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Eyal Sivan, cineasta judío antisionista: "Los israelíes sueñan con que a Gaza se la trague el mar"

Familiares de palestinos muertos en ataques del Ejército de Israel contra la Franja de Gaza rezan por los fallecidos en la morgue del Hospital Al Mamadani en la ciudad de Gaza (archivo)

Gwenaelle Lenoir (Mediapart)

Oriente Próximo parece abocado a la desesperación en estos tiempos bélicos. La guerra contra Gaza no parece tener fin y el ejército israelí intensifica sus incursiones en Cisjordania, donde los palestinos también son víctimas de las acciones asesinas de los colonos, que se sienten impunes. La sociedad israelí está enardecida por el recuerdo de la masacre del 7 de octubre de 2023, que sigue siendo traumática, y por la disyuntiva de llegar o no a un acuerdo con Hamás sobre un alto el fuego que permita la liberación de los rehenes aún retenidos en la Franja de Gaza.

Hemos pedido a Eyal Sivan, judío israelí antisionista, cineasta y ensayista, conocido por sus trabajos sobre la sociedad israelí y la memoria de la Palestina histórica, y por su aguda mirada, que nos describa el país, Israel, del que acaba de regresar.

Mediapart: Usted vive en Francia, pero viaja cada poco a Israel para visitar a su familia, así que ve cómo evoluciona la sociedad israelí. ¿Cómo la describiría hoy, cuando ha estado allí hace un par de semanas?

Eyal Sivan: Creo que está realmente dividida, con un segmento por un lado que va de Netanyahu al centro y, por otro, un segmento que va de los “bibistas”, como algunos llaman a los partidarios de Netanyahu, a la extrema derecha, que yo llamo los “judaístas”, los yihadistas judíos.

Esta extrema derecha es apocalíptica, en el sentido de que pretende provocar el Apocalipsis. Para ello, trata de integrar una dimensión religiosa en esta guerra, que es un conflicto colonial y territorial. Cuando Itamar Ben Gvir [ministro de Seguridad Nacional y supremacista judío -ndr] va a rezar a la Explanada de las Mezquitas, quiere implicar al mundo árabe y musulmán en general. Cuando un ministro [Amichai Eliyahu, ministro de Patrimonio, en noviembre de 2023 -ndr] dice que hay que lanzar una bomba nuclear sobre Gaza, está en una visión apocalíptica.

Eso ha dado lugar a un reciente artículo en Haaretz en el que se preguntaba cuáles serían las consecuencias de un ataque nuclear. En la actualidad se están banalizando los escenarios apocalípticos, todo es ya posible, e incluso probable.

¿Cuáles son las líneas divisorias entre las dos partes de la sociedad que usted describe?

La división es por cuestiones del lugar de los religiosos frente a los laicos. Ya no hay división racial, la hay sobre las instituciones democráticas, la misma que existía en vísperas del 7 de octubre de 2023. Porque la pretendida oposición a Netanyahu no tiene otra alternativa distinta a la guerra.

Un ejemplo son las grandes manifestaciones del sábado. Son por la liberación de los rehenes y contra Netanyahu, contra la corrupción ética del sistema de Netanyahu, pero no hay ni una pancarta, ni una camiseta por el fin de la guerra, y hay más banderas israelíes que manifestantes. En esto se parecen mucho a las grandes manifestaciones anteriores al 7 de octubre, que querían defender la democracia, pero sólo la democracia judía, y que dejaron cuidadosamente de lado la cuestión palestina.

El resultado es que, según las últimas encuestas, Netanyahu podría ganar las próximas elecciones. Sólo unos cientos de israelíes del “bloque anti-ocupación”, pertenecientes a diversos movimientos anticoloniales y organizaciones de derechos humanos, hablan de masacre y de genocidio.

Los resultados de la guerra contra Gaza son especialmente espantosos. ¿Cómo se explica que no haya un movimiento de rechazo más fuerte?

Los israelíes no quieren saber lo que pasa en Gaza, y de hecho lo dicen. Cuando hablas con la gente por la calle, taxistas y dependientes, no paran de decir: “Ellos se han buscado lo que les estamos haciendo”.

