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Crisis del coronavirus

Mil millones de personas podrían pasar hambre a causa de las crisis del coronavirus y el cambio climático

Una mujer pasea con mascarilla en Lagos, Nigeria.

infoLibre

La asociación Alianza por la Solidaridad-Action Aid ha denunciado este jueves la insuficiencia de recursos económicos para afrontar la oleada de pobreza que azotará a las regiones más necesitadas del mundo. Los efectos de la crisis sanitaria del coronavirus se han sumado a los que ya generaba la crisis climática desde hace años y están aumentando de forma preocupante los índices de pobreza y hambre en numerosos países.

Con motivo del Día Mundial de la Alimentación (16 de octubre) y el Día Mundial contra la Pobreza (17 de octubre) CONCORD Europa –coordinadora que aglutina 1.800 ONG– ha denunciado que tanto los países en particular como la Unión Europea están dejando de lado el principio de solidaridad a causa la pandemia. Las ONG han solicitado que en la reconstrucción de los países azotados por la crisis del covid-19 no se dejen de lado a los más vulnerables. Para ello, piden que se fortalezcan los sistemas de salud, agua y saneamiento; se impulsen las capacidades de investigación y aborden las consecuencias sociales y económicas del covid-19 a nivel global. Denuncian que la UE no haya puesto a disposición nuevos fondos de cooperación para responder a la pandemia.

Entre los problemas más graves está el aumento del precio de los alimentos, que pone en riesgo la seguridad alimentaria de las personas y supone el cierre de muchos mercados, sumado a las lluvias erráticas e inundaciones (Burkina Faso, Chad, Costa de Marfil, Malo, Mauritania, Níger, Nigeria y Senegal) que suponen una traba para la producción agrícola. La directora de Alianza por la Solidaridad, Ana Alcalde, señala que “se está poniendo de manifiesto que hay que volver a conceptos como la soberanía alimentaria, porque los países no pueden depender de lo que llega de fuera en lo más básico”. También destaca la labor fundamental de las ONG en lugares y sectores a los que no llegan los estados.

El responsabe de salud y nutrición de Acción contra el Hambre, Antonio Vargas, explica que “por una parte, el confinamiento de casi la mitad de la población mundial ha puesto en jaque a 2000 millones de trabajadores informales que dependen de su actividad diaria para ganarse el arroz o el pan cada día. En Perú, en India, en Filipinas… encerrar las ciudades y los mercados era una condena para miles de personas"

La ONU estima que 1.000 millones de personas podrían pasar hambre como consecuencia de la crisis generada por la pandemia (130 millones más que el año anterior). Al conjunto de ONG preocupa también el aumento de violencia sexual y de género en mujeres y niñas que no se está abordando, ni facilitando el acceso a la salud y a los derechos sexuales y reproductivos.

Vargas cuenta que "el cierre de fronteras y la ruptura de los mercados han provocado una hiperinflación que en muchos países está llevando a la población a pasar hambre en mercados abastecidos. En Siria, por ejemplo, el coste de la canasta básica de alimentos ha aumentado un 240%". Desde su asociación advierten de que al aumentar en más de un 14% el porcentaje de niños y niñas que podrían morir cada més por desnutrición como consecuencia de la pandemia, el mundo tendría 10.000 muertes infantiles al mes. 

Muchos frentes abiertos

En América Latina especialmente grave ha sido para los cuatro millones de venezolanos en el exterior o para los millones de centroamericanos que han visto disminuir drásticamente la llegada de remesas de países como EEUU, y que adoptan medidas de adaptación extremas como el endeudamiento o el trabajo infantil.

En África, con la llegada de la pandemia, las ONGs han hecho grandes esfuerzos para que la población no abandonase los programas de prevención de la desnutrición. Mientras que en Oriente Próximo sufrian una subida de los precios de los alimentos imparable, y en Filipinas se han desabastecido los mercados.

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Desde Acción contra el Hambre también alerta de un cambio de patrón en la dieta de las familias que han perdido su empleo. Destacan que estas compran menos pescado, carne o productos frescos y hacen más frecuente el consumo de utraprocesados a precios más baratos. 

"No solo come peor quien ve reducidos sus ingresos, sino que el deterioro de su estado de salud por un cambio de dieta reduce sus posibilidades de empleo", explica Antonio Vargas. 

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