la sociedad, conservador y de la ultraderecha, que niega que haya sido por eso. Samuel no hizo nada para merecer no estar hoy con nosotras y eso supuso también un antes y un después. Muchas personas LGTBI miramos a nuestro alrededor y de alguna manera también nos guardamos.
Tener que mirar alrededor, guardarse, ¿no es en realidad un fracaso?
Sí, es un fracaso del sistema. Parece que hay una involución. Yo sí que creo que la sociedad española en general ha avanzado, solo con el matrimonio igualitario hemos dado pasos agigantados, pero también es verdad que ha habido un momento de sequía en las políticas hacia el colectivo. Hay espacios donde deberíamos haber avanzado mucho y no lo hemos hecho, como la educación formal. Todavía educar en diversidad no es real, los colectivos llegamos a varios institutos, pero no son ni la mitad de los que hay en toda España. Y hay espacios de la educación formal donde no llegamos, donde no hay una asignatura que hable del respeto, de los derechos humanos, de la diversidad de las personas y se quite el estigma. Ya no solo hace falta una legislación, que es el cimiento para conseguir una sociedad mejor, sino políticas públicas reales.
La sociedad española en general ha avanzado, pero ha habido un momento de sequía en las políticas hacia el colectivo
¿De qué manera alienta la extrema derecha que las personas LGTBI tengan que estar alerta en las calles?
Cada vez que hablan, atacan. No solo al colectivo LGTBI, también lo sufren las mujeres y las personas migrantes. Lo vemos en el día a día, por ejemplo en Madrid, con el intento que han hecho de recortar o eliminar las dos leyes aprobadas en la comunidad. En Murcia, donde llevan años luchando contra el pin parental que quieren imponer o donde hace dos semanas no se aprobó prohibir las terapias de conversión. En Castilla y León, con un Gobierno que va en contra de nuestros objetivos: no hay ley en esa comunidad, ni se la espera, y en todo caso no hay políticas públicas. Hay que apelar a la cultura política de este país, a la reflexión política. Hay quien piensa que ya lo tenemos todo, pero no es así, hay una amenaza real.
Habla de sequía política, ¿teme que se utilicen los intereses del colectivo de manera electoralista y luego caigan en el olvido?
Sí, claro, ocurre con todas las políticas de igualdad. Son réditos que te dan un valor en un momento dado, pero que tienen que demostrarse luego en el día a día y en la ejecución de esas promesas. Cuando llegan elecciones ahí estamos, en los programas electorales, pero en el día a día muchas veces desaparecemos. Ahora mismo tenemos una Dirección General de Diversidad. Genial, pero es una dirección con un presupuesto ínfimo. Si no tienes presupuesto, realmente queda como algo muy romántico, pero poco útil. A mí no me basta con un cartel, quiero que las políticas lleguen a las personas y cambien vidas. A veces creo que no hacen falta tantas leyes para hacer políticas públicas. No solo desde el Estado, los ayuntamientos son la institución más próxima a la ciudadanía y ahí no se nos ve reflejados nunca.
La ley trans está ya en manos de los grupos parlamentarios, pero su entidad fue clave en el proceso de negociación. ¿Cómo fue?
Hay mucho cansancio, mucho desgaste. Recuerdo una tarde de domingo desde las tres de la tarde hasta las doce de la noche, recuerdo sentarnos, establecer estrategias ante una reunión concreta que tenía, cambiar esa estrategia tres o cuatro veces, incluso contactar a compañeras activistas para ver su opinión, y luego llegar a la reunión y todo lo que has planeado irse en un segundo abajo y tener que cambiar la estrategia sobre la marcha. Eso nos ha llevado muchas horas, muchas noches, aunque no hemos estado solas en el camino, hemos tenido a la Fundación Triángulo y Chrysallis. Muchas reuniones eran a las diez de la noche, desde distintos puntos del país y con muchas horas de reflexión. Yo no me arrepiento, pese al cansancio. Fue un año y medio muy duro, tuvimos que hablar con unos y con otros, intentar mediar… Recuerdo que vinimos un día a Madrid, a una reunión que salió bien y nos pidieron que nos quedáramos para otra reunión. Estuvimos una semana y no nos llamaron.
¿Podemos saber quién fue?
A estas alturas… Habíamos pedido una reunión conjunta entre el Ministerio de Igualdad y Presidencia del Gobierno, y no se pusieron de acuerdo ninguno de los dos. Hubo momentos en este año y medio en los que la ley estuvo en peligro. Tuvimos una reunión con vicepresidencia y pedimos esta otra reunión conjunta. Nos dijeron que lo fomentarían y luego nunca nos llamaron. No pasa nada, porque al final todo salió bien y eso nos ha hecho crecer.
¿Ha habido decepción?
Nos hemos sentido decepcionados, impotentes y frustrados. Momentos de paralización y de no saber cómo avanzar. Hubo momentos en que avanzábamos y de pronto ocurría algo que ponía todo el trabajo hecho en peligro. Hubo momentos de decepción, de desierto, de no ver, horas de pensar… claro que sí. Pero hemos sido capaces de respirar en esos momentos, acompañarnos, darnos fuerzas y tomar decisiones. Lo que hemos hecho ha sido de mucha diplomacia, hemos intentado no poner en riesgo la ley nunca, no sacar lo que hablábamos con unos y con otros, ser discretos. Y ceder, hemos cedido lo suficiente.
