Qué diría Katharine Graham del ‘Washington Post’ de Bezos y del resto de medios que coquetean con Trump

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, lanza una gorra a un periodista en el Despacho Oval.

“Trump tenía razón en todo”. Es la frase que se puede leer en una de las gorras rojas que el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, coge mientras responde a las preguntas de los periodistas en el Despacho Oval. Cuenta que un fan ha sustituido la ya archiconocida frase Make America Great Again de sus icónicas gorras por esta otra que, cuando la leyó, decidió que había que producirla en serie. “Teníamos la razón, más o menos”, dice Trump mientras zarandea la prenda. Sin embargo, de repente su actitud cambia: “¿Quiéres una? ¿Tienes permitido coger una?”, dice a uno de los periodistas. Es entonces cuando comienza el show de Trump, y, mientras el presidente comienza a ofrecerlas, los reporteros se niegan a cogerlas. El magnate solo tiene suerte con un tal Brian, al cual le lanza la prenda de ropa como si fuera un boomerang. “Lo reconsiderará, le conozco bien, es un poco rígido. Aceptará otras cosas, pero no una gorra gratis”, comenta el magnate entre risas. “Siempre hay que decirle que sí al presidente”, zanja uno de los asesores presentes en el Despacho.

Lejos de ser un sketch cómico de un programa de late night estadounidense, este episodio ocurrió de verdad en el centro del poder de los EEUU. Una escena que, en el fondo, resume de manera perfecta cómo ve Trump a los medios de comunicación: como unos meros espectadores encargados de reírle las gracias. Los ataques a los periodistas han sido una de las constantes en la carrera política de Trump. Desde su ascenso en 2016, el presidente ha colocado a los medios como uno de sus grandes enemigos, acusándoles de extender fake news sobre él, de ir en su contra o de pertenecer a las llamadas “élites de Washington” que él se encargaría de destruir. Sin embargo, a diferencia de su primera Administración, donde los medios lograron establecer una suerte de frente común para contrarrestar las mentiras y los escándalos del magnate, en esta nueva legislatura la prensa está en un punto muy diferente. 

“La sensación desde Estados Unidos es que los medios han pasado de una narrativa de resistencia, seguida durante el primer mandato, a otra de mayor equilibrio entre no posicionarse como voces antiTrump y a la vez ajustarse a los hechos. Esto sobre todo se debe a que muchos periódicos han visto que ahora Trump ha vuelto a ganar por segunda vez y, además, ha tenido la mayoría en el voto popular, lo cual les ha hecho cambiar ese enfoque más crítico”, explica Alex Maroño, analista de El Orden Mundial afincado en EEUU.

Una línea en la que también está Silvia Cabezas, profesora de la Universidad de Barcelona y experta en sociología de la comunicación, opinión pública y medios de comunicación, la cual piensa que, si bien durante su primer mandato buena parte de la prensa se opuso a él por pensar que sería un político efímero, ahora han pasado de la crítica al temor por posibles represalias como censura, despidos, cierres o declive de los ingresos por publicidad. 

Con todo, los expertos ven como principal responsable de esta deriva no tanto el apoyo a Trump sino el esquema de propiedad de los periódicos estadounidenses, muchos de los cuales están en manos de grandes oligarcas o grupos empresariales. “Estamos viendo una actitud más dócil entre algunos millonarios que son propietarios de medios, en parte por miedo y en parte quizá porque aspiran a beneficiarse o a seguir beneficiándose de contratos estatales”, describe Eduardo Suárez, periodista y jefe editorial del Instituto Reuters. Una idea que continúa Cabezas: “Los medios estadunidenses se enmarcan en el denominado modelo liberal, en el que se prima un periodismo "comercial neutral", anteponiendo la rentabilidad, pero sin perseguir supuestamente influenciar. En ese sentido, la ideología del negocio, la excesiva concentración de la propiedad de los conglomerados mediáticos y su financiación contribuyen a blanquear, normalizar y legitimar al presidente”.

Los propietarios de los medios no van a cortar la cabeza al presidente porque le necesitan

Juan Luis Manfredi — Catedrático de Periodismo y Estudios Internacionales

Entre todos ellos, quizás el caso más sonado ha sido el del Washington Post. El antaño periódico vanguardia de la información, está ahora entre los medios más criticados por su cobertura de la Administración de Trump, perdiendo miles de suscriptores desencantados por el alineamiento del medio con el poder. Algo que retrata el estado del periodismo estadounidense, sobre todo cuando se recuerdan los días de gloria del Post, descubridor de escándalos como los llamados Papeles del Pentágono o el icónico Caso Watergate, donde los periodistas Bod Woodward y Carl Bernstein hicieron caer al presidente Richard Nixon al publicar las escuchas ilegales que el político había realizado a los demócratas durante la campaña electoral.

Como bien retrata la película The Post (traducida en España como Los Papeles del Pentágono), el periódico superó numerosas presiones para lograr sacar adelante su exclusiva, enfrentándose al poder y superando el miedo a una debacle económica. Pese a todos los peligros, su entonces dueña, Katharine Graham, decidió publicar. Ahora, muchos dudan si Jeff Bezos, máximo accionista del periódico, haría lo mismo. “Su viraje es espectacular, puesto que durante el primer mandato de Trump ejerció como un propietario ejemplar, defendiendo al periódico de las presiones del presidente. En este segundo mandato está actuando de modo muy distinto”, señala Suárez.

