Los pueblos del bajo Guadalquivir llevan un mes de infierno acosados por miles de mosquitos que transmiten el virus del Nilo. Este pico de insectos ha dejado ya dos fallecidos en julio y nueve hospitalizados en los últimos días tras un repunte récord de mosquitos, que encuentran unas condiciones perfectas de calor y humedad gracias a la inundación de los arrozales de Sevilla. Los expertos llevan años advirtiendo de la necesidad de elaborar planes para eliminar masivamente las larvas para evitar la situación actual, como se lleva décadas haciendo en los arrozales del Delta del Ebro o en las marismas de Huelva, dos modelos que podrían replicarse en el Guadalquivir.
El caso más similar al de Sevilla es el de la desembocadura del Ebro, en Tarragona, donde se inundan cada año unas 22.000 hectáreas de cultivos de arroz, una superficie similar a las 25.000 hectáreas que se han plantado este año el bajo Guadalquivir. En este enclave del sur de Cataluña llevan 34 años estudiando los mosquitos y realizando campañas para reducir su población, y su director explica que en España hay un gran conocimiento de técnicas contra estos insectos que se podrían exportar a Sevilla.
"Tienen modelos muy cercanos de lucha contra mosquitos en Huelva y [en Sevilla] saben perfectamente qué es lo que tendrían que hacer; si no se hace es porque no se organizan", opina Raúl Escosa, director técnico del Copate, un consorcio financiado por la Generalitat, la Diputación de Tarragona y los ayuntamientos, para controlar los mosquitos. Desde Huelva, donde se encuentra el otro gran equipo antimosquitos del país, coinciden con esta versión. "Aunque la responsabilidad es municipal, en Huelva la Diputación la asumió porque vimos que si cada ayuntamiento actuaba por su cuenta, era un caos. Es lógico preguntarse por qué nuestro modelo no se exporta a provincias como Sevilla, donde no sería aventurado que la Diputación tomase el timón", señala Santiago Ruiz Contreras, investigador responsable del servicio de plagas de Huelva.
El Copate replica las estrategias francesas para acabar con los insectos que han patentado en las últimas seis décadas y que han adaptado al ecosistema del Ebro. En este consorcio trabajan 11 personas y Raúl Escosa explica que la clave está en tener un profundo conocimiento de la zona, por eso trabajan junto con los agricultores del arroz. A diferencia del caso sevillano, en Tarragona iniciaron esta tarea para garantizar que la zona era atractiva para el turismo, igual que en la costa de Huelva, aunque en los últimos años la proliferación de casos de virus del Nilo, Zika, dengue o chikungunya, o la llegada del mosquito tigre a centros urbanos como a Barcelona, está cambiando la perspectiva hacia la salud pública. El coste de estos proyectos es mínimo en comparación con sus beneficios: el Copate tiene un presupuesto de 1,2 millones al año, para un equipo de 11 personas.
La clave está en que el programa de reducción de mosquitos es anual; no vale atacar a los insectos cuando ya se han reproducido por millones y están en el aire, como en el bajo Guadalquivir. En el delta del Ebro empiezan a rociar larvicidas al agua entre abril y mayo, cuando se anegan los arrozales, y prosiguen con la campaña todo el verano; mientras que en invierno organizan la campaña de primavera. El producto que se vierte es un biocida que no tiene impacto en la naturaleza llamado BTI, de origen israelí. Por el contrario, si no se ha prevenido con tiempo y el mosquito se ha desarrollado y vuela, es necesario emplear adulticidas, productos químicos muy perjudiciales para la salud y el medioambiente que están muy restringidos, de ahí que solucionar la crisis de Sevilla sea tan complicado.
Un equipo en Huelva desde 1987
En Huelva, se creó otro equipo de control de plagas de mosquitos en 1987 para reducir las poblaciones de cara al turismo de playa, concretamente para abordar la ingente cantidad de insectos que se generan con la inundación de las marismas dos veces al mes. Allí controlan 16.000 hectáreas de terreno, además de focos puntuales que se producen en municipios de la provincia por roturas de tuberías, fuentes urbanas o arroyos. En las zonas de marismas, como ya saben con antelación cuándo se van a anegar, planifican el rociado de larvicidas, que tiene que ser en los siguientes cinco días a su inundación, mientras que en los focos urbanos, que se detectan de manera imprevista, emplean adulticidas.
