Cuenta atrás para Boris Johnson: diputados conservadores buscan su relevo en Downing Street

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Marie Billon (Mediapart)

Londres —

Boris Johnson no era él mismo el pasado miércoles 12 de enero en la Cámara de los Comunes. Iba bien peinado, pronunció un discurso cortés e incluso dio las gracias a la oposición, que acababa de pedirle que dimitiera.

Tras la sesión semanal de preguntas al primer ministro, también recorrió las barras del Parlamento de Westminster para explicarse y reunir a sus tropas. Un “gesto desesperado”, en palabras de la jefa de política de la BBC. Porque Boris Johnson no es uno de esos políticos que creen en el poder del salón de té o de la barra del pub para conseguirse aliados o hacer amigos.

Hasta ahora no lo había necesitado, explica Jill Rutter, politóloga del think tank UK in a Changing Europe: “Boris Johnson es una máquina de ganar en las urnas. Es conocido por su capacidad de conectar con los votantes. Por eso está al frente del Gobierno. Pero si ya no tiene esa capacidad, si se convierte incluso en un lastre para su partido, los conservadores son conocidos por ser despiadados y no dudar en deshacerse de un líder que les estorba”.

Las próximas elecciones, locales y regionales, se celebrarán el próximo mes de mayo. Algunos analistas se preguntan ahora si los diputados conservadores están dispuestos a esperar los resultados o si prefieren deshacerse ahora de un primer ministro problemático con la esperanza de no obtener resultados demasiado malos.

Los vientos cambiaron claramente el miércoles. Hasta el pasado fin de semana, Johnson pensaba que los repetidos escándalos de las fiestas de Downing Street, celebradas mientras el país estaba confinado, habían remitido con los festivos navideños. Una funcionaria todavía tiene en marcha una investigación interna y aunque sus conclusiones podrían ser embarazosas, Johnson creía que lo peor había pasado.

Pero nunca había estado tan directamente cuestionado. El lunes 9 de enero, la cadena británica ITV difundía un correo electrónico de invitación fechado el 20 de mayo de 2020. El correo electrónico lo recibieron un centenar de empleados de Downing Street; lo remitía el secretario personal de Boris Johnson. “Después de un tiempo tremendamente complicado, pensamos que sería agradable aprovechar el buen tiempo y tomar una copa manteniendo la distancia social en el jardín del nº 10 esta noche”, puede leerse en él. “Os esperamos a las 18:00 horas y ¡traed alcohol!”.

Algunos destinatarios se sorprendieron enseguida de recibir una invitación así, en pleno confinamiento. Sólo asistieron entre 30 y 40 invitados. Pero el correo electrónico se mantuvo en secreto hasta esta semana. Casi 48 horas después de las revelaciones, el miércoles en la Cámara de los Comunes, Boris Johnson admitió que estuvo: “Cuando fui al jardín, pasadas las 6 de la tarde del 20 de mayo de 2020, para dar las gracias a los equipos antes de volver a mi despacho 25 minutos más tarde, pensé que era un evento relacionado con el trabajo. Pero ahora sé que debería haberles dicho a todos que volvieran dentro”.

El primer ministro se disculpó y la mayoría de los diputados de la Cámara trataron de apoyarle formulando preguntas que nada tenían que ver con el asunto durante la sesión en el Parlamento. Algunos de sus ministros también le mostraron su apoyo el miércoles por la noche. “Boris Johnson hizo una declaración clara”, dijo el ministro de Hacienda Rishi Sunak. “Ha asumido toda la responsabilidad por ello. Ahora, la investigación interna debe seguir su curso”.

Las conclusiones podrían darse a conocer a finales de mes, pero quedarán en suspenso si la Policía Metropolitana de Londres considera que las confesiones del Primer Ministro sobre la celebración de la fiesta demuestran que se infringió la ley. El martes, Scotland Yard afirmó estar en contacto con Downing Street en relación con los hechos del 20 de mayo de 2020.

Fuera de la sede del Gobierno de Whitehall, la actitud es muy distinta. El diputado conservador sir Roger Gale declaraba a la BBC que las revelaciones “lo han cambiado todo” […]. “Durante los dos últimos días he dicho que quería esperar a las conclusiones de la investigación interna, pero Boris Johnson engañó al Parlamento. En diciembre dijo que le habían asegurado en repetidas ocasiones que no había habido fiestas y que no se había infringido ninguna norma anti-Covid. Ahora nos enteramos de que pasó 25 minutos en lo que era claramente una fiesta. El primer ministro está políticamente muerto”.

Un exministro, que desea permanecer en el anonimato, declaró al periódico derechista The Daily Telegraph que Boris Johnson estaba “acabado”. “Se disculpó por la fiesta, pero ese no es el problema. El problema es que trataron de negarlo y encubrirlo en las últimas semanas. No era una disculpa por lo ocurrido. Se disculpó porque le pillaron”. El líder de la rama escocesa del Partido Conservador, Douglas Ross, pidió directamente, pero “lamentablemente”, la dimisión del primer ministro en Sky News.

Los sondeos de opinión aumentan la presión, dejando entrever un creciente deseo mayoritario de que Boris Johnson dimita, incluso entre el electorado conservador. Una perspectiva que Jill Rutter considera “poco probable”. Ser primer ministro es “adictivo”, añade.

Comité de 1922

Hay en marcha un proceso en el partido conservador para deshacerse de un líder problemático. “El Comité de 1922 debe ponerse a trabajar”, instó sir Roger Gale en la BBC. Este grupo, que incluye de oficio a todos los diputados conservadores que no ocupan cargos en el Gobierno, tiene el poder de acabar con una carrera. Si el 15% de los 360 diputados del Ejecutivo piden la cabeza del primer ministro, se pone en marcha automáticamente una moción de censura. Algunos jefes de gobierno han sobrevivido a esto. Margaret Thatcher, por ejemplo, ganó la votación en 1990, pero tuvo que dimitir poco después porque ya no tenía la confianza del partido.

El número de cartas que tiene en su poder el secretario de la comisión de 1922, sir Graham Brady MP, es el secreto mejor guardado de Westminster. Sin embargo, la prensa británica destaca un aumento de la actividad en los pasillos que rodean el despacho de la comisión.

Según el exministro, que pidió permanecer en el anonimato, los que quieren echar a Boris Johnson ya no son los “candidatos habituales”. Aunque muchos diputados elegidos en 2019, subidos a la ola de la popularidad de Bojo, le apoyaron en la Cámara de los Comunes, algunos son ahora más abiertamente críticos con el primer ministro. Los días en que su lealtad era férrea han terminado.

Traducción: Mariola Moreno

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