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El cannabis con fines terapéuticos, un remedio prohibido y despreciado
Varios países europeos autorizan el uso de derivados del cannabis con fines terapéuticos, pero no sucede lo mismo en Francia. Canadá fue el primer país que legalizó la utilización médica del cannabis en 2001; 32 países de todo el mundo se sumaron a esta iniciativa: 20 de ellos en Europa, así como 23 Estados en Estados Unidos.
Esta legalización varía según los países. “Hay que distinguir entre los países que autorizan el uso, incluso el cultivo del cannabis natural, para pacientes con cáncer, SIDA o esclerosis múltiple, que son los menos (Estados Unidos, Nueva Zelanda), de aquéllos que autorizan la venta de cannabis natural o medicamentos que contienen cannabis”, apuntan desde el Observatorio francés sobre las drogas y las toxicomanías. Precisamente, por esta última opción se decantó la ministra socialistas de Sanidad Marisol Touraine, al autorizar el 5 de junio de 2013, vía decreto: “La autorización para la comercialización de medicamentos con cannabis o derivados”. Pero desde esta minirevolución, no ha cambiado nada; todavía no se ha comercializado ningún medicamento y siguen dictándose sentencias condenatorias en contra de pacientes que se automedican y que cultivan sus propias plantas.
El 8 de enero de 2014, la Agencia Nacional de Seguridad de los Medicamentos (ANSM) autorizaba la comercialización de Sativex, un espray a base de extractos de cannabis, destinado a paliar las contracturas musculares provocadas por la esclerosis múltiple. Cuatro años después, el medicamento –ya comercializado en 17 países europeos– sigue sin estar a la venta en Francia por falta de acuerdo en el precio del reembolso con Almirall, el laboratorio español que lo comercializa
Y el proyecto que promueve el Gobierno de Édouard Philippe, que prevé sancionar el consumo de estupefacientes –a excepción de menores y reincidentes– no resuelve nada en lo que respecta a los pacientes. En el informe de los dos diputados ponentes del mismo, cuya presentación está prevista para este 24 de enero de 2014, los consumidores con fines terapéuticos no se mencionan ni una sola vez. “La multa va a dificultar un poco más la vida de los enfermos, es una mera herramienta represiva adicional”, dice Fabienne López, presidenta de Principes actifs [Principios Activos], una asociación de usuarios de cannabis con fines terapéuticos. “Se va a seguir castigando a los consumidores con fines terapéuticos, que por definición son reincidentes”, dice el médico generalista Olivier Bertrand, miembro de la asociación Norml, que milita a favor de la regularización del mercado del cannabis.
Algunos pacientes franceses pueden conseguir, desde 2005, una autorización temporal de utilización (ATU) nominal para conseguir Marinol (cápsulas de tetrahydrocannabinol de síntesis) a falta de alternativa terapéutica. Pero estas autorizaciones nominales se otorgan a cuentagotas después de una evaluación por parte de la ANSM “teniendo en cuenta la patología del paciente y los tratamientos actuales y anteriores administrados”.
Desde 2005, unos 400 pacientes aquejados de dolores neuropáticos centrales (asociados a una lesión o a una disfunción del sistema nervioso) han sido tratados con Marinol, previa autorización nominal, según datos de la ANSM. En 2017, el número fue de 162 pacientes, así como algunos problemas alimentarios relacionados con el VIH (delgadez extrema) o náuseas y vómitos postquimioterapia.
Otro medicamento, el Epidiolex, a base de cannabidiol, también se prescribió por vez primera en 2017, “en un paciente que presentaba una forma especialmente grave de epilepsia”.
Usos diversos
Los usos terapéuticos del cannabis son diversos; se prescribe a personas que sufren enfermedades crónicas (esclerosis múltiple, SIDA, etc.), enfermos de cáncer que siguen tratamientos con quimioterapia, niños con epilepsia grave, personas que padecen dolores crónicos, etc. A falta de forma legal de conseguirlo y de seguimiento médico, los pacientes se las apañan para conseguirlo como pueden. “En internet hay gente que aboga por el fin de los otros tratamientos contra el cáncer. La prohibición supone abrir la puerta abierta a cualquier cosa y al mercado negro. No hay garantía alguna de que el cannabis que se vende en el mercado negro sea apto para el consumo o contenga la dosis adecuada”, dice Fabienne López.
Para reducir los riesgos cancerígenos vinculados con el consumo, las asociaciones de usuarios recomiendan su uso pulverizado o su ingesta. Algunos pacientes cultivan sus propias plantas y eligen las variantes con débil presencia de tetrahydrocannabinol (THC), principal responsable de los efectos psicoactivos, y con fuerte presencia de cannabidiol (CBD). Otros pacientes se abastecen en el extranjero con aceites o flores secas producidas por el laboratorio neerlandés Bedrocan, principal proveedor de cannabis médico natural en Europa.
