- Este artículo está disponible sólo para los socios y socias de infoLibre, que hacen posible nuestro proyecto. Mediapart, socio editorial de infoLibre, es un diario digital francés de pago del que traducimos sus mejores artículos. Ya sabes que puedes regalar una suscripción haciendo click aquí. Si no lo eres y quieres comprometerte, este es el enlace. La información que recibes depende de ti
El 14 de abril, Manhattan Wolves (Los lobos de Manhattan), una revista de propaganda yihadista, publicaba su segundo número. Como señalaba Memri, una organización no gubernamental que realiza un seguimiento de los medios de comunicación islámicos, esta nueva revista digital, que apoya a Al Qaeda y que se describe a sí misma como "una guía para lobos solitarios en el país de los cruzados", instaba a matar a agentes de policía. E incluso ofreció pagar una recompensa de 60.000 dólares en bitcoins a la primera persona que matara a un policía en un país occidental. En la portada, aparece un policía de espaldas durante una operación policial. En Francia.
También, cuando Jamel Gorchane, un tunecino de 36 años, mató a puñaladas a una auxiliar administrativa de la policía nacional a la entrada de la comisaría de Rambouillet, en el departamento de Yvelines, el viernes 23 por la tarde, antes de ser herido mortalmente por los disparos de un policía, los investigadores pensaron inmediatamente en la llamada lanzada por estos Lobos de Manhattan.
Según nos confirma una fuente cercana al caso, primero van a revisar los equipos informáticos incautados durante los registros a las personas de su entorno para comprobar si el terrorista consultó los nuevos medios de propaganda yihadista en los días previos al ataque. Por el momento, las primeras investigaciones técnicas no han descubierto nada incriminatorio.
Jamel Gorchane apuñaló a su víctima en la garganta una vez dentro de la comisaría, siguiendo un modus operandi idéntico al elegido por Bertrand Nzohabonayo, que el 20 de diciembre de 2014 hirió a tres policías al grito de "¡Allahou akbar!", antes de ser abatido en Joué-lès-Tours, como preludio a la ola de atentados que golpearía a Francia, causando 264 muertos en seis años. Entre ellos, 12 miembros de las fuerzas del orden (policías, gendarmes, policías municipales, personal administrativo) y una veintena más de heridos más o menos graves. Sin contar a los tres soldados asesinados por Mohammed Merah en marzo de 2012.
En 2018, Mediapart (socio editorial de infoLibre) señaló que las fuerzas de seguridad en su conjunto (si incluimos a los militares) eran cada vez más a menudo objetivo de los yihadistas. Desde Joué-lès-Tours, se han registrado 17 atentados de este tipo, según las cifras del fiscal antiterrorista Jean-François Ricard.
Según varias fuentes, la DGSI (Dirección General de Seguridad Interior), antes del atentado de Rambouillet, señaló que las fuerzas de seguridad eran el objetivo del 40% de los atentados cometidos en Francia desde 2013, si contamos los atentados exitosos (con víctimas), los fallidos (por los terroristas) o los frustrados (por la acción de los servicios del Estado).
Al mismo tiempo, mientras que los continentes africano y asiático están acostumbrados a este tipo de ataques selectivos contra las fuerzas del orden locales, el resto de Europa ha visto pocos ejemplos en los últimos años: un yihadista mató a dos mujeres policías en Lieja (Bélgica) en mayo de 2018; otro apuñaló mortalmente a un policía británico frente al Parlamento en Londres en marzo de 2017. Pero, en general, los terroristas prefieren objetivos indeterminados, tratando de matar al mayor número de personas posible con vehículos lanzados contra vías concurridas de Barcelona, Berlín o Estocolmo. ¿Cómo se explica entonces lo que la DGSI, en una nota elaborada a finales de 2017, califica de "excepción francesa""?
Analicemos primero los llamados ataques de oportunidad. Al parecer, el 8 de enero de 2015, debido a un atasco provocado por un accidente de tráfico, Amédy Coulibaly se desvió de su objetivo inicial y optó por disparar a la policía municipal uniformada Clarissa Jean-Philippe, en Montrouge. El día anterior, los hermanos Kouachi mataron a Franck Brinsolaro, responsable de seguridad de Charb, el último obstáculo que se interponía en su camino antes de masacrar a la redacción de Charlie Hebdo. Luego, en la calle, mataron a tiros al agente Ahmed Merabet, del que sospechaban –erróneamente– que les había disparado.
El 23 de marzo de 2018, Radouane Lakdim puso fin a su sangrienta odisea matando a puñaladas al teniente coronel de la Gendarmería Arnaud Beltrame, que se ofreció a intercambiarse con una rehén retenida en el supermercado de Trèbes. Sin embargo, a primera hora de la mañana, el terrorista Lakdim había disparado contra los agentes de CRS (Compañía Republicana de Seguridad) que corrían cerca de un cuartel, en Carcasona.
Porque, la mayoría de las veces, cuando los miembros de las fuerzas de seguridad han sido atacados, es porque se les ha elegido por su trabajo. Así aparece en algunos de los atentados planeados por el Estado Islámico desde la zona sirio-iraquí. En enero de 2015, los miembros del comando de Verviers, dirigido por Abdelhamid Abaaoud, estaban entusiasmados con la idea de "acabar con un poli". Los del dossier Ulysse, que acaban de ser condenados a penas que oscilan entre los 22 y los 30 años de prisión, han reconocido que les encargaron cometer un atentado en la sede de la DGSI o en el 36, quai des Orfèvres [sede de la Policía Judicial]: "Teníamos que entrar y acabar con todo lo que había".
La investigación, que sigue en curso, no ha permitido establecer un vínculo preciso entre el asesino y sus víctimas. Una cosa es cierta: Abballa no atacó al azar. En un vídeo publicado en Facebook desde la casa de sus víctimas, se jacta de su delito y pide a quienes lo ven que también "de prioridada la Policía"...
Otra certeza: su deseo de atacar a las fuerzas del orden no era una novedad. Según reveló Mediapart, ya en 2011 tenía previsto "ponerse manos a la obra", es decir, proceder a la "limpieza de kouffars[infieles]" con una idea bastante precisa: durante el registro de su domicilio se descubrió una agenda que contenía una lista de direcciones de comisarías.
Cuando el Estado Islámico se burla del estado de emergencia
En su rueda de prensa del domingo por la mañana, el fiscal Jean-François Ricard subrayó que "como símbolos del Estado las fuerzas del orden son desde hace tiempo el principal objetivo de los terroristas". Esto es un hecho. Como recordó Inspire, la revista de Al Qaeda en la Península Arábiga, en mayo de 2016, la elección del lugar del atentado debe permitir "enviar un mensaje claro". ¿Qué mejor manera de decir que se ataca a un Estado cuando se ataca a sus fuerzas de seguridad?
Frente a los policías que lo asediaban, Mohammed Merah explicó: "Sabía que matando a soldados y judíos el mensaje llegaría mejor [...], tenía un objetivo preciso en la elección de mis víctimas". Como el ensayista Hakim El Karoui, autor junto a Benjamin Hodayé, del libro Les Militants du djihad. Portrait d'une génération [Yihadistas. Retrato de una generación]: "Los yihadistas atacan a los representantes del Estado y más aún a quienes los persiguen. Al atacar a las fuerzas del orden, golpean tanto al adversario operativo como al simbólico. Lo más sorprendente no es tanto que ataquen a policías franceses como que no haya más ataques de este tipo en otros países...".
El portavoz del Estado Islámico, ya fallecido, el jeque Abu Mohamed al Adnani, instó en un mensaje a los "creyentes de los países occidentales" a atacar "sus ejércitos, su policía, sus servicios de inteligencia". La propaganda yihadista presta especial atención a las acciones y exacciones de las fuerzas del orden enemigas.
Así, cuando los registros administrativos en plena noche empezaron a causar polémica en Francia, Dar al-Islam, la revista en francés del Estado Islámico, se burlaba en un editorial: "¡La medida estrella del gobierno francés para hacer frente a [los próximos atentados] es el estado de emergencia! Hablemos de ello. Registros totalmente arbitrarios, arrestos domiciliarios con efectos contraproducentes y una vigilancia masiva que se convierte en una política totalitaria. En otras palabras, todo lo contrario a un buen trabajo de inteligencia inteligente y dirigido".
Los ataques dirigidos contra las fuerzas del orden han aumentado desde el hundimiento del califato del Estado Islámico. 13 de los 17 atentados evocados por el fiscal Ricard se produjeron a partir de 2017, cuando la organización terrorista ya no estaba en condiciones de planificar ataques remotos y sofisticados.
Desde hace cuatro años, la mayoría de los atentados terroristas que han golpeado a Francia han sido perpetrados por individuos aislados que actuaban según un modus operandi sumario, calificado en la jerga de los servicios de inteligencia como de "baja intensidad", es decir, realizados principalmente con un arma blanca. En una nota confidencial, la DGSI señaló en 2019 que estos terroristas "favorecen los modus operandi simples contra objetivos vulnerables y/o simbólicos como las fuerzas de seguridad".
En especial en 2017. De los 11 atentados terroristas perpetrados o intentados ese año, nueve tuvieron como objetivo a las fuerzas del orden. Allí estaba Xavier Jugelé, el policía asesinado a tiros en los Campos Elíseos, y sus dos compañeros heridos. En la plaza de Notre-Damese, se atacó a una patrulla y, en la rotonda de los Campos Elíseos, se embistió contra un vehículo de la Gendarmería.
Los militares de la operación Centinela han sido atacados en cinco ocasiones: un BMW los atropelló, fueron desafiados en las entrañas del Carrusel del Louvre, en el metro de la estación Châtelet-Les Halles, así como a los pies de la Torre Eiffel. Y la veintena de proyectos de atentados amplifican esta tendencia: en la mayoría de los casos, los aspirantes a yihadistas planean atacar un cuartel, una comisaría, una base militar o una base aérea...
El fenómeno continuó, con menor frecuencia, pero con mayor repercusión en 2019 cuando, el 3 de octubre, Mickaël Harpon, informático de la Dirección de Inteligencia de la Jefatura de Policía de París (DRPP), mató a puñaladas a tres policías y a un agente administrativo, antes de ser abatido. Por último, antes de la tragedia de Rambouillet, un hombre había lanzado su coche, el 20 de abril de 2020, contra varios motoristas de la policía nacional en Colombes, hiriendo a dos de ellos. En una nota dejada en su vehículo, juró lealtad al Estado Islámico.
Policías y militares uniformados o que salen de un lugar fácilmente identificable, como una comisaría o un cuartel, representan una solución fácil para los terroristas que actúan solos, se encuentran mal organizados y presentan, algunos de ellos, problmeas o incluso trastornos psiquiátricos.
Como recordatorio, en septiembre de 2020, Zaheer Hassan Mahmoud se sirvió de un cuchillo para herir de gravedad a un hombre y una mujer, empleados de la agencia de prensa Premières Lignes, que tuvieron la mala suerte de fumar en la calle Nicolas-Appert de París, frente a las antiguas oficinas de Charlie Hebdo. El terrorista quería atacar a Charlie ignorando que la redacción del semanario satírico había cambiado su ubicación a raíz de la masacre de los hermanos Kouachi...
"Degüella al primer policía que te encuentres. Si es una mujer árabe, mejor"
La DGSI explica la excepción cultural francesa por "una combinación de resentimiento personal y motivación ideológica". Marc Hecker, investigador del Centro de Estudios de Seguridad del Ifri, que publica, junto a Élie Tenenbaum, La Guerre de vingt ans [La guerra de veinte años], señala que varios atentados fueron obra de un terrorista que anteriormente había llevado una vida delictiva y que "este antiguo delincuente quiere vengarse de la institución".
Es el caso de muchos autores de atentados: desde Amédy Coulibaly hasta Larossi Abballa, pasando por Karim Cheurfi, que el 20 de abril de 2017 asesinó al policía Xavier Jugelé con un kalashnikov mientras almorzaba en su automóvil aparcado en los Campos Elíseos. Tras haber pasado 11 años en prisión por disparar contra agentes de policía, Cheurfi había expresado su deseo de matar a miembros de las fuerzas del orden en los meses previos a su acto. Karim Cheurfi "sentía un odio inquebrantable hacia las fuerzas del orden", señaló la Uclat (Unidad de Coordinación de la Lucha Antiterrorista).
En segundo lugar, enfrentarse a la Policía o al personal militar da al yihadista una imagen gloriosa: es un guerrero. De nuevo, la propaganda juega con esto. El quinto número de Dar al-Islam recordaba que "la muerte en combate es la más bella de las muertes" e insistía en "el bonito ejemplo de Mohammed Merah, Louis Sidney, Amédy Coulibaly", todos ellos terroristas abatidos a balazos por la Policía francesa.
Condenado a 30 años de prisión en julio de 2020, el yihadista Tyler Vilus admitió haber planeado un atentado cuando fue detenido en el verano de 2015 tras regresar de Siria. "Quería morir con las armas en las manos. No asesinando a personas atrapadas –dijo en la audiencia–. Hay gente que tenía una obsesión con los civiles. Yo no era uno de ellos. Me centré en las fuerzas de seguridad". Ya en agosto de 2013, Tyler Vilus incitaba en las redes sociales a agredir a los representantes de las fuerzas del orden en Francia: "Degüella al primer policía que te encuentres. Si es un árabe, mejor y una mujer árabe, lo más de lo más".
El hecho de atacar a las fuerzas de seguridad representa una última ventaja, y no la menor, en la mente de un terrorista: preparar el postatentado. "Al estar las fuerzas del orden armadas, el yihadista tiene más posibilidades de ser abatido y de obtener la condición de mártir –analiza Marc Hecker–. Es parte de esta lógica de ir al frente de la muerte sin suicidarse". Se supone que la condición de mártir da acceso al paraíso.
Uno de los tres terroristas del caso Ulysse, que había confesado querer atentar contra la sede de la DGSI o de la Policía Judicial de París, confesó durante la custodia policial: "El objetivo era ser asesinado por policías o militares".
¿Qué puede hacer España para ayudar a Francia a combatir al yihadismo?
Ver más
Traducción: Irene Casado Sánchez. Revisión: infoLibre
Leer el texto en francés: