Ya ni siquiera temen una recesión económica, sino escenarios apocalípticos de un Armagedón económico y financiero. A medida que la epidemia de coronavirus se extiende por el mundo, que se anuncian medidas de contención, cierres totales o parciales de países, que la parálisis se extiende por todas partes, el mundo financiero se marea. Todo parece hundirse bajo sus pies.
Al igual que la epidemia de coronavirus, la crisis del mercado de valores se está volviendo exponencial: un poco más grave cada día. Por tercera vez en menos de una semana, los intentos de cortocircuito han entrado en acción en un intento por detener las caídas de los mercados de valores. Pero estas interrupciones no han permitido, como se esperaba, que los actores financieros recuperen los ánimos. Su mundo está ahora en fase de liquidación. Todo, acciones, petróleo, obligaciones que no se consideran suficientemente seguros. Los mercados de Londres, Milán, París y Frankfurt terminaron el día con una caída del 4% al 6%, después de haber caído más del 10% durante la sesión. A mitad de la sesión, Wall Street perdía más del 8%. En menos de tres semanas, los mercados de valores han perdido más del 30%.
Tal es el pánico que circulan rumores cada vez más persistentes en los mercados: Wall Street podría cerrar en los próximos días, se dice. Los otros mercados de valores lo único que podrían hacer es seguir el ejemplo. “No sería la solución menos mala dado que todo se ha vuelto irracional” dice Christopher Dembik, jefe de investigación macroeconómica de Saxo Bank.
Sin embargo, los bancos centrales están poniendo a disposición de los mercados toda su artillería para calmar el pánico. Sin esperar a su reunión habitual prevista para el jueves, la Reserva Federal adoptó por sorpresa el domingo por la noche, antes de la apertura de los mercados, una serie de decisiones extraordinarias, a una escala no vista desde diciembre de 2008. Bajó sus tipos directores a cero, se comprometió a reanudar su política de flexibilización y recompró en los mercados más de 700.000 millones de dólares en bonos y letras del Tesoro. Por último, ha alcanzado acuerdos de swaps (canje de deuda) con todos los principales bancos centrales del mundo –BCE, Banco de Inglaterra, Banco Central Suizo, Banco de Japón– con el fin de garantizar el suministro de dólares a todo el sistema financiero internacional.
Como consecuencia de ello, el Banco de Japón anunció el lunes por la mañana una duplicación de sus recompras de valores a 12 billones de yenes (unos 100.000 millones de euros). Luego, la autoridad reguladora financiera europea dijo que pondría 100.000 millones de euros a disposición de los bancos para que pudieran seguir cumpliendo su misión de financiar la economía y distribuir el crédito.
Pero estas acciones, en lugar de tranquilizar, han asustado un poco más a los mercados. Todos los bancos centrales se organizan porque la situación es grave, mucho más grave de lo que se acepta generalmente. La epidemia de coronavirus está paralizando el mundo.
“Han hecho que todo salte por los aires. La FED ha entrado en pánico y los mercados ha entrado en pánico. Los índices se encontraban en sus máximos históricos hace menos de un mes y la FED utilizó todas sus herramientas convencionales y no convencionales. Realmente usaron toda su munición. Esta es la acción de un banco central que tiene miedo”, dijo Michael O'Rourke, responsable de JonesTrading. Y eso da miedo.
La preocupación comienza a medirse por el barómetro de la liquidez del mercado. En los últimos días, varias señales han empezado a preocupar a los mercados. El jueves, contra todo pronóstico, mientras los mercados de valores iban a la baja, el mercado de bonos del Tesoro de EEUU, considerado como el refugio de último recurso, también cayó. Aún más problemático, el mercado interbancario entre Estados Unidos y Europa estaba mostrando signos de tensión, al igual que durante la crisis de 2008.
El mercado monetario ha estado enviando señales de malestar desde hace varios meses, mucho antes del coronavirus. Desde septiembre, la Reserva Federal ha estado proporcionando apoyo continuo en este mercado. La semana pasada aumentó aún más su financiación a 150.000 millones de dólares. El domingo, anunció que pondría 500.000 millones de dólares de liquidez a disposición de los actores financieros durante un mes. Eso no fue suficiente. El lunes por la mañana, anunció 500.000 millones de dólares para aliviar las tensiones en el mercado monetario.
En un extenso estudio publicado en diciembre, el Banco de Pagos Internacionales identificó a los culpables de estas disfunciones: los hedge funds y otros fondos de inversión. Desde la crisis financiera de 2008, estas entidades, que están exentas de casi todas las regulaciones vigentes, se han hecho cargo de la mayoría de las actividades del mercado que los bancos tienen ahora prohibido realizar. Ahora aparecen como las cajas negras de las finanzas globales.
“La quiebra de una gran empresa puede hacer caer todo el castillo de naipes”
Ya bajo presión, están bajo otra enorme presión con la caída de los precios. Necesitan liquidez inmediata, en proporciones importantes para cubrir sus llamadas de margen, ventas en corto, etc. Muchos están liquidando sus valores y posiciones para obtener efectivo lo más rápidamente posible. Esto hace que el mercado de valores caiga.
Además, varios fondos, con el fin de atraer a los clientes, se han comprometido a reembolsarlo inmediatamente si así lo deseasen. No hay cifras disponibles de inmediato. Pero las solicitudes para retirar los fondos de los clientes ya deben ser de decenas de miles de millones cuando los mercados se colapsan. ¿Serán todos capaces de hacer frente a esta situación? Las sospechas se acumulan entre los actores financieros. Cada uno está empezando a desconfiar del otro. Los signos de tensión aparecen en todo el sistema.
