Los riesgos del fin de la política Covid cero en China
China está viviendo, en un trágico experimento real, el impass de su estrategia de Covid cero desde la aparición de la contagiosa variante Ómicron. Desde hace tres años, este país de 1.400 millones de habitantes impone a su población privaciones de libertad sin precedentes en la historia moderna con la excusa de salvar vidas.
Ante la exasperación de una población sometida a repetidos confinamientos, aislamiento forzoso, controles PCR masivos y seguimiento digital, las autoridades decidieron poner fin abruptamente a la política de Covid cero a principios de diciembre.
Ha llegado a su fin la política de detección a gran escala, que servía como herramienta para controlar el virus y a la población. A los chinos se les aconseja ahora que se confinen voluntariamente si tienen síntomas, pero eso ya no es suficiente para frenar el virus, ya que muchas personas infectadas no muestran síntomas y pueden transmitirlo antes de tenerlos.
Opacidad china
Oficialmente, hasta el 6 de diciembre, China sólo había registrado 350.000 casos de Covid y 5.235 muertes. Desde entonces ya no hay datos, como ocurrió en los primeros días de la pandemia a principios de 2020. Muy diplomáticamente, Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), lo lamentó en una rueda de prensa el 21 de diciembre: "Pedimos a China que comparta sus datos (...). Necesitamos información detallada sobre la gravedad de la enfermedad, los ingresos hospitalarios y en las unidades de cuidados intensivos." En otras palabras, toda esta información se echa en falta en la OMS.
Como muestran las entidades que recopilan datos internacionales sobre Covid, China ya no presenta ninguno.
Pero la información oficial está en total contradicción con las imágenes que circulan por las redes sociales de hospitales abarrotados, pacientes mayores con problemas respiratorios por los pasillos, sentados en el suelo. También se filtran imágenes de tanatorios atestados de cadáveres. Aunque la televisión central no oculta la afluencia de personas a los hospitales, como en este reportaje del Hospital Xiehe de Pekín el martes.
Al contrario que el resto del mundo
La política Covid cero funcionó durante un tiempo en los países insulares democráticos –Nueva Zelanda, Japón o Corea del Sur– y en la dictadura china. Pero todas las democracias pusieron fin a esta política a principios de 2022 con la aparición de la variante Ómicron.
La variante histórica era controlable con medidas de contención y una política estricta de tests, rastreo y aislamiento, ya que su tasa de reproducción R0 se estimaba en 2,5; es decir, una persona infectada a una media de 2,5 personas. "Se cree que las primeras subvariantes Ómicron se asociaron a valores R0 de entre 8 y 10, y algunos han sugerido valores de 16, 18 o incluso 20 para las subvariantes Ómicron que circulan actualmente en China", explica Antoine Flahault. Ómicron es uno de los virus más transmisibles del mundo y es incontrolable.
Con excepción de China, todos los países desarrollados, con una población envejecida y muy sensible al virus, han adoptado más o menos la misma política: amplia cobertura de vacunación inicial, vacunas de refuerzo para los más vulnerables y una inmunidad mantenida de forma natural por un virus cuya circulación sigue bajo control, con la ayuda de medidas de contención más o menos aplicadas.
Es un equilibrio precario que oscila entre el imperativo de salud pública de proteger a la población más frágil, en particular a la que no responde a las vacunas, y la aspiración legítima a una vuelta progresiva a una vida normal, sin privaciones de libertad. La situación dista mucho de ser perfecta, como en Francia, donde la población es reacia a volver a adoptar voluntariamente las medidas de contención durante los picos epidémicos.
Aunque China afirma tener una cobertura de vacunación del 90% de su población, eso es sólo con dos dosis de la vacuna. Sólo el 57% de la población ha recibido las tres dosis que proporcionan una protección óptima.
Pero el precio de la irracionalidad frente al virus lo pagan sin duda los chinos, cuyas autoridades han tomado decisiones contrarias a las del resto del mundo. "Los resultados sanitarios fueron buenos hasta finales del verano pasado", afirma el epidemiólogo Antoine Flahault, director del Instituto de Salud Mundial de la Universidad de Ginebra. "La confianza del público se erosionó cuando la estrategia se mostró incapaz de frenar los incesantes brotes de subvariantes Ómicron muy contagiosas a partir del otoño. Cada vez más personas fueron puestas en cuarentena y las medidas se volvieron brutales y liberticidas. Las redes sociales mostraban la rabia, pero también el agotamiento de la población. Luego, en noviembre, se produjeron los estallidos callejeros que hemos visto y la sensación de que el gobierno ya no tenía el control, desbordado por una epidemia y una situación social que se habían vuelto explosivas."
Cobertura de vacunación amplia pero incompleta y anticuada
China, obsesionada con su política de covid cero, que ha movilizado a todas sus fuerzas sanitarias y policiales, ha descuidado al mismo tiempo su cobertura de vacunación. Las vacunas Sinovac y Sinopharm no son ineficaces, como explica Antoine Flahault: "Las dos vacunas utilizadas en China han sido ampliamente utilizadas en todo el mundo. Aunque no dispongamos de la misma calidad de evaluación de su eficacia que las vacunas occidentales, un equipo de la Universidad de Hong Kong las comparó el año pasado con las vacunas de ARN mensajero. Estaba bastante claro que con sólo dos dosis las vacunas chinas eran inferiores a las occidentales, pero con tres dosis de vacunas chinas su eficacia era comparable."
China afirma tener una cobertura del 90% de su población, pero sólo con dos dosis de vacunas chinas. Sólo el 57% de la población recibió las tres dosis para una protección óptima. E incluso cuando han recibido una tercera dosis, ésta es "de hace más de un año", declaró el 21 de diciembre el Dr. Michael Ryan, uno de los directores de la OMS. Ahora estas dosis sólo protegerían "al 50% o menos de los mayores de 60 años. No es una protección adecuada para una población envejecida tan numerosa como la de China."
Según Antoine Flahault, "el problema al que se enfrentan las culturas chinas, ya sea en Taiwán, Hong Kong o China continental, es el bajo nivel de vacunación entre las personas mayores. Son reacios a vacunarse y prefieren utilizar medicinas tradicionales, por miedo a los efectos adversos de las vacunas. El problema se acentúa con las vacunas chinas, en las que no confían. El escaso uso de la medicina ambulatoria en China y la baja proporción de mayores acogidos en residencias de ancianos tampoco ayudan a llegar a ellos y ofrecerles la vacunación."
A mediados de diciembre, tres investigadores de Hong Kong prepublicaron modelos epidemiológicos de la política china de Covid cero, que ahora sirven de referencia a la comunidad científica. Para limitar el número de muertes, recomiendan administrar una 4ª dosis de vacuna al menos al 85% de la población, de treinta a sesenta días antes de la reapertura, antivirales ampliamente distribuidos, en particular nirmatrelvir-ritonavir, las moléculas del Paxlovid de Pfizer, fabricado en china, y medidas moderadas de salud pública. China no siguió estas recomendaciones y finalmente abrió la mano a toda prisa.
Fue el martes 27 de diciembre cuando las autoridades chinas pidieron encarecidamente "que se aumente la vacunación de las personas mayores para prevenir y reducir la incidencia de enfermedades graves y muertes". También aseguraron que había vacunas disponibles. La OMS cree que la vacunación está ya aumentando enormemente en China. "Queda por saber si esa campaña de vacunación será suficiente para el impacto de esta oleada", dijo la OMS.
¿Cuál es la mortalidad prevista en China?
