Periodismo, su economía y su libertad

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Edwy Plenel

Fundado en 2009 por extrabajadores de Le Monde, la web Slate acaba de ser reactivada por un accionista especializado en evasión fiscal (los dirigentes del banco privado suizo Grupo financiero Edmond Rothschil, a través de una sociedad con sede en Luxemburgo, paraíso fiscal enclavado en el corazón de Europa [leer aquí en francés]. Sea cual sea la calidad de los trabajadores afectados, esta noticia ilustra la regresión ética que, más que nunca, corrompe los ideales del periodismo.

La cuestión de la independencia económica de los medios de comunicación se ha convertido en una cuestión secundaria conforme la profesión se va acomodando, cada vez más, con accionistas a años luz de los objetivos del oficio que se recomiendan para informar libremente, sin ninguna sumisión a intereses privados o estatales. Oportunidad para defender y reconstruir esta independencia, las promesas democráticas de la revolución digital se han encontrado tanto con realidades económicas prosaicas (la mejor garantía de la independencia es la rentabilidad) y con el ataque de los intereses económicos dominantes (de Patrick Drahi a Xavier Niel, los multimillonarios digitales que han asediado a buena parte de la vieja prensa, uniéndose a la oligarquía instaurada por Bernard Arnault, Serge Dassault, Arnaud Lagardère, François Pinault,...).

En 2009, cuando creamos el Sindicato de Prensa Independiente de Información en Línea (SPIIL), que todavía une la diversidad de la información digital (ver aquí), el paisaje no estaba estático en este punto. Pero, desde entonces, de los siete sitios cofundadores, dos desaparecieron por completo (Terra Eco y Bakchich) y otros dos perdieron su independencia económica e, incluso, su identidad (Rue89 y Slate). A pesar de los diferentes puntos fuertes en sus fórmulas y reivindicando la propia tradición profesional, los tres supervivientes –@rrêt sur images, Indigo Publications y Mediapart, socio editorial de infoLibre– tienen, sin embargo, un punto en común. Apostaron de inmediato por el modelo de pago, defendiendo en el mundo digital lo que hizo, en el pasado, la prensa escrita: la fidelidad de un público.

Porque el fracaso de Slate, como antes de Rue89 (creado en 2007), asumido inicialmente por Claude Perdriel, propietario de L’Obs, antes de ser vendido con su revista semanal a los accionistas de Le Monde (el trío de Pierre Bergé, Xavier Niel y Mathieu Pigasse), pone en evidencia el callejón sin salida del modelo llamado gratuito, basado en la publicidad, para todo proyecto de periodismo de información que tenga una exigencia de seriedad. Ni siquiera hay una rentabilidad económica en el horizonte de estos modelos, sino que  su carrera por la audiencia impacta directamente en sus contenidos. Se impone, así, en la mayoría de los casos, la brevedad, la inmediatez y la superficialidad. Si no se da prioridad a la opinión y al comentario, sobre la información y la investigación.

En otras palabras, el modelo económico tiene consecuencias sobre el valor del periodismo. No sólo sobre el valor de la empresa que lo produce, sino también sobre el valor de la información en sí. Para repetir la distinción clásica entre “valor de uso” (la utilidad de un producto) y “valor de reemplazo” (a cuánto se compra), si el valor de intercambio de información es cero, su valor de uso (es decir, la utilidad democrática para el lector) también acabará por tender hacia el cero. El resultado final es la corrupción de la información a través del entretenimiento (que puede incluir el blablabla incesante de los columnistas), cuyo modelo económico reposa en una gran cantidad de público y la gratuidad publicitaria.

Este desafío, no sólo económico sino también político del valor del periodismo, fue el que suscitó la curiosidad de la universidad de Chicago sobre el modelo y el éxito de Mediapart. Primero fue, en octubre del 2015, el artículo del profesor Luigi Zingales en Financial Times cuyo título era, sin ninguna ambigüedad: “Una prensa fuerte es la mejor defensa contra el capitalismo de amiguismo”. Al defender la necesidad democrática del periodismo de investigación para poner en evidencia el abuso de posición, el monopolio de poder y la concentración de riqueza, este profesor de la Escuela de negocios de la universidad de Chicago (la Escuela de negocios Booth) mencionaba a Mediapart (que había superado la cifra de 100.000 suscriptores) como la demostración de que esta práctica ofensiva podía encontrar a su audiencia y su rentabilidad.

Suponiendo que el liberalismo económico es inseparable de un liberalismo político radical, donde la acción de la empresa es esencial para la regulación de un capitalismo que, de otro modo, es inevitablemente salvaje, Luigi Zingales es director del Centro Stigler, centro de estudio e investigación dedicado a las interacciones entre economía y política. También con espacio para el debate sobre economía europea y estadounidense, este italoamericano, que se distingue por posiciones a menudo iconoclastas, es, a la vez, un defensor feroz del libre mercado, aboga por un aumento sobre el control de los bancos y un azote incansable del “capitalismo amiguista”, un “capitalismo de chantaje” que retoma la idea gráfica de Laurent Mauduit, cofundador de Mediapart.

