El HDP prokurdo se convierte en el partido de los indignados de Turquía

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“Tengo 54 años, no soy kurda, pero soy feminista”, precisaba Filiz Kerestecioglu, candidata del HDP por Estambul. El domingo previo a la celebración de las elecciones legislativas del pasado 7 de junio, esta abogada tomaba la palabra en pleno barrio de Cihangir, cuyas calles adyacentes a la plaza Taksim desembocan en el Bósforo. En la plaza se vive un ambiente festivo. Los niños pintan árboles (logotipo del HDP), se pueden degustar galletas y tomar un té. El vendedor ambulante viste una camiseta del Che Guevara. Este ambiente familiar e informal describe muy bien una nueva forma de vivir la política en Turquía, en las antípodas de los mítines multitudinarios del AKP del presidente Erdogan.

Filiz Kerestecioglu, integrante de una asociación que trabaja en defensa de los derechos humanos, entró en contacto con los militantes kurdos en los años 90. En 2011, se sumó al movimiento HDP, que la designó candidata para las legislativas de 2015. “Mi color siempre ha sido el malva [que representa el movimiento feminista en Turquía]. Por tanto, sumarme al HDP es la prolongación natural de mi lucha. Se trata de un partido multicolor que defiende numerosas causas, entre otras, la de las mujeres”.

La trayectoria de esta mujer de Estambul, que acaba de ser elegida miembro del Parlamento de Ankara, ilustra el proceso de transformación por el que ha pasado el HDP, que muchos siguen calificando de partido kurdo o prokurdo, con toda la intención del mundo, en un país donde la palabra “kurdo” se asocia con la lucha armada (cuando no al terrorismo), a los miles de víctimas del conflicto de los años 90 y a las veleidades independentistas.

De modo que, bajo el paraguas del HDP, tienen cabida numerosos integrantes (organizaciones de izquierdas, feministas, homosexuales, ecologistas, etc.), unidos por la consigna de “Todos nosotros al Parlamento”. Es un partido que en otras latitudes se podría calificar de izquierda plural. “Somos el pueblo y los pueblos”, resume Filiz Kerestecioglu. “El pueblo para que cada uno sea dueño de su propio destino; los pueblos para acabar con la exclusión, el racismo y establecer una paz duradera”.

Feraht Kentel es sociólogo y miembro del Partido Socialista Obrero Revolucionario: “El movimiento político kurdo se ha ido convirtiendo progresivamente en el partido de toda Turquía. Y como no existe una verdadera oposición de izquierdas, el HDP ocupa ese vacío”. Para este profesor universitario de Estambul, que no oculta que comparte los valores del HDP, se trata de un “movimiento social que se ha desarrollado al margen de los partidos tradicionales y que es similar a lo que sucede en el mundo entero y que se ha materializado en Occupy Wall Street; Podemos, en España o los Indignados, en Brasil”.

El HDP no reniega de su pasado, próximo al movimiento kurdo, cuyo brazo armado es el PKK. Su líder, Abdullah Öcalan, que cumple cadena perpetua, sigue siendo muy influyente. Los responsables y las estructuras del movimiento kurdo tienen un verdadero “peso”. Sin embargo, durante la reciente campaña electoral, los kurdos han dado un paso atrás, tanto a la hora de redactar el programa, como para designar a los candidatos. Y la apuesta ha funcionado. A pesar de ser la cuarta fuerza política, la formación se ha convertido en la gran vencedora de las elecciones legislativas del 7 de junio.

En gran medida, el HDP debe su éxito a Selahattin Demirtas, un personaje en ascenso en la vida política turca, que obtuvo el 9,7% de los votos en las elecciones presidenciales de agosto de 2014. El copresidente del HDP nació en el seno de una familia kurda del sudeste del país. Comenzó a estudiar Derecho para defender a su hermano, que no encontraba abogado. Militaba en una asociación turca que trabaja por los derechos humanos y cuya filial Diyarbakir (capital de los kurdos de Turquía) acabó presidiendo y abrió una delegación de Amnistía Internacional.

Para ilustrar la popularidad creciente de este hombre, en la cuarentena y al que apodan Selo, Ferhat Kentel asegura con una sonrisa: “Mi suegro, que lleva votando al MHP [partido nacionalista] toda la vida, me ha dicho que votaría a este tipo si presidiera el MHP”. Se trata de un hombre sencillo, honesto, humano. Toca el saz (instrumento tradicional). Y esta naturalidad convierte en mediocres a los demás líderes políticos. El sociólogo hace hincapié en el tono humorístico empleado en la presentación, en forma de sketch, del programa del HDP en televisión: “La política turca está polarizada, dividida. Hay odio, traición. Y cuando aparece un partido que se ríe, que bromea, los adversarios políticos se vuelven locos y recurren al insulto, la humillación. Se trata del nuevo espíritu de los movimientos sociales turcos, como el nacido de la ocupación del parque Gezi”.

Cuando sus adversarios juegan la carta de las divisiones étnicas o religiosas, Demirtas defiende sin concesiones una política de reconciliación, la continuidad del proceso de paz entre kurdos y turcos, en aras de un futuro común, o el reconocimiento del genocidio armenio. Es sorprendente ver ondear banderas turcas en las reuniones del HDP y el retrato de Mustafá Kemal Atatürk al lado del de Ocalan.

“Turquía y no solo los kurdos”

Esta unidad está abierta a todos en el país. “Somos el partido que presenta mayor número de mujeres a las elecciones legislativas. Todas las minorías, incluido el colectivo LGTB, están representadas en nuestra formación. Es cuestión de principios”, insiste Selahattin Demirtas. El HDP, cuyas listas incluyen un 48% de mujeres, tiene mucho camino andado en materia de paridad.

Estas declaraciones de intenciones son arriesgadas, incluso en los medios más abiertos de Estambul. El PKK sigue dando miedo. La figura de Ocalan continúa representando una amenaza. Zeynep Tanbay es bailarina. Forma parte de la intelectualidad artística de Cihangir. Tampoco ella es kurda, pero se ha lanzado a la aventura del HDP para captar votos. Para Zeynep, la transformación no solo se está produciendo desde el lado kurdo. “El partido kurdo hablaba ya de Turquía en su conjunto y no solo de los kurdos. El discurso no ha cambiado, pero el oeste de Turquía no estaba listo para escucharlo. Los prejuicios prevalecían”.

Después de ir puerta por puerta se dio cuenta de que “poco a poco, la mentalidad se va abriendo. Por fin hay un punto de coincidencia entre el discurso del HDP y la gente que se pregunta por la situación a la que el AKP ha abocado al país. La idea de que el HDP es un partido al servicio de una Turquía democrática, en su conjunto, va abriéndose paso. Lo que es bueno para los derechos de los kurdos es bueno automáticamente para toda Turquía. Significará más democracia para todos nosotros”.

Sin embargo, el HDP no está a salvo de las contradicciones propias de una izquierda heterogénea. Ferhat Kentel precisa: “Soy múltiple. Somos muchas cosas a la vez. La identidad es algo más complejo que ser kurdo o musulmán. Está mi dimensión kurda, mi dimensión musulmán, mis otras dimensiones...”. Para el sociólogo, el HDP es el fiel reflejo de las nuevas realidades sociológicas del país. Su heterogeneidad “rompe el modelo”, integra y es contrario a las ideas categóricas. “Si dejasen de lado al colectivo LGTB o a los armenios, el HDP podría conseguir más votos, pero dejarían de ser ellos mismos”.

Esta heterogeneidad puede ser un hándicap: “Es difícil tener un discurso unitario. El denominador común es aceptar las diferencias, defender los derechos y las libertades individuales y ser partidario de contar con una democracia de base”, explica Murad Akincilar del centro de investigaciones de Ciencias Sociales y Políticas DISA. Esta diversidad inherente al movimiento lo convierte en un objetivo fácil de atacar. “Durante la campaña, al AKP no le ha importado instrumentalizar los miedos y los prejuicios más viles calificando al HDP de ateo, de subversivo, de perverso. Es primitivo, pero funciona”, prosigue el investigador.

Durante la últimas semanas, todo ha valido para controlar el ascenso del HDP que vaticinaban los sondeos. Se ha demonizado al partido, han proliferado las generalizaciones. Una violencia que no solo ha sido solo verbal. El atentado bomba, que causó dos muertos y decenas de heridos, durante la celebración del último mitin de campaña ha sido el punto álgido de multitud de ataques contra las oficinas y militantes del partido.

Pese a todos estos obstáculos, de los escasos medios, de la desigual cobertura mediática, el HDP se ganó, incontestablemente, su sitio en el Parlamento y el mundo político turco ya no es el mismo. Al presidente Erdogan que, pese a su condición, se ha implicado en cuerpo y alma en la campaña prometiendo una “nueva Turquía” con un régimen presidencial fuerte en lugar del régimen parlamentario actual, el 13% de los electores le han respondido que querían otra “nueva Turquía”.

Reportaje realizado en colaboración con P24 Plateform for independent journalism

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Traducción: Mariola Moreno

Leer el texto en francés:

“Tengo 54 años, no soy kurda, pero soy feminista”, precisaba Filiz Kerestecioglu, candidata del HDP por Estambul. El domingo previo a la celebración de las elecciones legislativas del pasado 7 de junio, esta abogada tomaba la palabra en pleno barrio de Cihangir, cuyas calles adyacentes a la plaza Taksim desembocan en el Bósforo. En la plaza se vive un ambiente festivo. Los niños pintan árboles (logotipo del HDP), se pueden degustar galletas y tomar un té. El vendedor ambulante viste una camiseta del Che Guevara. Este ambiente familiar e informal describe muy bien una nueva forma de vivir la política en Turquía, en las antípodas de los mítines multitudinarios del AKP del presidente Erdogan.

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