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Donald 'el canalla' amenaza al mundo

El presidente estadounidense, Donald Trump, ofrece una rueda de prensa antes de dirigirse al avión presidencia rumbo a a la reunión del G20 en Japón.

François Bonnet

¿Habrá finalmente conversaciones de verdad entre Donald Trump, los europeos y otros dirigentes del planeta? Pues aquí hay una ocasión: este viernes 28 de junio se abre en Osaka la cumbre del G20. Este cenáculo, normalmente sin interés, se celebra mientras el mundo permanece en silencio ante las palabras cada vez más agresivas de un presidente americano fuera de control.

Primero está el ruido de sables con Irán provocado por Washington, que podría degenerar rápidamente en un conflicto regional. Luego está la conferencia, inaugurada este martes en Barhein, sobre el indignante plan de paz del yerno de Trump para los palestinos. Asimismo el martes comenzó en Jerusalén una cumbre sobre Siria e Irán entre Israel, Estados Unidos y Rusia. Y finalmente ahí están las palabras de Donald Trump sobre Europa, pronunciadas el 21 de junio en la cadena NBC durante una entrevista dedicada a Irán: “Los europeos me importan un comino. Ganan mucho dinero [con Irán]. En Francia, venden coches a Irán. En la OTAN nosotros estamos gastando cantidades descomunales y desproporcionadas. En comercio, los europeos se aprovechan de nosotros desde hace mucho tiempo”.

En menos de un mes, cuando acaba de iniciar su campaña para un segundo mandato de presidente, Donald Trump ha reactivado, en un ambiente histérico, todos los asuntos abiertos desde su llegada a la Casa Blanca. Un desdén expreso por Europa; un alineamiento ciego con la extrema derecha israelí; una alianza escandalosa con Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, erigida sobre los intereses mercantilistas de su yerno Jared Kushner; y una agresividad con Irán que nos retrotrae a los mejores momentos de los neoconservadores con Irak.

¿Trump el aislacionista –fue elegido en base a ese programa– ha programado la exportación del caos de su Casa Blanca al mundo entero? ¿La “imprevisibilidad de un presidente caprichoso” –según análisis de los diplomáticos– no estará intentando ocultar el regreso de un imperialismo agresivo de esta superpotencia?

“Sí, la guerra [contra Irán] es una herramienta posible, un medio del que dispone el presidente Trump para volver a ganar credibilidad”, opina el ex primer ministro Dominique de Villepin, entrevistado el martes en la BFM. Pero Villepin, que se opuso en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en 2003, a la guerra de Bush contra Irak, se indigna por el silencio de los europeos y de los aliados de Estados Unidos. “La vida internacional se ha trumpizado y tenemos la obligación de proponer un discurso fuerte y alternativo”, dice.  Y sobre el famoso plan para Palestina dice que “50.000 millones de dólares para cerrar la boca y aceptar ser despojado de todos sus derechos..., en fin, eso es repugnante”. Califica a Trump de “gran perturbador del mundo” y estima que “nuestro principal aliado no se comporta como tal”. El ex primer ministro piensa que “es la hora de decir a Trump lo que se piensa de él”. “No podemos permanecer pasivos y silenciosos ante el riesgo que nos hace correr a todos, hay que levantar la voz”.

Decirle a Trump lo que se piensa… Hay que escuchar con mucha atención para oír la tímida voz de los europeos que hasta ahora, profundamente divididos, han campeado el temporal o adoptado una estrategia de contención. Para resumirlo, no toman al pie de la letra los eructos trumpianos, hacen valer los muchos y buenos contactos habidos con su Administración y no “participan en el Gran Barnum [show circense], sobre todo sin meter un solo euro en la máquina”, como explicaba hace poco un diplomático europeo.

Esa es la línea habitual adoptada por Emmanuel Macron. El presidente, en una entrevista reciente con la revista The New Yorker, dice llanamente que Donald Trump “tiene que aclarar su posición respecto a Europa”. “Hay cierto número de ambigüedades, en particular las que tienen que ver con su posición sobre el Brexit y el hecho de que promueva un Brexit duro”, añadió.

Sin embargo no hay ninguna ambigüedad. Trump desprecia a Europa y lo ha dicho. Trump ha hecho campaña a favor de Boris Johnson contra Theresa May. Trump odia a Angela Merkel. Trump ha pedido a los europeos que aumenten sus gastos militares (y lo han hecho) y ha aumentado los derechos aduaneros sin contramedidas reales de los europeos.

Trump ha salido del Acuerdo de París sobre el clima, ha roto el acuerdo nuclear con Irán, obligando con éxito a empresas europeas a dejar el país, ha denunciado el tratado sobre fuerzas nucleares de alcance intermedio, piedra angular del control de armamentos, ha decidido un aumento sin precedentes del presupuesto militar americano y ha emprendido una guerra comercial con China. Donald la amenaza no es pues un excéntrico imprevisible. Él desarrolla su agenda, transforma en adversarios a quienes no sean sus seguidores y recorre el mundo ofensa en boca. ¿Hay que aceptarlo? Europa lo acepta. Como lo aceptan Emmanuel Macron y su ministro de Asuntos Exteriores, Jean-Yves Le Drian, que dijo estas sorprendentes palabras sobre la crisis con Irán: “Todavía hay tiempo, aunque hay poco tiempo”,  lavándose las manos en el asunto entre Teherán y Washington.

El método Trump: “Hacer que se caguen de miedo”

Porque hay que hacer constar el balance de dos años y medio de Presidencia de Trump y llamar a las cosas por su nombre. Estados Unidos se está convirtiendo en un Estado canallacanalla, un rogue State con capacidad para llevar al mundo a una crisis económica, energética y militar de una amplitud comparable a la que se produjo bajo la presidencia de Bush.

El periodista neoyorquino Michael Wolff, en su libro Estado de sitio, publicado por la editorial Robert Laffont este mes, hace una crónica de la presidencia de Trump que se inauguró con una primera obra, El fuego del furor. Wolff relata entre otros un almuerzo con el viejo Henry Kissinger, de 96 años. El que fuera mano derecha de Nixon aconseja en sus ratos libres al joven Jared Kushner, ministro de Asuntos Exteriores bis de Donald Trump, aunque no tenga ninguna experiencia en la materia.

Pero ese día Kissinger saltó, asqueado por las relaciones mantenidas por la familia Trump con el príncipe heredero saudí Mohamed Bin Salman después del asesinato del periodista Khashoggi. “Toda nuestra política extranjera se basa en la reacción de un solo individuo inestable a lo que él perciba como una afrenta o como un halago. Si alguien habla bien de él, es nuestro amigo; si alguien habla mal de él, si se niega a doblegarse, es nuestro enemigo”, dice Kissinger.

El cuadro elaborado por Michael Wolff en esta nueva obra es efectivamente aterrador. El libro ha sido criticado por varios errores sobre los hechos, pero es sobre todo el ambiente de esta presidencia, ampliamente documentada por los medios americanos, lo que te deja pasmado por tanta brutalidad e ignorancia reinante.

“Nunca, nunca, jamás ceder. La debilidad es lo que esperan. El miedo. Yo no tengo miedo y ellos lo saben. Les he hecho cagarse los pantalones”. Esta frase de Trump es su método de gobierno y es justo ese método el que aplica en sus relaciones con el resto del mundo. ¿Cuál es su receta cuando tiene que compartir escena con otros dirigentes y someterse a sesiones fotográficas? “Hay que dar la impresión de que todos los demás huelen mal”, teoriza Trump.

Todo el libro de Michael Wolff es una señal de alarma sobre “el comportamiento extremista, frenético y desinformado de Trump”. Los hombres que no se dejan someter son “tarados”, “tontos del culo”, “imbéciles” o “traidores”. Las mujeres con las que no ha podido “darse una alegría” son unas “engreídas”, vestidas con “ropa de mercadillo” o bien las “ha echado”, como a una consejera cesada “porque era como un frigorífico con peluca”.

Es la forma de hablar de Trump. Y la forma de actuar. ¿Sobre los iraníes? “Yo no deseo una guerra, pero si se produce la destrucción será total”, dijo a la NBC. “Si los dirigentes iraníes se comportan mal, van a pasar un mal día”, añadió después de haber decidido, el lunes, reforzar las sanciones económicas que inquietan desde entonces a varios responsables políticos y militares iranís.

Pero sobre todo hay que tomar en serio el peligro de Trump porque, tras las repetidas dimisiones de muchos consejeros y ministros, el presidente se ha rodeado para su política extranjera de extremistas confirmados que de “aislacionistas” no tienen nada. Entre ellos, John Bolton, neoconservador del equipo de Bush, obsesionado con el “cambio de régimen” en Teherán (leer aquí su descripción por Mathieu Magnaudeix).

John Bolton, abogado y jurista de profesión, se había distinguido en la época de Bush al hacer salir a Estados Unidos de varios acuerdos multilaterales heredados de la presidencia de Clinton. Es un principio neoconservador: Estados Unidos pueden firmar tratados, pero éstos no pueden maniatar la acción de su gobierno porque no hay nada por encima de su texto fundador, la Constitución. En nombre de imperativos supuestamente constitucionales, cualquier tratado puede de esta forma ser ignorado al día siguiente.

Eso es lo que ha pasado con la denuncia por Trump del Acuerdo de París, con el acuerdo nuclear iraní y con el tratado INF (fuerzas nucleares de alcance  intermedio). Además del eficaz y furioso Bolton, el secretario de Estado, Mike Pompeo, la directora de la CIA, Gina Haspel, y el nuevo secretario de Defensa, Mark Esper, son también halcones dispuestos a dar a conocer la potencia agresiva americana.

Este nuevo equipo de la Casa Blanca hace que sea urgente una respuesta europea fuerte y convincente así como la creación de nuevas alianzas. Europa se ha visto expulsada ya del asunto israelo-palestino, después de las negociaciones sobre Siria y luego del asunto nuclear coreano. Europa ha aceptado sin rechistar ver cómo se ha roto el acuerdo nuclear iraní, ejemplo de una negociación compleja pero exitosa y no está haciendo nada ante la perspectiva de una escalada armamentística nuclear entre Rusia y Estados Unidos.

Con Reino Unido y Francia, Europa dispone de dos puestos como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. La Unión Europea es la primera potencia económica mundial. París, Berlín y Londres tienen pues los medios y los argumentos para hablar alto y fuerte y hacer ceder a Donald Trump que se enfrenta a una elección presidencial en menos de dieciocho meses. No hacerlo hoy amenaza nuestra seguridad.

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  Traducción de Miguel López.

Aquí puedes leer el texto original en francés:  

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