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Bielorrusia logra desestabilizar a una Europa sin una política común de acogida
Las imágenes llevan varios días circulando por las redes sociales y enseñan al mundo lo dramática que es la situación en la frontera entre Polonia y Bielorrusia.
En ellas se ven a cientos de exiliados, incluidos mujeres y niños, caminar por una carretera con la esperanza de llegar a un país europeo de acogida, lo que reaviva el recuerdo de las tensiones entre Turquía y Grecia en 2020, cuando la primera anunció la apertura de sus fronteras con Europa, lo que provocó la afluencia de miles de personas hacia la frontera griega o, más recientemente, entre Marruecos y España, cuando llegaron a Ceuta 8.000 migrantes en plena crisis diplomática entre ambos países.
También se ve a hombres con una pala o una rama de árbol grande intentando echar por tierra la alambrada que les impide llegar a Polonia en Kuznica, en el noreste de Polonia, y a soldados polacos levantando un "muro" humano detrás de la alambrada, para asegurarse de que no entran.
"Kuźnica: un intento de cruzar la frontera polaca", tuiteó el pasado lunes 8 de noviembre el ministro de Defensa polaco, mientras compartía un vídeo grabado por soldados polacos, en el que lanzan gases lacrimógenos a los migrantes que intentan destruir la alambrada.
El lunes, Polonia expresó su preocupación por una escalada "de carácter armado" en su frontera con Bielorrusia, y dos días después acusó a Minsk de "terrorismo de Estado". El Consejo de Seguridad de la ONU tenía previsto celebrar una reunión de emergencia este jueves.
Desde hace casi dos meses, migrantes procedentes de Irak, Afganistán, Siria y Yemen vuelan a Minsk con la esperanza de continuar su ruta migratoria hacia Alemania y Europa Occidental. Al parecer, Bielorrusia incluso fleta vuelos chárter para transportar a los exiliados.
Una vez en Minsk, las autoridades bielorrusas les animan a dirigirse a Polonia, en lo que supone un intento de intimidar a la Unión Europea, con quien las relaciones diplomáticas se han deteriorado desde la reelección de Lukashenko, cuyo régimen, culpable de numerosos abusos contra sus opositores, ha sido condenado y sancionado por Europa.
Entre la propaganda bielorrusa y la inhumanidad polaca
En los últimos días, el régimen bielorruso ha multiplicado sus comunicados en defensa de los derechos de los inmigrantes atrapados en la frontera polaca, aludiendo a los gritos desesperados de mujeres y niños, exiliados kurdos y afganos golpeados por las fuerzas armadas polacas o una mujer diabética devuelta a Bielorrusia a pesar de las peticiones de ayuda, ignoradas por los soldados polacos.
Cada vez son más las fotos y vídeos que completan estos escritos, como para mejorar una comunicación destinada a engañar al adversario: los migrantes habrían llegado allí por sus propios medios, lejos de ser manipulados por el régimen bielorruso, que incluso se sentiría ofendido por los malos tratos que sufren en la frontera polaca. "La crisis migratoria provocada por la Unión Europea y los países fronterizos con Bielorrusia" sería un pretexto para nuevas sanciones, según el jefe de la diplomacia bielorrusa, Vladimir Makei, informa AFP.
Pero en este caso, Bielorrusia no es la única responsable. Ante lo que algunos llaman "presión migratoria", Polonia responde con firmeza e inhumanidad, negándose a abrir sus puertas.
Peor aún, el país ha decidido aparcar a varias miles de personas en un territorio sin ley donde el estado de urgencia se decretó a comienzos de septiembre: un bosque en un entorno hostil, donde los migantes no pueden alimentarse y donde se les obliga, muy a menudo, a beber aguas de ciénagas para sobrevivir.
Estas terribles condiciones de vida, unidas a las bajas temperaturas, han provocado ya la muerte de una docena de personas (según cifras oficiales de Polonia, aunque el número de muertos es en realidad mayor, según algunos observadores). Los que consiguen sobrevivir, del lado polaco, en su mayoría son deportados inmediatamente a Bielorrusia, sin haber podido solicitar asilo, y, mala suerte si Polonia obvia el derecho internacional y la Convención de Ginebra relativa al estatuto de los refugiados...
