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Netanyahu recurre a alianzas con fanáticos ultras para sobrevivir a sus escándalos de corrupción

El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, y su ministro de Defensa, Yoav Gallant, en una visita a un destacamento militar.

René Backmann (Mediapart)

Benjamin Netanyahu, que desde su regreso al poder ha intensificado sus amenazas contra Irán, Hezbolá, Hamás, los palestinos, sus enemigos políticos en general e incluso los jueces del Tribunal Supremo de Israel, ¿es un belicista? “Por sus palabras, sí, incuestionablemente", afirma un ex alto funcionario que le conoce bien. “Le encantan los discursos marciales y el postureo, y los discursos amenazadores, como a todos los políticos populistas. Pero, sobre todo, es un mentiroso sin escrúpulos cuyo grado de corrupción es bien conocido: acaba de demostrar que es capaz de sacrificar el destino y la seguridad de su país por sus intereses personales.”

“Por lo demás, por las concesiones que hace cada día a los dos extremistas racistas de los que es rehén voluntario, Ben-Gvir y Smotrich, vemos que probablemente ha llegado al límite de su habilidad política", dice nuestro interlocutor. “Y además parece ser consciente de ello. Esto explicaría su mal aspecto y quizás incluso, al menos en parte, sus problemas de salud. No es tan fácil, cuando eres adicto al poder y a sus prebendas y privilegios durante décadas, descubrir que ya no eres el único dueño de tu destino y que una decisión equivocada puede costarte tu puesto, o incluso, mañana, tu libertad".

Cegado por su precipitación, es evidente que Netanyahu ya no ve ni oye nada del mundo en el que vive. Sus sueños de poder y sus caprichos de reyezuelo han superado sus legendarias habilidades políticas. Una anécdota ilustra sus irrisorias vanidades y su temeraria ceguera ante sus responsabilidades históricas frente a la magnitud de la crisis en la que ahora está sumido su país: una filtración de su despacho acaba de revelar que su visita a Emmanuel Macron el pasado febrero costó al Gobierno israelí cinco veces más de lo que normalmente suele costar un viaje de este tipo. ¿Por qué?

Porque en lugar del Boeing 737 previsto, el primer ministro exigió un avión un Boeing 777 comparable en tamaño al Airbus A330 utilizado por el Presidente francés para sus viajes oficiales al extranjero. Dado el tenso clima social en Israel y la dificultad de encontrar una tripulación dispuesta en esas circunstancias, fueron el piloto jefe de El Al y uno de los directores de la aerolínea nacional quienes tomaron los mandos del avión.

Ideológicamente, Bibi sigue invocando el legado de su padre, Benzion Netanyahu, secretario y discípulo de Zeev Jabotinsky, padre espiritual de la derecha nacionalista israelí. Sigue persiguiendo el sueño, con sus aliados, colonos y extremistas religiosos, de un "Gran Israel", desde el Mediterráneo hasta el Jordán, incluso hasta las fronteras de Irak, libre del mayor número posible de palestinos. Militarmente, le gusta seguir los pasos de su hermano mayor, Yonatan, que murió al frente de su comando de fuerzas especiales durante el asalto a Entebbe en 1976, que liberó a los rehenes del Airbus de Air France secuestrado por terroristas.

Pero, en realidad, odia tener que tomar decisiones importantes que corresponderían a un verdadero estadista o líder militar. Por eso Barack Obama y varios de sus asesores han dicho: "Es un gallina, tiene miedo de empezar guerras, lo único que le interesa es protegerse contra la derrota política" (ver el episodio 3 de nuestra serie: "La bomba iraní, el arma de Bibi").

Es un hecho que su odio a los palestinos y el desprecio que les profesa no le han llevado, a diferencia de otros dirigentes israelíes, a multiplicar sus aventuras militares. Aunque no dude en utilizar la fuerza y las armas cuando se trata de intervenir en la vida cotidiana de los habitantes de Gaza, Cisjordania y Jerusalén Este, por no hablar de los "árabes israelíes", es decir, los ciudadanos palestinos de Israel.