Se han puesto anteojeras, no quieren saber que el ejército ha matado a 16.000 niños en Gaza, ni ver las demoliciones masivas, las torturas sistemáticas documentadas por B'Tselem, ni lo que está ocurriendo en Cisjordania. “No tenemos suficiente compasión por nosotros mismos, así que no tenemos ninguna por los demás”, dice una parte de los israelíes.

Los israelíes sueñan con que los palestinos en general desaparezcan. No les importa lo que les pase

Otra parte, gente corriente, y también comentaristas militares y especialistas en asuntos árabes, dicen que si esta guerra dura tanto es porque “luchamos con los guantes puestos”. Es la prueba de que somos un ejército extremadamente limpio que toma sus precauciones.

Por supuesto, los canales de televisión hablan constantemente de rehenes y operaciones militares, pero nunca se muestran las consecuencias. El viejo sueño de Rabin –“Sueño con despertarme un día y que Gaza haya sido tragada por el mar” es en cierto modo compartido por todos. Los israelíes sueñan con que los palestinos en general desaparezcan, que todo se detenga. No les importa lo que les pase.

Se critica duramente a Netanyahu y a su gobierno pero los militares parece que se libran.

Una gran mayoría apoya al ejército israelí. El mismo ejército que no impidió el ataque en el sur del país, el que permitió que se produjera una invasión dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Israel por primera vez desde la Declaración de Independencia de 1948. Ese ejército que, hasta el 6 de octubre de 2023, nos decía que era el más fuerte de la región y uno de los más poderosos del mundo. Ese ejército, que hasta ahora se ha mostrado incapaz de derrotar a una organización armada como Hamás, que no es un Estado, sigue contando con el apoyo de los israelíes.

E incluso, por decirlo radicalmente, aunque agosto es el primer mes de reclutamiento para los jóvenes israelíes, goza del apoyo de todas las madres que siguen, incluso ahora, enviando a sus hijos a filas. La sociedad israelí apoya a su ejército y, por tanto, lo que hace ese ejército.

La aprobación de la ley que obliga a los judíos ultraortodoxos a realizar el servicio militar, del que antes estaban exentos, ha provocado manifestaciones. Incluso se ha hablado de guerra civil.

Los periódicos no hablan de guerra civil, sino de guerra fratricida, lo que dice mucho de la naturaleza tribal de esta sociedad. No lo creo en absoluto. Pero me gustaría subrayar un punto: ¿qué reprochan los laicos a los religiosos en esta historia? Dicen: “No queremos llevar solos la carga de la guerra. No es normal que seamos sólo nosotros los soldados y los asesinos”.

Los religiosos quieren seguir estudiando y no ir al ejército. Si nos oponemos a esta guerra, hay que apoyar a los ultraortodoxos.

¿Cómo están reaccionando los israelíes a la petición del fiscal del Tribunal Penal Internacional de que se cursen órdenes internacionales de detención contra Benjamin Netanyahu y el ministro de Defensa Yoav Gallant, y a la sentencia del Tribunal Internacional de Justicia sobre la ocupación?

La mayoría de la sociedad israelí, incluida la buena sociedad, por utilizar la expresión de Hannah Arendt, considera que Israel está siendo perseguido. Que el país se enfrenta a un doble rasero, porque otros países criminales no son condenados. La que se considera oposición israelí suscribe esta opinión.

Tan pronto como el fiscal Kahn [del TPI -ndr] hizo una petición para emitir órdenes de arresto, Yaïr Lapid, el símbolo de esta oposición israelí a Netanyahu, un ashkenazi que representa a las clases medias altas urbanas, inmediatamente apoyó a su gran enemigo Netanyahu, afirmando que se trataba de un ataque antisemita contra Israel.

¿No temen los israelíes que su país sufra sanciones?

No. Para los israelíes, la comunidad internacional está dividida en dos: por un lado, el tío Sam, y por otro, la Europa antisemita. Mientras los americanos estén de nuestro lado, estamos a salvo. Y en realidad, los israelíes están profundamente convencidos, y lo saben porque el pasado así lo ha demostrado, que perro que ladra no muerde. Todas las resoluciones de la ONU sobre la ocupación, la construcción de asentamientos, todas las declaraciones de indignación, etc., nunca han conducido a nada.

