España aumenta en 2024 sus emisiones por el repunte del transporte aéreo y de carretera
Las ventas de gasolinas y otros productos petrolíferos han repuntado con fuerza este año, y están minando los avances para descarbonizar la economía. El 59,7% de la producción de electricidad durante la primera mitad de 2024 fue libre de emisiones, un récord, pero aun así este año apunta a que las emisiones de CO₂ serán iguales o superiores a las del año pasado por culpa del transporte. Según las estimaciones publicadas este martes por el Basque Centre for Climate Change (BC3), en la primera mitad del año las emisiones del sector transporte han aumentado un 5,8% respecto a 2023, y eso ha elevado las emisiones totales de la economía española un 0,4% sobre el mismo periodo del año pasado. El informe refleja que, "de seguir así hasta final de año, [la contaminación del transporte] se situaría por encima de la de 2019", de manera que el sector más sucio de la economía española no habría avanzado ni un paso en los últimos cinco años.
Los datos han sido elaborados por el Observatorio de Transición Energética y Acción Climática (OTEA), el centro de referencia para este tipo de mediciones en España, y evidencian que la transición energética está desacompasada entre sectores. El sector eléctrico —el tercero más contaminante tras el transporte y la industria— redujo hasta junio sus emisiones un 26,2% respecto a 2023. La industria recortó el 3,9% de sus gases. Y el residencial los redujo un 0,6%. Pero no fue suficiente para compensar la subida del 5,8% en la contaminación del transporte, que rompió la balanza. Si se atiende solo a los datos del segundo trimestre, el transporte disparó sus emisiones un 9,7%, y el conjunto de la economía lo hizo un 4,9%, comprometiendo por completo los objetivos de descarbonización que tiene el Gobierno para 2030.
Luis Rey, investigador de OTEA, explica que en los últimos 15 años el consumo de combustibles no ha hecho más que crecer, salvo por el bajón de la crisis de 2008 y la covid-19. "El año pasado hubo un amago de estabilización, pero vuelve a aumentar otra vez. Es difícil saber por qué, pero intuyo que tiene que ver con el precio de la gasolina, que el año pasado subió y contribuyó a aparcar el coche, pero que este año volvió a moderarse y eso quizás ha animado a los conductores", afirma Rey.
Los datos de Cores, el centro dependiente del Gobierno que analiza el consumo de combustibles, apuntan a un fuerte crecimiento en 2024. Los datos hasta julio cifran un incremento del 5,6% en la demanda de derivados del petróleo, hasta las 34,6 millones de toneladas de productos petrolíferos, principalmente gasóleos, fuelóelos y querosenos. Si ese crecimiento se mantiene el resto del año, España superaría los 61 millones de toneladas, la mayor cifra desde 2011, y devolvería al sector del transporte a un escenario incluso anterior al Acuerdo de París de 2015, pese a que en este momento hay unos 180.000 coches 100% eléctricos circulando en España que no había entonces.
Los técnicos de OTEA recuerdan que el Plan Nacional de Energía y Clima (PNIEC), el compromiso que tiene el Gobierno con Bruselas, incluye reducir las emisiones del transporte un 35% en 2030 frente a 2019, pero por ahora se mantienen congeladas. La aviación es el sector que más ha crecido en emisiones este año, aupado por el incremento sin frenos del turismo, que apunta a un año récord en 2024 de llegadas de viajeros. Según Cores, la demanda de queroseno hasta julio ha crecido un 13% este año.
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La brecha de contaminación entre el sector eléctrico y el transporte proviene de que la generación fotovoltaica y eólica comenzó a desarrollarse a gran escala en España hace casi dos décadas, mientras que el coche eléctrico no comenzó a popularizarse hasta 2020. "En el sector eléctrico tenemos tecnología con precios competitivos, pero en el transporte el coche eléctrico no termina de despegar, y además necesitamos políticas que promocionen el cambio modal —sustituir el vehículo particular por el transporte público—, y esos nuevos modelos de ciudad no están apareciendo", opina Rey.
La caída de las emisiones en el sector industrial está ligada a la reducción del consumo de gas natural, cuyo precio se disparó hace dos años y el sector todavía no ha recuperado la actividad normal. En el caso del sector residencial, que se mantiene intacto desde el año pasado, debe sus emisiones al consumo de gas natural para calentar los radiadores y el agua, y su impacto ambiental fluctúa en función del coste de ese combustible y de las temperaturas. Un año frío con gas natural barato dispara la demanda de energía, y viceversa.
A partir de 2027 también se introducirá un mecanismo que debería revertir la situación, aunque para entonces el objetivo de 2030 ya estará a la vuelta de la esquina. Ese año el sistema europeo de derechos de emisiones, el llamado ETS, empezará a cobrar a los hogares y al transporte por carretera por cada tonelada de CO₂ que emitan a la atmósfera, a través del nuevo sistema ETS2. Las empresas que vendan gas natural a viviendas y gasolinas a los vehículos tendrán que comprar esos derechos en el mercado europeo, una forma de encarecer los combustibles y desincentivar su consumo. Ese sistema se aplica desde hace años a la industria y la aviación, y sirve para premiar a las compañías que reducen su huella de carbono —reciben bonos gratuitos— y castiga a las que no lo hacen —encarecen su producción—.