Europa oculta sus millonarias compras del hidrocarburo ruso que financia la guerra de Putin en Ucrania

En el tercer año de su invasión a Ucrania, Rusia ha sido capaz de sortear las sanciones internacionales y concretamente las europeas contra su industria petrolífera y gasísta, un sector crucial para financiar su esfuerzo bélico. La capacidad del gobierno de Vladimir Putin para impulsar una flota en la sombra con centenares de petroleros, de diversificar sus clientes internacionales hacia jurisdicciones donde las sanciones no tienen vigencia o para conseguir que los combustibles y derivados refinados lleguen a la UE desde otros países es un éxito.
Las importaciones de combustibles fósiles rusos por parte de la Unión Europea superaron en 2024 la ayuda financiera enviada por parte de los 27 y Bruselas a Ucrania. A través de oleoductos llegaron al mercado comunitario importaciones por casi 4.900 millones, gracias a los gasoductos se distribuyeron otros 10.000 millones y el petróleo refinado que desembarcó por barco en los puertos del viejo continente alcanzó un valor de 5.100 millones.
La incapacidad de frenar este bombeo de millones de euros hacia la maquinaria de guerra de Moscú no es sólo europea, es mundial, pero "la UE pagó 21.900 millones de euros por hidrocarburos rusos en el tercer año de la invasión, apenas una reducción del 1% interanual", según un informe del Centre for Research on Energy and Clean Air (CREA). En contraste, y sin contabilizar la ayuda militar, los 27 ofrecieron a Kiev casi 19.000 millones en asistencia financiera durante 2024.
Europa sigue consumiendo oro negro de Putin
Hungría, Francia y España son, por ese orden, los tres principales compradores de hidrocarburos rusos. Hungría engordó el año pasado en 4.100 millones de euros las arcas de Moscú, Francia ocupó la segunda posición con compras de gas y petróleo rusos por 3.500 millones de euros, mientras que España superó ligeramente a Italia en la tercera posición con importaciones ligeramente superiores a los 2.500 millones.
En sentido contrario, Alemania, antiguo gran consumidor del gas ruso para abastecer de energía barata su enorme sector industrial, ahora sólo gasta unos 100 millones de euros en ese hidrocarburo, cifra anecdótica, similar a la de Dinamarca, Suecia, Finlandia o Letonia. Es ahí, en ese norte y este europeo donde se ha producido el vuelco de las compras de hidrocarburos rusos. Sus antiguos grandes importadores hoy ya no queman ese combustible.
La industria rusa de los hidrocarburos tiene en la UE a un gran cliente para otro de sus importantes negocios: los combustibles y derivados refinados. Países Bajos, Francia, Rumanía, España e Italia forman el 'top five' de los compradores de estos productos. Es cierto que en el tercer año de la guerra les supera Australia a escala global, pero estos cinco adictos a los hidrocarburos rusos realizan importaciones que oscilan entre los 3.000 y los 1.000 millones de euros anuales.
El informe de CREA expone que sanciones más duras de la UE que atajasen las contramedidas aplicadas por Rusia para sortear las restricciones puestas en marcha podrían recortar los ingresos por hidrocarburos en un 20% anual, frenando parte de la financiación de la maquinaria bélica de Putin.
Las cifras de este centro de estudios son una bofetada de realidad sobre el efecto de las sanciones, la desidia de los sectores industriales nacionales al prescindir de los hidrocarburos rusos optando por otras fuentes energéticas o la negligencia de sus gobiernos al impulsar, o forzar, esta transición. Según el informe "Financiando la Guerra de Putin" elaborado por CREA, “pese a las sanciones, los ingresos de Rusia en el tercer año de la guerra han caído un mísero 8% comparados con el año previo a la invasión de Ucrania. Desde la invasión, Rusia ha ganado unos 847.000 millones de euros de las exportaciones globales de combustibles fósiles”.
Putin sortea las sanciones contra sus hidrocarburos
En Bruselas ha habido intensos debates durante las Cumbres europeas, en las reuniones de los ministros de Energía o Economía y también entre los principales diplomáticos de los 27 sobre la flota en la sombra puesta en marcha por Moscú para sortear las sanciones. Rusia emplea unos 550 petroleros de falsa bandera gracias a los cuales transporta el 60% de sus exportaciones totales de crudo. Sólo así se explica que aunque las compras directas del oro negro de los Urales hayan caído un 70% respecto a 2022, los ingresos en este sector apenas sufran un pequeño mordisco de 2.600 millones.
Antiguos petroleros griegos, chipriotas, alemanes o belgas navegan hoy con banderas de la India, Vietnam, Hong Kong o las islas Seychelles, Marshall o Cook. “Las navieras occidentales han ganado un total de 6.300 millones de dólares vendiendo viejos tanqueros que han pasado a formar la llamada shadow fleet”, denunció en febrero una investigación de OCCRP, el consorcio internacional de lucha contra el crimen organizado y la corrupción. Según esta investigación, “cerca de un 40% de esta flota en la sombra rusa, unos 230 barcos, fueron embarcaciones vendidas por la UE y los Estados Unidos”.
A finales de ese mes, la UE sancionó 73 nuevos barcos, y ya van un total de 150, acusados de “ser parte de la flota en la sombra o de contribuir a los ingresos energéticos de Rusia”. Fue el decimosexto paquete europeo de sanciones, centrado en atacar las medidas con las que Moscú sortea los castigos por invadir Ucrania. También se impusieron restricciones a 53 nuevas empresas que trabajan en esta estrategia, la prohibición de que petroleros rusos pudiesen almacenar temporalmente su mercancía en las zonas de libre comercio de los puertos de la UE además de aumentar los productos y el software vetados para su uso en proyectos de gas natural o crudo.
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Los investigadores de CREA denuncian que seis grandes complejos refineros en la India y Turquía son los principales responsables de procesar ese oro negro, que luego navega en la sombra hacia Europa, el principal importador de sus combustibles y derivados refinados. Y eso que con motivo de esas nuevas sanciones, María Luís Alburquerque, comisaria europea de Servicios Financieros, aseguraba que Rusia debía “seguir pagando un alto precio por sus acciones” y que era “esencial continuar forjando medidas efectivas para prevenir la evasión de Rusia y sus cómplices”.
En el tercer año de su invasión, Rusia consolida nuevos mercados para sus hidrocarburos. China es el gran comprador con 78.000 millones de euros y le siguen la India con casi 50.000 millones de euros y Turquía con otros 34.000 millones. Una tríada responsable de tres cuartes partes de los ingresos totales por hidrocarburos que recibió Moscú en 2024. Año a año, el peso de estos tres mercados como destino del crudo y el gas ruso se consolida, confirmando que Vladimir Putin cada vez necesita menos a la UE para financiar su maquinaria de guerra en Ucrania.
Y en este contexto un preocupante rumor empieza a sonar en Bruselas. Aparece en algunas conversaciones de grandes empresas, de diplomáticos y en círculos políticos de la capital comunitaria la idea de reparar y abrir cuando termine la guerra en Ucrania los gasoductos inutilizados por explosiones submarinas, esos Nordstream que circulan desde Rusia hacia Alemania. ¿Se atreverán algunos gobiernos europeos a traicionar así sus principios, como hicieron durante toda la pasada década después de que Rusia se anexionase ilegalmente Crimea?