Durante los últimos diez meses, casi once meses, la sociedad israelí ha sido entrenada y educada para aceptar todo este horror

Los israelíes están convencidos de que, una vez más, no pasará nada. Los hechos les dan la razón puesto que siguen llegando armas. Continúan las campañas israelíes de represión en Cisjordania y la construcción de asentamientos, sigue la destrucción masiva de Gaza, no cesan los bombardeos del sur de Líbano y más allá, y no pasa nada.

¿Qué podría hacer cambiar la opinión israelí?

Dos cosas. En primer lugar, la continua presión de los organismos de crédito internacionales. Una caída del crédito pesaría sobre la economía real, veríamos empresas que huyen, falta de inversión, etcétera. En segundo lugar, como siempre he dicho, mientras los israelíes de a pie no sientan que sus privilegios están restringidos, nada va a cambiar.

Si el acuerdo de asociación entre Europa e Israel se suspende por el artículo 2, es decir, por una grave violación de los derechos humanos, todos los que se benefician de reducciones fiscales, vuelos al extranjero, etc., se verán afectados. Cuando los soldados israelíes con doble nacionalidad sean condenados o detenidos, o cuando no puedan matricularse en una universidad inglesa, por ejemplo, entonces las cosas cambiarán.

Pero tendrá que haber un marcador fuerte que indique que hemos pasado de las palabras, la indignación y las advertencias a los hechos. De lo contrario, nada cambiará. Los israelíes tienen una gran costumbre. Cuando éramos niños, cantábamos una canción que nos enseñaron nuestros padres y abuelos. El estribillo dice: “El mundo entero está contra nosotros, el mundo entero está contra nosotros”, y la última frase es: “El mundo entero está contra nosotros y nos importa un bledo”.

Entonces, ¿cómo definir en qué se ha convertido Israel desde el 7 de octubre de 2023?

En los últimos diez meses, casi once meses, la sociedad israelí ha sido entrenada y educada para aceptar todo este horror. No hablo de Gaza porque a la sociedad israelí no le interesa Gaza: que haya 10, 15, 40 o 50 o 180.000 muertos, como dice Lancet, no le interesa a la sociedad israelí, sino acostumbrarse a la horrible idea de que mueran rehenes, algunos de ellos como consecuencia de los bombardeos israelíes, a la idea de que mueran soldados todos los días. Los límites se traspasan constantemente.

¿Cuánto tiempo aguantará la gente los desplazamientos internos? El norte del país se ha transformado en una zona de guerra permanente. Las pruebas son constantes: los rezos judíos en la Explanada de las Mezquitas son cada vez más frecuentes, y ha muerto un número récord de prisioneros en las cárceles israelíes. Antes, un preso muerto significaba una huelga general o disturbios en los territorios palestinos. Ahora no hay reacción. Así que seguimos adelante.

De hecho, irónicamente, Israel va camino de convertirse en parte de Oriente Medio. Pero en lo peor de Oriente Medio. Como otros Estados, está completamente apoyado por Occidente y especialmente por Estados Unidos, esclavizado a intereses empresariales que son cualquier cosa menos los intereses de la población.

Como otros, es un régimen teocrático-militar orientado a los negocios, donde la principal inversión es lo militar, que es también el lugar de la cohesión social, un país con enormes diferencias entre ricos y pobres, con grandes riquezas y donde muchos de los bienes e inversiones están fuera del país. Israel se ha convertido en una sociedad formada por binacionales, es decir, una burguesía binacional que puede elegir irse.

Ya envían a sus hijos al extranjero porque el sistema universitario nacional se está desmoronando. Y hay una minoría, que son los palestinos ciudadanos del Estado de Israel, completamente amordazados por el miedo y un territorio sin ley donde la gente puede hacer lo que quiera.

Caja negra

Esta entrevista se realizó el 28 de agosto de 2024.

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Traducción de Miguel López

 

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