Los escollos con los que se encontró la ley, ¿eran políticos, ideológicos o de otra índole?
Tienen que ver con la ideología de ciertas personas. Creo que no hubiera pasado lo que ha pasado si no hubiera salido el panfleto de Carmen Calvo. Sabíamos que estaba el movimiento transexcluyente por ahí, desde hace años, pero si no llega a salir ese manifiesto públicamente no habría pasado lo que ha pasado. Ahí se han equivocado, pero solo un sector. Aquello empezó a poner en riesgo no solo la ley, sino nuestras vidas. Lo que más nos duele es el sufrimiento que ha causado esta guerra, cuando constantemente te están negando lo que eres. Y también me ha impactado la guerra sin sentido en las redes sociales, concretamente en Twitter. Ha sido desmedido y creo que tiene que ver con ideología y con pérdidas de poder personales de una parte del feminismo, una élite concreta que tiene su lugar en la historia pero que se ha visto amenazada por no tener la voz. Hay que dar paso a las nuevas generaciones, a los nuevos feminismos, porque nuestras sociedades evolucionan y las luchas pueden cambiar de estrategia. Tu lugar en la historia como feminista no lo vas a perder, lo vas a tener ahí y te vamos a recordar siempre. Pero me pregunto si hay quien teme perder poder o presencia.
El manifiesto transexcluyente de Carmen Calvo empezó a poner en riesgo no solo la ley, sino nuestras vidas
En medio de ese debate, algunas voces han sostenido que las mujeres y las mujeres trans no son lo mismo. La última que lo ha dicho fue Jedet.
Yo no se lo tengo en cuenta a Jedet. Tenemos que ver dónde estamos cada una, desde dónde vivimos las cosas y la formación que tenemos. No es menospreciar a nadie, pero para llegar a tener un pensamiento determinado se tiene que pasar por varios procesos. Yo misma cuando conocí a la primera persona trans en mi vida, me cuestioné muchas cosas. Puedo entender que Jedet igual no ha hecho una reflexión previa. Creo que no lo ha hecho con malicia, otras personas nos atacan con mucha malicia, eso se nota en cómo se dicen las cosas. Yo siempre he oído a muchas compañeras decir que ser lesbiana, bisexual o trans no te hace saber cuáles son tus derechos, reivindicaciones o incluso explicar lo que te pasa. A Jedet creo que no hace falta atacarla, quizá habría que sentarse con ella y reflexionar sobre por qué una mujer cis y una mujer trans son lo mismo.
¿Ser mujer es un sentimiento?
Ser mujer es ser mujer. Y cada uno sabe lo que significa. No hay un único modelo de mujer, seguramente tú y yo no tengamos el mismo concepto o sentimiento de ser mujer. Creo que va más allá de lo genital, del cuerpo y de lo biológico.
¿Qué opina sobre la abolición del género?
Llevo muchos años pensando en mí y en la abolición del género. Hay gente que dice que es una quimera. Creo que igual que se ha construido esta sociedad binaria, del mismo modo se puede volver a construir otra. Las personas no binarias o transgénero podemos romper con eso. No digo que vaya a haber un cambio de ciclo vital, que desaparezcan los hombres y las mujeres, pero sí romper con muchos estereotipos y muchos estigmas para ser iguales. El movimiento de las personas no binarias o trans puede ayudar. No sé si es una quimera pero es un paso para que nuestra sociedad sea mejor.
¿La ley trans pone en riesgo los derechos de las mujeres?
No. Yo no veo dónde. Nos ponen ejemplos que, yendo al texto de la ley, no son reales. Hay una cosa importante, las mujeres trans han estado ahí siempre, viviendo en nuestra sociedad desde que somos sociedad. Y nunca hemos puesto en riesgo a nadie. ¿Por qué no se habla de los hombres trans? ¿No ponen en riesgo a nadie y no son una amenaza? Detrás de todo eso hay una ideología. En el caso de la violencia de género, está claro que si alguien comete un acto de violencia de género y luego hace un tránsito, se le va a juzgar por el momento en que cometió el delito. Eso queda muy claro en la ley, entre otras cosas. Es lanzar siempre el mismo bulo hasta que te lo hacen creer como si fuera real.
Hace unas semanas, durante una intervención suya en Madrid con motivo del Orgullo, dos concejales conservadores se levantaron. ¿Le sorprendió?
Me sorprendió. No entendí qué pasaba cuando se levantaron. No escuchar y levantarse de esa manera es un error político. Yo estaba diciendo lo que sentía, como lesbiana y como persona trans, como persona del colectivo y presidenta de la FELGTBI. Y porque creo en la institución pública y en los ayuntamientos. A mí me parece increíble que se manifieste de esa manera la LGTBIfobia al colectivo. No hay excusa. Si lo que molesta es que la bandera ondee, yendo a su definición estricta, pues la colgamos. La negativa a hacerlo, a mí como ciudadana no me representa, porque no es una bandera ideológica, es la bandera de todas, de la diversidad, del respeto, de los derechos humanos. No me valen unas luces en una fuente, que casi no se ven. Tampoco me vale solo con la bandera, lo que quiero son políticas públicas, pero el hecho de negarse a colocar esa bandera es grave.