Contrariamente al THC, el CBD no tiene efectos psicoactivos. Pero en junio de 2015, la comisión de estupefacientes de la Agencia Natural de Seguridad del Medicamento se mostraba muy prudente. “Este producto afecta a la sedación, la vigilancia, la depresión... Esos efectos psicoactivos existen”. También destaca que, segú los estudios existentes, resulta “difícil aislar la eficacia propia del cannabidiol, a menudo asociada con el THC en los estudios, sobre todo sobre el dolor, donde podría intensificar los efectos del THC”.
Cada vez que es noticia un avance en los cannabinoides con fines médicos en el extranjero, los militantes franceses a favor de su legalización reciben decenas de mails de enfermos o familiares que piden consejo. “Estamos hablando de adultos responsables, de un número importante de personas que necesitan cannabis como otra medicina y que se ven reprimidos”, dice el psicólogo Jean-Pierre Couteron, presidente de la Federación Adicción (Fédération addiction). “La última vez, una mujer me llamaba para tratar de ayudar a su madre, aquejada de una esclerosis múltiple, para quien los medicamentos existentes no daban resultado. Si Francia no consigue resolver el problema del cannabis recreativo, solucionemos al menos el del cannabis terapéutico. Esto sería ya un gran paso”.
La ley del 31 de diciembre de 1970 “de lucha contra las toxicomanías”, una de las más represivas en Europa, no distingue a los consumidores terapéuticos del resto. Los consumidores terapéuticos pueden ser perseguidos por el consumo de estupefacientes (un año de prisión y 3.750 de multa), por posesión (10 años de cárcel y 7,5 millones de euros), incluso por producción, si ellos mismos cultivan el cannabis (20 años de cárcel y 7,5 millones de multa). “El legislador no ha entendido el hecho de que se cultive para consumo propio y no para traficar con él”, explica Katia Dubreuil, secretaria nacional del Sindicato de la Magistratura.
El Ministerio de Justicia no dispone de estadísticas sobre las penas impuestas. “Se nos juzga como consumidores con fines recreativos, salvo si tienes la suerte de que te toque un magistrados de mente abierta”, dice Fabienne Lopez. Según las asociaciones de usuarios contactados, los pacientes con un grave historial médico, a menudo, son condenados al pago de una pequeña multa o exculpados, pero raramente quedan absueltos
“Y cuando se les exculpa, las Fiscalías a menudo recurren para recordar la prohibición en vigor. En apelación se dictan sentencias con suspensión, multas más elevadas. Es terrible porque cuando la gente llega a tomar cannabis es porque no encuentra otra alternativa, ya ha probado todos los tratamientos. Encontrar un abogado, comparecer ante la Justicia, abandonar el tratamiento, empezar a sufrir de nuevo, es complicado. Parto del principio de que mi cuerpo me pertenece y que es mi cuerpo el que sufre”, subraya Fabienne Lopez.
Esta mujer, que milita a favor de la reducción de los riesgos en materia de drogas ha probado el efecto de algunas variedades de cannabis para contrarrestar los efectos secundarios de la quimioterapia en un caso de cáncer: nauseas, calambres, problemas de piel, dolores óseos y depresión. “Eran pequeños síntomas que no impiden vivir, llegué a tomar siete medicamentos sólo para paliar estos síntomas y eso baja la libido y acaba con la vida en pareja, pero eso los médicos no lo entienden”, dice.
Olivier Bertrand, médico generalista y miembros de la asociación Norml, habla de “cuádruple pena”. “Los usuarios terapéuticos sufren enfermedades importantes, minusvalías; no tienen un acceso al producto con total garantía, que deben comprar en la calle o cultivar; no tienen ningún seguimiento médico y son condenados por uso o cultivo”.
Los enfermos no pueden esperar
Bernard Rambaud preside la asociación Unión Francófona a favor de los Cannabinoides Médicos que organiza anualmente en la facultad de Farmacia de Estrasburgo una conferencia internacional donde investigadores y médicos extranjeros presentan los avances en la utilización terapéutica de los cannabinoides.
Bernard Rambaud, seropositivo desde 1984, fue condenado el 10 de septiembre de 2015 por uso, posesión y producción de cannabis, pero dispensado de pena. El Tribunal de Casación rechazó su recurso sin examinarlo haciendo definitiva la sentencia. “La Justicia condena a enfermos porque al no encontrar un medicamento eficaz en la farmacopea francesa, han encontrado una solución en otro lugar”, se indigna este militante histórico de lo que llama la “fitoterapia”.