Saving Capitalism from the Capitalists (Salvar el capitalismo de los capitalistas), es el título de uno de sus libros, publicado en 2003 y que resume esta pista, tan original como solitaria, que se esfuerza por abrir.  Comprendemos entonces por qué le intrigó Mediapart: fueron periodistas profesionales lo que inventaron un medio de comunicación en línea que es rentable sólo haciendo periodismo, sin otros ingresos que la suscripción de sus lectores y la fidelidad de su público. Así es cómo hemos llegado a ser, en medio de una crisis histórica de la prensa escrita, el primer case study del Centro Stiglercase study, un caso de estudio profundamente radical que está a contracorriente de las corrientes económicas dominantes.

Después de la primera vista del profesor Zingales, Guy Rolnik encargó el trabajo a Dov Alfon. Codirector del Centro Stigler, Rolnik también es el fundador de un periódico económico israelí TheMarker, editado con el apoyo del diario de referencia Haaretz, cuyas revelaciones sacudieron el establishment de Israel, poniendo en evidencia los efectos desastrosos, entre los cuales está la corrupción, de la concentración del poder y de la riqueza en manos de algunos multimillonarios. En cuanto a Dov Alfon, que los atentos lectores de Mediapart conocen por las investigaciones de Fabrice Arfi sobre la mafia del CO2 (ver aquí el dossier) y la emisión del tema, es hoy el corresponsal en París de Haaretz, después de haber sido redactor jefe.

Su investigación ha dado lugar a varias idas y venidas, durante las cuales le mostramos todas nuestras cuentas (se publican cada año) y respondimos a todas sus cuestiones. Para la ocasión, hemos publicado un dossier en inglés con todas nuestras cifras, en la cual François Bonnet, cofundador y director editorial, cuenta la historia de Mediapart.

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Difundido durante la última primavera, su estudio se titula Mediapart: ¿un modelo viable? [Disponible en inglés y en francés]. Bajo esta prudente formulación, se esconden dos preguntas, que son, para nosotros, nuestros desafíos: si este éxito sobrevivirá y si el modelo es reproducible en otro lugar. Sin embargo, sobre un terreno estrictamente económico, su punto de partida sigue generando sorpresa por la rentabilidad de Mediapart, ya que nuestra empresa no distribuye ningún dividendo y sirve sólo para desarrollar contenidos y construir nuestra independencia.

Tanto es así que en el anuncio del evento del 13 de abril (leer aquí), durante el cual fue presentado el estudio a los estudiante de Chicago, no dudó en señalar la diferencia entre la rentabilidad de Mediapart y de The New York Times The New York Timesen 2016 (el 18% contra el 6,5% en los ingresos de explotación, y el 16,6% contra el 1,9% en los ingresos netos). “La rentabilidad de Mediapart sobresale, hasta comparado con sus homólogos más viejos, más grandes y mucho más consolidados”, asegura en el documento. En vísperas de este acto público, Luigi Zingales insistía en el desafío democrático de este éxito económico: “El estudio se centra en un gran reto: ¿cómo puede el periodismo de investigación ser rentable en el mundo digital? Esto no es sólo una cuestión interesante en los negocios, sino que es una cuestión muy importante para la política pública. El periodismo de investigación desempeña un papel crucial en el funcionamiento no sólo de la democracia, sino que también en el propio capitalismo. La historia de Mediapart es una luz de esperanza no sólo para Francia, sino para todo el mundo”.

Frente a estos cumplidos, probablemente un poco excesivos, intentamos, con Marie-Hélène Smiéjan, cofundadora y directora general, ofrecer la receta de Mediapart durante la presentación pública de este case Study con Guy Rolnik. Nuestra respuesta no fue una sorpresa: “Desde el periodismo, el periodismo siempre, y nada más que periodismo”. Antes, James T. Hamilton, profesor de comunicación en la universidad de Stanford, había comentado el estudio apoyado en Democracy’s Detective (Harvard University Press, 2016), su última obra, extensa y exhaustiva, que investiga la economía del periodismo de investigación. Aquí está el vídeo del encuentro:

Fundado en 2009 por extrabajadores de Le Monde, la web Slate acaba de ser reactivada por un accionista especializado en evasión fiscal (los dirigentes del banco privado suizo Grupo financiero Edmond Rothschil, a través de una sociedad con sede en Luxemburgo, paraíso fiscal enclavado en el corazón de Europa [leer aquí en francés]. Sea cual sea la calidad de los trabajadores afectados, esta noticia ilustra la regresión ética que, más que nunca, corrompe los ideales del periodismo.

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