Pegados a la tele
Hermida, cincuenta años de televisión a su manera
Finales de los años cincuenta. España vive la penuria económica anterior a los Planes de Desarrollo. En Madrid, un joven Jesús Hermida ha terminado los estudios de Periodismo, tras dejar atrás la facultad de Filosofía y los mal pagados trabajos de administrativo, con los que ha ido tirando desde que llegó desde la provincia de Huelva. Escribe en la revista católica Signo y pública colaboraciones en distintos medios, pero no le llega para pagar la pensión.
En parecida situación está el resto de su grupo de amigos; todos han terminado sus carreras, pero los inicios profesionales son duros, y ninguno disfruta de la situación profesional y económica que todos alcanzaran años después. Pero el que peor lo está pasando es Jesús, hasta que a uno de los miembros del grupo, médico de profesión, se le ocurre la idea salvadora: le ingresa en el Gran Hospital de Diego de León, como enfermo, y desde allí escribe sus colaboraciones periodísticas. Son meses de ahorro de pensión y manutención, hasta que los ingresos dan de sí para “obtener el alta”, y volver “curado de bolsillo” a la vida normal. Simultanea Signo con la agencia Europa Press, y hace reportajes para La Actualidad Española, hasta que Emilio Romero le llama al diario Pueblo en donde pronto destaca a toda página con su Match HermidaPueblo, un combate diario con la información, en el que luce un estilo muy personal. Un redactor jefe del periódico le anima a sacarse un dinero extra colaborando en TVE y Jesús lo hace, aunque la primera experiencia le hace exclamar “esto es una mierda”. En Prado del Rey conoce a Pepe Casas, el gran responsable de Informativos durante más de diez años. Con él charla de cualquier cosa, pero sobre todo de periodismo, “Un día –recordaba Hermida- discutiendo sobre televisión y los informativos, le dije cómo yo creía que se debía hacer eso; le expliqué como había hecho esa mañana una entrevista a Adenauer y él me dice ¿a que no sales esta noche en el último Telediario? Y salí; era en primavera de 1966”. De Pueblo pasa a Informaciones, ya como redactor jefe, mientras sigue en la tele. A principios de 1968, Pepe Casas, que es ya más amigo que jefe, le anuncia que ha propuesto al ministro de Información y Turismo, Fraga Iribarne, que le nombre corresponsal en Nueva York. “Sospeché –contaba el periodista– que dio el visto bueno porque hacíamos el Telediario más liberal. Recuerdo que en el de las nueve daban la versión oficial (que era la americana) de la guerra de Vietnam, mientras que la nuestra era diferente, propia de los progres de la época. Creo que Fraga quiso dar la sensación de liberalizar la televisión desde fuera, ya que no podía desde dentro”.
De Nueva York, a la Luna
Hermida llega a Nueva York el 4 de abril de 1968, el mismo día en que Martin Luther King es asesinado. Pocos meses después cubre el también asesinato de Robert Kennedy, pero sobre todo es el tiempo de absorber el modo americano de hacer información. Jesús ve todos los canales de noticias, sigue a los grandes comunicadores, pero, sobre todo se enamora del estilo de Walter Conkrite. De su mano, y del ritmo pausado de su voz, confirma que comunicar información no es decir muchas palabras en un minuto, sino dejar lugar para el énfasis, para el segundo de silencio que hace brillar la frase posterior. Descubre, en los grandes presentadores, que él tenía razón: que lo importante no es dar noticias, que lo que marca al público es contar historias, un leiv motiv que Jesús no va a dejar de lado nuncaleiv motiv. El final de los sesenta es también el momento cumbre para el programa Apolo, unos viajes al espacio que luchan para cumplir el sueño kenediano de que un hombre –es decir, un americano- pise la Luna. “Pronto hice amigos en la NASA, porque muy pocos corresponsales cubrían el programa al completo como yo hacía. Aquel 20 de julio de 1969, los corresponsales y enviados especiales no cabíamos en las instalaciones de Houston. Nos habían montado unas cabinitas en un pasillo, cada una con un monitor, y a eso de las nueve de la noche, hora de Texas, vimos a Armstrong pisar el suelo lunar y oímos unas palabras ininteligibles, todos asomamos la cabeza al pasillo y gritamos ¿¡Qué ha dicho!? Y la coordinadora nos trajo un papelito en el que tampoco se entendía nada entre la jerga científica del programa espacial y las abreviaturas que usaba, pero había que transmitir a la madrugada española la emoción del momento histórico que presenciaba, y eso es lo que intenté”. Y media España no durmió aquella noche frente a unas imágenes en blanco y negro, a ratos medio borrosas, pero que el corresponsal describía con entusiasmo y los trucos que ya conocía: pausas, exclamaciones, repetición de frases e imaginación, mucha imaginación para hacer vivir la emoción del momento, aunque no entendiera nada, o muy poco, de lo que los tres astronautas comunicaban a la Tierra.
