Existe un famoso tópico económico que asegura que cuando Alemania se resfría, toda Europa coge una gripe. Aplicado a Estados Unidos y a la victoria de Donald Trump en los comicios de este martes, la vuelta del magnate a la Casa Blanca puede provocar una grave pulmonía en todo el mundo y sacudir el frágil equilibrio del orden internacional. Desde Ucrania hasta Gaza, pasando por la relación con China o con el Viejo Continente, el retorno del ya presidente electo para un segundo mandato puede traer de nuevo la inestabilidad y el caos al tablero geopolítico que vertebró su primer paso por el Despacho Oval. Solo que ahora, con el Partido Republicano completamente purgado y sin posibilidad de presentarse a un tercer mandato, su política exterior puede ser más imprevisible que nunca.
Si hay un lugar donde la victoria de Trump se ha sentido de una forma especialmente dramática ha sido en Ucrania. El magnate ha dejado claro en repetidas ocasiones durante la campaña electoral que, primero, con él en el cargo la invasión de Rusia jamás hubiera comenzado y, segundo, que una vez llegara a la Casa Blanca, el conflicto terminaría en 24 horas. Si a esa cuestión se le suma la buena relación que tiene el nuevo presidente electo con Vladimir Putin, no parece probable que la ayuda ucraniana siga llegando al ritmo actual ni que el acuerdo de paz sea favorable al país invadido.
“La segunda persona que más ha perdido de las elecciones en Estados Unidos, después de Kamala Harris, es Volodimir Zelenski. Será obligado a firmar una paz humillante con Rusia en la que tendrá que entregar el 20% de su territorio, todas las conquistas rusas se mantendrán y es muy posible que el ingreso de Ucrania a la OTAN y a la Unión Europea se bloquee como condición para firmar el tratado”, explica Pedro Soriano Mendiara, analista de Agenda Pública especializado en Estados Unidos, que califica a Trump como un verdadero “apaciguador de dictadores”.
Sin autonomía ni defensa
Todo ello, además, ante la mirada de una UE completamente impotente a lo que vaya a hacer Trump. Los Veintisiete no tienen ni la capacidad militar ni económica para suplir el apoyo que actualmente le proporciona Estados Unidos a Ucrania, y ni siquiera pueden llegar a los acuerdos necesarios para establecer una respuesta europea coordinada en la guerra. “El problema de Europa es que tiene a putinistas dentro de la propia UE y eso dificulta mucho las cosas. Por eso, si Ucrania puede conservar una mínima soberanía con respecto a Rusia después del acuerdo de paz de Trump, ya sería una buena noticia”, insiste Soriano.
Esa situación de debilidad se agrava por la falta de autonomía estratégica de Europa con respecto a su defensa, además de su gran dependencia de lo que se decide en EEUU. El exprimer ministro italiano Enrico Letta es una de las voces más respetadas en el seno de Bruselas y comentaba poco antes de las elecciones estadounidenses que la UE tenía dos opciones: o lograr la autonomía estratégica o resignarse a ser una colonia de China o de EEUU. “Estamos acostumbrados a que Trump tense la cuerda con Europa al máximo para satisfacer a su electorado. Sin embargo, en su primer mandato, la tensión no fue más allá de las palabras. Sin embargo, en este segundo mandato eso puede cambiar, ya que, al no poder buscar la reelección, cabe la posibilidad de que el magnate pase de la mera retórica a los hechos. Y Europa debe estar preparada por si sucede", explica Francisco Rodríguez Jiménez, profesor de la Universidad de Extremadura y visitante en la estadounidense Georgetown.
De hecho, tanto el presidente francés, Emmanuel Macron, como el canciller alemán, Olaf Scholz, han sido de los primeros en reaccionar a la victoria de Trump, manteniendo una conversación sobre los siguientes pasos a dar: “Trabajaremos por una Europa más unida, más fuerte y más soberana en este nuevo contexto. Cooperando con los EEUU y defendiendo nuestros intereses y valores”, ha escrito Macron en una publicación en X. Sin embargo, más allá de las palabras, los dirigentes de los dos países más importantes de la UE están en un momento muy complicado. Todo indica que Scholz perderá la cancillería el año que viene y Macron tampoco está en su mejor momento a nivel internacional después de la polémica suscitada por el nombramiento de Michel Barnier como primer ministro.
Más inestabilidad en Oriente Próximo
Con respecto al conflicto entre Israel y Palestina, la retórica de Trump es similar a la que usa con Ucrania, pero en este caso defiende otro tipo de resolución. Durante la campaña, el magnate ha alabado la “paz” que reinó en la región bajo su Administración, jactándose, de nuevo, de que si él hubiera sido presidente en vez de Biden, nada de lo acontecido a partir del 7 de octubre hubiera sucedido. Sin embargo, Rodríguez Jiménez recuerda como, durante su presidencia, Trump trasladó la embajada de EEUU de Tel Aviv a Jerusalén, en un movimiento que sacudió la región, además de firmar los Acuerdos de Abraham con el objetivo de asfixiar a Palestina.