La elección de Hamás

"De los últimos veinte años, Netanyahu ha sido jefe de gobierno durante casi 15. En ese tiempo, ha habido dieciséis enfrentamientos graves entre Israel y las organizaciones islamistas armadas que controlan Gaza, y una docena de operaciones militares de cierta envergadura, desde 'Arco Iris' en 2004 hasta 'Escudo y Flecha' el pasado mayo", señala un ex oficial implicado en la movilización de la sociedad civil contra los planes de la coalición gobernante.

“Netanyahu sólo ha estado detrás de cinco de estas operaciones", afirma el ex oficial. Y mientras hacía comentarios belicosos contra la Autoridad Palestina, permitía que Qatar y Turquía ayudaran a Hamás, y autorizaba la entrada en Gaza, a través de Egipto pero también de Israel, de combustible, productos alimenticios, materiales de construcción, piezas de repuesto, medicamentos y equipos médicos pagados por Doha o Ankara. Todo ello mientras permitía que 23.000 residentes de la Franja de Gaza entraran cada día en Israel para trabajar.

En otras palabras, Netanyahu compró cierto grado de apaciguamiento con Hamás al eliminar, en el transcurso de la Operación “Escudo y Flecha”, a una decena de dirigentes de la Yihad Islámica, la organización rival, y casi el 40% de su stock de cohetes. Al mismo tiempo, reforzó la imagen y la reputación de Hamás, cuyo nacimiento favoreció Israel en la década de 1970 y cuyo desarrollo fomentó en la década de 1980.

Durante el conflicto de 2021, Hamás se hizo con el papel de defensor de Jerusalén y de la mezquita de Al Aqsa, en detrimento de la Autoridad Palestina, debilitada por las acusaciones de ilegitimidad democrática, ineficacia, colaboracionismo y corrupción que la lastran desde hace años.

"Quiebra moral”

Con esa maniobra, Hamás ha conseguido un modesto repunte de popularidad y, sobre todo, una posición ventajosa de cara a suceder a Al Fatah y a su viejo, agotado y desacreditado líder, Mahmud Abbas, al frente de la Autoridad Palestina. Para Netanyahu la ventaja es doble: consolida, como representante de los palestinos, a una organización islamista rechazada a priori por los aliados de Israel y gran parte de la comunidad internacional por fanática y terrorista. Eso hace más fácil los ataques, o incluso su eliminación cuando se convierta en una molestia.

Y, como consecuencia, debilita a Al Fatah y a la Autoridad Palestina, que aún encarnan, lo mejor que pueden, una disposición al diálogo y a la coexistencia con Israel. Un diálogo y una coexistencia que Israel parece aceptar en círculos diplomáticos, pero que en realidad siempre ha rechazado.

El beneficio a largo plazo para Israel parece aquí muy modesto. "Cuando oigo a Netanyahu afirmar que la operación 'Escudo y Flecha' nos ha permitido cambiar la ecuación estratégica", sonríe un veterano oficial de inteligencia militar que abandonó su boina verde hace años, "pienso inmediatamente en la emisora de propaganda en hebreo que El Cairo creó en el siglo pasado y que anunciaba: 'Nuestras fuerzas avanzan en todos los frentes'... en vísperas de nuestra victoria total en la Guerra de los Seis Días".

“Lo que preocupa hoy a los responsables de la seguridad del país”, continúa el ex oficial, “es que no existe una verdadera estrategia, ni siquiera una visión global para Gaza. Y nos está resultando difícil actuar, incluso contra una pequeña organización como la Yihad Islámica, que no tiene más de 9.000 militantes activos, incluidos 6.000 combatientes.”

“De hecho", escribe Yossi Melman, especialista en temas de inteligencia, en Haaretz, "puede decirse que el gabinete del sexto gobierno de Netanyahu se ha convertido en la principal amenaza para la seguridad nacional de Israel".

“Es difícil decir que el país se enfrenta a una crisis constitucional, ya que no tenemos Constitución", afirma un diplomático. “Pero como Netanyahu pretende atacar las leyes fundamentales que sirven de constitución y al Tribunal Supremo que las hace cumplir, nos enfrentamos a una crisis constitucional por la quiebra moral y la irresponsabilidad política de nuestro primer ministro".

La extrema derecha en el gobierno

Esta situación viene del obstinado deseo de Benjamin Netanyahu de evitar los procesos judiciales abiertos contra él desde hace casi cuatro años por "corrupción", "fraude" y "abuso de confianza". Las relaciones culpables de Netanyahu con el lujo y el dinero fácil, nacidas de una larga presencia al frente del gobierno, de un hábito de favores y de un gusto creciente por los privilegios del poder, se han nutrido durante mucho tiempo de la seguridad de la impunidad. Y también parecen haberse extendido a su mujer y a su hijo.

En noviembre de 2019, cuando fue inculpado por el fiscal general de Israel, Avichai Mendelblit, que fue uno de sus más estrechos colaboradores de 2013 a 2016, el primer ministro, como de costumbre con la abnegada ayuda de su entorno, intentó deslegitimar el procesamiento denunciando una operación política montada contra él por la justicia con la complicidad de la policía, los medios de comunicación, los intelectuales y la oposición. En junio de 2021, tras doce años consecutivos en el poder, se vio obligado a dimitir al final de una campaña por parte de la oposición centrada en la denuncia de la corrupción. Volvió a ser primer ministro en diciembre de 2022, encabezando la coalición más derechista de la historia del país, que combina partidos ultraortodoxos, de extrema derecha, nacionalistas, homófobos y racistas.

La prensa informa de que, en virtud del acuerdo de coalición, a Bezalel Smotrich, líder del Partido Sionista Religioso y ex convicto por incitación a la violencia, se le ha asignado el Ministerio de Finanzas y un papel impreciso en el ministerio de Defensa, lo que le da el control sobre la vida cotidiana de los palestinos en Cisjordania y el desarrollo de los asentamientos. El jefe del partido Fuerza Judía, Itamar Ben-Gvir, nuevo ministro de Seguridad Pública, también ex delincuente y conocido por sus provocaciones contra los palestinos, es el responsable del mantenimiento del orden.

Rodeado por la justicia

A cambio de esos dos puestos clave y del compromiso del Likud de "extender la soberanía judía a Judea y Samaria", es decir, de anexionarse Cisjordania, Smotrich y Ben-Gvir habrían prometido a Netanyahu ayudarle a aprobar una ley para que el Tribunal Supremo quede bajo el control de la Knesset (Parlamento), de modo que el primer ministro pueda escapar de una vez por todas de las garras de sus jueces que, en tres años de audiencias, ya han tomado testimonio a 37 de los 341 testigos de cargo. En la actualidad, el primer ministro israelí está imputado en tres causas de diversa gravedad ante el Tribunal de Distrito de Jerusalén:

  • El caso 1000, en el que se le acusa de "fraude" y "abuso de confianza", está relacionado con los regalos de lujo, por valor de 185.000 euros, recibidos de personalidades adineradas, entre ellas el multimillonario australiano Arnon Milchan, a cambio de favores financieros o personales.
  • El caso 2000, en el que Netanyahu está procesado por los mismos motivos, se refiere a las negociaciones que entabló con Arnon Mozes, propietario del mayor diario de pago del país, Yediot Aharonot, quien supuestamente le ofreció una cobertura mediática favorable a cambio de una ley que limitara la circulación del diario gratuito Israel Hayom, que apoya al Likud pero compite con Yediot. "Este caso es muy problemático para el primer ministro”, dijo a Mediapart en noviembre de 2019 el ex fiscal adjunto del Estado Yehuda Sheffer, “porque el fiscal tiene una grabación de una conversación entre Netanyahu y Mozes. Es un documento casi increíble, una prueba condenatoria que dejará atónito al tribunal."
  • El caso 4000 (de nuevo "corrupción", "fraude" y "abuso de confianza") es, según Yehuda Sheffer, "el más difícil de los tres, porque se refiere a las muy importantes sumas de dinero" alrededor de 500 millones de dólares obtenidas por Shaul Elovitch, jefe del grupo de telecomunicaciones Bezeq y de la web de noticias Walla, gracias a la complacencia de Netanyahu: a cambio, Elovitch recibió una cobertura favorable de Walla.

