"Ponte un jersey más en casa”, dijo el ministro de economía alemán, Robert Habeck, al presentar su plan de emergencia el 30 de marzo, retomando unas recomendaciones que habrían parecido incongruentes hace apenas unas semanas. Pidió a los empresarios y a los hogares que limitaran al máximo su consumo de energía, sobre todo de gas, en particular bajando la calefacción en las viviendas. Y es que Alemania se prepara para lo peor: prescindir del gas ruso, que representa el 52% de su consumo, a partir del 1 de abril.
Como medida de represalia en respuesta a las sanciones del bloque atlántico, Vladimir Putin ha decidido exigir a todos los países "amigos"; el pago en rublos de todas las ventas de petróleo, gas y otras materias primas (trigo, níquel, cobre, paladio, etc.). Se trata de una toma de poder, según denuncian los europeos y estadounidenses, que se niegan a utilizar la moneda rusa en sustitución del dólar y el euro. Como respuesta, el presidente ruso anunció que el gobierno no proporcionaría su gas y su petróleo de forma gratuita y que, en ese caso, detendría el suministro.
Sin embargo, no es del todo seguro que Rusia vaya a cumplir su amenaza, al menos en un principio: en una conversación mantenida la noche del 30 de marzo con el canciller alemán Olaf Scholz, Vladimir Putin dijo que Rusia seguiría aceptando pagos en euros si pasaban por Gazprombank, el brazo del gobierno ruso no sometido a las sanciones occidentales, que garantizaría la conversión en rublos.
Pero el gobierno ruso apenas se ve comprometido con estas promesas. Su homólogo alemán no tiene más remedio que prepararse para el más oscuro de los escenarios.
Ha aparecido la palabra racionamiento
Se ha creado una unidad de crisis de alto nivel para hacer frente a todas las eventualidades y en ella ha aparecido la palabra racionamiento. En caso de graves tensiones en el suministro de gas, Berlín dice estar dispuesto a excluir a la industria de alto consumo energético del suministro de gas para dar prioridad a los hogares.
Austria va por el mismo camino. El gobierno ha dicho que aplicará su plan de cuotas nacionales de emergencia en los próximos días, ya que espera que sus suministros de gas disminuyan considerablemente en las próximas semanas. El 80% de las importaciones de gas en Austria proceden de Rusia. "Haremos todo lo posible para garantizar el suministro de gas para los hogares y las empresas austriacas", dijo el canciller Karl Nehammer, sin entrar en más detalles.
Porque, aunque todos los gobiernos intentan tranquilizar a la población, ninguno está realmente seguro de cómo sustituir el suministro de gas ruso. La semana pasada, el gobierno estadounidense prometió entregar 15.000 millones de metros cúbicos de gas de esquisto americano a Europa. Pero eso tomará algún tiempo, mientras que el stock en Europa está en su punto más bajo. En cualquier caso, las entregas prometidas no son suficientes para sustituir el gas ruso: apenas representan una décima parte de las importaciones europeas de gas procedentes de Rusia (155.000 millones de metros cúbicos en 2021).
Para librarse de las garras de Moscú, los dirigentes de los distintos países europeos y la Comisión Europea se están moviendo por el mundo, talonario en mano, tratando de encontrar soluciones alternativas, sin estar seguro de encontrarlas. Y aunque todos ellos, salvo Alemania, todavía no hablan abiertamente de cortes de suministros o de racionamientos, la idea está ganando terreno en toda Europa.
La idea también circula en relación con el suministro de gasóleo. Aunque la situación del mercado del petróleo es menos tensa que la del gas -hay más alternativas, aunque los países de la OPEP no parecen querer aumentar su producción-, hay ciertos productos específicos que plantean un problema, sobre todo el gasóleo. Desde hace tres semanas, varios expertos han dado la voz de alarma sobre esta producción de este combustible, que se utiliza muchísimo en el transporte y la industria.
Una gran parte del gasóleo se fabrica a base de petróleo pesado ruso, explican, y todos los demás aceites sustitutivos no tienen las cualidades necesarias. Y también aquí las reservas mundiales están en su punto más bajo. De ahí a la idea de que haya que imponer cuotas hay un paso que algunos han empezado a dar.