Bezos ha asumido en los últimos meses dos de las decisiones más polémicas de la historia del periódico. La primera fue la de no apoyar a ningún candidato en las elecciones presidenciales, una decisión inédita desde los 70, y que llamó poderosamente la atención en unos comicios tan trascendentales por su historial de apoyo constante al Partido Demócrata. Eso hizo perder al Washington Post el 10% de sus suscriptores. Y esta misma semana la debacle se ha intensificado, con una carta donde Bezos cambia la política de la sección de opinión, permitiendo solo publicar aquellas columnas que respeten “el libre mercado”. “Los puntos de vista que se opongan a esos pilares serán publicados por otros”, ha señalado, anunciando a su vez la dimisión del jefe de opinión del Post por estar en desacuerdo con él. “Es una intervención muy grande por parte del dueño y que, como mínimo, levanta sospechas sobre las intenciones que hay detrás”, señala Maroño.

Bezos durante el primer mandato de Trump ejerció como un propietario ejemplar, pero en este segundo está actuando de modo muy distinto

Eduardo Suárez — Jefe editorial del Instituto Reuters

“Los grandes propietarios tienen poco interés en controlar al poder y luchar contra la desinformación. Están más preocupados por seguir sus intereses en aspectos como la tecnología y la regulación, y por eso necesitan una presidencia amable para esos intereses. Los propietarios de los medios no van a cortar la cabeza al presidente porque le necesitan”, afirma Juan Luis Manfredi, catedrático de Periodismo y Estudios Internacionales en la Universidad de Castilla-La Mancha. Además, continúa advirtiendo sobre la intención de Trump de quitarle financiación a los medios públicos como la NPR o a otros como The New York Times, Politico o la prestigiosa agencia Associated Press, contra la que Trump ha cargado también en las últimas semanas y le ha negado el acceso a algunos eventos de la Casa Blanca.

En este sentido, otra de las decisiones más polémicas de Trump durante esta semana ha sido quitar la potestad a la Asociación de Corresponsales de la Casa Blanca (WHCA) para organizar y seleccionar los medios que están o no en las ruedas de prensa presidenciales. Dada la gran afluencia, esta organización completamente independiente del gobierno se encarga de repartir los asientos y dar acreditaciones a los distintos medios de la prensa. Sin embargo, desde esta semana, esa tarea estará en manos del propio equipo de Trump. “Por supuesto que dicha decisión promueve la censura en un régimen presumiblemente democrático, pues atenta al derecho a la libertad de prensa. Es un ejemplo más del despotismo de Trump vetando a periodistas y vulnerando su independencia y profesionalidad”, critica Cabezas.

Además, para Carmela Ríos, periodista y experta en redes sociales, hay dos palabras que son diferenciales y que explica este tipo de actitudes: Elon Musk. “La prensa es el gran contrapoder que le queda a Trump, después de que ya haya controlado a todos los demás. Ahora, a diferencia de la primera administración, tiene un plan B que son las redes sociales. Musk sitúa a X en el corazón de la acción de gobierno y se ha convertido en un propagador de relatos. Y sin duda, uno de ellos es que los medios de comunicación libres y tradicionales están muertos, y que el verdadero soporte del periodismo es X”, destaca la experta. 

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En ese contexto entran también los “nuevos habitantes” de las salas de prensa de la Casa Blanca. Hace unos meses, Trump decidió que, además de los medios tradicionales, comenzaría a dar acceso a podcasters e influencers para, en teoría, dar una mejor imagen del ecosistema mediático. “Tiene sentido que lo haga porque su victoria pivotó sobre muchos de estos actores y eso le interesa. Sí es verdad que mucha gente sigue a este tipo de podcast, pero los motivos no creo que sea tanto la transparencia sino que su agenda llegue”, zanja Maroño.

Quizás el Watergate del futuro no se publique en el Washington Post, sino en Bluesky o en Substrack

Carmela Ríos — Experta en redes sociales

Así, con este contexto tan difícil, la pregunta es si la prensa actual tendría la capacidad de tumbar a un gobierno con un nuevo caso Watergate. “Soy pesimista al respecto. Creo que en la actual era del llamado capitalismo de plataformas o tecnocapitalismo, las dinámicas periodísticas están sujetas a las interferencias económicas, impidiendo ejercer un periodismo de investigación que actúe como contrapoder real”, responde la profesora de la Universidad de Barcelona. Una línea similar a la de Maroño, que cree que es casi imposible replicarlo en la actualidad. “Los medios y la sociedad están más fragmentados que antes y existe mucha desconfianza en el periodismo por parte de ambos espectros ideológicos. Trump, además, controla mucho la narrativa y ante cualquier escándalo podría alegar que es una persecución política, como ya ha hecho anteriormente”, destaca el experto de El Orden Mundial.

Sin embargo, tanto Suárez como Ríos tienen una posición algo más optimista. El jefe editorial del Instituto Reuters piensa que en EEUU siguen habiendo medios que realizan muy bien su trabajo, aunque matiza, alertando del peligro que supone Trump, pero también la justicia: “Hay una campaña muy abierta entre juristas para eliminar o reducir las protecciones constitucionales que tiene la prensa, que son mucho mayores que en cualquier país de Europa”. Por último, Ríos defiende que la multiplicidad de redes sociales puede ser un problema, pero también una virtud. Con tantas plataformas, es posible que muchos periodistas exiliados de los medios tradicionales por las presiones encuentren ahí un nicho donde poder participar y llevar a cabo sus investigaciones. “Quizás el Watergate del futuro no se publique en el Washington Post, sino en Bluesky o en Substrack”, zanja la experta.

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