"Estos tres casos por sí solos, que revelan su gusto por el lujo, su amor por el dinero, su desesperada necesidad de apoyo mediático y su cinismo a la hora de obtenerlo, dicen mucho de Netanyahu, de su personalidad y de su concepción de la política y el poder. Pero hay todavía algo peor sobre él", añade Yehuda Sheffer, ya jubilado, que ahora trabaja de consultor anticorrupción y contra el blanqueo de dinero para empresas y gobiernos extranjeros. “Está el caso 3000, en el que  han sido imputados siete de sus allegados. Hasta ahora, el primer ministro no ha sido oído en este caso, pero debería haberlo sido, porque todo lo que sabemos ahora parece implicarle. E implicarle en un escándalo potencialmente devastador".

El caso del submarino alemán

Es un escándalo que en marzo de 2019 Haaretz trató de repescar tras varios años de letargo exigiendo, con argumentos de apoyo, que se despertara una información adormecida. Y los manifestantes del fin de semana contra las "reformas" del primer ministro no lo han olvidado, como recordó el submarino hinchable que sacaron varias veces en las manifestaciones.

La investigación sobre el dossier 3000, también conocido como "caso del submarino alemán", se abrió formalmente en febrero de 2017, por orden del fiscal del Estado, Shai Nitzan. Pero sus raíces se remontan a 2007, cuando Netanyahu, otra vez líder de la oposición tras una primera etapa en el poder, compró por 600.000 dólares el 1,6% del capital de la metalúrgica tejana Seadrift Coke, dirigida entonces por su primo Nathan Milikowsky (fallecido en 2021).

La primera rareza fue que Netanyahu se benefició de un precio de amigo, muy por debajo del valor real de las acciones: cuando revendió las acciones a su primo tres años después, obtuvo una plusvalía del 700% gracias a ese favor. Entretanto, volvió a ser primer ministro y Seadrift Coke fue comprada por GrafTech International, una empresa propiedad de su primo. GrafTech International, con sede en Ohio, era proveedor habitual del astillero alemán ThyssenKrupp, que acababa de entregar sus tres primeros submarinos de alta tecnología a la marina israelí.

Otros tres submarinos del mismo tipo completarán la flotilla entre 2012 y 2019. Esos seis sumergibles capaces de lanzar misiles de crucero con cabezas nucleares o de desembarcar discretamente un comando de diez miembros de las fuerzas especiales en una costa enemiga están en el centro de un escándalo multiforme pero discreto, que culminó en diciembre de 2022 con la condena de un ex ministro de Ciencia y Tecnología a siete meses de trabajos comunitarios. Es un escándalo cuyas etapas han salpicado los sucesivos mandatos de "Bibi" durante una década, aunque de momento no le ha afectado directamente.

Una cosa está clara en este caso: durante años, Netanyahu ha mostrado un interés especial por las actividades de ThyssenKrupp y sus relaciones con Israel. Nada más volver al poder en 2009, encargó a su abogado y confidente David Shimron, que es también su primo, que organizara la sustitución de Yeshayahu Barkat, que había representado a la empresa alemana en Israel durante 25 años.

Gracias a la intervención de Shimron, Michael "Miki" Ganor, un empresario cercano al gobierno israelí, fue elegido por la dirección de ThyssenKrupp. En 2014, cuando el ministerio de Defensa israelí lanzó una licitación para la compra de patrulleras destinadas a vigilar la producción de gas offshore en el Mediterráneo, solo se presentaron astilleros surcoreanos, italianos y españoles. Netanyahu, apoyado por el Consejo de Seguridad Nacional, forzó el cierre de la licitación. Un año después, se encargaron cuatro patrulleras a ThyssenKrupp. Precio: 430 millones de euros.

En octubre de 2016, el gabinete de seguridad aprobó un nuevo proyecto de adquisición directa, sin licitación, de tres submarinos. Mientras tanto, otra venta de submarinos, esta vez a la marina egipcia, llamó la atención de los servicios de inteligencia, de varios militares y de algunos jueces. Informes procedentes de El Cairo en 2015 indican que Egipto recibirá el primero de los cuatro submarinos fabricados por ThyssenKrupp dentro de unos meses.

