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El escándalo de la violencia sexual en residencias de mayores en Francia: las mujeres son una presa fácil

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Sophie Boutboul (Youpress) y Leila Minano (Investigate Europe)

(Mediapart) —

Advertencia

Este artículo trata sobre la violencia sexual y puede resultar difícil de leer.

"Cuando mi hermana llegó para la visita, acababa de ocurrir.” Alrededor de la mesa del salón de esta pequeña casa de las afueras de Bourg-en-Bresse (Ain), no hay silencios incómodos. Fabrice y Monique cuentan su historia con gran precisión, juntos. El hijo termina las frases de su madre, la interrumpe y retoma el hilo del relato. "La enfermera le dijo a mi tía: 'Ha pasado algo' y no la dejó entrar en la habitación", cuenta el nieto, de 56 años, con sus grandes ojos azules ocultos tras unas gafas redondas. “Ese día, habían encontrado a mi abuela en el suelo, inconsciente, en el aseo de la planta baja".

El 7 de abril de 2013, Denise P., de 93 años, hemipléjica y residente en el Ehpad (Establecimiento de Alojamiento para Personas Mayores Dependientes) de Montrevel-en-Bresse, fue descubierta lejos de su habitación, inconsciente, con la cara hinchada y colorada y la protección higiénica bajada. El médico forense que la examinó posteriormente constató "un traumatismo facial con fractura, así como marcas de agresión sexual".

Denise había sido violada en su residencia, donde debería haber estado segura. Gracias a varias semanas de investigación, hemos podido rastrear, desde 2013 (ver caja negra), a un centenar de víctimas de estos delitos judicializados. Sin embargo, esto es sólo la punta del iceberg.

Su número podría llegar a ser "monstruoso", como explica el Ministerio de Solidaridad. Los residentes en los Ehpad, vulnerables y a menudo silenciados por su estado de salud, son de hecho "presas fáciles", según todos los expertos entrevistados por Mediapart.

Habían limpiado antes de llamar a la Policía

 El agresor de Denise P., dicen que ajeno a la residencia, nunca ha sido detenido. No obstante, la abuela de Fabrice había descrito con precisión al violador a los investigadores: un hombre "de entre 30 y 35 años, pelo corto y negro, cara redonda, de 1,70 metros de estatura, de tipo europeo". Al parecer, la amenazó de muerte, antes de propinarle un puñetazo en la cara e introducirle "los dedos en sus partes íntimas".

Por desgracia, en aquel momento los técnicos de identificación criminal sólo pudieron identificar huellas dactilares y ADN en algunos de los objetos pertenecientes a Denise. Por alguna razón desconocida, la escena del crimen había sido "limpiada", como señalaron los gendarmes en sus conclusiones, y la víctima trasladada.

"¡Habían limpiado! Incluso le habían cambiado la silla de ruedas antes de subirla a su habitación, y sólo después llamaron a la policía, esperaron una hora y media...", dice el nieto, que trabajó él mismo en una residencia de mayores como animador social. Fabrice sigue convencido de que, al principio, la dirección quiso hacer pasar la agresión por una simple caída en las escaleras, pero luego se dieron cuenta de que  se había producido la violación cuando le cambiaron la protección higiénica.

Mi abuela se dejó morir

La familia presentó una denuncia el 11 de abril de 2013 y seis meses después se abrió una investigación judicial por violación de una persona vulnerable. Mientras la maquinaria legal se ponía lentamente en marcha, comenzó el descenso a los infiernos de Denise P. La mujer fue hospitalizada tras la violación y sufrió, según el parte médico, "un déficit funcional temporal total del 100% (...) secuelas neurológicas y psicológicas inmediatas y un empeoramiento de la pérdida de autonomía". Incluso después de salir del hospital, la superviviente "se dejó morir", relata con tristeza Fabrice. "Se había acurrucado, ya no comía, aunque era muy golosa. Ya no era nuestra abuela.”

