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Por qué murió más gente en el verano de 2003 si ahora hace más calor: Europa se adapta al cambio climático

Aspecto de la playa de la Concha de San Sebastián este domingo, en el que se prevé que las temperaturas lleguen a los 37 grados.

Un equipo de investigadores del Instituto de Salud Global de Barcelona ha dado respuesta a una de las preguntas más recurrentes de los últimos veranos. ¿Por qué el verano más mortífero por exceso de calor se registró en 2003, pese a que el de 2022 fue de lejos el más cálido? La respuesta estaría, según los expertos, en que los europeos se están adaptando al calor rápidamente a medida que el cambio climático azota el continente. Estos cambios serían tanto físicos —las personas soportan mejor los altos termómetros— como arquitectónicos, a la vez que el crecimiento económico y el mayor acceso a refrigeración reducen la exposición a los picos de calor.

El informe, publicado este lunes en la revista Nature Medicine, calcula que en el verano de 2023 se registraron en Europa 47.690 muertes atribuibles al calor, una cifra que podría haber sido un 80% mayor si las personas y las ciudades no se hubieran adaptado en las dos últimas décadas. O lo que es lo mismo: "Si las temperaturas de 2023 se hubieran producido durante el periodo 2000-2004, el impacto del calor en la mortalidad habría sido un 80% superior en la población general", recogen los autores del estudio. En ese mismo período, en España murieron 8.352 personas (5.180 hombres y 3.165 mujeres), el segundo país con mayor número de muertes de este tipo

"Es una cifra que nos sorprendió", reconoce Marcos Quijal, investigador de ISGlobal y uno de los autores del estudio. "Llegamos a la conclusión de que si tuviéramos los riesgos de entonces, la mortalidad habría sido mucho mayor. Eso nos hace pensar que la sociedad europea se está adaptando a las condiciones extremas", añade este investigador especializado en salud y cambio climático.

En concreto, el estudio estima que trasladar las temperaturas de 2023 a un escenario de 2000-2004 habría provocado la muerte de 82.842 personas —frente a los 47.000 fallecimientos que hubo—. Esa cifra habría supuesto un nuevo récord de muertes por calor en Europa, título que ahora tiene 2003, con 70.000.

Los autores destacan que las personas mayores son las que más han reducido la mortalidad por calor en estos 20 años, hasta el punto de que en 2023 habrían fallecido un 100% más de ciudadanos mayores de 80 años bajo las condiciones de vida de 2004. En el tramo de 65 a 79 años ocurre algo parecido: la mortalidad habría sido un 78,6% superior en ese escenario. Por último, en el tramo de 0 a 65 años, estiman un incremento del 62,5% en su escenario imaginado.

El estudio también calcula que en estas últimas dos décadas también ha crecido la llamada temperatura mínima de mortalidad, el punto a partir del cual el calor empieza a provocar el fallecimiento prematuro de la población. Si esa temperatura era de 15 °C en el periodo 2000-2004, ha ido subiendo poco a poco hasta los 17,7 °C en la horquilla 2015-2019.

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Donde no profundizan los autores es en las condiciones que han provocado esa adaptación a los récords de calor. Dejan caer que podría ser una suma de cambios sociales, económicos, arquitectónicos y de planificación sanitaria, pero dejan la búsqueda de esas conclusiones para futuros estudios. "No hemos entrado en ello porque no era el foco del análisis, pero es muy importante encontrar esos factores para seguir avanzando en adaptación. Hemos mejorado, pero aun así seguimos registrando miles de muertes cada año", señala Quijal. En su opinión, uno de los cambios más relevantes en estas dos décadas son los avisos por ola de calor, que hacen que la población esté en alerta y evite una sobreexposición al sol. La sociedad está ahora también más concienciada sobre el peligro sobre la salud de las olas de calor.

En el análisis publicado este lunes, los académicos recuerdan que la mortífera ola de calor de 2003 sirvió para poner en marcha planes de prevención contra las altas temperaturas de verano, y que esas decisiones dan ahora resultado. En todo caso, hacen un llamamiento a seguir avanzando en estos planes de adaptación, ya que los autores alertan de que desconocen cuál es el umbral de adaptación del cuerpo humano, y llegará un punto en el que solo se podrán frenar los fallecimientos con políticas concretas.

"Es probable que los límites inherentes a la fisiología humana y a la estructura de la sociedad fijen un límite al potencial de nuevas adaptaciones en el futuro", se lee en el estudio. "Así pues, es de vital importancia que las estrategias encaminadas a seguir reduciendo la carga de mortalidad de los próximos veranos más cálidos se apliquen en paralelo a los esfuerzos de mitigación de los gobiernos y la población en general para evitar alcanzar puntos de inflexión y umbrales críticos en las proyecciones de temperatura".

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