Soriano, por su parte, cree que la política con respecto a este tema de Trump será continuar con el apoyo inquebrantable a Israel, aun a riesgo de provocar una escalada mayor con respecto a Irán, país con el que rompió el Acuerdo Nuclear que tantos años costó negociar. “Trump quiere externalizar en Israel las tareas que normalmente haría EEUU en Oriente Medio. A él ya le conviene retirar tropas de esa zona y dejar que sea Israel, cómodamente financiada por ellos, quien se ocupe de destruir Gaza, acabar con Hamás y Hezbolá y humillar a Irán. Y, además, Trump sabe que, por la historia del Partido Demócrata, este va a ser un tema en el que no va a tener ningún problema para desplegar su agenda”, asegura el analista de Agenda Pública.
“Trump es enormemente imprevisible y errático en su estrategia en Oriente Medio. Se ha presentado como el gran defensor de Israel mientras acusaba a Harris de ser la política más antiisraelí de la historia. Pero a la vez que dice eso, promete que va a acabar con todas las guerras, lo cual le obligaría a detener las acciones de Israel en Gaza, algo que contradice su retórica de defensa de Israel. A ello hay que sumarle que al comienzo, el republicano fue bastante crítico con la invasión de Líbano por parte de Netanyahu”, explica Pol Bargués, investigador sénior del Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB).
Cambio climático
Otro de los grandes caballos de batalla de Trump durante su anterior paso por la Casa Blanca fue su absoluto rechazo a todo tipo de lucha global contra el cambio climático. Una de sus medidas más polémicas vino precisamente por ese lado, saliéndose del Acuerdo de París y convirtiendo así a EEUU en el único país importante en no suscribirlo. Un movimiento que se leyó tanto en clave geopolítica, continuando su línea aislacionista, como ideológica, ya que Trump se ha mostrado en repetidas ocasiones como un negacionista del cambio climático.
“Él está decidido a llegar hasta el final con su estrategia de America first. Quiere centrarse en lo interno y en lo económico y no le importa quitar financiación a organizaciones internacionales y salirse de los acuerdos para lograrlo. El problema es que ahora mismo el orden internacional está mucho peor que hace 10 años, por lo que si Trump consigue tensionarlo más, puede ser devastador”, asegura Bargués. De ese repliegue, uno de los que más perdería sería la Unión Europea, que se quedaría bastante sola internacionalmente en la defensa del multilateralismo o de materias como el cambio climático o los derechos humanos.
En campaña, el republicano ha expresado su deseo de aumentar la producción interior de petróleo y gas natural como parte de su plan de favorecer a la industria estadounidense y para tratar de bajar los precios aumentando la oferta. Como parte de ese programa, el republicano tiene la intención de fomentar el uso del fracking, una de las formas de extracción de petróleo más contaminantes. “A Trump le da completamente igual el cambio climático, ya no es que crea o no crea, es que no le importa. No va a hacer nada para luchar contra él y no tengo la menor duda de que ignorará todo tipo de parámetros internacionales en ese sentido”, asegura Soriano.
Aranceles ¿una guerra comercial total?
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Si algo le gusta Trump, esos son los aranceles. En su difusa vida política, Trump ha cambiado mucho, de un demócrata de Nueva York pasó a ser un republicano ultra, pero lo único constante ha sido su favor por las políticas proteccionistas. Y si hay alguien al que Trump le gusta aplicar esos aranceles es a su enemigo acérrimo, la China de Xi Jinping. “La competición entre ambas potencias puede generar una enorme incertidumbre en todo el mundo y dañar las economías de la UE. Alemania ahora mismo no está en un buen momento en ese sentido y puede sufrir un buen golpe”, comenta Bargués. Todo ello le puede favorecer a fuerzas de extrema derecha al alza en el Viejo Continente, como a Marine Le Pen o a la propia Alternativa para Alemania (AfD).
Sin embargo, Rodríguez sí ve que ese juego arancelario pueda traer algo positivo. En el caso de que la globalización se resienta, al profesor le parece que la mejor respuesta debe venir desde la integración europea, que sería casi una obligación ante la imposibilidad de ir negociando cada país por separado con Estados Unidos.
Aun así, Bargués cree que la UE se encontraría ante una posición bastante incómoda, sobre todo viendo la retórica tan dura que ha usado Trump contra China durante la campaña. “Si hay un enfrentamiento tan intenso, los Veintisiete van a estar obligados a tomar una posición. Y eso es incómodo para la UE, porque, a diferencia de EEUU, no considera a China como un país enemigo, sino que intenta combinar la alianza con los americanos con la cooperación con Pekín”, zanja.
Existe un famoso tópico económico que asegura que cuando Alemania se resfría, toda Europa coge una gripe. Aplicado a Estados Unidos y a la victoria de Donald Trump en los comicios de este martes, la vuelta del magnate a la Casa Blanca puede provocar una grave pulmonía en todo el mundo y sacudir el frágil equilibrio del orden internacional. Desde Ucrania hasta Gaza, pasando por la relación con China o con el Viejo Continente, el retorno del ya presidente electo para un segundo mandato puede traer de nuevo la inestabilidad y el caos al tablero geopolítico que vertebró su primer paso por el Despacho Oval. Solo que ahora, con el Partido Republicano completamente purgado y sin posibilidad de presentarse a un tercer mandato, su política exterior puede ser más imprevisible que nunca.