El 2016 fue una sorpresa tanto para analistas políticos como para el resto de votantes. ElBrexit hizo saltar por los aires el proyecto europeo y la sorprendente victoria de Donald Trump hizo lo propio en Estados Unidos. Ambos eventos parecían señalar en la misma dirección: la ola del populismo de derechas se dirigía ahora hacia la Europa continental con la intención de devorar a las siempre europeístas Francia y Holanda.
En las elecciones holandesas todos los ojos están en Geert Wilders, un político marcadamente anti-establishment,anti-establishment apodado incluso como el «Donald Trump holandés» por periódicos como el inglés The Sun. Como The Donald, Wilders luce una llamativa cabellera rubia, se casó con una europea del este y quiere prohibir la entrada de musulmanes en su país (aunque no vive en una torre de oro).
Una victoria para Wilders y su Partido por la Libertad(PVV, en sus siglas en holandés) el 15 de marzo podría suponer un enorme giro en el panorama político global. Wilders es más radical que Nigel Farage y Marine Le Pen juntos y es más insistente en su discurso antiinmigración que Donald Trump. No solo ha prometido cerrar las fronteras, también quiere prohibir el Corán y todas las mezquitas (lo que supondría un cambio en la constitución). Con respecto a la Unión Europea, el prometido Nexit podría ser el próximo paso en su disolución.
No sorprende, por tanto, que reporteros de todo el mundo busquen entrevistar a habitantes de Volendam o Alkmaar, esperando encontrar los últimos avances del próximo terremoto populista. Pero, ¿tiene Wilders el suficiente poder para decidir el destino de Europa en los próximos años?
"Ningún partido obtendría el apoyo de más de
un 15 o 20% del electorado, según una encuesta"
A diferencia del referéndum del brexit o las elecciones presidenciales americanas, las elecciones holandesas no son un caso en el que «el ganador se lo lleva todo», sino que hay más de dos opciones en la papeleta (de hecho, hay 28 partidos y cientos de candidatos al parlamento). Cada partido es candidato a una parte de los escaños del parlamento y la facción mayoritaria gana la posibilidad de formar un gobierno de coalición (y, normalmente, el derecho al puesto de primer ministro). En teoría parece simple, pero en la práctica formar el próximo gobierno holandés puede convertirse en un nudo gordiano. Hay 150 escaños en juego, por lo que para formar gobierno se necesitan 76 de ellos, justo por encima del 50 por ciento (lo cual nunca ocurre).
Según las últimas encuestas (Figura 1), ningún partido obtendría el apoyo de más de un 15 o 20 por ciento del electorado. últimas encuestas Esto incluye a Wilders y su PVV, que parece estar atascado entre los 19 y los 23 escaños (y bajando). ¿Qué significa el hecho de que no haya un ganador claro por mayoría? Y en caso de no ganar Wilders, ¿qué conclusiones podemos extraer de estas elecciones?
Encuesta electoral Holanda.
Un lobo solitario bajo una luna turca
En las últimas semanas, el aullido de Wilders se ha dejado oír poco. Muy poco.
A pesar de la cantidad de atención que ha recibido de la prensa extranjera, Wilders ha permanecido sorprendentemente ausente durante la campaña. En las pocas entrevistas que ha aceptado, ha hablado sobre temas como sus gatos o ha insistido en sus críticas a la «prensa de izquierdas». También ha cancelado debates y apariciones televisivas en el último momento y ha suspendido actos electorales tras las sospechas sobre posibles filtraciones a una organización criminal por parte de un miembro de su servicio de seguridad sospechas—los «hombres de negro» que durante la última década le han protegido ante las numerosas amenazas de muerte que recibe por sus comentarios sobre el Islam—.
"Erdogan ha llegado a decir que el
gobierno holandés es un «residuo
de nazis y fascistas»"
El lugar en el que Wilders se maneja con más asiduidad parece ser Twitter, donde en los últimos días se ha referido a la última crisis diplomática entre La Haya y Ankara. El pasado sábado, el gobierno holandés deportó a la ministra turca Fatma Betul Sayan Kaya en respuesta a su intención de celebrar un acto de campaña en los Países Bajos en apoyo del referéndum impulsado por Erdogan, que supondría un aumento de sus poderes presidenciales. Aunque los ciudadanos holandeses de nacionalidad turca tenían la posibilidad de votar en el referéndum, el gobierno holandés había informado previamente de que no toleraría actos de campaña en su país. La reacción de Erdogan no ha tardado en llegar, refiriéndose a Holanda como una «república bananera» y a su gobierno como «residuos de nazis y fascistas».
Podría esperarse que este desencuentro con un país islámico fueran buenas noticias para Geert Wilders. Pero a pesar del gran número de tuits que ha dedicado al asunto en los últimos días, la atención se ha centrado en Mark Rutte, el actual primer ministro holandés y el mayor rival de Wilders en las próximas elecciones.
Ambos han dedicado todos sus esfuerzos a formular la elección como un cara a cara. El único debate televisivo al que Wilders accedió a ir ha sido un enfrentamiento directo con el primer ministro —dos noches antes de los comicios—. Hasta hace pocas semanas, parecía que el PVV y el liberal Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD, en sus siglas en holandés) de Rutte iban a enzarzarse en un enfrentamiento directo, pero en los últimos días parece que Rutte está adquiriendo una cómoda ventaja («ventaja» en términos relativos, dado que en 2012 el VVD ganó 41 escaños, mientras que para estas elecciones las estimaciones están entre los 23 y los 27 escaños).
"¿Puede un debate televisivo a 36
horas de las elecciones cambiar el
curso de los comicios?"
El Dagelijkse Standaard o DDS (una página que se podría comparar a la americanaBreitbart, dado su incitación al odio y su indiferencia por los hechos) afirma que el incidente con Turquía es un complot del propio Rutte para sabotear a Wilders días antes de la elección. Según DDS, el gobierno holandés habría sugerido a ministros turcos que retrasaran la campaña hasta después de las elecciones. En su versión de los hechos, la prioridad de Rutte era prevenir que «cientos de miles de turcos salieran a la calle ondeando la bandera turca antes del 15 de marzo. Después [de las elecciones], podrían hacer lo que quisieran».
Lo más probable es que esto sea una noticia sin confirmar —sus fuentes son BILD, un tabloide sensacionalista alemán, y el ministro de Exteriores turco, Mevlüt Cavusoglu, al que también se prohibió hacer campaña en los Países Bajos—. Pero, aunque fuera verídica, no se puede negar que la crisis no ha dañado a Rutte; y, de hecho, parece haber llegado en buen momento para él. Mientras Rutte se ha apuntado el tanto de haber sabido manejar la crisis diplomática, Wilders ha podido hacer poco más que tuitear. Hace unos días organizó una manifestación frente a la embajada turca, pero acudieron pocas personas y los medios de comunicación le han prestado poca atención.
Esta respuesta se ha mantenido en la línea de casi toda su campaña: Wilders ha permanecido en la sombra y ha descubierto que vencer a un primer ministro en las encuestas no es tan fácil gracias a la ventaja que supone estar en el poder.¿Puede un debate televisivo a 36 horas de las elecciones cambiar el curso de los comicios?
¿Dónde está Geert?
Como veíamos antes, en el último mes el PVV ha bajado en las encuestas. Una victoria sobre el VVD parece menos posible que hace tan solo unas semanas. Es cierto que las encuestas se equivocaron en el brexit y en las elecciones estadounidenses. Pero nunca lo llegaron a hacer por más de unos pocos puntos porcentuales, mientras que actualmente Wilders tambalea alrededor del 13 por ciento del voto. Una se pregunta entonces, ¿por qué no ha estado Wilders más presente durante la campaña?
Algunos analistas opinan que la decepcionante campaña del candidato del PVV es el resultado de la falta de financiación y apoyos y de la mala suerte, como el conflicto con su personal de seguridad, que le mantuvo alejado de las cámaras durante un tiempo. Otros creen que Wilders ha mantenido un perfil bajo deliberadamente y ha evitado la confrontación con otros líderes políticos hasta los últimos días de campaña, en los que recuperaría su protagonismo. Supuestamente, estaría tratando de apelar a su condición de outsider y mostrar a sus votantes que no opera según las normas del establishment.
Jugar la carta del tapado podría ser también su manera de responder ante la negativa de casi todos los demás partidos políticos ―incluídos Rutte y el VVD― de pactar con él debido a sus comentarios discriminatorios en contra de los musulmanes (siguiendo su estilo, Wilders inauguró su campaña llamando «escoria» a los marroquíes). La consecuencia directa de ello es que la posibilidad de que Wilders entre en el gobierno está prácticamente descartada, dado que, aunque obtenga una mayor cantidad de escaños, no encontraría a nadie con quien formar una coalición que alcance los 76 escaños necesarios.
"Nadie se pasa 19 años en la política
nacional sin obtener cierto bagaje político"
Espera… ¿podría ser que la intención de Wilders nunca fuese alcanzar el poder?
Seamos claros: en muchos aspectos, Wilders no es quien dice ser. A pesar de representar el papel de outsider, ha sido miembro del parlamento desde 1998 ―primero con el ahora rival VVD y desde 2004 como líder de su partido, el PVV―. Prometía «hacer a Holanda nuestra de nuevo», pero nunca ha dado detalles de cómo pretende conseguirlo. Cuando se le pregunta, dice que «no le importa». Quiere impedir que los refugiados entren en Holanda, pero también es un hombre que adopta gatos de paseo. Cuando no está ocupado liderando una caza de brujas contra trabajadores polacos, está divirtiéndose en un parque de atracciones que parece sacado de un cuento de hadas.
Nadie se pasa 19 años en la política nacional sin obtener cierto bagaje político. En el caso de Wilders, este ha consistido en una aversión a los medios, una radicalización de sus ideas y el breve periodo en que su partido fue (en cierta manera) parte del gobierno, en 2012. Todo acabó cuando el PVV dinamitó las negociaciones sobre las medidas de austeridad y fulminó al primer gabinete de Rutte.
Fragmentado pero no polarizado
Teniendo todo esto en cuenta, parece muy difícil que Wilders sea primer ministro tras las elecciones. De hecho, puede que no lidere el primer (o incluso el segundo) partido con más apoyos. Pero quizás no importa que no gane, porque su ascenso ya ha contribuido directamente a un giro quizás más dramático en el panorama político.
Los lectores que hayan prestado atención a los números durante el artículo habrán notado que estos no tienen mucho sentido: ni el PVV ni el VVD tienen los suficientes apoyos como para formar una coalición sin el apoyo de al menos tres o cuatro compañeros (con 25 escaños por cabeza y descartando el apoyo mutuo, necesitarían al menos 51 escaños de otros socios más colaboradores). A pesar que de los Países Bajos hayan tenido tradicionalmente gobiernos de coalición, el hecho de que el partido con más votos tenga tan poca proporción de escaños no tiene precedentes.
El problema es que, probablemente, se espera que los demás partidos obtengan entre 16 y 20 escaños como mucho. El país no está polarizado, en el sentido de que no existen dos grupos claros (como populistas y no populistas o globalistas y nacionalistas): está fragmentado, con seis o siete candidatos diferentes de un tamaño similar.
"Incluso si Wilders pierde, puede que
los votantes estén tan descontentos
que al final se decanten por alternativas
más extremas en el futuro"
Las negociaciones post-electorales se antojan extremadamente caóticas. La prensa nacional informa de que ciertos funcionarios en La Haya están discutiendo ya la posibilidad de una repetición electoral. Mientras, el partido socialdemócrata (PvdA), previamente predominante en la política holandesa, prácticamente ha desaparecido del mapa: el hecho de haber sido pareja de baile del VVD en el segundo gabinete de Rutte les ha costado caro y sus antiguos votantes no le han perdonado su apoyo las políticas de austeridad durante la crisis financiera.
A pesar de todo, no puedo evitar pensar que las últimas tendencias son parte de una tendencia a nivel europeo. El laborismo británico ―por poner un ejemplo de las diversas crisis por las que están pasando los partidos socialdemócratas europeos― está sufriendo de problemas similares al PvdA, causados principalmente por su incapacidad de generar un discurso convincente sobre Europa o sobre problemas crecientes como el clima o el empleo, así como la innovación o los asuntos exteriores. En cambio, se están dejando acorralar por personajes como Farage o Wilders en torno a un debate que prácticamente se centra exclusivamente en la inmigración y la integración ―como una especie de pesadilla de la que no puedes escapar―.
¿Puede esta elección conllevar la aparición de un gobierno anti-inmigración o incluso el Nexit? Puede ser. Incluso si Geert Wilders pierde, puede que los votantes estén tan descontentos con la inevitable frágil coalición que al final se decanten por alternativas más extremas en el futuro.
Pero las cosas pueden no estar tan mal como parecen. La deriva del PvdA y los demás partidos centristas, además de la muy posible incapacidad del PVV de formar una coalición de gobierno, ha dejado espacio para que partidos que habían sido demasiado pequeños e incluso intrascendentes antes se hagan relevantes. Y estos partidos no son alternativas populistas (de acuerdo al modelo de Wilders): entre ellos, el partido europeísta D66 o la Izquierda Verde, e incluso el partido animalista, que podría ser la mayor sorpresa electoral, y el 50Plus, un partido dirigido exclusivamente a los pensionistas. Nada está claro sobre estas elecciones, pero lo único seguro es que esto no acabará aquí.
Ver másLa mala educación
*Ellyn van Valkengoed ha estudiado Ciencias Política en Reino Unido y en Holanda.
Lee este artículo en La Grieta.
El 2016 fue una sorpresa tanto para analistas políticos como para el resto de votantes. ElBrexit hizo saltar por los aires el proyecto europeo y la sorprendente victoria de Donald Trump hizo lo propio en Estados Unidos. Ambos eventos parecían señalar en la misma dirección: la ola del populismo de derechas se dirigía ahora hacia la Europa continental con la intención de devorar a las siempre europeístas Francia y Holanda.