Oriente Próximo

La ofensiva diplomática sin precedentes de Palestina

Un hombre sostiene una bandera palestina durante los enfrentamientos entre soldados israelíes y ciudadanos palestinos.

“El Gobierno sueco debe comprender que las relaciones en Oriente Medio son más complicadas que montar muebles de Ikea”. El ministro israelí de Asuntos Extranjeros, Avigdor Lieberman, reaccionó con este desprecio al conocer el reconocimiento bilateral del Estado palestino por parte de Suecia. Bien es cierto que se trata del primer país miembro de la Unión Europea que da el paso. De ahí la rabia de Tel-Aviv.

Sin embargo, no es un relámpago aislado en mitad del cielo despejado. La Cámara de los Comunes ya ha votado una resolución –no vinculante– que reconoce a Palestina. El Parlamento irlandés y el de la Región de Walonia-Bruselas han hecho otro tanto. Las Cortes se aprestan a seguir ese camino [el próximo martes]. En París, mientras [el ministro de Asuntos Exteriores] Laurent Fabius insiste en que Francia hará lo propio “en algún momento”, diputados del Frente de Izquierda, de Los Verdes y del Partido Socialista quieren fijar una fecha sin esperar más. En total, a día de hoy, 134 de los 193 Estados miembro de la Organización de Naciones Unidas (ONU) han reconocido a Palestina. “Es necesario un Estado palestino”, ha declarado en Gaza la nueva Alta Representante de la Unión Europea, Federica Mogherini, para añadir a continuación: “Jerusalén debe ser la capital de los dos Estados”.

Buenas noticias para la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) que en septiembre lanzó una verdadera ofensiva diplomática. No hay que olvidar que veinte años de negociaciones con Israel han llevado a un callejón sin salida que se puso aún más de manifiesto con la última ronda de negociaciones impulsadas por el secretario de Estado norteamericano, John Kerry. En lo que respecta a la vía militar, la Operación Margen Protector vino a confirmar que tenía un coste en vidas humanas y material considerable, a la vista de que Israel ya no es capaz de imponerse en este conflicto, pero que tampoco resulta vencedor.

“La ocupación israelí no solo significa la negación de los derechos del pueblo palestino, se trata de un desafío al derecho internacional, a la paz y a la seguridad internacionales”, explica Majed Bamya, primer secretario del Ministerio palestino de Asuntos Extranjeros, desde Nueva York, donde trabaja en la delegación palestina ante la Asamblea General de la ONU. Y añade: “Nuestro objetivo es obligar a la comunidad internacional a pronunciarse y a dejar de esconderse detrás de las negociaciones que la colonización ha dejado sin sentido alguno. ¿Está a favor de que se apliquen las leyes o de que continúe la impunidad israelí? La respuesta de la comunidad internacional es en estos momentos fundamental, sobre todo después de las terribles masacres cometidas contra el pueblo de Gaza durante el pasado verano y ante la escalada colonizadora en Jerusalén”.

El proyecto palestino consiste en invertir la forma de proceder que se puso en marcha tras los Acuerdos de Oslo y que no han dado ningún fruto. Este “modelo” consistía en la negociación bilateral, auspiciada por Estados Unidos, de un acuerdo provisional, postergando para las calendas griegas la negociación de las grandes cuestiones relativas al estatus final (fronteras, capital, descolonización, refugiados, etc.). La ONU estaba excluida de facto e Israel podía bloquear cualquier avance diplomático permitiéndose sin embargo multiplicar los hechos consumados sobre el terreno, empezando por la colonización que, hay que recordarlo, ¡se ha cuadruplicado desde 1993!

Por el contrario, con el reconocimiento del Estado palestino y conforme a la resolución propuesta por la OLP al Consejo de Seguridad, se fijaría el marco (las resoluciones de Naciones Unidas) y los plazos (dos años) para que las dos partes puedan negociar con eficacia. El Estado palestino, conforme al Derecho internacional, puede lograr de este modo recuperar las fronteras (las del armisticio de 1949) y la capital (Jerusalén Este). Este método permite impedir los incumplimientos reiterados del “proceso de paz”, que Henry Kissinger ya definió como el arte de circular en bicicleta lo más lentamente posible... ¡pero sin caerse!

Un veto de WashinGton puede causar desavenencias en la coalición árabe-occidental contra Daech

En esta batalla, Mahmud Abás cuenta con varias bazas:

La primera es... la política de Tel-Aviv. Ciertamente, Benjamin Netanyahu contó, durante la mortífera operación del pasado verano, con la complicidad de varios Gobiernos occidentales, pero también árabes, algunos de ellos países emergentes. Sin embargo, el post-Gaza pone de manifiesto, sin duda alguna, la inutilidad de las negociaciones bilaterales. Si el primer ministro saboteó abiertamente las negociaciones impulsadas por John Kerry, desde septiembre no han cesado de multiplicarse las provocaciones, como la anexión de 400 hectáreas de tierra cisjordana, el anuncio de 1.000 nuevos asentamientos en Har Homa y en Ramat Shlomo, la confiscación de varias casas palestinas en Silwan, las reiteradas amenazas en la explanada de las Mezquitas...

