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El enigma Braverman o cómo una líder política de origen inmigrante abraza un discurso racista

La ministra del Interior británica, Suella Braverman, llega a una reunión de Gabinete en el número 10 de Downing Street.

Antoine Perraud (Mediapart)

Lo peor a veces triunfa por parecer ilógico, contradictorio e incoherente cuando aparece por primera vez. El efecto es de sorpresa y asombro. Así es como el destino político de la actual ministra del Interior británica, Suella Braverman, fue calificado por The Guardian, un diario de izquierdas, con un dudoso adjetivo: "Unfathomable", es decir, inimaginable, indescifrable, insondable...

Así es como tenemos aquí a una mujer conservadora, nacida en 1980 de padres de origen indio que llegaron al Reino Unido en los años sesenta: su madre es de Mauricio y su padre, de Kenia.

Fue el recuerdo de este último el que Suella Braverman, recién elegida diputada en la Cámara de los Comunes en 2015, evocó en su primer discurso. Habló con empatía y fuerza evocadora de aquel "joven de apenas 21 años que bajó nervioso del avión en Heathrow tanteando su billete sencillo desde Kenia" para huir de la persecución política. Ahora, siete años después de aquel primer discurso ante el Parlamento, en otoño de 2022, Suella Braverman critica la "invasión" de pateras que intentan desembarcar en Inglaterra tras cruzar el Canal de la Mancha. La figura del refugiado se ha convertido en una amenaza que hay que repeler.

Suella Braverman pregunta qué partido político es más eficaz para “detener la invasión en nuestra costa sur” – Cámara de los Comunes, 31 de octubre de 2022. © The Independent

De mente abierta abierta, políglota perfectamente formada (estudió Derecho en Cambridge y La Sorbona), la política optó sin embargo por la regresión chovinista del Brexit en 2016. En 2018, se convirtió en subsecretaria de Estado para la Salida de la Unión Europea.

Firme en el bando de los opositores más derechistas de la primera ministra Theresa May (antes de Jacob Rees-Mogg, presidió el grupo de presión extremista European Research Group), Suella Braverman ocupó el estratégico cargo de Fiscal General –la principal asesora jurídica del país– bajo el mandato de Boris Johnson.

Tras la caída de Johnson, fue ascendida al Ministerio del Interior, donde acababa de estar Priti Patel, también hija de inmigrantes de origen indio e impulsora del infame Plan de asilo ruandés.

Este engañoso nombre hace referencia a la política migratoria represiva introducida en la primavera de 2022 por el gobierno de Johnson, que consistía en deportar a inmigrantes ilegales a Ruanda mientras supuestamente se examinan sus solicitudes de asilo.

"¡Es mi sueño y mi obsesión!"

El primer vuelo de migrantes a Kigali estaba previsto para junio de 2022, con el beneplácito de la Alta Corte del Reino Unido, pero una "medida provisional" y "urgente" del TEDH (el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo) lo desbarató.

En octubre siguiente, en la Conferencia del Partido Conservador en Birmingham, Suella Braverman exclamó: "Me encantaría aparecer en la portada del Daily Telegraph con un avión despegando hacia Ruanda. Es mi sueño y mi obsesión".

En contra de los consejos de las autoridades religiosas del país, de las organizaciones de defensa de los derechos humanos, de los sindicatos y de las fuerzas de izquierda, e incluso de algunos conservadores comprometidos con la decencia, ese plan de prohibición de los inmigrantes está demostrando ser la bandera demagógica de cierta extrema derecha británica que está en vías de engullir a los tories.

Es precisamente esta apuesta por la exclusión la que juega Suella Braverman, cuando el 28 de agosto volvió a declarar a la BBC (Today, el programa matinal estrella de Radio 4) que era partidaria de liberarse del TEDH, de sus limitaciones y de sus bloqueos.

Mientras tanto, el Ministerio del Interior propone la vigilancia electrónica y el etiquetado de los inmigrantes. Sobre todo, planea encerrar a los inmigrantes ilegales en enormes barcazas diseñadas como prisiones flotantes frente al condado de Dorset, en el Canal de la Mancha.

Adoptando una estrategia y una retórica racistas, denuncia la implicación pakistaní en la prostitución organizada, critica la "globalización" con referencias al imaginario antisemita (a pesar de estar casada con un hombre de confesión judía) y vincula sin descanso migración y narcotráfico.

Suella Braverman ocupa una posición política crucial. Si los conservadores ganan las elecciones generales del año que viene contra todo pronóstico, la ministra será recompensada por su inigualable contribución extremista; pero si las elecciones son un fracaso, pretende sustituir a Rishi Sunak como líder de los tories.

Más allá de este juego de vaivenes políticos, la figura de Suella Braverman plantea una cuestión antropológica al final del primer cuarto de nuestro siglo: ¿Cuáles son las perversas vías por las que una dirigente de origen inmigrante llega a sostener un discurso racista, señalando la amenaza migratoria exactamente de la misma manera que lo hizo el político reaccionario Enoch Powell en 1968, en su infame discurso de los "ríos de sangre"?

Una especie de precio simbólico a pagar

Hay algo de vertiginoso en todo esto, en forma de venganza suprema y falsa de una extrema derecha capaz ahora de apropiarse de la hegemonía cultural que en su día definió el teórico marxista Antonio Gramsci para las llamadas fuerzas de la izquierda.

En 2023, la atracción hacia el campo del orden a toda costa conduce a una sorprendente paradoja. Posibles o supuestas víctimas de un movimiento autoritario, cuando no fascista, son enarboladas en el asta de la bandera. Y todo para justificar una política contra sus orígenes.

Así es como, en Francia, Éric Zemmour llegó a exculpar la política antisemita de Pétain durante la ocupación nazi. En Estados Unidos, Vivek Ramaswamy intenta hacer sombra a Donald Trump. Sus padres, inmigrantes indios, están actualmente en el punto de mira de un Partido Republicano totalmente "trumpizado".

La actual ministra del Interior británica se sitúa así en una plataforma de lanzamiento que a primera vista parece bastante resbaladiza. La actitud torpe hacia sus políticas se basa en llamarla con todo tipo de nombres insultantes.

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Pero es definida, mientras, como la voz de los sin voz por sus bondadosos aliados conservadores: "Es la expresión inteligente de todos los que no son escuchados", dice, por ejemplo, el diputado tory sir John Hayes.

Al otro lado del Canal de la Mancha, su homólogo francés, Gérald Darmanin, no cesa de impulsar maniobras paralelas, si no siamesas, recurriendo a su abuelo fusilero argelino, declarándose "nieto de inmigrantes" al tiempo que ataca los flujos migratorios.

En la política actual, como en las guerras napoleónicas, todo parece jugarse en los extremos.

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