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Notre-Dame de París: después del incendio, un escándalo sanitario

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Pascale Pascariello (Mediapart)

Varios laboratorios, incluido el de la Prefectura de Policía de París, han hallado, en Notre-Dame y alrededores, tras el incendio que asoló la catedral, niveles de plomo entre 400 y 700 veces superiores al umbral permitido.

“Son índices que nunca se registran”, advierte Annie Thébaud-Mony, investigadora del Inserm y especialista en salud pública. “En lugares contaminados como, por ejemplo, una planta de reciclaje de pilas, los índices son 12 veces superiores. Aquí, con índices 400 veces superiores, las consecuencias para la salud pueden ser dramáticas. Debe haber un seguimiento médico, incluso para los bomberos que participaron en las labores de extinción. Este seguimiento es muy importante puesto que los efectos sobre la salud pueden aparecer más tarde”.

Las autoridades competentes, el Ministerio de Cultura, la Agencia Regional Sanitaria (ARS) y la Prefectura de Policía, silencian la contaminación y, como consecuencia de ello, no aplican las medidas previstas por la ley para proteger a empleados y residentes.

El incendio de Notre-Dame de París del 15 de abril de 2019, calificado por el presidente Emmanuel Macron de “terrible tragedia”, generaba una inmensa ola de generosidad, con más de 400 millones de euros recaudados en pocos días para la reconstrucción del edificio.

El Elíseo nombró entonces a su “representante especial”, el general Jean-Louis Georgelin, para que supervisara los trabajos. El presidente de la República asegura entonces que avanzarán rápidamente “sin renunciar nunca a la calidad de los materiales ni a la calidad del proceso”. En cambio, se hace en perjuicio de la salud de los trabajadores y de la población de la zona.

De hecho, con el incendio, cerca de 400 toneladas de plomo, sustancia considerada carcinógena, mutagénica y tóxica para la reproducción (CMR), contenida en el en el techo y la aguja de la catedral, ardieron, contaminando el edificio y alrededores. Como señala el Instituto Nacional de Investigación y Seguridad (INRS), “la exposición regular al plomo puede tener graves consecuencias para la salud”. El envenenamiento con plomo por inhalación o ingestión, puede, dependiendo de la gravedad, provocar trastornos digestivos, daños al sistema nervioso o problemas de esterilidad.

Las autoridades conocen muy bien estos riesgos. Pero no fue hasta dos semanas después del incendio, el 27 de abril, cuando la Prefectura de Policía de París y la ARS emitieron un discreto comunicado invitando a los residentes a limpiar con “toallitas húmedas” y a consultar a su médico si fuera necesario.

En el interior de la catedral, según documentos fechados el 3 de mayo a los que ha tenido acceso Mediapart –socio editorial de infoLibre–, las muestras son de 10 a 740 veces superiores a los umbrales permitidos. Fuera, la situación no es mucho mejor. En el atrio, los niveles de concentración de plomo tomados del suelo están 500 veces por encima del umbral permitido. Fuera de la zona afectada, en algunos puentes, en plazas o calles, estos índices superan de 2 a 800 veces el umbral autorizado.

Según inspectores contactados por Mediapart, “se trata de índices bastante excepcionales. En general, en los sitios contaminados, los índices pueden situarse entre 20 y 100 veces por encima del umbral. Pero rara vez son más altos. Y, llegado en este punto, deben adoptarse medidas de protección muy estrictas para proteger a los trabajadores. También puede ser necesario un seguimiento médico”.

El secreto se mantiene bien guardado, como la reunión del 6 de mayo, a cuyo contenido ha tenido acceso Mediapart por varias vías.

Ese día, en las oficinas de la agencia regional de salud, los jefes del laboratorio central de la Prefectura de Policía, el Ayuntamiento de París, el centro de control de envenenamientos, la caja regional del seguro de enfermedad y la dirección del trabajo mantenían una reunión. Enseguida surgió la pregunta ¿deben comunicarse los resultados de las muestras o no?

La Prefectura se encuentra en una situación embarazosa, ya que algunas de sus instalaciones se vieron afectadas por esta contaminación por plomo. Con índices que duplican el umbral, la sala donde se preparan los biberones de la guardería de la Prefectura tiene que cerrar para someter las instalaciones a una descontaminación de emergencia en los próximos días.

Pero en algunas áreas destinadas a viviendas, los índices también pueden ser hasta cinco veces más elevadas de lo recomendable. Mediapart no ha podido confirmar si se ha realizado alguna labor de descontaminación desde entonces. La prefectura ha tomado nuevas muestras para comprobar el estado de las instalaciones después de la descontaminación. Hasta la fecha, el resultado no se ha comunicado.

