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Las plantaciones de cacao se han comido los bosques de Costa de Marfil

Christelle Gérand (Mediapart)

Regiones de Abengourou y Duékoué (Costa de Marfil) —

Un campesino sale a explorar con su motocicleta. En caso de emboscada o de grandes problemas de tráfico en la pista forestal, debería poder escabullirse. Le siguen dos camionetas con una veintena de hombres de distintas edades, la mayoría de ellos sentados en la plataforma trasera.

Se encuentran a menudo con árboles muertos bloqueando el camino, la carretera principal que atraviesa el bosque de Bossématié, en el este de Costa de Marfil. Un aldeano despeja el camino con una motosierra. Le escoltan siete agentes armados de la Oficina de Parques y Reservas de Costa de Marfil (OIPR). En teoría, desde que se declaró reserva natural en marzo de 2022, nadie puede entrar en la zona, salvo los guardas de la OIPR encargados de protegerla. Ese día en cuestión, iban acompañados de vecinos de la exuberante selva tropical para una operación relámpago.

Sus acostumbrados ojos divisan un estrecho pasadizo, ligeramente despejado, entre los árboles y las enredaderas. Aprovechan para pasar todos, caminando en fila india. Después de unos veinte metros, la maleza está despejada y se ve la tierra está removida. Si metes las manos en la tierra, descubres muchas semillas de cacao plantadas a escasos centímetros de la superficie. Decenas de jóvenes cacaoteros están sustituyendo al bosque. Uno a uno, los aldeanos talan esta madera blanda con machetes. El objetivo es disuadir a lo que llaman "infiltrados", agricultores que aprovechan la fertilidad de la reserva natural para plantar allí cacaoteros ilegalmente.

Estos "infiltrados" tienen una técnica bien perfeccionada. Empiezan quemando las raíces de árboles que pueden tener entre 20 y 50 metros de altura. Irocos, betés y sambas mueren en pocas semanas o pocos meses. Los clandestinos tienen tiempo de abandonar la zona sin que nadie les vea. Luego regresan cada poco para limpiar la maleza, plantar y, sobre todo, cosechar. Permanecen escondidos durante días en el bosque, durmiendo bajo lonas ocultas por el follaje. Junto al cacaotal improvisado también han cultivado lo suficiente para sobrevivir: unos cuantas plataneras y plantas de maíz, también talados por los residentes locales.

En junio de 2022, utilizando satélites, la OIPR evaluó el estado de la reserva natural de Bossématié. Según el teniente coronel Alain Toulo, director de la zona sureste del país, sólo el 42% de la reserva estaba intacta en ese momento. El 29% estaba formado por plantaciones de cacao y el resto era "bosque degradado". La Sociedad de Desarrollo del Bosque (Sodefor), antes responsable de proteger lo que entonces era un bosque protegido, estaba claramente corrupta. Los agricultores ilegales podían comprar su tranquilidad, siempre que la deforestación pasara desapercibida desde las carreteras principales.

Assa Koffi, presidente de la asociación de vecinos Salvemos la Reserva Natural de Bossématié, cree que los agentes de la OIPR aún no han caído en la tentación, pero no se fía: "Todos somos humanos". Los infiltrados también han intentado comprar su silencio por 30.000 francos CFA (46 euros). Él y la gran mayoría de los casi sesenta miembros de su sección también cultivan cacao en los límites de la reserva. A escala nacional, la mitad de los cultivadores de cacao viven en la pobreza extrema.

 

Assa Koffi calcula que, antes de la llegada de la OIPR, entraban y salían unos 8.000 infiltrados de Bossématié. Entre el 80% y el 90% de ellos procederían de Burkina Faso. El coronel Ouattara Kpolo, jefe del sector OIPR de Bossématié, no se aventura a dar una estimación, pero señala que algunos se marcharon cuando cambió el estatuto de la reserva. Además de la competencia desleal del cacao, más barato de producir, sobre todo porque no necesita abono, los lugareños culpan a los inmigrantes ilegales de perturbar la fauna local, cuyo hábitat está cada vez más fragmentado.

Los daños causados por los elefantes van en aumento. Recientemente devastaron los campos de casi un centenar de aldeanos en la linde del bosque. El OIPR calcula que sólo quedan 16 paquidermos en la estación seca, y 28 en la lluviosa. Chimpancés y antílopes también son cada vez más escasos. Aunque, como nota de esperanza, según Alain Toulo, la selva tropical tiene un rápido ritmo de recolonización. “Si un cacaotal se deja desatendido durante años, las especies endémicas vuelven a tomar el relevo", afirma. “Y si se deja de molestar a la fauna, también se recuperará".

Para el resto del territorio marfileño, puede ser demasiado tarde. Según un informe de la ONG Mighty Earth, el país, primer productor mundial de cacao (40% del cacao mundial), ha perdido el 90% de sus bosques en los últimos treinta años. El ritmo de deforestación va en aumento: es 2,3 veces mayor desde enero de 2019 que durante el periodo 2001-2017, según ese informe. A este ritmo, Costa de Marfil va camino de perder irremediablemente toda su cubierta forestal de aquí a 2034, advierte Naciones Unidas.

La agro-silvicultura lucha por establecerse en el este

En la región de Guémon, al oeste de Costa de Marfil, los agricultores están desesperados. En el corazón de la histórica zona cacaotera del país y de lo que durante mucho tiempo se ha llamado el "milagro marfileño", el monocultivo está mostrando sus limitaciones. "No lo entiendo", confiesa Tai Oula Michel. Cultiva 4 hectáreas de cacao en el pueblo de Bagohouo, no lejos del bosque protegido del Monte Peko, tan deforestado que recibe el apodo de "cacao protegido del Monte Peko". "Después de cinco años, los cacaoteros mueren". Las variedades actuales requieren grandes cantidades de fertilizantes y herbicidas, que han agotado ya el suelo. Los llamados cacaoteros franceses, plantados por su abuelo, son resistentes y siguen produciendo.