Intolerante a los retrovirales, Bernard Rambaud vive “un calvario”. Sólo el cannabis, ingerido o pulverizado, le ayuda a superar los tratamientos, a comer y a dormir. Durante mucho tiempo, obtenía flor seca (Bedrocan) en una farmacia neerlandesa con “un tipo de cannabinoides estable, sin moho ni pesticida”, pero le salía muy caro. Hoy trata de encontrar las variedades “old school”, intervenidas en su casa por las fuerzas del orden porque las que consigue en el mercado negro tiene dosis demasiado fuertes de THC para él. “He recuperado granos originarios de Marruecos y de Pakistán, pero va a llevarme años conseguir las proporciones adecuadas de cannabidiol”.
Identificado a finales de los 80, el sistema de endocannabinoide interviene en varios procesos fisiológicos y patológicos como el control de la toma alimentaria, la inflamación, el control de las funciones neurológicas etc. Nuestro cuerpo produce sus propios cannabinoides que actúan sobre receptores específicos (CB1 y CB2 para los dos identificados). A diferencia de los neutrotransmisores, estos endocannabinoides son de naturaleza lipídica y se sintetizan y liberan bajo petición. Se trata de un sistema ancestral, presente en los invertebrados e incluso en los vertebrados.
El cannabis contiene varias decenas de cannabinoides diferentes, los más conocidos el THC, principal responsable de los efectos psicotrópicos, y el CBD. Lo que le permite tratar varios síntomas de una misma enfermedad. “Por ejemplo, personas delgadas que padecen SIDA pueden beneficiarse de un tratamiento que actuaría a la vez sobre la angustia, los dolores y las náuseas y que sería al mismo tiempo estimulador del apetito”, indicada el Instituto de Medicina de Estados Unidos en 1998.
Los estudios actuales, sobre todo realizados en Estados Unidos y en Israel, tienen como objetivo aislar estos cannabinoides e identificar sus efectos para poder reproducirlos. “En términos de nivel de prueba suficiente, el cannabidiol presenta un interés evidente, esencialmente en la epilepsia grave del niño, así como en el problema de espasticidad de la esclerosis múltiple”, explica el médico psiquiátrica Nicolas Authier, jefe del servicio de Farmacología Médica del CHU de Clermont-Ferrand y presidente de la comisión de estupefacientes de la ANSM. “Hay muchas investigaciones sobre el dolor, pero con un nivel de prueba menos elevado”, añade.
De estos avances científicos prácticamente no se habla en Francia “donde el estado del debate público es propio del medievo”, dice Jean-Pierre Couteron. La Academia de Medicina se muestra en contra del cannabis con fines médicos, considerado como la puerta abierta a una legalización general. En enero de 2014, Jean Costentin, se opuso a la autorización de venta del Sativex, al considerar que “los riesgos aparejados al tétrahydrocannabinol/THC son muy numerosos, a menudo graves e incompatibles con su uso terapéutico”.
“El problema es que, de un lado, se sitúan los responsables que no quieren pensar en la cuestión porque se trata de una droga y por tanto está mal; por otro, los militantes que han probado el cannabis y han experimentado una mejora creen que aliviará a todo el mundo”, dice Jean-Pierre Couteron. “Pero no es lo mismo tratar glaucomas, problemas alimentarios del cáncer, la espasticidad de la esclerosis múltiple o la epilepsia”.
El psiquiatra y adictólogo Amine Benyamina también aboga por la realización de ensayos médicos en Francia. “Francia sufre un retraso ideológico abismal, nuestro personal político está aterrado con la idea de abrir el debate sobre el cannabis y toma como rehén a la medicina, asegura el responsable del centro de adictología del hospital Paul-Brousse (Villejuif). “Arrastramos un bloqueo histórico, primero porque no se trata de un producto francés, contrariamente al alcohol que mata a 55.000 personas al año. El cannabis es la droga del extranjero, de los que viven en los arrabales que quieren perturbar el orden social. Hemos dado un matiz étnico al cannabis, mientras que si hay una droga que afecta a todas las clases sociales es el cannabis”. El uso médico del cannabis está muy prohibido en Francia desde el 28 de noviembre de 1956, año de la independencia de Marruecos, cuando la compañía que gestionaba el tabaco, sociedad multinacional de capital principalmente francés, desarrolló el consumo de cannabis.
Mientras se materializa la llegada de estos medicamentos de base de cannabinoïdes, los usuarios con fines terapéuticos reclaman “tolerancia con el cannabis médico”. Bernard Rambaud alerta: “Detrás, hay enfermos que sufren y no pueden esperar a que los laboratorios aprueben y reproduzcan las moléculas en los laboratorios”.
Traducción: Mariola Moreno
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