La paz en Ucrania sin Ucrania con la que sueña Trump

Donald Trump hace un gesto durante una conferencia de prensa con el primer ministro indio, Narendra Modi, este jueves en la Casa Blanca.

Justine Brabant (Mediapart)

Ataque un Estado soberano, intente tomar su capital, deje que sus soldados maten a miles de civiles, cometan actos de violencia sexual y torturen. Deporte a los niños que se encuentren allí y destruya metódicamente sus centrales eléctricas para que la gente pase frío. Róbeles sus cereales y amenace con atacar con armas nucleares a cualquiera que quiera impedirlo. El presidente de los Estados Unidos le hará una llamada de noventa minutos para expresarle toda su admiración.

El miércoles 12 de febrero, Donald Trump mantuvo una larga conversación telefónica con su homólogo ruso, Vladimir Putin. Durante esta conversación, la primera desde la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022, el presidente americano elogió “la Gran Historia” (así, con mayúsculas) de Estados Unidos y Rusia, las “fuerzas de [sus] respectivas naciones” y los “grandes beneficios” que podrían tener trabajando juntos, según informó.

Un giro espectacular. Hasta ahora, la presidencia y la diplomacia estadounidenses habían repetido que “fracasará el ansia de poder y de territorio del presidente Putin” y que “nadie” podía “apartar la vista de las atrocidades cometidas” por el ejército ruso en Ucrania. Ninguna decisión sobre Ucrania debía tomarse sin los ucranianos: “Nada sobre Ucrania sin Ucrania”, insistía también el presidente demócrata Joe Biden.

Donald Trump acaba de decidir todo lo contrario. Putin y él han anunciado “iniciar inmediatamente las negociaciones” para poner fin a la guerra en Ucrania. El primer afectado, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski, ha tenido que conformarse con ser “informado” de las conversaciones entre Moscú y Washington sobre el destino de su país. El resto de Europa ni siquiera es mencionado.

Esa conversación complaciente y autosatisfactoria es el punto culminante de una serie de decisiones y declaraciones particularmente dramáticas para Kiev.

Unas horas antes, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, había infligido un triple agravio a las autoridades ucranianas al rechazar la idea de que Ucrania pudiera recuperar sus fronteras internacionalmente reconocidas (un “objetivo ilusorio”), al rechazar la hipótesis de que Kiev se adhiriera a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (una reivindicación “irrealista”) y al asegurar que las tropas americanas no participarían en ninguna misión de mantenimiento de la paz en Ucrania.

La alineación con las posiciones de Moscú

Estas posiciones tampoco son una sorpresa, pues Trump mantiene vínculos profundos y sólidos con el aparato estatal ruso y nunca ha ocultado su desprecio por Zelenski. Pero desde su elección, una parte del ejecutivo ucraniano apostaba por el carácter supuestamente impredecible e impulsivo del multimillonario, alimentando la esperanza de que pasaría de la admiración a la irritación respecto a Putin.

La esperanza duró poco: la administración Trump no solo se alinea con casi todas las exigencias de Moscú (que no quiere ceder los territorios ocupados por su ejército ni la adhesión de Ucrania a la Alianza Atlántica), sino que, lo más notable, lo hace incluso antes de que comiencen las negociaciones. Putin, suponiendo que esté realmente dispuesto a negociar, lejos de estar garantizado, seguramente no pedía tanto.

Por si esta serie de declaraciones y decisiones no dejaba a Kiev en una posición lo suficientemente frágil, Trump se había encargado de iniciar esta gran maniobra diplomática tres semanas después de congelar los fondos de la agencia americana de ayuda al desarrollo, USAID. Una decisión con consecuencias incalculables para Ucrania, que era el principal beneficiario. La administración Trump podría haber desmantelado la agencia con excepciones para Kiev, como hizo con Israel y Egipto. Pero decidió no hacerlo.

La fuerza contra el Derecho

El nuevo presidente de Estados Unidos ha elegido su bando, el de Moscú, que también es el de la fuerza sobre el Derecho. Al aceptar a Putin como único interlocutor, al negarse a plantear como condición previa que se muestre culpable de una invasión brutal y, probablemente, de crímenes de guerra, da la razón a la agresión armada que Rusia está llevando a cabo en Ucrania desde hace tres años. Además, envía la señal de que este tipo de aventura expansionista ya no será castigada, alterando un equilibrio basado en el Derecho Internacional que ya es bastante frágil. Y lo hace en contra de la opinión de casi todos sus aliados.

Era algo impensable hace seis meses, pero Ucrania tendrá que luchar ahora para tener derecho a sentarse a la mesa de negociaciones donde se decidirá su destino. “No se debe tratar nada sobre Ucrania sin Ucrania. No se debe tratar nada sobre Europa sin Europa”, recordó el ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Andriy Sybiha.

Oficialmente, la administración presidencial ucraniana no ha variado su tono habitual con respecto a Donald Trump: no mostrar signos de pánico ni de irritación, no describir la situación como perjudicial para Kiev, mantenerse firme y pragmático. Extraoficialmente, es una píldora amarga para un país que había aceptado malvender parte de sus recursos naturales para ganarse el favor del empresario Trump.

Si el Estado ucraniano logra, a pesar de todo, obtener un lugar en las negociaciones, podrá intentar quedarse con algunas migajas: ceder de facto los territorios controlados por Rusia, pero sin tener que reconocerlo legalmente; comprometerse a no adherirse a la OTAN a corto o medio plazo y no de forma permanente; y, sobre todo, rechazar cualquier cláusula que reduzca el tamaño o las capacidades de su ejército, el objetivo final del ejecutivo ruso.

En cuanto a los Estados europeos, hace unas semanas aún esperaban estar presentes en esa misma mesa de negociaciones para desempeñar un papel de estímulo, sobre todo para asegurarse de que Trump y Putin no metieran bajo la alfombra temas tan esenciales como la justicia internacional o la reparación de los crímenes cometidos. El plan parece más ambicioso que nunca.

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Podría debatirse muy pronto, al igual que el resto de cuestiones relacionadas con la guerra en Ucrania. Está previsto que Zelenski se reúna con el vicepresidente americano J. D. Vance este viernes 14 de febrero en Múnich, al margen de una cumbre sobre seguridad internacional.

 

Traducción de Miguel López

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