Como consecuencia del cambio climático y de la deforestación masiva, cada vez llueve menos, como demuestran las flores de los árboles que, por falta de lluvia, nunca se han convertido en mazorcas. No sabe qué pensar. Es cierto que los cacaoteros cercanos a sus mangos “crecen bien", dice. "Antes nos decían que quitáramos todos los demás árboles porque los cacaoteros crecen mejor al sol. Ahora mi cooperativa me pide que vuelva a plantar algunos", añade.

La cooperativa le proporcionó la irrisoria cantidad de cinco esquejes de fraké hace dos años, pero no le aconsejó dónde plantarlos. Los plantó cerca de sus cacaoteros moribundos, a diferencia de la mayoría de sus vecinos, que lo hicieron al borde de sus campos por miedo a que los leñadores vinieran un día a talarlos y arruinar su producción.

Los especialistas coinciden en la necesidad de pasar a la agro-silvicultura. En estado silvestre, los cacaoteros crecen bajo el dosel de los bosques tropicales de América Central y del Sur. La plantación de otros árboles junto a ellos aumenta la humedad y la fertilidad del suelo, y "regula dos grandes bioagresores: la podredumbre parda de la mazorca, causada por un hongo, y los míridos, insectos chupadores mordedores cuyos daños repetidos matan poco a poco a los cacaoteros", según un estudio del Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agrónoma para el Desarrollo (CIRAD).

 

Cambiar de una variedad de sol a otra que soporte la sombra es caro.

Además de los beneficios para la biodiversidad, este tipo de cultivo reduce la cantidad de fertilizantes y pesticidas que se esparcen actualmente cada trimestre. Otra práctica consiste en cultivar alimentos como plátanos, mandioca y ñame.

Pero pasar de una variedad de sol a otra que soporte la sombra es caro. También lo es comprar plantas para árboles o cultivos alimentarios. Y lo que es más, supone un trabajo extra de plantación. Un informe del programa de las Naciones Unidas de Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal (REDD) concluye que: "En comparación con el modelo de referencia (una plantación de cacao de 20 años a pleno sol), la pérdida de ingresos es significativa y dura mucho tiempo".

Además, "la perspectiva de ganancias económicas de la agro-silvicultura a medio o largo plazo" a través de la venta de cultivos alimentarios o de madera "no constituye un incentivo suficiente". Y ello a pesar de que la producción de cacaoteros en agro-silvicultura acabará superando a la de los plantados en monocultivo, según el estudio, que aboga por un apoyo financiero a la transición, dado que los bancos locales son reacios a conceder préstamos a los agricultores.

Enfrentados a dificultades financieras, los productores se ven a menudo obligados a vender sus semillas. En teoría, el precio lo fija el gobierno: 900 francos CFA (1,37 euros) por kilo este año, pero las cooperativas no suelen tener suficiente liquidez para pagar inmediatamente a los agricultores. Tai Oula Michel es miembro de una cooperativa autorizada, pero recibe lo suyo "dos o tres semanas o incluso un mes después del depósito. Las tiendas ilegales reducen un poco el peso, pero nos pagan el dinero directamente. Igual que los rastreadores, cuando mis hijos ya no van al cole porque no puedo pagarlo, no sé cómo se enteran, pero vienen a buscarme al campo. Me compran el cacao por 800 u 850 francos.”

Los rastreadores van sobre dos ruedas por las pistas forestales. En época de cosecha, se les ve por todas partes, cargados con sacos de yute llenos de cacao.

La trazabilidad, un mito

No lejos de allí, Kohon Mathias, gerente de la cooperativa Ecatie, en Blody, insiste en la desconfianza de los agricultores. A veces, los estafadores se hacen pasar por agentes de la cooperativa, recogen las semillas y se marchan a otras ciudades, sin pagar nunca. Mathias intenta ganarse la lealtad de los agricultores vecinos ayudándoles económicamente durante la temporada de lluvias, proporcionándoles botas de agua y enviando empleados a rociar sus cacaotales con insecticida. Pero no muy lejos, hay una cooperativa ilegal que se le parece en todo. Hecha con paredes de cemento y tejado metálico, tiene buena reputación. Tiene una balanzas idéntica e incluso recibos a 900 francos CFA el kilo.

Las cuotas exigidas por las multinacionales del chocolate son tan elevadas que, en realidad, los dos sistemas funcionan a menudo juntos: las cooperativas legales asignan cacao "ilegal" a los miembros de su cooperativa sobre el papel. François Ruf, economista recientemente jubilado del CIRAD y especializado en el cultivo del cacao, ha sido testigo de "la conversión de cacao ordinario en cacao certificado con un movimiento de 'varita mágica' o, en el peor de los casos, con un cambio de saco".

En su opinión, la trazabilidad es un mito. Sean cuales sean las cooperativas y la etiqueta bajo la que operen, aunque las multinacionales se abastezcan en la región de Abengourou, la probabilidad de que sus almacenes contengan semillas producidas en Boissématié es "cercana al 100%". Así que la única manera eficaz es asegurarse de que nadie cultive cacao en la reserva natural.

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Este reportaje se ha realizado con el apoyo del fondo Rainforest Journalism, en colaboración con el Pulitzer Center.

Traducción de Miguel López

 

Un campesino sale a explorar con su motocicleta. En caso de emboscada o de grandes problemas de tráfico en la pista forestal, debería poder escabullirse. Le siguen dos camionetas con una veintena de hombres de distintas edades, la mayoría de ellos sentados en la plataforma trasera.

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