Las banderas somos nosotros y nuestros cuerpos, porque siempre han estado ahí, visibles, enfrentando la adversidad. Pero no la llevo por dentro: la visibilizo. A mí no me vale con cuatro subvenciones, eso no salva vidas, quiero políticas públicas reales. Si esa bandera no está ahí, es que las políticas públicas no son reales.
Muchas compañeras me han dicho que soy valiente, pero he dicho lo que tenía que decir. Cuando la ciudadanía está disconforme con las políticas que hacen sus ayuntamientos, lo tenemos que decir. Eso no es valentía, es decir lo que sentimos. Yo habría hecho más, le habría pedido una reunión al alcalde para el 28J.
A mí no me vale con cuatro subvenciones, eso no salva vidas, quiero políticas públicas reales. Si la bandera arcoíris no está ahí, es que las políticas públicas no son reales
¿Nunca se ha reunido con la Federación?
No. Desde que soy presidenta, cada vez que llega el Orgullo le hemos pedido reuniones y nos ha derivado siempre a la vicealcaldía.
La manifestación estatal del Orgullo se ha tenido que desplazar debido a la cumbre de la OTAN. Pero hubo una organización que si salió a la calle el 28J. ¿Conoce al Orgullo Crítico?
Sí, tengo muchos amigos y he ido muchas veces. Soy un poco extraña yo.
Son muy críticos con la Federación.
Yo lo entiendo y lo respeto además.
¿Pero coincide en las críticas?
En muchas cosas sí y en otras no.
¿En cuáles?
La Federación es un elefante y a veces solo se ve el cuerno y la trompa. Hay otras cosas que no se ven. Lo que se ve es lo superficial, este orgullo gay capitalista… pero hay muchos motivos para seguir estando en este Orgullo estatal. Creo que podemos convivir con el Orgullo Crítico, me encanta su desparpajo, la pluma más estrafalaria que hay, la reivindicación directa que va a defender nuestros cuerpos, nuestra vida, me gusta la juventud del Orgullo Crítico que es idealista y que se rompe por lo que cree. Creo que tiene que estar, a mí me hace crecer. También creo que desde que estoy en la presidencia hay ciertas cosas, detalles, que hacen que ciertas personas vean con buenos ojos a la Federación. Nuestra pancarta de cabecera ya no lleva políticos desde 2019, nuestro escenario intentamos que sea lo más activista posible, también hay presencia de algunas personas del Orgullo Crítico en nuestros escenarios. Hay cosas más difíciles de cambiar.
Pero luego ocurren cosas como Carlos Sobera de pregonero.
No decidimos quiénes son los pregoneros. De hecho el año de Carlos Sobera no participamos en el pregón. Cuando no nos gusta el pregonero también decimos lo que pensamos. Cogam y FELGTBI hacen la manifestación estatal y desde 2019 la autofinanciamos, pero las decisiones no son conjuntas.
¿Cuál es la posición de la FELGTBI sobre los vientres de alquiler?
Ahora mismo estamos en un proceso en el que no tenemos ningún tipo de posición. En el último congreso se decidió empezar a hacer una reflexión, debatir internamente para llegar a una opinión o no. Hemos hecho un encuentro interno, un debate con distintas partes, llamamos a gente externa que da su opinión, y eso es crear pensamiento y reflexión.
¿Y su opinión personal sobre los vientres de alquiler?
No estoy de acuerdo
¿Por qué?
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Prefiero no contestarte. Tengo una opinión personal muy concreta, pero en el lugar que ocupo y para mantener los cuidados dentro de la Federación no voy a decirla.
En el último congreso de la FELGTBI se decidió empezar a hacer una reflexión sobre la gestación subrogada, debatir internamente para llegar a una opinión o no
Al principio de la entrevista hablaba de las violencias que no se ven. ¿Sufre Uge Sangil esas violencias?
Ser la presidenta de la Federación no me exime de la LGTBIfobia. Me fijo sobre todo en las microviolencias, las miradas. En la calle lo notas. Cuando voy con Cris por la calle de la mano lo noto, la gente te mira. Además yo voy con este pelo tan corto, con mis pantalones, soy muy marimacha… sí que te miran, te juzgan, lo notas y lo vives. Pero soy una privilegiada, hay gente que ha sufrido más que yo. Jóvenes a los que echan de su casa, a los que encierran, gente del mundo rural que no puede salir del armario. Conocí a una mujer hace poco con problemas de salud mental y varios intentos de suicidio. ¿Yo qué he sufrido? ¿Que mis padres estuvieran mosqueados tres años y echándose la culpa? Hay gente que lo pasa realmente mal, y por eso hay que estar aquí. Que me miren por la calle a mí ya me da igual, me pongo más orgullosa, pero porque tengo la fuerza. Otros no tienen ni la fuerza ni el apoyo.