Para el ministerio de Defensa israelí fue una enorme sorpresa. En virtud de un acuerdo no escrito, los gobiernos alemán e israelí han convenido en que el primero consultará al segundo e incluso pedirá su aprobación antes de vender armas o tecnología militar a un país árabe. Sin embargo, ni el Mossad, ni la Inteligencia Militar, ni el Estado Mayor del Ejército, ni el Ministerio de Defensa fueron consultados sobre una decisión de tanta importancia estratégica: el suministro a un país árabe es cierto que en paz con Israel, pero ¿por cuánto tiempo?– de un arma equivalente a las que tiene el ejército israelí.

Un alto funcionario del Ministerio fue enviado a Alemania y regresó con una información explosiva recibida de colaboradores de Angela Merkel: Benyamin Netanyahu había sido efectivamente consultado y había dado el visto bueno. "Los que tenían que saberlo, lo sabían", respondió Netanyahu a los ministros y periodistas que le interrogaron, dando a entender que el fiscal general Avichai Mandelblit y el ex asesor de seguridad nacional lo sabían. Ambos lo niegan. “La versión de Netanyahu no tiene ningún sentido", dice Tamir Pardo, jefe del Mossad en aquella época. “No creo que haya ningún secreto que haya que ocultar al mismo tiempo al jefe del Estado Mayor del Ejército, al ministro de Defensa y al jefe del Mosad".

Este asunto del submarino egipcio, sumado a las sospechas acumuladas durante varios años sobre los contratos firmados con ThyssenKrupp, llevó al fiscal del Estado Shai Nitzan a abrir, el 27 de febrero de 2017, una investigación que se convertiría en el caso 3000. A finales de 2019, en el marco de esta investigación y como resultado de la información recabada, el fiscal decidió imputar a siete personas, entre ellas David Shimron, Michael Ganor, el ex jefe de Estado Mayor de la Armada Eliezer Marom, el ex jefe de Estado Mayor de Netanyahu David Sheran y el ex jefe adjunto del Consejo de Seguridad Ariel Bar-Yosef.

"Debido a su papel central en este asunto y a sus vínculos financieros, con su primo Milikowsky, ahora establecidos, Netanyahu debería haber sido interrogado, en particular sobre sus conflictos de intereses y su conducta irracional en el episodio del submarino egipcio, que plantea un verdadero problema para la seguridad del Estado", declaró el ex fiscal adjunto Yehuda Sheffer. Haaretz cree ahora que ha llegado el momento de crear una comisión independiente que controle las compras de armas del ministerio de Defensa. Pero puede que sea demasiado tarde.

“Cuando Netanyahu y su banda amenazaron a los investigadores que trabajaban en los casos de corrupción del primer ministro, pensamos que no actuarían del mismo modo con los fiscales", cuenta un magistrado. “Cuando amenazaron a los fiscales, en particular al fiscal superior encargado de estos casos, y al Fiscal General, esperábamos que las amenazas no se extendieran a los jueces. Ahora, el más alto tribunal del país está directamente amenazado. Hasta ahora, ningún dirigente de una banda de delincuencia organizada se había atrevido a amenazar al presidente y a los jueces del Tribunal Supremo. Hay normas básicas que no se violan. Excepto cuando eres el primer ministro de nuestro gobierno, o el ministro de Justicia, o cualquier miembro de su banda".

Treinta años después del asesinato de Isaac Rabin y en un momento en que Israel lleva ocho meses sumido en una crisis histórica, agoniza la esperanza de paz entre israelíes y palestinos. Los enemigos de la coexistencia pacífica entre los dos pueblos, que en 1994 alimentaron la retórica fanática del asesino del primer ministro, están ahora en el poder en Israel. Pretenden instaurar una justicia a su medida y planean también duplicar el número de colonos en Cisjordania, que pretenden anexionar y echar a sus habitantes.

En el lado palestino, ante un presente insoportable y un futuro sin esperanza, cada vez más jóvenes vuelven a creer que la lucha armada es el único camino hacia la dignidad y la libertad. Entre los israelíes, nunca ha sido tan grande el abismo entre los que siguen creyendo que pueden vivir en paz con sus vecinos y los que no dudarán en utilizar los pogromos para empujar de nuevo a los palestinos al exilio.

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Traducción de Miguel López

 

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