“La medida más importante, en mi opinión, tomada por la FED es la línea swaps con otros bancos centrales para asegurar la financiación en dólares del sistema financiero. En mi opinión, se trata de una acción preventiva para tratar de evitar una crisis sistémica, porque, por el momento, no vemos demasiada tensión en el mercado todavía. Pero si no logramos contener esta crisis en una o dos semanas, el daño será considerable”, advierte Christopher Dembik.
En diciembre de 2008, la decisión de la Reserva Federal de dotar al sistema financiero de tantos dólares como fuera necesario mediante intercambios entre bancos centrales se consideró una de las medidas decisivas para calmar la crisis financiera. Para entonces, como señaló Adam Tooze en Crashed, la obra de referencia definitiva sobre la crisis de 2008, la Reserva Federal se había convertido en “el banco de los bancos, el garante último del sistema financiero mundial”.
Pero, ¿el mismo remedio seguirá funcionando ante la crisis provocada por el coronavirus, el cierre casi total de la economía real en todos los países? “En circunstancias normales, una respuesta tan importante habría puesto un suelo bajo los activos de riesgo y apoyado una recuperación. Pero la magnitud de la conmoción se está volviendo exponencial y los mercados están cuestionando, con razón, lo que puede hacer la política monetaria y discutiendo su eficacia para hacer frente a los riesgos que plantea el coronavirus”, dice Jason Daw, estratega de Société Générale.
Todos están empezando a desarrollar escenarios de crisis negros, muy negros. Nada parece a salvo ya que la epidemia de coronavirus se está extendiendo, después de China, por toda Europa y probablemente muy pronto en los Estados Unidos. Sectores económicos enteros están amenazados con el colapso, advierte la agencia de calificación Moody's.
Las principales aerolíneas –United Airlines, British Airways, Iberia, Air France-KLM, EasyJet, Finnair, Air New Zealand, Aeroflot– ya han anunciado medidas drásticas en las últimas 24 horas. Todos ellos planean reducir sus servicios entre el 70 y el 90%, recurrir masivamente al trabajo a tiempo parcial e incluso a los despidos. “Hay muchas aerolíneas que están bajo presión con poca o ninguna tesorería disponible. No hay garantía de que muchas aerolíneas sobrevivan”, advierte Willie Walsh, CEO de IAG, la compañía holding de British Airways, Aer Lingus e Iberia, en una entrevista con The Financial Times. La industria ya está empezando a pedir una acción europea coordinada para ayudarle a superar este período de extraordinaria conmoción.
Lo que es cierto para el transporte aéreo también lo es para el turismo, la industria automovilística y sus subcontratas, y el sector de la restauración. Se considera que todos estos sectores están entre los más afectados por la conmoción creada por Covid-19. Estas actividades representan un tercio o incluso más del PIB de los países occidentales. Suficiente para congelar todos las previsiones.
“El peligro es el riesgo de una bancarrota inesperada e incontrolable. El sobreendeudamiento de todo el sector privado ha alcanzado tales proporciones desde la última crisis financiera que se ha vuelto incontrolable. La quiebra de una gran empresa, de un fondo, puede hacer caer todo el castillo de naipes. Porque el desequilibrio en la esfera financiera que existía antes de la crisis multiplica por diez las consecuencias de la crisis”, analiza el exbanquero Jean-Michel Naulot.
El miedo a un accidente fatal y sus efectos dominó acecha a muchas mentes. Los riesgos son particularmente elevados para las empresas más endeudadas: las que han querido aprovechar el dinero gratuito del último decenio para multiplicar por diez su apalancamiento; las que han sobrevivido a crédito aunque no sean rentables, como algunas empresas de alta tecnología o de gas de esquisto. En los últimos días, el mercado de CDS (credit default swaps, seguro de crédito contra riesgos de incumplimiento), cuya existencia se había olvidado en los últimos años, está siendo examinado una vez más con la mayor atención. Porque se dispara.
Si bien muchos temen que los bancos centrales todavía tengan los medios o las herramientas adecuadas para contener el agotamiento y los riesgos de colapso económico que se avecinan, muchos consideran que los Estados son los únicos actores con suficiente poder de intervención. Pero por el momento, todos actúan de manera dispersa y descoordinada, a menudo sin dar siquiera la impresión de que están tomando toda la medida de esta crisis sanitaria y económica.
“De una forma u otra, los Estados tendrán que dar sus garantías. En 2008, acordaron salvar los bancos, ahora tienen que salvar las empresas, los empleados y la economía”, dice Jean-Michel Naulot. “Si hay una lección que aprender de esta epidemia de coronavirus, es la necesidad de un retorno del Estado. Debemos avanzar hacia una economía mixta”, añade Christopher Dembrik.
El temor es que esta llamada a la ayuda y a las garantías estatales, como en todos los momentos críticos, se convierta en un nuevo juego de tontos. Después de haber pagado para salvar el sistema financiero, ¿no se pedirá de nuevo a los contribuyentes que paguen para salvar las empresas y el sistema económico, sin que nada más cambie? Especialmente porque esta vez las sumas son aún más astronómicas que durante la crisis de 2008.
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Traducción: Mariola Moreno
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Ya ni siquiera temen una recesión económica, sino escenarios apocalípticos de un Armagedón económico y financiero. A medida que la epidemia de coronavirus se extiende por el mundo, que se anuncian medidas de contención, cierres totales o parciales de países, que la parálisis se extiende por todas partes, el mundo financiero se marea. Todo parece hundirse bajo sus pies.