El escenario es digno de una película de terror. La diferencia es que este pequeño y perverso juego geopolítico que afecta a vidas humanas es real, y la Unión Europea está luchando por hacerse oír para ponerle fin. El lunes, en un comunicado, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, instó a los Estados miembros de la UE que adoptaran nuevas sanciones contra Minsk, recordando que "la instrumentalización de los migrantes con fines políticos es inaceptable".
Aparte de estas pocas reprimendas, con amenazas de sanciones que se suman a las que ya no surtieron efecto en el pasado, Europa demuestra una vez más que no está preparada para afrontar una llegada –relativamente pequeña– de migrantes a sus puertas, ni un intento inhumano de chantaje.
"Esto forma parte de un reciente movimiento para utilizar a los migrantes, como en el caso de Turquía y Grecia o Marruecos y España, como instrumento dechantaje en un tira y afloja diplomático. Estamos ante un cinismo sin paliativos, ya que se utilizan seres humanos para ejercer presión diplomática sobre regímenes percibidos como hostiles o adversarios", resume el investigador François Gemenne.
La UE es más vulnerable que nunca
A falta de una política europea común de asilo e inmigración, el espectro de una nueva crisis migratoria "basta para desestabilizar a los países europeos", algunos de los cuales piden la construcción de un muro en sus fronteras exteriores. "Necesitamos una verdadera política europea de asilo e inmigración para que la Unión Europea no se desestabilice tan fácilmente con crisis migratorias inventadas", subraya el investigador.
Sin esto, Europa construye sus "propias vulnerabilidades" y la migración seguirá siendo utilizada como un "arma". "La llegada de unos pocos miles de personas debería gestionarse mediante un sistema de distribución y acogida en lugar de provocar una crisis política", prosigue el especialista en migración.
Pero un año después de la presentación del nuevo pacto europeo sobre migración y asilo, llamado a "reorganizar" la política migratoria europea, mediante el refuerzo de los controles en las fronteras exteriores o externalizando las solicitudes de asilo, hay que decir que el proceso de adopción de las medidas está estancado por falta de consenso entre los distintos Estados miembros. Esta lentitud y falta de cohesión se ve ahora agravada por la presión orquestada por Bielorrusia.
¿Por qué Europa no reacciona con más firmeza ante el régimen de Lukashenko? Por falta de poder diplomático o por falta de consenso entre los distintos Estados miembros, sugiere François Gemenne, que pide sanciones financieras y la congelación de los bienes del dirigente, que actúa "al servicio de Putin".
En cuanto a las políticas llevadas a cabo por Polonia, que también permite que persista una situación insostenible en sus fronteras, "la Unión Europea las acepta discretamente", según el investigador polaco Jan Brzozowski, "porque no quiere agravar las relaciones conflictivas con Polonia, en un contexto en el que el país rechaza la primacía del derecho europeo para reivindicar su autonomía, pero también porque las devoluciones son eficaces si quiere bloquear una "ola migratoria" en Europa y no pasar por lo que vivió en 2015".
El 9 de noviembre, el ministro del Interior alemán, Horst Seehofer, elogió la respuesta de Polonia a lo que calificó de "amenaza híbrida", afirmando que el país había "reaccionado correctamente hasta ahora". "Necesitamos una seguridad estructural en las fronteras. Debemos apoyar públicamente a los polacos. No podemos reprocharles que protejan la frontera exterior de la UE con medios autorizados... Hacen un servicio muy importante para toda Europa", declaró al diario alemán Bild.
Al día siguiente, Angela Merkel se entrevistó con Vladimir Putin para pedirle que interviniera, diciendo que "la instrumentalización de los migrantes por parte del régimen bielorruso es inhumana e inaceptable".
