Los países árabes miran para otro lado mientras Israel destruye Gaza

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Nejma Brahim (Mediapart)

El Cairo (Egipto) —

En el salón de su piso de alquiler en El Cairo, Egipto, Ibrahim (nombre ficticio) mira una y otra vez los vídeos de las masacres de Israel en la Franja de Gaza. Este hombre de 58 años ha envejecido “diez años de golpe”, exclama su mujer, con un rictus de disgusto en los labios. Su pelo se ha vuelto blanco de golpe; ha tenido que teñírselo hace poco, confiesa. Hay una imagen en particular que atrae su atención: la de una mujer gritando, con el rostro desgarrado por el dolor, en medio de las ruinas de Gaza.

“Nadie está de nuestra parte. ¿Dónde están los países árabes? ¿Dónde están? ¡Miren lo que nos está pasando!” Esta pregunta, que cruza la mente de muchos palestinos, es decisiva. Desde el comienzo de esta nueva fase del conflicto en Oriente Próximo, tras los atentados de Hamás contra Israel y la toma de rehenes israelíes, Egipto dejó claro que no aceptaría a ningún refugiado de Gaza en su territorio, salvo quizás en un campo cerrado en el Sinaí, en caso de éxodo masivo.

“Sólo han podido salir de Gaza los que tenían dinero”, continúa Ibrahim. “Tuvimos que pagar 7.000 dólares por persona para los padres, y 5.000 dólares por cada niño, a través de la agencia Hala”. Mediapart ya informó sobre el floreciente negocio de esa empresa, especializada inicialmente en turismo y obtención de visados para viajeros adinerados, y cuyas relaciones privilegiadas con las autoridades permitieron a varios gazatíes huir del enclave para ponerse a salvo en Egipto.

Es decir, el país se niega oficialmente a acoger palestinos, pero de manera oficiosa hace un “gesto” cuando están en juego grandes sumas de dinero. La crueldad va aún más allá: una vez que los exiliados han conseguido cruzar la frontera para refugiarse en Egipto, no tienen derecho a nada. Ni permiso de residencia, ni trabajo, ni escolarización para sus hijos... Desde hace dos meses, los palestinos de Gaza no pueden sacar dinero de los bancos ni de las agencias de Western Union, salvo a través de un intermediario egipcio.

“El único derecho que nos dan es ir a un hospital público, donde la atención deja mucho que desear”, comenta uno de ellos. “No nos dejan trabajar y no podemos sacar dinero. ¿Qué esperan que hagamos? ¿Que nos quedemos encerrados entre cuatro paredes hasta que acabe la guerra?”, se pregunta Muhammad, un refugiado gazatí en Egipto.

La Liga Árabe, indiferente

“Los países árabes no sólo no ayudan a los palestinos, estén en Gaza, en Cisjordania o en los campos de refugiados en el extranjero, sino que ni siquiera hacen lo mínimo para mostrar su oposición a la política llevada a cabo por Israel y apoyada por Estados Unidos”, señala Hasni Abidi, director del Centro de Estudios e Investigaciones sobre el Mundo Árabe y Mediterráneo de Ginebra.

Aunque Qatar se sentó a la mesa de negociaciones para obtener un alto el fuego en Gaza, y aunque algunos países árabes tuvieron la decencia de enviar ayuda humanitaria al enclave, su apoyo a los gazatíes no pasó de ahí.

La Liga Árabe se ha convertido en un anexo del ministerio de Asuntos Exteriores egipcio [...] Ya no representa los deseos del mundo árabe

Nadie se ha atrevido a levantar la voz contra Israel, nadie se ha atrevido a romper relaciones diplomáticas: Jordania se ha limitado a retirar a su embajador, al igual que otros países del mundo, como Bolivia, Colombia, Chile y Brasil. Tampoco nadie se ha atrevido a romper los lazos comerciales, salvo Bahréin, para presionar al Estado judío para que deje de bombardear y matar de hambre a Gaza y de anexionarse gradualmente Cisjordania.

Hasta la fecha, señala Hasni Abidi, “no ha habido ningún llamamiento extraordinario para denunciar colectivamente lo que está ocurriendo en Gaza y Líbano”, a pesar de que periódicamente se celebra en El Cairo una cumbre de ministros de Asuntos Exteriores de la Liga Árabe. A pesar de algunos discursos de boquilla, como las recientes declaraciones del presidente egipcio al-Sissi denunciando los bombardeos israelíes en Líbano, o la declaración de Jordania en la cumbre de paz de octubre de 2023, no ha seguido ninguna acción.

