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“Maldita guerra y maldita frontera”: diario de un joven recluta ruso a un paso de Ucrania

Archivo - Imagen de archivo de cadetes del Ejército ruso durante los preparativos de un desfile en Moscú

Pierre Alonso (Mediapart)

Sumy (Ucrania) —

El 27 de abril, el ejército ruso capturó la aldea de Solovyove, en dirección a Pokrovsk, en el Donbás. La víspera, el ayuntamiento de Kiev había ordenado la evacuación urgente del hospital infantil número uno de la capital, tras las amenazas que pudieron oírse en la televisión bielorrusa. Durante la noche, cayeron unos treinta y cuatro misiles rusos sobre infraestructuras energéticas ucranianas.

El 27 de abril, un joven ruso no dijo nada de esos acontecimientos cuando empezó a escribir su diario en un cuaderno formato A7 (7,4 por 10,5 centímetros). Con su cuaderno en horizontal, escribió: “27.04.24 Pueblo de Sudja. 250 metros de la frontera con los khojols [término peyorativo referido a los ucranianos, ndr] . El primer día llegan los morteros de las FAU [fuerzas armadas ucranianas, ndr] . No es lo que me esperaba el primer día. No les he dicho a mis padres ni a mi hermana que la frontera estaba tan cerca para que no se preocuparan. Espero que todo vaya bien.” Tras unas frases relatando la actividad militar del día, añade: “174 días para la desmovilización”.

Este recluta es uno de los miles de jóvenes rusos llamados al servicio militar. Pasan doce meses en el ejército, a veces entre la vida y la muerte. Para evitar que su muerte provoque una ola de ira en la sociedad, el régimen ruso los mantiene al margen de la invasión de Ucrania, aunque algunos de ellos hayan participado en ella al comienzo de la agresión.

Se les asignan principalmente misiones periféricas, como la protección de fronteras. El autor del diario fue destinado allí a mitad de su servicio, lo que está “en consonancia con la política rusa de no enviar reclutas a un ‘punto caliente’ si no han recibido una formación de cuatro meses”, señala Dara Massicot, especialista en el ejército ruso de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional.

Esos novatos fueron los que se encontraron con un asalto por sorpresa de las fuerzas ucranianas el 6 de agosto. Muchos de los militares ucranianos que hemos contactado describieron la desorganización de estos soldados inexpertos, que parecían incapaces de responder a semejante ataque. De hecho, el ejército ucraniano rompió sus defensas y ahora reclama el control de unos 1.300 kilómetros cuadrados y un centenar de ciudades en la región rusa de Kursk.

El hallazgo de soldados ucranianos

Una unidad ucraniana desplegada en Rusia en las primeras horas de esta operación descubrió el diario de este recluta en una posición a menos de cinco kilómetros de la frontera, un complejo defensivo diseñado para unos treinta soldados. Tras echarle una ojeada, el jefe de la unidad decidió confiarlo, intacto, a Mediapart.

Nos lo trajo durante un encuentro a primera hora de la mañana en las afueras de Sumy, junto con un conjunto de otros “trofeos”, equipos y armas sacados del campamento de enfrente: una bolsa de lona del ejército ruso; un botiquín completo; restos de munición; periódicos; carteles de propaganda plastificados, etc. Y este cuaderno, cuya portada en camuflaje en la portada dice extrañamente, en inglés: Move, never give up, stay strong (Muévete, nunca abandones, sé fuerte). En el reverso, una pegatina señala el lugar de fabricación (Rusia) y la fecha de producción (noviembre de 2022).

Durante semanas, un joven soldado escribió su vida cotidiana en la guerra. Este relato personal, que no se escribió para hacerse público, es un crudo registro de las experiencias de un recluta. Su nombre y su edad no aparecen en ninguna parte. Sólo conocemos su seudónimo, encontrado el 27 de mayo: “ARTA”. “No se me ocurre nada más, pero me vale :)”, se dice a sí mismo.

Aparecen algunas pistas sobre su identidad. “Parece ser de una posición social bastante buena, escribe muy correctamente sin faltas de ortografía. Tiene estudios, está en contacto con su familia. No es alguien que ocupe una posición marginal en la sociedad. Es un chico ruso normal”, dice Anna Colin Lebedev, investigadora de la Universidad París-Nanterre, tras leer el cuaderno.

