Los ocho deportistas que alzan la bandera y la resistencia de Palestina en los Juegos Olímpicos
A los 10 años, como la mayoría de los palestinos de su edad, Wassim Abou Sal soñaba con jugar al fútbol. Pero cuando su padre le hizo elogios del boxeo, una disciplina que exige rigor y espíritu de lucha, el muchacho le hizo caso. Al principio era para complacerle, pero pronto le cogió el gustillo. Diez años después, con sólo 20 años, Wassim Abou Sal se ha convertido en el primer boxeador que porta la bandera de Palestina en los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de París 2024.
Entró en competición el 28 de julio en la categoría de menos de 57 kg, perdiendo por puntos contra el sueco Nebil Ibrahim en 16º de final.
Unos días antes, en un pequeño y oscuro hangar con sacos de boxeo anticuados, el boxeador entrenaba por última vez antes de partir hacia Francia. Con auriculares en las orejas, hizo una sucesión de ejercicios de shadow-boxing, saltos a la comba, planchas y algunos sprints adelante y atrás. Frente a él, una enorme bandera palestina, un cuadro de los aros olímpicos y, en el suelo contra la pared, su teléfono: el gazatí Ahmad Harara, su entrenador, le da instrucciones a distancia, por videollamada.
“Es ridículo entrenar así a Wassim”, dice este ex boxeador de 32 años, ahora afincado en Egipto, explicando a través de la pantalla que Israel impide a los palestinos de Gaza viajar a la Cisjordania ocupada, salvo por razones excepcionales como un tratamiento médico. Él y su protegido sólo se ven físicamente durante las competiciones en el extranjero. "Como palestinos, estamos condenados a superar esos obstáculos. Pero me pregunto si eso reforzará la voluntad y la determinación de Wassim para ganar una medalla olímpica”.
En el cuadrilátero, «Wassimov», su apodo que lleva impreso en su camiseta, asesta golpes secos y precisos animado por su mentor, Nader Jayoussi, un ex boxeador, fundador del club El Barrio donde entrena y donde se ve con el atleta –físicamente– a diario. Wassim tiene dos entrenadores, pero ser boxeador palestino no está exento de obstáculos: su sparring habitual no boxea en su misma categoría y el único rival de su mismo peso está en Jerusalén, una ciudad a la que no puede ir.
Así que, tras más de nueve meses de guerra devastadora, la clasificación de Wassim para los Juegos Olímpicos es un avance innegable, un rayo de esperanza y la prueba de que de lo peor puede surgir un poco de optimismo.
Desde que se clasificó, el joven boxeador ha recibido un aluvión de solicitudes de entrevistas: los periodistas han acudido en masa a sus entrenamientos, y otros le han seguido hasta su casa familiar en las afueras de la ciudad. Pero cada vez que le hacen una pregunta, Wassim mira a Nader, todavía tímido, como buscando las palabras adecuadas o su aprobación. Su mensaje al mundo es claro: ir a París es un “honor”, una forma de representar “a los niños de Gaza, a todos los enterrados vivos bajo los escombros” para “darles la voz que nunca tendrán ante la indiferencia del mundo político y mediático”.
A la entrada del gimnasio estaban ya preparadas sus dos maletas y su colección de gorras metida en una bolsa. Se acerca un taxi amarillo. A su amigo Islam Irshaid se le humedecen los ojos. “Con Wassim se abre una nueva página, ha inspirado a muchos jóvenes”, dice quien se ha convertido a su vez en entrenador, empeñado en transmitir el lema que se aplica tanto al deporte como a Palestina: “Si yo no lo he hecho, la próxima generación lo hará por nosotros”.
Él no irá a París, y se contentará con ver a su amigo en la pantalla gigante que el club de boxeo ha instalado para su primer combate.
La guerra de Gaza y la “neutralidad” del COI
Este año han sido invitados a la celebración olímpica otros siete palestinos en disciplinas que van del judo al tiro, pasando por el taekwondo, la natación y el atletismo. Desde los Juegos de Atlanta en 1996, la delegación palestina ha estado presente en todas las Olimpiadas gracias a las calificaciones deportivas o “plazas de universalidad” concedidas por el Comité Olímpico Internacional (COI). Para los Juegos Olímpicos de París, sólo se ha clasificado Omar Ismaïl gracias a sus victorias en taekwondo.
Hay una pregunta candente: ¿debería el COI haber aplicado a los 88 atletas israelíes en París las mismas normas que a los rusos y bielorrusos? Éstos compiten bajo una bandera neutral y han tenido que demostrar que no apoyan la guerra en Ucrania ni tienen vínculos con sus ejércitos para poder participar. Sobre este punto, Nader Jayoussi, en esta ocasión en su calidad de Secretario General Adjunto del Comité Olímpico Palestino, se encuentra más incómodo.
Primero eludió la cuestión, luego dio la versión oficial: los palestinos han esperado una posible declaración de sus homólogos israelíes, que deberían haberse desmarcado de las acciones de su Estado en Gaza. En vano. “El Comité Olímpico israelí se ha posicionado oficialmente a favor del genocidio”, sentencia el ex abogado.
Uno de nuestros boxeadores gazatíes está en Jordania, pero ¿cómo puede encontrar la fuerza mental para entrenarse en medio del genocidio?
Jayoussi cita como prueba el hecho de que su presidente, Yael Arad, haya organizado una visita a una base militar en la frontera de Gaza para los atletas clasificados para los Juegos, y que el judoka Peter Paltchik, abanderado de Israel, haya publicado en redes sociales su dedicatoria con rotulador en los misiles destinados a bombardear la pequeña franja de tierra bajo bloqueo.
“No lo comparamos con la situación entre Rusia y Ucrania, pero insistimos en que los atletas israelíes que participan en los Juegos Olímpicos han actuado en total contradicción con los valores olímpicos”, explica.
Desde el 7 de octubre de 2023 han sido completamente demolidas por los bombardeos israelíes 57 instituciones deportivas de Gaza. “Algunas de las instalaciones han sido utilizadas como campos de tortura y detención”, continúa Nader Jayoussi, refiriéndose al estadio de Yarmouk. El 26 de diciembre de 2023 se hicieron virales en redes sociales y provocaron indignación unos vídeos de soldados desnudando, humillando y golpeando a decenas de palestinos con los ojos vendados en el estadio más antiguo, prestigioso y grande de Gaza.
Han sido asesinados por Israel ya más de 350 atletas de Gaza. Estrellas en ciernes, campeones locales, personas anónimas, pero también entrenadores de equipos nacionales y olímpicos. En cuanto a los heridos, se cuentan por miles. “El hermano menor del boxeador Badr Wael, también un prometedor boxeador, perdió un ojo por la metralla. Su carrera ha terminado", dice Nader.
El ex boxeador hace una pausa para a continuación hablar de los gazatíes que se encuentran atrapados en el extranjero, impotentes, informados desde la distancia del horror que se vive en casa. "Algunos de ellos estaban participando en torneos cuando se enteraron de que habían perdido familiares en Gaza, y nunca han podido volver a casa. Uno de nuestros boxeadores gazatíes está en Jordania, pero ¿cómo puede encontrar la fuerza mental para entrenar en medio de un genocidio?”.
Palestinos de aquí y de allá
Por elección o a la fuerza, todos los deportistas palestinos tienen que acostumbrarse a los desplazamientos. “En Cisjordania no tenemos piscina olímpica para nuestros nadadores”, se lamenta Raed Uleimi. En los últimos treinta años, el entrenador y responsable de la Federación Palestina de Natación ha visto partir al extranjero a toda una generación de jóvenes palestinos: a Emiratos Árabes Unidos, Estados Unidos y Egipto. “En cuanto detectamos un potencial en nuestros jóvenes, les animamos a marcharse”, prosigue el ex nadador, que ya ha cumplido los cincuenta.
Desde su despacho en Sareyyet –la institución deportiva de Ramala donde se construyó la primera piscina de la ciudad en 1987–, Raed saca cuidadosamente de un sobre sus recuerdos olímpicos. Son las acreditaciones de los Juegos en los que participó como entrenador. Palestina nunca ha ganado una medalla. Luego nos muestra en su teléfono la foto de grupo del equipo nacional de natación durante la última sesión de entrenamiento en Argelia. “Me siento muy orgulloso de esta generación”, confiesa, emocionado, insistiendo en el hecho de que en París competirán dos nadadores.
En Palestina, el deporte es una mezcla de oportunidad, resistencia, ingenio... y diáspora. Tres de los atletas que ondean la bandera palestina en París nunca han visto su tierra natal. Es el caso de Fares Badawi. Este judoka de 28 años nació en el campo de refugiados palestinos de Yarmouk, en Siria, y cruzó el Mediterráneo tres veces –la última con su hermano pequeño– para llegar a Europa. Ahora vive en Alemania, pero nunca ha podido ver la tierra de sus antepasados.
Valérie Tarazi sólo había estado una vez en Palestina, en agosto de 2023, antes de ser invitada de nuevo a Ramala este año para la ceremonia de salida de la delegación palestina hacia París. Para la ocasión, la nadadora palestino-americana lució un enorme vestido decorado con bordados tradicionales con los colores de su país, con las mangas abiertas para mostrar sus musculosos bíceps. Lleva la manicura hecha con unos anillos olímpicos, un kufiya y una bandera palestina.
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Valérie, que creció en Illinois (Estados Unidos), dice que nunca ha olvidado sus orígenes: la familia Tarazi es una de las familias cristianas más antiguas de Gaza. La joven de 24 años es muy consciente de ello: está nadando en una competición, mientras su gente, en el enclave bloqueado y devastado por la guerra, nada para recoger la ayuda alimentaria que han lanzado al mar.
Algunos miembros de su familia siguen allí y Valérie habla con ellos todos los días. “Y cada día se me rompe un poco más el corazón”, confiesa, con la voz entrecortada y los ojos húmedos, ante la marea de periodistas que han venido a entrevistarla antes de que se vaya. Recupera el aliento y, en cuestión de segundos, tamibén su energía y su impecable sonrisa. "Sólo somos ocho atletas palestinos, los calificados, para ser escuchados por el mundo entero durante los Juegos Olímpicos, por lo que no perderemos ninguna oportunidad y hablaremos en nombre de todos los demás. No se trata sólo de deporte”, resume la nadadora olímpica. “Por encima de todo, es por Palestina.”
Traducción de Miguel López