Desde Huelva, el biólogo Santiago Luis Contreras explica que su trabajo en la costa acaba aproximadamente con el 90% de las larvas, pero que el 10% restante es capaz aun así de infestar los municipios de playa. Además, estos insectos pueden volar hasta 50 kilómetros y se adentran a pueblos de interior de toda la provincia. "Como vimos unos pocos focos de larvas en un municipio podían afectar a toda la comarca, asumimos el papel de elaborar cada año un plan territorial para todos los municipios donde el año anterior se haya detectado su presencia, además de encargarnos de controlar toda la costa", cuenta por teléfono. Su trabajo es mucho más extenso que en la desembocadura del Ebro, por eso el equipo cuenta con unos 60 trabajadores.
Sevilla contrata dos equipos de urgencia
En Sevilla, sin embargo, la Diputación (PSOE) no se ha coordinado hasta ahora con los alcaldes de la zona para elaborar planes anuales, mientras que la Junta (PP) insiste en que la responsabilidad es de los ayuntamientos y del Gobierno provincial. Ante la oleada de casos en Coria del Río, La Puebla del Río, Los Palacios, Villafranca, Dos Hermanas, la Diputación licitó de urgencia en la tercera semana de julio la fumigación de 13 municipios a dos empresas (Lomika y Arthisa), aunque al tratarse de mosquitos ya desarrollados, el tratamiento tarda más en dar resultados, y los expertos creen que reducir su número puede llevar entre dos y tres semanas. Mientras tanto, la prensa local describe estos pueblos como lugares abandonados a partir del atardecer, la hora a la que comienza la actividad de estos insectos, ya que los vecinos se atrincheran en casa con las persianas bajadas.
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En todo caso, el Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades calcula que los efectos del virus del Nilo en un adulto sano no pasan de un catarro o una gripe, y que el 80% de los infectados no tiene síntomas. Sin embargo, en personas con patologías previas y ancianos la fiebre puede complicarse, y el 1% de las infecciones desarrolla una fase avanzada del virus que incluye meningitis, con una mortalidad del 17%, según las estimaciones de este organismo.
El primer caso en España de fiebre del Nilo se documentó en 2004, pero es desde 2020 cuando se ha observado un incremento preocupante de esta enfermedad. El año pasado se confirmaron 16 casos y fallecieron tres personas, con un pico de casos entre mediados de julio y mediados de septiembre. La región más afectada, por mucho, fue Extremadura, seguida de Andalucía.
Los mosquitos que transmiten la fiebre del Nilo no vienen de África, sino que son los insectos autóctonos de España los que hacen de vectores e infectan a los humanos. La hipótesis que se maneja es que aves infectadas con esta enfermedad llegaron a la península y otras zonas del sur de Europa, y los mosquitos autóctonos picaron a esos pájaros y después a los humanos, contagiando a personas en nada menos que 123 regiones europeas diferentes en 2023. El cambio climático impulsa esta expansión porque las temperaturas suaves en invierno y los veranos extensos disparan el número de insectos.
Los pueblos del bajo Guadalquivir llevan un mes de infierno acosados por miles de mosquitos que transmiten el virus del Nilo. Este pico de insectos ha dejado ya dos fallecidos en julio y nueve hospitalizados en los últimos días tras un repunte récord de mosquitos, que encuentran unas condiciones perfectas de calor y humedad gracias a la inundación de los arrozales de Sevilla. Los expertos llevan años advirtiendo de la necesidad de elaborar planes para eliminar masivamente las larvas para evitar la situación actual, como se lleva décadas haciendo en los arrozales del Delta del Ebro o en las marismas de Huelva, dos modelos que podrían replicarse en el Guadalquivir.