Estamos casi en julio [...] Todavía faltan cuatro meses para que vuelva a casa

El autor del diario

¿Qué hacía con las armas en la mano, que no era en absoluto un combatiente experimentado? Estaba “muy aburrido” (9 de mayo). El 15 de mayo, deja entrever la inactividad reinante: “Ya son las 3 y todo parece tranquilo. Estamos sentados con el teniente Vlasov, comiendo pipas y bebiendo kvas. Él está viendo vídeos y yo estoy jugando tranquilamente :)”. Un mes después, encontró un truco para mantenerse ocupado durante sus turnos de guardia, que son de veinticuatro horas: “Si nos descargamos unas cuantas películas o series de televisión, la guardia pasa rápido”.

El 24 de junio, su grupo tuvo un entretenimiento inesperado: “Aparecieron dos amigos de cuatro patas, Mashka y Sharin. Parecen spaniels, pero tienen las patas cortas, como los corgis. Son alegres y siempre nos acompañan en nuestra carrera matutina. :)”. El día 29, echa cuentas: “Estamos casi en julio [...]. Aún faltan cuatro meses para volver a casa. Dicen que el verano vuela, y tengo la impresión de que así es, sobre todo si las guardias de noche: por la noche no hay nada que hacer. Normalmente no pasa nada, sólo te sientas y escuchas”.

Esas horas y días de espera sin hacer nada despiertan su nostalgia. El 23 de mayo escribe: “Hoy he mirado las fotos de todos mis amigos despidiéndome en la oficina de registro militar, y hasta me han entrado ganas de llorar :). [...] Cada vez tengo más ganas de volver a casa”.

Lo íntimo y lo material

Como señala Anna Colin Lebedev, el joven “no está ausente en lo que escribe”. “Mantiene la dignidad”, señala la investigadora. Cuando se abandona a sus amarguras, se anima: “Echo de menos a mi familia”, dice el 19 de mayo. “Hay una red, pero no consigo ponerme en contacto con ellos todos los días. [...] Hace mucho tiempo que no contacto a mi hermana. Hace poco llamé a mi padre, pero no me oyó muy bien. Mamá se ha ido de vacaciones a Armenia con la tía Olya. Tiene suerte :). Echo mucho de menos a mi chica. Trabaja mucho y a veces, incluso por SMS, no siempre contesta. La quiero mucho. ¡¡¡Espero que todo el mundo esté bien!!!!”

Diez días después, la salud de su abuelo empeoró y su hermana también tuvo problemas de salud. Su novia le “tiene preocupado”. “Ha sido un mal año», resume. El 17 de junio, su madre le comunica por SMS que su abuelo ha muerto: “Preferiría estar ahora en casa y ayudar todo lo que pueda. Pero estoy en la frontera, así que podría pasarme algo, mi madre se quedaría en shock y yo no sé qué podría pasar. Mi hermana también está preocupada y he intentado animarla todo lo que he podido. Es triste perder a la familia, sobre todo cuando estás lejos y no puedes ir. Maldito ejército y maldita frontera. ¡Qué ganas tengo de que esto acabe!”

A lo largo de su testimonio, las condiciones de vida sobre el terreno se ve que son rústicas pero sin llegar a la miseria. El 16 de junio, cuenta que su superior les ordenó ir a lavarse a otro puesto: “El teniente dijo que apestábamos. Todo porque hacía quince días que no teníamos agua. [...] Todas nuestras botas estaban sucias, y nuestros pantalones igual. Fuimos a las duchas, pero no había agua caliente, así que acabamos lavándonos con agua fría :)). Al menos nos lavamos, gracias.”

Cuatro días después lo mismo. Es pleno verano y los cuerpos sudan: “Hace mucho que no nos bañamos. Huelo a cerdo :). Este calor me sigue poniendo de los nervios. Al menos puedo lavarme los calcetines en el lavabo.”

El teniente dice que tenemos mucha suerte. Pero, ¿quién sabe lo que pasará mañana?

El autor del diario

Por supuesto, tiene algunas quejas con sus superiores. Especialmente hacia un mayor, que comandaba su grupo en mayo: “Estoy harto de que me eche la bronca y me diga que soy un mamón. :)”. Un patrón recurrente en las tropas rusas, dice Dara Massicot: “Algunos oficiales subalternos (los tenientes) son respetados, otros no. Es habitual. El mayor al mando no cae muy bien a nadie, lo que también es habitual.”

En ningún momento menciona abusos cometidos por los mandos. Anna Colin Lebedev señala: “Merece la pena destacar la ausencia de cualquier descripción de maltrato o violencia. La unidad funciona bastante bien: tienen teléfonos, hablan con sus familias, descargan series... Sería diferente si estuvieran en el frente ucraniano”. Dara Massicot coincide: “Es probable que algunos oficiales superiores sean verbalmente abusivos y tomen malas decisiones de mando. Pero he visto peores ambientes de mando en unidades rusas desplegadas en Ucrania, donde había abusos físicos y emocionales.”

La guerra acabó por alcanzar a Arta. En abril comenzaron las escaramuzas entre su puesto fronterizo y las fuerzas ucranianas y se intensificaron con el paso de las semanas. El 11 de mayo, relata la jornada “un poco loca” del día anterior: la amenaza de un ataque de un dron, un misil, una bengala... “Los nuestros alcanzaban posiciones enemigas [...]. Fue una guardia interesante.” A finales de mes, el Estado Mayor ruso les envió información sobre refuerzos procedentes del otro lado: “Dicen que los khojols quieren atacarnos, así que han traído cuatro compañías [...]. Cuatrocientas personas y somos veinticinco, eso es mucho.”

El 12 de junio se les encargó repeler a un grupo que intentaba infiltrarse: “Las cámaras [equipadas con detectores de movimiento -ndr] se activaron seis veces”. El asalto no se produjo. “El teniente dice que hemos tenido mucha suerte. Pero ¿quién sabe lo que pasará mañana?” Hubo otro ataque, esta vez desde el aire. “Podría haber quedado lisiado o algo peor”, comienza Arta, antes de describir cómo un dron les sobrevoló y luego explotó sobre ellos, derrumbando parte de su instalación: “Casi pierdo a “Músico” [el apodo de un compañero -ndr]. Pensé que estaba gravemente herido o muerto, pero no fue nada. El teniente vino corriendo, con los ojos como platos, conmocionado”.

Otro ataque con drones el 24 de junio: “El enemigo sigue atacándonos, pero estamos preparados para hacerle frente”. Nunca se define al enemigo, sólo a los “khojols”. Tampoco se mencionan las razones de la guerra, ni los temas con los que machaca la propaganda rusa sobre la OTAN, el “Occidente corrupto” o los supuestos “nazis”...  “No tiene ningún discurso político sobre el enemigo”, señala Anna Colin Lebedev. Su diario difiere radicalmente de las pintadas dejadas por los soldados rusos en las zonas ocupadas de Ucrania.

Para Arta, los drones son ante todo un problema técnico: “Los kojols tienen drones fabricados de tal manera que ni siquiera la EW [guerra electrónica] puede derribarlos”, se lamentaba el 27 de junio. Unos días más tarde: “Intentamos derribarlos, pero no lo conseguimos. El kalach es una buena arma, por supuesto, pero no vale contra los drones. Sólo tienes posibilidades de acertarles si están estacionarios, pero vuelan rápido y es imposible apuntar bien”.

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Finalmente, el 8 de julio, un dron ucraniano alcanzó su posición. Dos de sus compañeros resultaron heridos. Esa es la última entrada de su diario. Después de algunas páginas en blanco, Arta intentó dibujar algo. Garabatos infantiles que atestiguan el aburrimiento de un hombre inconsciente del proyecto mortal al que, entre bonachón y apático, está prestando su apoyo.

Caja negra

Este cuaderno me fue confiado por una fuente cuya fiabilidad pude comprobar. Me lo dieron con otros objetos y documentos, en particular periódicos rusos. No di nada a cambio. Tres personas especializadas en el ejército ruso consultaron el diario y su contenido les pareció creíble. No tengo motivos para dudar de su autenticidad.

Anton Bondarenko ha contribuido a la investigación y las traducciones de este artículo.

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