Egipto es corresponsable del bloqueo a Gaza. Cada uno de los demás países tiene sus propios intereses”, subraya Hasni Abidi. Las reuniones dedicadas a Gaza han sido “muy tímidas”, afirma el investigador, que también imparte clases en el Instituto de Estudios Globales de la Universidad de Ginebra. “La Liga Árabe se ha convertido en un anexo del ministerio de Asuntos Exteriores egipcio. Su secretario general es egipcio. Así que no puede ir en contra de los intereses de Egipto y ya no representa los deseos del mundo árabe”.

“Se están posicionando contra nosotros”, coincide una exiliada gazatí que conocimos en El Cairo, quien señala que “todos han cerrado sus fronteras para impedir que los habitantes de Gaza vuelvan a casa”. Peor aún, “les prohíben el acceso a su territorio cuando solicitan un visado”. A ella le hubiera gustado ir a Arabia Saudí o Jordania, pero a pesar de todos los documentos justificativos que pudo aportar, sus numerosas solicitudes fueron ignoradas o incluso rechazadas.

Ella, como otros palestinos exiliados en Egipto, es consciente de que la población local les “apoya” y les ayuda en todo lo que puede; como el propietario de la casa de Ibrahim, que redujo el alquiler a la mitad cuando supo que era de Gaza. En los países árabes, “la población está comprometida con la causa palestina o libanesa, pero prácticamente no tiene margen de maniobra frente a los regímenes vigentes, a menudo autoritarios. Las élites no están en sintonía con su población”, analiza Hasni Abidi.

Una coartada perfecta para Occidente

Jordania, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Arabia Saudí… “¿Temen que nos quedemos allí? E incluso si nos quedamos porque tenemos parientes que pueden acogernos, ¿en qué les afecta?”, se pregunta esta gazatí exiliada.

Para Hasni Abidi, el mundo árabe “teme una segunda Nakba”, el éxodo palestino de 1948. “La cuestión de los refugiados palestinos es una línea roja para Israel. Si los acogieran en gran número, los Estados árabes darían a Israel un pretexto para negar a los palestinos el derecho a regresar a su tierra”.

Aparte de esas “buenas” intenciones, cuya sinceridad es difícil de calibrar, los países árabes son sobre todo reacios a comprometerse a una acogida a largo plazo, pues piensan que darle un enfoque humanitario “se transformaría en última instancia en una estancia permanente”. Hasni Abidi: “Miren los campos de refugiados palestinos en Líbano. Israel les impide cualquier retorno a Palestina.”

Shaïma (ficticio), otra palestina de Gaza, pierde la paciencia con lo que algunos califican ya de genocidio o de “campaña genocida”, como el historiador americano-israelí Omer Bartov. “El mundo permanece en silencio. Pero lo que más me choca es ver que el mundo árabe no hace nada”, protesta.

Observando que Israel ya está bombardeando otro país vecino, Líbano, comenta: “Uno a uno, a todos les llegará su turno. En un momento u otro, pasarán por lo mismo que los palestinos. Israel ha robado nuestra tierra y lo hará lo mismo en otros lugares. Mientras nadie les detenga, harán siempre lo que les plazca”.

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Esta “parálisis del mundo árabe” descrita por Shaïma está siendo utilizada finalmente como un “poderoso argumento” por los países occidentales, explica Hasni Abidi. “Les permite decir que no pueden hacer nada más”. Pero al final, “es Occidente quien ha alentado la resignación de los países árabes, entre ellos Egipto, que sigue dependiendo de una ayuda económica y militar exterior muy importante.

En marzo, la Unión Europea concedió 7.400 millones de euros en ayudas a Egipto, incluidos 200 millones para controlar sus fronteras. Una manera para Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, de “aplaudir el papel de Egipto como estabilizador en el conflicto israelo-palestino y como policía para Israel”, concluye el investigador.

Traducción de Miguel López

En el salón de su piso de alquiler en El Cairo, Egipto, Ibrahim (nombre ficticio) mira una y otra vez los vídeos de las masacres de Israel en la Franja de Gaza. Este hombre de 58 años ha envejecido “diez años de golpe”, exclama su mujer, con un rictus de disgusto en los labios. Su pelo se ha vuelto blanco de golpe; ha tenido que teñírselo hace poco, confiesa. Hay una imagen en particular que atrae su atención: la de una mujer gritando, con el rostro desgarrado por el dolor, en medio de las ruinas de Gaza.

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