En este contexto, son, una y otra vez, las mismas personas las que sufren. En un vídeo publicado por un activista en TikTok, un grupo de exiliados de habla árabe, atrapados en la frontera, gritan "¡Derechos humanos, derechos humanos!", frente a las alambradas y a los soldados polacos, que emiten un mensaje en árabe por el micrófono, invitándoles a "volver a casa".
"Si cruzáis esta frontera, usaremos la fuerza. No lo dudaremos. El cruce tendrá consecuencias directas. No dudaremos y utilizaremos la fuerza", repite la voz del micrófono, provocando el silencio de quienes unos segundos antes exigían el respeto de los derechos humanos.
Hacinados en gran número en la frontera polaco-bielorrusa –hay varios miles de personas– en una especie de campamento improvisado en condiciones extremas, los migrantes son percibidos a veces como "invasores", alimentando el discurso xenófobo de algunos y el extremismo europeo.
Las imágenes de los hombres tratando de romper la valla de alambre de espino ya están sido utilizadas por simpatizantes de la extrema derecha en Francia, ironizando sobre su voluntad de integración en Europa con tales actos y olvidando la parte importante de desesperación que puede haberles llevado a actuar de esta manera.
Entre los intentos de recuperación política mostrados abiertamente, Marine Le Pen aludió en un tuit a una "verdadera agresión migratoria" y pidió a Francia que enviara a la policía de fronteras al lugar de los hechos.
Como señala Bogumila Hall, antropóloga e investigadora de la Academia Polaca de Ciencias de Varsovia, la crisis es casi "beneficiosa" para Polonia, que elude sus responsabilidades y escenifica una situación de "amenaza". Al excluir a los migrantes y mantenerlos en la frontera, pretende demostrar que está "protegiendo" al país y a su población.
La protesta como "acto simbólico"
"Este tipo de imágenes puede reforzar la idea de que son peligrosos. El Gobierno polaco ya está creando una sensación de miedo y, por lo tanto, puede utilizarla en su discurso para reforzarlo ante la opinión pública. La gente se lo cree, porque ya ha habido campañas para criminalizar a los inmigrantes desde que empezó todo esto, incluso haciéndolos parecer agentes rusos", observa Bogumila Hall.
En realidad, las imágenes muestran sobre todo un movimiento de protesta contra una situación que se ha vuelto insoportable: "Aunque intenten destruir la frontera de alambre de espino, saben que no podrán cruzar, porque hay miles de soldados polacos al otro lado. Es un acto simbólico.
En las últimas semanas, la investigadora ha seguido la migración de varios yemeníes que han tomado esta ruta y que, en ocasiones, han sido devueltos a Bielorrusia o Lituania, y que, otras veces, han logrado cruzar, con la ayuda de redes de traficantes, hasta Alemania.
"Son conscientes de que hay un juego político en torno a ellos, que las autoridades bielorrusas los utilizan para presionar a la Unión Europea. También saben que un yemení murió en la frontera en octubre, pero fueron igual. Por muy peligroso que sea, siguen siendo personas desesperadas que quieren emigrar y que han sido deshumanizadas en demasiadas ocasiones.
Los recién llegados, por su parte, se han visto sorprendidos por el alambre de espino y la fuerte militarización de las fronteras polacas. "Al principio, creo que vieron una oportunidad en lo establecido por Lukashenko a través de las agencias de viajes y los traficantes. Pero ahora sí que han comprendido que han sido engañados", añade François Gemenne, que pide que, en una segunda fase, se encuentre una solución para los miles de personas presentes en la frontera, que puedan, según su nacionalidad, obtener asilo.
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Mientras tanto, el aspecto de la seguridad que manda en nuestras políticas migratorias provoca cada vez más tragedias y muertes. La situación podría degenerar rápidamente a las puertas de Europa: las temperaturas, que descienden día a día, no esperarán a que la Unión Europea actúe, y las personas atrapadas en la frontera corren el riesgo de verse sometidos a un grado creciente de angustia física y psicológica.
Texto original en francés: