Encaje de bolillos en el nuevo Gobierno de Francia

El nuevo Ejecutivo francés parece salido de un congreso socialista. El equipo de Gobierno de Manuel Valls, segundo primer ministro de la era Hollande, tiene todos los elementos presentes en el cónclave de 2005, el segundo de François Hollande al frente del Partido Socialista (PS). Entonces, el presidente francés logró reconducir al aparato socialista tras las divisiones internas surgidas tras el referendo sobre la Constitución Europea. En esa época, fue capaz de unir a las viejas glorias del partido, que se habían visto obligados ante la convocatoria de elecciones presidenciales que se habrían de celebrar en 2007.

Nueve años después, Hollande ha vuelto a hacer juegos malabares para mantener a sus colaboradores históricos más próximos y transigir con la corriente más a la derecha –que tiene como cabeza visible a Manuel Valls– y con el ala de izquierdas, personalizada en Arnaud Montebourg y Benoît Hamon. A esto hay que añadirle un elemento nuevo que no se puede pasar por alto: la paridad, que ya no es una mera variable de ajuste, sino un principio director en el Gobierno.

A fin de cuentas, como en 2005, cuando la línea del PS todavía no se había visto alterado, el rumbo político del presidente de la República se confirma. El “gobierno de combate” de 2014 es un ejecutivo que cambia poco, que pasa 20 a 16 ministros con funciones plenas, antes de que, la próxima semana, se conozcan los nombres de los titulares de las Secretarías de Estado. François Hollande y Manuel Valls mantienen a los pesos pesados del equipo saliente y entran en escena François Rebsamen y Ségolène Royal, que suceden a dos de los ministros más desgastados, Vicent Peillon y Pierre Moscovici.

Y, como en 2005, cuando Hollande enterró definitivamente la izquierda plural dominante todavía en las regionales de 2004, el núcleo de esta fase 2 del hollandismo solo conserva como aliado al Partido Radical de Izquierda (PRG, por sus siglas en francés).

Los históricos próximos a Hollande, en puestos clave

Los partidarios históricos del presidente del Gobierno hicieron saber el martes que habían mantenido un encuentro “secreto” para protestar contra su eventual pérdida de influencia en el Gobierno. Resultado: conservan u obtienen los puestos fundamentales.

Sin lugar a dudas, Manuel Valls ha fracasado en su intento de colocar en Interior a uno de sus hombres próximos, Jean-Jacques Urvoas, diputado de Finistère [noroeste de Francia], que contribuyó a construir las redes policiales del nuevo primer ministro antes de su nombramiento en 2012. Aunque Hollande ha tenido que renunciar a situar a François Rebsamen en ese Ministerio, otro de sus hombres más cercanos ocupa la cartera: Bernard Cazeneuve.

Cazeneuve –próximo a Laurent Fabius, aunque mantiene muy buenas relaciones desde hace tiempo con Hollande–, dejó de estar en un segundo plano durante la campaña, al convertirse en portavoz del candidato socialista. Tras la victoria de 2012, se convirtió en ministro para los Asuntos Europeos. Tras la dimisión de Jérôme Cahuzac, Cazeneuve se situó frente de la cartera de Finanzas. Desde entonces, es el artífice de las economías presupuestarias drásticas, sin crear por ello conflicto alguno con el resto de ministro y conserva la confianza del presidente.

En esta lista hay que incluir a Ségolène Royal. No forma parte del entorno más próximo de François Hollande y ha construido, recientemente, su propia carrera política. Sin embargo, el presidente de la República ha elegido como número dos del Gobierno a una persona con la que todavía mantiene una estrecha relación.

Nadie cercano a Valls, los próximos a Strauss-Kahn pierden peso

A Manuel Valls solo le respalda un pequeño grupúsculo en el Partido Socialista. La única figura con peso que le apoya es Jean-Jacques Urvoas, actual presidente de la Comisión de leyes en la Asamblea. Sin embargo, el actual primer ministro ha fracasado al tratar de imponer un nombre para el Ministerio del Interior, por lo que no cuenta con nadie cercano en su nuevo Gobierno, más allá de los pesos pesados que han respaldado su nombramiento por afinidad ideológica o por alianza táctica.

Aquellos situados más cerca de Strauss-Kahn son los grandes perdedores de esta remodelación de Gobierno, como lo evidencia la salida de Pierre Moscovici –Hollande no quería en el Gobierno a este ministro, impopular y debilitado, aunque podría colocarlo en la Comisión Europea—, de Geneviève Fioraso –oriunda de la ciudad de, Grenoble, que acaba de pasar a manos de los ecologistas y del Partido de Izquierda— y de Nicole Bricq –que puede volver al Senado–. Así, solo queda Marisol Touraine y, por supuesto, el primer ministro.

Dos figuras entrantes: Ségolène Royal y François Rebsamen

La candidata derrotada en las presidenciales de 2007, presidenta de la región de Poitou-Charentes, de 60 años, regresa al Gobierno como número tres, por detrás de Laurent Fabius. Toma las riendas de un Ministerio que agrupa Ecología, Desarrollo Sostenible y Energía. En 2012, Royal había sido elegida para presidir la Asamblea Nacional pero fue derrotada en las legislativas, en La Rochelle. Desde entonces, la excompañera sentimental de François Hollande, nombrada vicepresidenta de la Banca Pública de Inversiones, una estructura que criticó durante un tiempo, había dado un apoyo tibio al Gobierno, llegando incluso a mostrar inquietud por la falta de disciplina en el equipo de Ayrault.

Otro peso pesado es François Rebsamen, de 62 años. Alcalde de Dijon, descartado para integrar el Gobierno de Ayrault, se aburría en el Senado, donde trataba de dirigir el Grupo Socialista. Su principal logro ha sido el de oponerse a la ley que prohibía la acumulación de cargos públicos. Desde hace años, este hombre próximo a François Hollande aspiraba a ocupar el Ministerio del Interior, pero Manuel Valls siempre se opuso. Rebsamen aterriza en el Ministerio de Trabajo y de Diálogo Social. Un campo del que apenas sabe nada. Su papel será fundamental: es el encargado de fomentar el diálogo social que tanto le gusta a Hollande, pero también será el encargado de comentar cada mes las cifras del paro.

Hamon, número cuatro del Gobierno

El nombramiento de Benoît Hamon –de la corriente más a la izquierda del PS– como ministro de Educación supone un doble reconocimiento: por su disciplina en la mayoría de Hollande –él y los de su corriente han permanecido en el pelotón– y por su vertiente de “buen alumno trabajador” –que ha permitido aprobar dos leyes al inicio del quinquenato–. Además, es “Valls compatible”. Sobre todo, este nombramiento permite reequilibrar el perfil de derechas del propio Manuel Valls y contener a la veintena de diputados descontentos, próximos al número tres del Gobierno, Laurent Fabius.

Montebourg y el Tesoro

Arnaud Montebourg ha logrado lo que quería: sumar más poder a la cartera de Reindustrialización que ya ocupaba con Ayrault. El que fuera candidato a las primarias ha sido designado ministro de Economía, de la Reindustrialización y de Nuevas Tecnologías. Además, espera controlar el Tesoro. Por si fuera poco, Montebourg ha apoyado la llegada a Matignon de Manuel Valls: la semana pasada escribió una carta a François Hollande para exigirle una reorientación de la política llevada a cabo desde el Elíseo en respuesta a la debacle de las municipales; amenazó con dimitir si Jean-Marc Ayrault, al que Montebourg despreciaba, seguía en el cargo.

Montebourg apuesta por que Valls podrá cambiar el tono sobre Europa. A quien le quiere escuchar, le dice que su compañero de Gobierno estaba en contra de la Constitución Europea de 2005 antes de someterse a la disciplina de partido del PS. Los próximos a Montebourg confían también en que Valls les dejará margen de maniobra en los asuntos económicos, en los que el primer ministro no es un especialista.

Los radicales, única apertura del Gobierno socialista

Los únicos aliados de los socialistas en el seno del nuevo Gobierno de Manuel Valls, los radicales de izquierda, mantienen ministro en el nuevo Gobierno de Manuel Valls, representado en la figura de Sylvia Pinel, que ocupará la cartera de Vivienda, y que hasta ahora estaba al frente de Pymes y Turismo en el Gobierno de Ayrault.

Paridad y derecho de las mujeres

El Gobierno de Ayrault fue el primer ejecutivo paritario de la historia. A pesar de los reproches de los caciques del PS, François Hollande no ha renunciado a la paridad con Manuell Valls. De los 16 ministros, ocho son mujeres. Como en el Ejecutivo precedente, solo una de ellas ocupa uno de los ministerios centrales: Christiane Taubira, confirmada al frente de Justicia. Conforme al orden protocolario francés, seis de los últimos ministros son mujeres, pero en esa composiciónSégolène Royal se convierte en el número tres del Gobierno.

El Ministerio de Educación queda en manos de un hombre, Benoît Hamon. Najat Vallaud-Belkacem permanece al frente del Ministerio de los Derechos de las mujeres, aunque tal y como las asociaciones feministas temían, también dicho Ministerio también engloba Juventud y Deportes. Pierde la portavocía del Gobierno.

En Interior, Cazeneuve tiene todo por hacer

El exalcalde de Cherburgo (norte de Francia) llega a un Ministerio donde se han resuelto muy pocos problemas de fondo de los aparecidos después de diez años de políticas de derechas, con Sarkozy. Manuel Valls prefirió no tocar las fuerzas del orden, que cuentan con sindicatos muy fuertes. Desechó la idea que pretendía acabar con los controles policiales de identidad.

Según un sondeo reciente, el 57% de los jóvenes no confían en la policía y el 40% de estos jóvenes considera que los agentes someten “con frecuencia o mucha frecuencia” a controles abusivos. Está todo por hacer a la hora de poner en marcha una política de seguridad de izquierdas y de mejorar las relaciones de los agentes con la población, que no han dejado de empeorar. Es necesario que el nuevo ministro del Interior dé con hombres y mujeres de confianza en una administración que ha hecho carrera con la derecha y que solo ha sido reorganizada solo en parte con Manuel Valls.

Si conserva las atribuciones de su predecesor en materia de inmigración, de asilo y de integración, Cazeneuve tendrá que recuperar el tiempo perdido. Sobre la mesa de su despacho aguarda un gran número de proyectos de reforma que se han ido retrasando. Para ganarse la confianza de las partes, debe cambiar su política. En estos dos años, Manuel Valls se ha limitado a poner en marcha algunas medidas progresivas simbólicas –el fin de la presencia de niños en centros de detención para inmigrantes en situación irregular, derogación de la ley Guéant que impedía trabajar a los estudiantes de fuera de la UE–, lo que no ha bastado para romper con la lógica represiva del quinquenato de Sarkozy.

Las expulsiones de extranjeros en situación irregular han seguido produciéndose en gran número. Sus afirmaciones estigmatizadores con relación a los gitanos rumanos, de los que ha dicho “no deseaban integrarse [...] por razones culturales”, así como el levantamiento de campamentos sin ofrecer a cambio una solución de realojamiento han acabado por convertirlo en la bestia negra de las asociaciones en defensa de los derechos de los extranjeros y de una parte de los simpatizantes de izquierdas.

Cazeneuve debe situarse en la línea prometida por Hollande en la campaña de las presidenciales, en la que cuestionaba tiempos pasados. Antes del verano deberían presentarse dos proyectos de ley: la reforma de la ley del asilo, dirigida a reducir los tiempos para obtener el asilo, y la creación de tarjeta de estancia plurianual que haga más fácil la vida a los extranjeros en situación regular. También se espera que en los próximos días, se conozcan las primeras cifras oficiales del Ministerio sobre sin papeles que han regularizado su situación.

Traducción: Mariola Moreno

El nuevo Ejecutivo francés parece salido de un congreso socialista. El equipo de Gobierno de Manuel Valls, segundo primer ministro de la era Hollande, tiene todos los elementos presentes en el cónclave de 2005, el segundo de François Hollande al frente del Partido Socialista (PS). Entonces, el presidente francés logró reconducir al aparato socialista tras las divisiones internas surgidas tras el referendo sobre la Constitución Europea. En esa época, fue capaz de unir a las viejas glorias del partido, que se habían visto obligados ante la convocatoria de elecciones presidenciales que se habrían de celebrar en 2007.

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