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China pone fin a la experiencia democrática de Wukan
El 26 de diciembre de 2016, nueve habitantes del pueblo de Wukan, en la provincia china de Cantón, eran condenados a penas de entre dos y diez años de cárcel tras un juicio de menos de media hora. La victoria de 2012, cuando los lugareños pudieron elegir con libertad a su comité local, encargado de la redistribución de las tierras expropias por un promotor inmobiliario, quedaba en el recuerdo. Esas condenas ponen fin a un año negro en el pueblo, ya que Lin Zulian, secretario de la célula del partido en la localidad y exlíder de las manifestaciones de 2012, fue condenado en septiembre a tres años de cárcel después de confesar en la televisión. Detenidos y a la espera de juicio siguen también otros 13 vecinos y la policía armada popular patrulla día y noche las calles de Wukan.
A finales de 2011, la lucha de los habitantes de Wukan por recuperar sus tierras ocupaba las portadas de la prensa de Hong Kong y de los medios internacionales tras la muerte del detenido Xue Jinbo, uno de los líderes de las protestas organizadas por los lugareños contra sus dirigentes, responsables de la venta secreta de sus tierras a promotores inmobiliarios. Por aquel entonces, la actividad de los habitantes de Wukan en las redes sociales chinas y la cobertura periodística de la prensa de Cantón y de Hong Kong permitieron que saliera a la luz este caso habitual de conflicto social en la China contemporánea donde, 40 años después del inicio de las reformas, la expropiación de las tierras es causa habitual de conflicto entre agricultores y autoridades.
La tenacidad de los ciudadanos y el gran seguimiento mediático internacional de los hechos llevaron a Wang Yang, entonces secretario del partido en la provincia de Cantón, a enviar a su segundo, a Zhu Mingguo, a negociar con los ciudadanos. Éste reconoció la legitimidad de las exigencias y autorizó la celebración de elecciones libres del comité del pueblo, algo inédito en la China Popular. Incluso el periódico el Diario del Pueblo se felicitó por la salida dada al conflicto en un editorial publicado el 10 de enero de 2012, en el que se explicaba que “la causa principal de la corrupción en Wukan era la falta de democracia y de supervisión. La lección que debemos aprender es que tenemos que preservar el papel central del ejercicio de los derechos democráticos y de supervisión de los lugareños, promoviendo con convicción la gestión democrática de la política en las campañas”.
Una vez elegida la mayoría de líderes del movimiento del comité local, el seguimiento de la prensa local e internacional cesó, por entender que todo iba viento en popa en el pequeño pueblo de pescadores que consiguió doblegar al Gobierno chino. Sin embargo, la situación se deterioró progresivamente entre 2013 y 2016. Pese a la elección libre del comité local, la redistribución de tierras no avanza, ya que los cargos superiores del aparato del Estado siguen oponiéndose y mantienen su apoyo a los promotores. Además, con la llegada de Xi Jinping al poder a finales de 2012, Wang Yang, nombrado viceprimer ministro, cedió el cargo en Cantón a Hu Chunhua, más conservador, mientras que en 2016 Zhuo Mingguo fue condenado a cadena perpetua por corrupción. El espacio político se restringió y los exdirigentes del pueblo fueron recuperando progresivamente su influencia, gracias al apoyo de los líderes del cantón y del distrito y tras el arresto de otros cuatro líderes de las protestas. Sin embargo, esta sucesión de acontecimientos no motivó nuevas manifestaciones masivas: sin duda los lugareños caen presa del desconcierto y de la sensación de impotencia. Habrá que esperar a junio de 2016 y a la detención del secretario de la célula del pueblo, Lin Zulian, acusado de corrupción y forzado a confesar en la televisión nacional (fenómenos cada vez más frecuentes en la China de Xi Jinping) para que los habitantes de Wukan vuelvan a echar a las calles en masa para reclamar su puesta en libertad.
Pero, la respuesta de las autoridades locales y provinciales ante estas nuevas manifestaciones será diametralmente opuesta a la de cinco años antes. Mientras en 2011 finalmente accedieron a negociar después de constatar que la fuerza no había calmado el enfado de los paisanos y que el caso había merecido la atención de la prensa internacional, en 2016 deciden mantener el pueblo en estado de sitio y reforzar la censura para controlar la publicidad que se da a las manifestaciones. A diferencia de lo sucedido en 2011, cuando los lugareños consiguieron atraer la atención sobre su situación gracias a las redes sociales chinas, la mayor censura hizo bastante más difícil en 2016 la operación (aunque se publicaron vídeos de la represión).
Hasta el pasado 13 de septiembre –cuando la Policía armada efectuaba incursiones nocturnas en los domicilios y violentos altercados enfrentaban a la policía armada y a los habitantes– todos los artículos publicados en la prensa china destacaban la armonía reinante en Wukan. Es el caso de un artículo publicado por el Nanfang Daily, órgano del partido de la provincia de Cancón, que el 12 de septiembre afirma que “los problemas de los derechos sobre las tierras que minaban otras veces el pueblo están ahora resueltos gracias al éxito de las negociaciones entre los responsables de la ciudad, los dirigentes del pueblo, los promotores inmobiliarios y los expertos independientes especialistas en estos asuntos” y cita al jefe de la policía armada local: “En Wukan, formamos todos una gran familia feliz”. Después del 13, el tono cambia. El 15, el tabloide Global Times denuncia “una minoría de aguafiestas animados por medios extranjeros que defienden, alientan y planifican el caos”. En la localidad, varios periodistas de Hong Kong fueron detenidos y devueltos a Hong Kong, los periodistas extranjeros eran enviados a Cantón tan pronto como llegaban a la localidad y las autoridades prometen recompensas a todos los que informen de la presencia de periodistas extranjeros en el pueblo. En internet, la censura va en aumento y la palabra Wukan queda prohibida en las redes sociales chinas. Las importantes condenas dadas a conocer en diciembre de 2016 no son sino una etapa más, por no decir la última etapa, de la represión del modelo de Wukan.
Mientras en 2012 la prensa oficial presentaba a Wukan como un modelo a la hora de resolver los conflictos locales, en 2016 se habla de los lugareños, que mantienen idénticas reivindicaciones, como de agentes del extranjero que pretenden sembrar el caos en Cantón. Este giro espectacular y la destrucción metódica de todos los elementos que permitieron un resultado histórico en 2012 –tanto el aumento de la censura en las redes sociales, como la expulsión de los periodistas extranjeros, los múltiples arrestos arbitrarios de lugareños o el asedio de la localidad por miles de agentes de la policía armada y las condenas expeditivas– ponen nuevamente de manifiesto el aumento de la dictadura en China. La mayoría debe aceptar las decisiones del partido porque sólo el partido es portavoz del pueblo chino. Poco importa que los lugareños de Wukan representen justamente a esa mayoría supuestamente liberada por la revolución maoísta. Desde el momento que se rebelan, sólo pueden verse con los abogados que trabajan en defensa de los derechos humanos: los disidentes y los militantes se convierten en enemigos del Estado.
Los dos discursos de principios de enero de 2017 tanto de Zhou Qiang, jefe de la Corte Suprema, para quien “los tribunales de los cuatro rincones del país deben centrarse este año en mantener la seguridad del Estado y en castigar duramente crímenes como la subversión y el separatismo” y de Xi Jinping, para quien el “Gobierno debe dar prioridad a la estabilidad política en un contexto de tensiones sociales crecientes” no auguran nada bueno para este año 2017, que corre el riesgo de ser calcado a 2016.
Traducción: Mariola Moreno
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