Escasez de alimentos
Pero no sólo en el sector energético se cierne el riesgo de interrupción o escasez. También en el sector alimentario el problema va en aumento. En España, una huelga de camioneros ha interrumpido todas las vías de suministro durante semanas en protesta por la subida de los precios de los carburantes, y el Gobierno español acaba de aprobar el 30 de marzo unas normas para autorizar "el racionamiento de determinados productos". Los comerciantes podrán limitar "temporalmente" el número de productos que los clientes pueden comprar.
El gobierno no ha dado una lista de los productos racionados, pero los aceites de girasol y colza y el maíz encabezan la lista de sugerencias. España importa de Ucrania el 60% del girasol y el 30% del maíz y en esos casos también hay que encontrar fuentes de suministro alternativas.
Por iniciativa propia, las cadenas de supermercados (Carrefour, Metro, Lidl, Aldi) han empezado a imponer restricciones a las compras de aceite de girasol para evitar la escasez, mientras que, por precaución, los hogares han empezado a acumular reservas. La gran distribución belga ha seguido también ese ejemplo.
Estas medidas de racionamiento son sólo la última herramienta que los gobiernos pretenden utilizar en este momento de crisis geopolítica y económica. En cualquier caso, el aumento de los precios ya está empezando a pasar factura y a limitar la demanda. Las últimas cifras de inflación de la zona euro dan una idea de la magnitud de los cambios en curso: en febrero, aumentó hasta un 9,8% en España, un 7,6% en Alemania, un 7% en Italia...
En todas partes están en juego las mismas dos partidas de gastos: la energía y la alimentación, las que satisfacen las necesidades esenciales.
Sin embargo, para muchos hogares es cada vez más acuciante la cuestión de elegir entre la comida, la calefacción y el transporte. En Gran Bretaña, el 32% de los hogares afirma haber recortado el gasto en gas y electricidad, y el 31% en alimentos. Al parecer no se ha realizado aún ningún estudio sobre el mismo tema en Francia, donde ya antes de la crisis había más de 10 millones de hogares en situación de grave inseguridad financiera y energética.
"Cuanto más dure la guerra, mayores serán los costes", advirtió el 30 de marzo la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, durante una visita a Chipre. Según los últimos cálculos de los economistas de Bloomberg, publicados el 31 de marzo, solo el aumento del coste de la energía en Europa podría suponer a los hogares europeos 230.000 millones de euros más. Esto supone 100.000 millones de euros más de lo previsto en febrero.
Destacando las sanciones sin precedentes contra Rusia, y los efectos en el conjunto de la economía mundial, el historiador Nicholas Mulder advierte en un reciente artículo en Foreign Affairs: "El uso de sanciones contra economías muy grandes no es posible sin medidas compensatorias para apoyar las economías de los países sancionadores y del resto del mundo", advierte.
Hasta ahora, los países del bloque atlántico sólo han anunciado medidas puntuales y específicas, como el uso de las reservas estratégicas de petróleo de Estados Unidos para aliviar las tensiones en los mercados energéticos, o la reducción de los impuestos indirectos sobre determinados productos en Europa. Sin embargo, no parece haber una respuesta global para hacer frente a la creciente amenaza de una inflación galopante causada por la escasez.
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Pero para eso deberíamos prepararnos todos, según Rob Kapito, el presidente de BlackRock. “Por primera vez, esta generación puede entrar en una tienda y no conseguir lo que quiere";, advirtió en una conferencia el 30 de marzo. “Abróchense los cinturones porque esto es algo nunca visto".
Traducción de Miguel López
Texto disponible en francés:
"Ponte un jersey más en casa”, dijo el ministro de economía alemán, Robert Habeck, al presentar su plan de emergencia el 30 de marzo, retomando unas recomendaciones que habrían parecido incongruentes hace apenas unas semanas. Pidió a los empresarios y a los hogares que limitaran al máximo su consumo de energía, sobre todo de gas, en particular bajando la calefacción en las viviendas. Y es que Alemania se prepara para lo peor: prescindir del gas ruso, que representa el 52% de su consumo, a partir del 1 de abril.