Los investigadores de Hong Kong intentaron modelizar la mortalidad prevista en varios escenarios. En el primer escenario, se mantiene la vacunación generalizada, la administración de antivirales al 60% de las personas mayores infectadas y medidas de salud pública escalonadas (desde el uso generalizado de mascarillas hasta el cierre de escuelas y restaurantes). En el peor de los casos –sin vacunas, tratamientos ni medidas de contención–, los investigadores predicen que el sistema sanitario se verá desbordado, hasta triplicar o cuadruplicar su capacidad, y una tasa de mortalidad de hasta 770 por millón de personas. Con una población de 1.400 millones de habitantes, la mortalidad en el peor escenario superaría el millón de muertos. Los investigadores calculan que las medidas que recomiendan podrían reducir la mortalidad entre un 26% y un 35%.
Para el epidemiólogo Antoine Flahault, esas proyecciones siguen siendo demasiado optimistas: "Esas proyecciones basadas en la transposición a China de la mortalidad observada en Hong Kong el pasado mes de marzo son probablemente 'optimistas' por así decirlo. Estados Unidos registró más de un millón de muertes con una población de sólo 337 millones de habitantes. China, con una población de 1.400 millones de habitantes, podría lamentablemente experimentar cifras superiores a las basadas en el escenario de Hong Kong. Esto se debe en parte a que es probable que la población mayor de China esté aún tres veces menos vacunada que la de Hong Kong el año pasado, y en parte a que el nivel de vida y las infraestructuras sanitarias de Hong Kong están mucho más desarrollados que en la mayor parte de China."
¿Cuál es el riesgo para la salud mundial de este brote chino?
El virus sigue circulando por todo el mundo, en una población en gran parte inmunizada por las vacunas y las infecciones repetidas. La variante Ómicron, la más contagiosa hasta la fecha, se ha dividido en múltiples variantes, más de quinientas contabilizadas hasta la fecha. El temor, como en todo brote vírico, es que surja una nueva variante más peligrosa y contagiosa que las demás.
Los controles fronterizos nunca han detenido un virus. La única justificación para la detección es la secuenciación.
Para protegerse de esta posibilidad, varios países han tomado iniciativas dispersas. Estados Unidos acaba de exigir un test negativo a los viajeros chinos, al igual que Japón, India o España. Italia ha optado por hacer una prueba a los viajeros procedentes de China. Según las autoridades sanitarias, casi la mitad de los pasajeros de dos vuelos de Pekín a Shanghai dieron positivo el miércoles. Italia está secuenciando estas pruebas para determinar si hay nuevas variantes procedentes de China.
Lo que está haciendo Italia podría convertirse en la norma en Europa. El Presidente de la República Francesa acaba de pedir al Gobierno "medidas adecuadas para proteger a los franceses". Podrían decidirse a nivel europeo, pues se ha celebrado ya una primera reunión, sin que por el momento haya surgido una posición común.
Este jueves por la mañana en France Inter, la presidenta del Comité de Vigilancia y Anticipación de Riesgos Sanitarios (Covars), la inmunóloga Brigitte Autran, explicó que "el control fronterizo nunca ha detenido un virus. No tiene sentido si sólo se decide en Francia. Tiene que ser una decisión europea". Asimismo, explicó que los distintos consejos científicos europeos también están trabajando y convergen hacia "un test sistemático para analizar el tipo de variantes que portan los chinos que llegan a Francia". Es mucho trabajo, pero sería la única justificación para la detección."
Para Antoine Flahault, "es muy importante saber con mayor precisión qué variantes entran en el país y en qué proporción. Esa información nos ayudaría a anticipar mejor nuestra respuesta." Y la medida no sería complicada de aplicar: "Se trataría simplemente de pedir un poco de saliva a todos los viajeros procedentes de China y secuenciar sistemáticamente todos los virus identificados."
Riesgo de escasez de medicamentos esenciales
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Podría aparecer un riesgo más cierto: la escasez de medicamentos, debida a una necesidad masiva de la población en China, que sigue siendo uno de los principales productores de sustancias activas, y que podría reservárselas. Podría ser el paracetamol, pero también los sedantes administrados a pacientes en cuidados intensivos, en particular los curares, que faltaron durante la primera oleada de Covid.
Traducción de Miguel López
Aquí puedes leer el texto completo en francés: