El turno de la eólica marina llega a España en un momento que no es precisamente el idóneo. El Ministerio de Transición Ecológica publicará en los próximos 40 días su propuesta para regular la construcción de molinos de viento en aguas españolas, un sector que hasta ahora no ha despegado en la península por la orografía de la costa, que impide anclar los molinos al fondo marino por su profundidad. En su lugar, España depende de los molinos flotantes, una tecnología mucho más cara y que por ahora está en desarrollo en Europa.
Pese a los inconvenientes, los fabricantes y promotores apremian al Gobierno para que publique ya la normativa que llevan esperando más de tres años. El borrador del futuro real decreto detallará el procedimiento para tramitar los parques, definirá el modelo de subastas para adjudicar los proyectos a las compañías que más pujen y definirá cómo conectar los molinos marinos a la red nacional. En realidad, la clave estará en las bases de la primera subasta de eólica marina, que se espera para el año que viene y donde se desvelará en qué zona de la costa española se construirán los primeros aerogeneradores y cuál es el precio máximo de puja para los promotores, salvo que sea confidencial.
Las subastas de renovables parten de un precio tope —fijado por el Ministerio de Transición Ecológica— y los promotores se pelean para ofertar por debajo de esa cifra el coste al que venderán la electricidad de sus molinos, resultando ganador el que ofrezca el precio más bajo. El problema es que en los últimos dos años los costes de los materiales para su construcción han subido con fuerza y los tipos de interés para acceder a créditos se han disparado, por lo que las empresas trasladan estos costes a sus pujas.
En Reino Unido, la última subasta de septiembre quedó desierta porque ninguna promotora estuvo dispuesta a ofertar por debajo del tope establecido por el Gobierno, y la semana pasada el Departamento de Energía anunció que la puja del año que viene para la eólica marina flotante se inflará un 52% para cubrir el incremento de costes. La oferta límite será de 241 libras (276 euros) por megavatio hora que generen las turbinas durante los siguientes 15 años, un precio muy por encima del resto de las tecnologías limpias, que venden a menudo por debajo de 50 euros en contratos a largo plazo. Además, en Estados Unidos y Reino Unido, varios promotores, entre ellos Iberdrola, han cancelado en los últimos meses contratos privados para suministrar luz de sus molinos porque los precios acordados en su día no sirven hoy para cubrir el coste de los parques eólicos.
Tomás Romagosa, director técnico de la Asociación Empresarial Eólica (AEE), explica que esta subida de costes repentina ha dejado fuera de juego a acuerdos cerrados en el pasado, pero que en España no ha decaído el interés por la eólica marina. "Hay mucho apetito porque la tecnología ya es madura; lo que tenemos que hacer es corregir los fallos de las subastas que ha habido en otros países", afirma. Su propuesta es que el precio al que se pacte la compra de luz del Estado al promotor a través de contratos CfD tenga una cláusula para modularlo a la inflación, ya que desde que se cierra el acuerdo hasta que el molino comienza a girar pueden pasar hasta seis años, y si el proyecto se encarece lo asume el constructor.
El experto de la patronal evita hacer pronósticos sobre el precio al que ofertarán los productores en España en las subastas de eólica marina, aunque sí destaca que serán más baratos los proyectos cuanto más cerca estén de la costa y cuanta menor profundidad tengas las aguas. En todo caso, siempre estas zonas siempre estarán delimitadas por el mapa que publicó el Gobierno en febrero, que concentra la eólica marina alrededor de Galicia y Asturias, frente a Girona, en Menorca, en dos puntos de la costa andaluza y en buena parte de Canarias. El inconveniente de situar los aerogeneradores cerca de las playas es que tendrán una contestación inmediata de pescadores, ecologistas y empresarios turísticos, un conflicto que ya han tenido las renovables en tierra y que ha llegado a los tribunales en muchas ocasiones.
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Sergio Fernández, ingeniero y divulgador del sector eólico en Windletter, opina que aunque ahora la tecnología es cara, será más competitiva en el futuro, pero al mismo tiempo ve difícil que se alcance el objetivo del Gobierno de instalar tres gigavatios de potencia de molinos flotantes antes de 2030. Teniendo en cuenta que estos aparatos tienen una potencia de 15 megavatios, se necesitarían 200 aerogeneradores para alcanzar la meta, salvo que en los próximos años salgan al mercado molinos más grandes y más potentes.
Sobre la ubicación de los primeros molinos flotantes, es un secreto a voces en el sector que se situarán en Canarias, ya que por mucho que la tecnología sea cara, será más barata que la luz que consume ahora. En el archipiélago, el 80% de la energía se produce con combustibles fósiles a un precio de entre 150 y 200 euros por megavatio hora y hasta ahora se subsidia entre todos los consumidores del país, por lo que allí es donde más sentido tiene empezar. La otra opción es autoabastecer las islas solo con paneles solares y molinos terrestres, pero no es viable porque el territorio es limitado y está muy protegido.
En España se inauguró el primer molino flotante este verano en la costa de Vizcaya, 3,7 kilómetros mar adentro. Sin embargo, todavía no hay en Europa un auténtico parque eólico marino flotante conectado a la red, más allá de cuatro pequeñas instalaciones de prueba, una de ellas en la costa portuguesa con tres molinos. Sí está muy desarrollado en el continente la eólica marina anclada al fondo del mar, especialmente en el mar del norte, pero cuando la profundidad supera los 60 metros ya es más rentable optar por máquinas flotantes.
El turno de la eólica marina llega a España en un momento que no es precisamente el idóneo. El Ministerio de Transición Ecológica publicará en los próximos 40 días su propuesta para regular la construcción de molinos de viento en aguas españolas, un sector que hasta ahora no ha despegado en la península por la orografía de la costa, que impide anclar los molinos al fondo marino por su profundidad. En su lugar, España depende de los molinos flotantes, una tecnología mucho más cara y que por ahora está en desarrollo en Europa.