Votación en el Bundestag
Alemania enfada a Turquía al reconocer el genocidio armenio
¿Acaso la poderosa canciller alemana teme la ira de Turquía hasta el punto de escudarse en una “sesión de mucho trabajo” para quitarse de en medio? Este jueves 2 de junio, los diputados de la mayoría conservadora y socialdemócrata, así como el grupo ecologista, adoptaban por una aplastante mayoría una resolución muy simbólica. En concreto, el texto votado por el Bundestag califica de genocidio las masacres planificadas y perpetradas por el Imperio Otomano, entre 1915 y 1916 y que costaron la vida a 1,2 millones de armenios. La canciller se ausentó de la votación, lo mismo que el vicecanciller Sigmar Gabriel (SPD) y el ministro de Asuntos Extranjeros Frank-Walter Steinmeier (SPD).
Alemania se sumaba así a los 23 países, entre ellos Francia (2001), que ya han reconocido el genocidio. No obstante, la votación no gusta ni lo más mínimo a Turquía. Porque, aunque el presidente Recep Tayyio Erdogan difundió en 2014 un comunicado oficial de condolencias dirigido a “los nietos de los armenios asesinados en 1915”, el Estado turco sigue sin reconocer la tesis del genocidio. Para Ankara, se trató de una guerra civil, y de una hambruna, en la que fallecieron entre 300.000 y 500.000 armenios y otros tantos turcos.
Por si fuese poco, no sólo el código penal turco vigente permite perseguir judicialmente a aquéllos que hacen “apología” del genocidio, sino que los restos de algunos de los principales responsables de las masacres, como Talaat Pacha y Enver Pacha, siguen enterrados en suntuosos mausoleos en la colina de la Libertad, en Estambul.
En un momento en que las relaciones entre Turquía y la Unión Europea son especialmente tensas por la acogida y el paso de los refugiados, era de prever que el Gobierno del presidente Erdogan no dejase pasar la afrenta sin responder. El sábado, 1.300 personas, movilizadas por asociaciones turcas vinculadas al Gobierno de Ankara, se manifestaron ante la cancillería con pancartas en las que se podía leer que el “Bundestag no es responsable” o que “los Parlamentos no son tribunales”.
El lunes, el nuevo primer ministro turco Binali Yildirim llamaba a la canciller alemana para explicarle que “millones de turcos” veían “con preocupación” cuanto sucede en Berlín. Para Yildirim, que solicitaba a los diputados alemanes “sentido común”, la palabra “genocidio” conlleva “acusaciones injustas y sin fundamentos”. El martes fue el presidente Erdogan el encargado de expresar personalmente su “preocupación” de viva voz a Angela Merkel. “Si se vota ese texto y Alemania cae en la trampa […], se puede deteriorar nuestra relación con Alemania, país donde bien tres millones de turcos y nuestro aliado en la OTAN”, amenazó.
¿Por qué los parlamentarios alemanes, después de muchas vacilaciones, se han decantado por este momento diplomáticamente difícil para reconocer el genocidio? ¿Cuál puede ser el impacto real de la votación en las relaciones turco-germanas? “Los Gobiernos alemanes siempre han evitado la confrontación, tanto en lo que respecta a las relaciones entre los dos países como a la hora de evitar intervenir en la labor interna de memoria”, precisa Günter Seifert, especialista en las relaciones de Turquía y la UE del Instituto alemán para la política internacional y la seguridad (SWP). “Cada vez se conseguía convencer a los diputados para no utilizar el término de genocidio. Ocurrió el año pasado, cuando se conmemoraba el centenario del genocidio. Y todo ello pese a que el presidente de la República Joachim Gauck y el presidente del Bundestag Norbert Lammert sí se han referido en esos términos en los discursos oficiales”. Para el investigador, “sin embargo, han existido demasiadas diferencias en los últimos meses entre Turquía y Europa, Turquía y Alemania, lo que parece que ha fortalecido a los diputados partidarios del reconocimiento oficial del genocidio armenio”.
El 23 de abril de 2015, en vísperas del centenario, Gauck no sólo pronunció la palabra tabú. También reconoció que Alemania había sido cómplice. A finales del siglo XIX, el joven imperio de Guillermo II mantenía excelentes relaciones con el Imperio Otomano del sultán Abdulhamid II, que recurrió a los oficiales alemanes para reestructurar el ejército imperial. Con la llegada al poder, en 1909, del movimiento nacionalista de los jóvenes turcos nada cambió. Y, en 1914, el Imperio Otomano se alineó, evidentemente, con Alemania y el Imperio autrohúngaro.
Los alemanes se encontraban en primera línea cuando dio comienzo el genocidio. A decir verdad, de la lectura de los informes de los diplomáticos de las grandes naciones coloniales de la época, se desprende que pocos Gobiernos europeos ignoraban la carnicería. Pero fue sobre todo en Berlín donde los tres principales instigadores del genocidio, es decir Mehmet Talaat Pacha (primer ministro), Ismail Enver Pacha (ministro de la Guerra) y Ahmed Djemal Pacha (ministro de Marina), hallaron refugio tras el armisticio de 1918. Patriotas armenios los asesinaron, en el marco de la operación Némesis, una amplia operación en la que se dio caza a los culpables turcos.
Votación “nula y sin efecto”, dice Turquía
Para los presidentes alemán y armenio, el hecho de que Alemania reconozca el genocidio es un gesto esperado e importante. “Cuando se comienza a alcanzar compromisos por intereses políticos a corto plazo, se es capaz de volverlo a hacer continuamente, lo que no es bueno para Alemania, no es bueno para Europa ni para el mundo”, advirtió el presidente armenio Serge Sakissian, que instaba a los diputados alemanes a no dejarse impresionar por Turquía.
Pero en el seno del Gobierno alemán, no existe unanimidad. Aunque la canciller ha mostrado públicamente su apoyo a la resolución, prefería no participar en la votación. El ministro de Asuntos Extranjeros, el socialdemócrata Frank-Walter Steinmeier, había hecho saber, a través de un portavoz, que reprobaba la resolución, con la esperanza de que la “decisión del Bundestag no suponga un problema duradero en las relaciones con Turquía”. Para Steinmeier, a quien difícilmente se puede tachar de negacionista, es difícil poner el foco únicamente en el término “genocidio”: “Precisamente, mi responsabilidad es no limitar la responsabilidad histórica a un único concepto”.
Este es el argumento que se ha defendido durante mucho tiempo en Berlín: se trataba de evitar que los alemanes pareciese que estaban dando lecciones y se esperaba la puesta en marcha de un proceso interno de reconciliación. Exactamente ésa es la postura que defiende también la ministra federal de Integración, la alemana de origen turco Aydan Özoguz (SPD), quien en todo momento ha puntualizado que votaría solidariamente a favor de la resolución, pese a considerar que ésta resulta contraproducente en el proceso de recuperación de la memoria histórica de Turquía. Los historiadores e intelectuales turcos al frente de este proceso sólo pueden completarlo si evitan cualquier referencia al genocidio. Por otro lado, si ha sido posible efectuar un trabajo de reflexión, ha sido también como reacción a los trágicos acontecimientos ocurridos. Por ejemplo, el asesinato en 2007 del periodista Hrant Dink, que se definía como un armenio de Turquía y que fundó Agos, el único periódico bilingüe turco-armenio de Turquía.
Ahora bien, la actitud de Merkel y de Steinmeier ¿es pura táctica diplomática? ¿Estamos ante la evidencia de que Alemania se encuentra una posición de debilidad y de dependencia, con el acuerdo que ha transformado la Turquía de Erdogan en “guardiana” de Europa ante los flujos de refugiados sirios o afganos? Para Günter Seufert, “no hay que exagerar sobre la dependencia de Alemania en un acuerdo que, hay que decirlo, también es fruto de la falta de solidaridad de numerosos Estados europeos”. “La negociación de la espinosa cuestión de la supresión de los visados europeos para los ciudadanos turcos sólo complicará más las cosas. Pero Erdogan, que se ha enfadado con Rusia, también necesita salidas para su economía. No creo que este desacuerdo tenga un impacto duradero en las relaciones económicas entre Turquía y Alemania o Europa”, sostiene.
Cuando Francia reconoció el genocidio armenio, Turquía cerró su especio aéreo a los aviones franceses y llamó a consultas a su embajador, aunque sólo temporalmente. A día de hoy, Turquía se siente más fuerte. El martes, el primer ministro turco Yildirim declaró que la adopción del texto tendría un “impacto desfavorable” sobre las relaciones entre Ankara y Berlín, pero que los daños serían limitados: “Este texto no tiene valor alguno para nosotros, será nulo y sin efecto”, afirmó, aunque descartaba que Turquía fuese a dar la espalda al acuerdo sobre los migrantes. Habrá que ver si el presidente Erdogan se decanta por esa línea moderada o si aprovechará la coyuntura para dar uno de sus golpes de efecto, al más puro estilo de su acérrimo enemigo Vladimir PutinVladimir Putin.
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Traducción: Mariola Moreno
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