Monique repasa fotos de su madre en el ordenador del salón. Denise P. está rodeada de sus hijos y nietos en las comidas familiares. En esos rasgos rollizos y ese rostro sonriente, es difícil reconocer el retrato hinchado utilizado por los investigadores. A pesar del apoyo de sus familiares, la residente nunca se recuperó y murió un año después del ataque.

Víctimas que no pueden testificar

La víctima de Montrevel no fue la única que murió antes de ver el final del túnel judicial. Dada la edad media de los residentes en los EHPAD (82 años), su estado de dependencia (el 80% padece trastornos de coherencia y el 40% enfermedades neurodegenerativas) y la lentitud de la justicia, pocos obtienen justicia antes de su muerte. Según un estudio americano realizado sobre una muestra de veinte casos, más de la mitad mueren en el año siguiente a la violencia sexual.  

Y cuando por suerte siguen vivos, estos supervivientes rara vez pueden acudir a la vista para testificar, debido a su vulnerabilidad. "Son mujeres cuyo estado de salud les obliga a guardar silencio y algunas de ellas no pueden recordar", explica Carine Durrieu Diebolt. Esta abogada defendió a una víctima de violación en un Ehpad de Yvelines, sin la presencia de la víctima, que padece Alzheimer.

Lo mismo ocurrió en la residencia de La Trinité, en Martinica, en 2013, donde el abogado Dominique Nicolas se vio obligado a ejercer la defensa en ausencia de su clienta, afectada por la enfermedad de Pick. “Se trata de personas vulnerables que no pueden defenderse por sí mismas. Como los familiares no estén detrás, no pasa nada. Así que sólo vemos la punta del iceberg.”

En Bourg-en-Bresse, la familia de Denise P. nunca se rindió, ni siquiera tras la muerte de "la abuela", como la llaman cariñosamente. El nieto, una de sus tías y su madre, con el apoyo de la asociación Droits et Liberté, han llevado así al Ehpad ante el tribunal administrativo. Se trata de que se reconozca la responsabilidad del establecimiento, que debería haber velado por la seguridad de su residente.

Siete años después de la muerte de Denise P., los jueces les dieron la razón: la residencia de Montrevel era culpable por "falta de organización material y de un sistema de vigilancia insuficiente".

La mitad de las violaciones son cometidas por miembros del personal

En Bourg-en-Bresse, la residencia no había comprobado quién entraba. Pero, ¿cómo van a hacerlo si el agresor trabaja allí? Según los escasos datos disponibles sobre el tema procedentes de investigaciones de criminólogos y de la asociación contra los malos tratos Alma esta categoría representa la mitad de los autores de violencia sexual en esas residencias de mayores.

Según nuestra propia recopilación de datos, en la última década, el 46% de las violaciones y agresiones sexuales que recibieron cobertura mediática fueron cometidas por miembros del personal. A esta primera categoría de agresores le siguen de cerca los residentes (sólo hombres). Luego, en un número mucho menor, la categoría de personas ajenas a la institución, incluidos los familiares.

Estas conclusiones confirman las de Alma, la asociación contra los malos tratos a las personas mayores y discapacitadas, encargada del dossier 3977, en 2021 y 2022. Pero también las de Julien Chopin, criminólogo que ha dedicado un libro y varios artículos a la violencia sexual contra las personas mayores.  

Un celador pillado in fraganti

En Saint-Rémy-lès-Chevreuses (Yvelines), Hervé J., de 59 años, celador en la residencia de Orpea, había organizado su horario para acceder más fácilmente a sus víctimas. "Se las había arreglado para trabajar de noche, cuando había menos actividad en el establecimiento", explica Carine Durrieu-Debolt, abogada de una de las familias de las víctimas.

Pero, una noche de abril de 2018, una cuidadora escuchó como un quejido procedente de la habitación de una residente. Empujó la puerta, según relata la acusación, y sorprendió al celador con los pantalones bajados haciendo "movimientos de vaivén de su pelvis" contra la cama de la paciente, que había "levantado a la altura de su sexo".

Denunciado y luego encarcelado, el celador admitió esa violación, así como varias más en un periodo de 2013 a 2017, a dos mujeres de 58 y 88 años, enfermas de Alzheimer y afasia. Hervé J., condenado a doce años de cárcel por el tribunal penal de Versalles, admitió "ser consciente de que no eran capaces de defenderse, ni de dar su consentimiento".

Víctimas amordazadas por la edad y la enfermedad

Según el criminólogo Julien Chopin, los agresores de residencias de mayores eligen a sus presas entre las residentes más vulnerables. Recurren a mujeres con las que "hay menos riesgo de resistencia y de denuncia". No es casualidad que la mayoría de estos casos se revelen en flagrante delito, ya que las víctimas, enmudecidas o inconscientes por su patología, rara vez pueden testificar. 

“La mayoría de esas víctimas de violencia sexual son mujeres –el 98%– con trastornos cognitivos, discapacidades físicas y psíquicas, como el Alzheimer. La mayoría son viudas, están más aisladas, reciben solo visitas ocasionales de familiares y tienen dificultades para comunicarse", explica Julien Chopin.

Para la mayoría de los agresores, lo que cuenta por encima de todo es "la disponibilidad" de los cuerpos, sostiene la investigadora. Así, en la mitad de los casos recogidos por Julien Chopin, las víctimas estaban durmiendo cuando fueron agredidas.

Parafilia reincidente

La edad no es el factor determinante en la inmensa mayoría de los casos, según Julien Chopin. También cabe señalar que algunos de estos agresores en esas residencias ya se han visto implicados en casos de delitos de pederastia, ya que los niños son igual de vulnerables. El criminólogo habla de "parafilia" y "cronofilia". Según el DSM (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), las características esenciales de la parafilia son "impulsos o comportamientos sexuales que se producen de forma repetida e intensa y que implican objetos inanimados, sufrimiento o humillación de uno mismo o de su pareja, niños u otras personas no consentidoras" y la cronofilia es una atracción por personas con una diferencia de edad, teorizada en varios artículos de investigación y también encontrada en nuestra base de datos.

En Isère, en 2020, por ejemplo, un empleado del Ehpad L'Abbaye de Grenoble, que fue condenado por violar a cuatro residentes, también fue juzgado por posesión de imágenes de pornografía infantil. O, en 2021, en Ganges, un trabajador de mantenimiento condenado por violación y agresión a residentes varones ya había sido condenado por violencia sexual contra menores de 15 años en 2005.

Pero la ley es muy clara al respecto. Nadie puede trabajar en establecimientos médico-sociales si ha sido condenado anteriormente por un delito de violación y agresión sexual. Sin embargo, según una sindicalista, estos controles rigurosos no se aplican necesariamente al gran número de trabajadores temporales de los Edpad.

En un informe de inspección que ha obtenido Mediapart, de octubre de 2020, una agencia regional de sanidad (ARS) constata que en un Ehpad de Orpea faltan los antecedentes penales de doce empleados, fijos y temporales, lo que debería impedirles trabajar. Posteriormente, en la respuesta a los inspectores, Orpea afirma que ha regularizado la situación de sus empleados, pero dice que la empresa de trabajo temporal que emplea a los demás se niega a proporcionarles estos elementos.  

Residentes agresores

Aunque la ley es clara para los trabajadores por cuenta ajena, sigue existiendo una laguna en lo que respecta a la gestión de los residentes agresores, que son igual de numerosos. Tratar estos casos es especialmente difícil para el personal de los Ehpad que, la mayoría de las veces escasos de personal, no siempre pueden garantizar la vigilancia o aislar a esos pacientes peligrosos.

Por ejemplo, en 2008, en el Ehpad L'Orée des bois, situado en Oiron (Deux-Sèvres), una residente se libró de lo peor. En mitad de la noche, otro residente entró en su habitación, le quitó las bragas y la besó a la fuerza. La residente, hemipléjica, sólo se salvó gracias al timbre de alarma que pudo activar y que permitió que dos auxiliares acudieran en su ayuda a pesar de que había muy poco personal: 2 personas para 150 residentes.

“El problema surge sobre todo por la noche, cuando no es posible vigilar todos los pisos por falta de personal", afirma un sindicalista que ya se ha enfrentado a este tipo de violencia. “Y tenemos establecimientos que no son suficientemente seguros, donde se puede entrar y salir como Pedro por su casa.”

Un análisis que no comparte el Ministerio de Solidaridad, que no cree que haya que "aumentar el personal", sino más bien en "la estabilidad a los equipos" y en la formación del personal "que no necesariamente sabe" detectar los hechos. Interrogado por Mediapart sobre la posibilidad de aislar a algunos residentes denunciados por agresión sexual o violación, el ministerio precisó que "no se trata de vigilarlos todo el tiempo, encerrarlos sería atentar contra su libertad, sino de pensar en tratamientos como la castración química". Una decisión que sólo puede tomar un médico en el contexto de las resoluciones dictadas por un tribunal.

El ministerio también cree que los agresores residentes con enfermedades degenerativas "tal vez darían lugar a situaciones de culpabilidad, lástima o empatía hacia ellos". Sin embargo, las enfermedades neurodegenerativas que les afectan no son las únicas implicadas en el acto. “Las personas con antecedentes de violencia sexual envejecen como cualquier otra", afirma Julien Chopin. “Y cuando no están detenidos, es probable que ingresen en un Ehpad. No podemos excluir la posibilidad de que algunos de ellos reincidan en presencia de oportunidades.” 

Existe una falta de concienciación sobre la violencia sexual entre las personas mayores

No hay una estimación fiable sobre el número de víctimas en los establecimientos franceses. La OMS, que realizó un estudio sobre los malos tratos en general, calcula que en Europa un millón de ancianos han sido víctimas de abusos sexuales. Pero esta Organización no diferencia a los residentes en Ehpad de los atendidos en su domicilio.

Interrogamos a la mayoría de las agencias regionales de sanidad (ARS) pero sólo respondió la de Île-de-France, que gestiona 716 Ehpad. En el plazo de un mes y medio, entre el 1 de septiembre y el 24 de octubre, recibió 78 "quejas" que "implicaban sospechas de violencia sexual" (12 de residentes o sus familias y 66 de los establecimientos).

Según el presidente de la asociación Alma, Pierre Czernichow, las alertas recibidas en su organización no son más que "una gota en el océano". La violencia sexual ya está muy poco denunciada en general, pero en las residencias de mayores aún lo está menos. Para Czernichow, esta baja cifra de denuncias es también una cuestión "generacional", porque las mujeres en cuestión pertenecen a una época en la que este tipo de agresiones era tabú. "Hay una imprecisión sobre esta violencia sexual, hasta el punto de que incluso el gran estudio Virage sobre la violencia sexual en Francia, no recoge datos de mujeres de más de 69 años".

En los últimos años, sin embargo, la revolución #MeToo parece haber traspasado las barreras de las residencias de mayores. Y si no entre las propias víctimas, al menos entre sus familiares y el personal, que cada vez son más los que se ponen en contacto con Alma para denunciar agresiones sexuales.

Así, entre 2020 y 2021, el número de alertas recibidas "se duplicó con creces". El presidente de Alma se pregunta: "¿Realmente hay más violencia o es que la gente está denunciando más?” El Ministerio de Solidaridad no parece convencido: "El tabú sobre la violencia sexual que sufren las mujeres mayores sigue siendo mayor que para otros y el #MeToo de las personas mayores sigue todavía ahí."

  

Caja negra

Para crear nuestra base de datos, buscamos en la prensa escrita y audiovisual local y nacional de todos los departamentos y regiones franceses. Salvo un par de excepciones, sólo se trataba de casos judicializados, en diversas fases del procedimiento, de los que se informó en la prensa.

También tuvimos acceso a sentencias de tribunales administrativos y penales que condenaban a residencias de ancianos o a agresores en casos de violencia sexual.

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Nuestra recopilación no es en absoluto exhaustiva; la publicamos a título informativo, ya que hoy en día no se dispone de datos oficiales. Es el resultado de nuestra investigación en código abierto y refleja una investigación que duró varios meses.

Las personas citadas en nuestros dos artículos fueron contactadas entre marzo y diciembre de 2022.

Traducción de Miguel López

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