Este comportamiento ha suscitado el enfado de los Gobiernos, incluso de los que se han mostrado más complacientes. Porque ¿cómo creer, en estas condiciones, en la buena fe del primer ministro cuando manifiesta –con la boca pequeña– que quiere negociar con la Autoridad Palestina?

La segunda baza de la OLP, es la movilización a lo largo y ancho del planeta en favor de Palestina. El horror de los bombardeos de este verano en la Franja de Gaza ha manchado notablemente la imagen de Israel. Así ha quedado constatado a lo largo de la Historia: de las masacres de Sabra y Chatila a la represión de la primera Intifada, después de la segunda, los crímenes cometidos por el Ejército israelí han contribuido a que se produzca un cambio de opinión, favorable durante mucho tiempo al Estado judío. En esta ocasión, el fenómeno vuelve a repetirse, no solo entre los partidarios de la causa palestina. Baste como prueba que, en Francia, el diputado socialista Alexis Bachelay ha acusado a Netanyahu de “hacer un corte de mangas al 99% del planeta”.

La tercera baza de la diplomacia de Ramala es la persistencia del Gobierno de unidad palestina. La cuestión era si la resistencia de Hamas a la agresión israelí del pasado verano no iba a llevar al movimiento islamista a comenzar a ir de por libre. Hasta la fecha no ha sido el caso aun cuando los incidentes se repiten. Los dos principales movimientos han negociado, no sin problemas, pero con éxito, la implicación del Gobierno de la Franja de Gaza. Incluso han hallado una salida para resolver la cuestión del pago a los funcionarios civiles...

Partiendo de estas sólidas bases, Mahmud Abás se ha fijado, tal y como se ha visto, un objetivo ambicioso. Para conseguir la resolución que espera del Consejo de Seguridad será necesario –primera etapa- asegurarse los nueve votos necesarios para que el proyecto de resolución se imponga en el orden del día. Después tendrá –segunda etapa- que evitar cualquier veto por parte de uno de las cinco principales potencias.

En las filas de la delegación palestina en Nueva York, son optimistas, a pesar de las presiones norteamericanas para que Madmud Abás desista. Majad Bamya subraya: “Queremos poner una fecha límite a esta ocupación, el reconocimiento de nuestro Estado conforme a las fronteras de 1967, que se celebre un juicio contra los criminales de guerra y que se ponga punto y final a la impunidad de Israel. Queremos la libertad y el derecho. Se venció el apartheid en África del Sur por la acción combinada de la resistencia popular sobre el terreno y la movilización internacional. Emprendemos la misma senda”.

Se trata de una senda legítima, pero plagada de obstáculos. La idea de que Estados Unidos puedan abstenerse en lugar de votar “no” mantiene escépticos a la mayoría de los observadores. Sin embargo, contrariamente a sus predecesores, Barack Obama solo ha sacado una vez, en seis años, la tarjeta roja para proteger a Israel – se trataba de impedir, en febrero de 2011, la adopción de una resolución de condena de la colonización. Además, el contexto ha cambiado, el veto de Washington al servicio de Tel-Aviv causaría desavenencias en plena coalición árabe-occidental contra el Estado islámico. Queda por determinar las consecuencias de la victoria de los republicanos en las elecciones de mitad de mandato...

Si, sin embargo, la diplomacia norteamericana actuase de otro modo, los palestinos tendrían que recurrir a su “bomba atómica”, a saber, la adhesión a la Corte Internacional de Justicia y a la Corte Penal Internacional. Israel en ese caso podría verse en el banquillo de los acusados. Evitar este riesgo constituye la prioridad absoluta de la diplomacia de Tel-Aviv, en el marco de su batalla contra el reconocimiento del Estado de Palestina. Más bien, la movilización israelí pone de manifiesto la importancia del desafío.

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¿Coincidencia? Nunca antes en el pasado, miembros del aparato de seguridad israelí se habían expresado en favor de una iniciativa de paz tan avanzada. Proponen en este caso “iniciar negociaciones con los Estados árabes moderados y con los palestinos (en Cisjordania y también en Gaza), sobre la base de la iniciativa de paz de Arabia Saudí”. Adoptada por el mundo árabe unánime, esta preconiza la normalización completa con Israel a cambio de que Tel-Aviv se retire de los Territorios ocupados, tal y como exigieron 116 exgenerales, dirigentes del Mossad y comandantes de la policía nacional, publicaron en el diario Yediot Aharonot en una carta dirigida a Benjamin Netanyahu.

Da idea de lo inquieto que está el establishment militar por el aislamiento creciente del país. “No dudo de que el primer ministro persiga el bienestar de Israel”, ha dicho el general mayor de reserva Eyal Ben Reuven. “Sin embargo, creo que sufre una suerte de ceguera política que lleva a tener miedo o a darnos miedo”.

Traducción: Mariola Moreno

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