Sin embargo, para no alarmar a sus propios funcionarios, la prefectura explica en la reunión que no desea publicar los resultados de las muestras. Una reserva que comparte la ARS, que expone su intención de no responder a las peticiones de las asociaciones de vecinos o de protección del medio ambiente. Sólo tendrán que rendir cuentas a la Comisión de Acceso a los Documentos Administrativos (Cada), explican los representantes de la ARS, que parecen haber olvidado su misión principal, la de prevenir los riesgos para la salud.

Según una persona presente en esta reunión, “el ARS está tratando de ganar tiempo. Al no comunicar los resultados, obliga a las asociaciones a recurrir a la Cada y, por lo tanto, a emprender un largo viaje. Pero una vez que hayan obtenido las muestras, la ARS podrá decir que estos resultados son antiguos y que desde entonces han bajado los niveles. Toda una demostración de cinismo”.

Conclusión de esta reunión: el 9 de mayo, la prefectura y la ARS emitían un comunicado muy lacónico, que minimizaba los riesgos, aunque algunas muestras de suelo son 20 a 400 veces más altas que el umbral permitido en sitios muy concurridos, como el puente y la fuente de Saint-Michel, lugares no cerrados al público, o algunas plazas, prohibidas temporalmente pero reabiertas desde entonces.

Al silenciar los riesgos de esta manera, las autoridades quieren evitar lanzar la voz de alarma y, con ella, la polémica.

La prefectura de policía, contactada por Mediapart, afirma que “el laboratorio central ha tomado muestras de emergencia que han sido transmitidas con total transparencia a la ARS para que ésta pueda tomar las medidas necesarias”.

Por su parte, la ARS no ha negado su postura en la reunión del 3 de mayo. Asegura "no ver el problema". Pero antes de que la publicación de este artículo, la ARS nos recordaba y explicaba que no deseaba ni confirmar ni desmentir las argumentaciones defendidas en la reunión.

Dicha agencia explica que ha tomado las precauciones habituales y recogido muestras a petición de particulares, lo que, hasta la fecha, ha llevado al descubrimiento de un caso de envenenamiento por plomo, sin que esto sea motivo de alarma, en su opinión.

Sin embargo, según nuestras informaciones, las últimas muestras tomadas el 13 de junio ofrecieron resultados similares a los obtenidos en las pruebas anteriores.

Pero las asociaciones, incluyendo las de víctimas de envenenamiento por plomo, no son conocedoras de estos resultados. Y, como quiera que sigue sin darse curso a su petición a la ARS, se disponen, como habían imaginado las autoridades, a remitir el asunto a la Cada…

Una damnificada por esta situación explica que “ha pedido aclaraciones varias veces, pero que la ARS o la prefectura mantienen una ambigüedad que no es tranquilizadora para las familias. Si no hay peligro, como afirman, basta con transmitir todas las muestras. Sin embargo, todavía los estamos esperando”.

En la catedral, la Dirección Regional de Asuntos Culturales (Drac), la autoridad contratante, también optó por la política del avestruz. Y sobre todo, no ha ordenado ninguna medida permanente para proteger a los empleados.

Los controles de seguridad realizados en la catedral han revelado que los trabajadores de la obra no habían recibido ninguna formación al respecto. Algunos manipularon escombros contaminados sin máscaras ni guantes.

Los resultados de la inspección de trabajo no quedan ahí. En varias ocasiones, se ha constatado el incumplimiento de los procedimientos reglamentarios, pero también graves disfunciones en las esclusas de descontaminación, esenciales para proteger a los empleados del riesgo de envenenamiento y evitar que el polvo se expanda al exterior. Algunas duchas de descontaminación no funcionan. Peor aún: se han instalado esclusas de descontaminación en un área contaminada.

Los empleados pueden entrar y salir de la catedral sin pasar por estas esclusas. Afuera, en el atrio contaminado, donde los niveles de plomo pueden ser 500 veces más altos que el umbral autorizado, algunos trabajadores trabajan sin ninguna protección.

Contactado por Mediapart, Bruno Courtois, experto en prevención de riesgos químicos y responsable del expediente plomo del Instituto Nacional de Investigación y Seguridad (INRS), explica que “estos índices son especialmente elevados y, dado que se trata de polvo de plomo procedentes de un incendio, podemos suponer que se trata de partículas muy finas que, por tanto, pasan fácilmente al torrente sanguíneo. Por lo tanto, deben reforzarse las medidas preventivas y de protección para contener el plomo. Las esclusas de descontaminación permiten en estos casos evitar que los trabajadores regresen a sus hogares con polvo de plomo”. Sin embargo, nada de esto se ha cumplido en la catedral.

Según fuentes próximas a la obra, al Ministerio de Cultura no le preocupa que haya obreros que se paseen sin protección fuera de la catedral, con lo que no despiertan ningún temor entre “turistas o vecinos” de la zona.

De hecho, el Ayuntamiento de París había propuesto descontaminar el atrio de la catedral, un proyecto de dos semanas de duración, con un coste estimado de 450.000 euros. Para esta fase específica de descontaminación, los trabajadores tenían que usar trajes especiales. Fuentes conocedoras del caso, que piden mantenerse en el anonimato, confirman: “La presencia de hombres con escafandra en el atrio de la catedral habría asustado a los transeúntes. La existencia de peligro habría sido obvia”.

Por lo tanto, el Ministerio de Cultura prefirió tomar el control y decidió que la zona fuera descontaminada en unos pocos días, por empleados con escasa protección y que no vestían la ropa habitual. Como resultado de esta precipitación, la plaza sigue contaminada en estos momentos.

Sordos a los diversos avisos de los controladores, el Ministerio de Cultura incumple sin inmutarse la legislación laboral.

Sin embargo, el 9 de mayo, la Inspección de Trabajo alertaba al Drac, encargado de las obras, de la necesidad de adoptar medidas de protección contra los riesgos de envenenamiento por plomo para los empleados. Más de un mes después, el 19 de junio, el informe de los ingenieros de seguridad de la Caja Regional del Seguro de Enfermedad de Île-de-France (la Cramif), también encargada de la supervisión de la obra, sigue siendo abrumador: “Los índices de concentración de plomo en el polvo son elevados y están muy por encima del umbral permitido. Por lo tanto, los empleados siguen expuestos a riesgos de envenenamiento por plomo [...], las instalaciones dedicadas a la descontaminación de los empleados no cumplen con las disposiciones en materia de legislación laboral”.

Desde el gabinete del ministro de Cultura Franck Riester aseguran que “se han tomado medidas”, sin poder precisar cuáles, y explica que el 27 de junio se celebró una reunión con la Dirección de Trabajo para asegurar que “todo vaya lo mejor posible”. Pero eso no ayudó. Los procedimientos de descontaminación siguen estando muy por debajo de lo que exige la ley.

Contactados por Mediapart, ni la Cramif ni la dirección de la inspección del trabajo han querido responder a nuestras preguntas.

El Ayuntamiento de París afirma haber tomado una serie de muestras en los centros educativos de las inmediaciones de la catedral, cuyos resultados, hechos públicos, cumplen con los umbrales autorizados. En cuanto a los espacios públicos, “son responsabilidad de la prefectura y de la ARS. El Ayuntamiento de París aboga por la transparencia, pero precisa que no podemos sustituir al Estado”.

Las presiones ejercidas en la catedral son altas. Como nos explicó uno de los asistentes, “cada vez que se abordan los riesgos de intoxicación por plomo, se nos recuerda la ‘urgente necesidad de consolidar el edificio’. Así es como se elimina el peligro del plomo”.

Uno de los responsables del seguimiento de las muestras deplora el hecho de que “las autoridades del Estado se comporten como lo hicieron durante la catástrofe de Chernóbil en 1986. Es tan absurdo como la nube que no ha cruzado la frontera. El plomo permaneció encima de la catedral”.

Un empleado del Ministerio de Cultura lamenta que “cualquier comunicación sobre los trabajos [esté] controlada”. No tenemos acceso a mucha información y los que se encargan de ella, el Departamento de Monumentos Históricos, tienen fama de guardar silencio, a diferencia de los arqueólogos que se hacen oír si hay algún problema. Impera la ley del silencio”.

Una “ley del silencio” perfectamente adaptada al gobierno y a las autoridades sanitarias. Sin embargo, algunas empresas contactadas por Mediapart ya han comenzado a mostrar su preocupación por convertirse en “chivos expiatorios” en caso de escándalo. “Ya están tratando de culparnos por el incendio. Existe una enorme presión sobre todas de las partes interesadas y el Ministerio de Cultura ni siquiera asume sus responsabilidades como autoridad contratante. No se ha hecho nada para proteger la seguridad y la salud de los trabajadores. Se nos pide que hagamos el trabajo que la autoridad contratante debería realizar”, dice uno de los gerentes de la empresa.

El proyecto de ley de Notre-Dame de París, en curso de aprobación, prevé, en concreto, la creación de un establecimiento público y aplicar excepciones a las normas de urbanismo y de protección del medio ambiente. Esta perspectiva preocupa a muchas de las partes, para quienes los peligros para la salud y el medio ambiente pueden ir a más bajo un hermetismo total.

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