Tras la gran noche, la vida sigue en Norteamérica y Jesús Hermida nos lo cuenta desde Nueva York.gran noche Manda crónicas para los telediarios sobre los avatares de la guerra de Vietnam y las protestas contra ella, de los movimientos por la paz y los derechos civiles, de las investigaciones de unos periodistas de Washington sobre escuchas ilegales del Partido Republicano y la posterior caída de Nixón. Envía también reportajes para los espacios no diarios y realiza una colaboración permanente para la cadena mexicana Televisa. De tarde en tarde aterriza en Madrid, pero casi siempre, de visita, o llamado por la dirección. El es ya un ciudadano del mundo que ejerce el periodismo en su capital. Es La Ciudad, y no imagina otro sitio donde estar… pero llega 1978 y la orden de regreso a España. Jesús había llegado con 31 años. Ya ha cumplido los 41. Ha sido una década fundamental de su vida de la que se despide pagando de su bolsillo un último mensaje en la pantalla gigante de Times Square: “Gracias, New York. Jesús Hermida”
Un doloroso regreso
La vuelta es difícil. “Traje doce proyectos y todos me los tiraron a la papelera. Sé que me quisieron hacer la vida imposible; es más, un alto directivo dijo algo así como de ese me encargo yo, y estuve un año sin hacer nada”. En esa España, ya sin Franco, los acontecimientos políticos se suceden, pero el ritmo de la información en TVE descorazona al recién llegado. Se hace cargo del suplemento dominical de El País, inicia trabajos en la radio, hasta que le llega un encargo de televisión para hacer entrevistas. Nace De Cerca, con la realización de Luis Tomás Melgar, un profesional de la imagen lleno de sensibilidad para retratar lo sustantivo del invitado. Centra el decorado en dos personas que conversan, aleja lo superfluo, lo que distrae, y fija la cámara en el gesto, en el detalle de ojos o manos, en planos de escucha que implican asombro, extrañeza, interés, complicidad…; no se habían visto en TVE entrevistas así desde la desaparición de “A Fondo”, el referente creado por el maestro Joaquín Soler Serrano. Y Hermida hace como que no pregunta, que solo conversa, y se producen confesiones y diálogos que calan en el espectador. Hace después Crónica 3 y Su Turno, hasta que en 1983 le obligan a optar entre radio y televisión y elige la primera. En Antena 3 de radio hace primero Hora Cero, luego el matinal Viva la Gente. Por esa época declara: “Aquí la televisión se creó política y, como consecuencia de ello, ha tenido un desprecio infinito al espectador, que no cuenta. Entre otras cosas, porque en este país durante muchos años el espectador no ha tenido voz, como no ha tenido voto. Yo creo que el espectador debe mandar, pero la televisión era el reflejo de una dictadura y, acabada esta, de dictaduras personales”.
En el último tramo de 1986, toma las riendas de TVE Pilar Miró. La directora tiene en mente hacer la programación ininterrumpida durante las 24 horas y una de las piezas clave en esa dirección es fortalecer las mañanas, para lo que opta por Jesús Hermida, que se pone manos a la obra para estrenar en el comienzo de 1987. Sin embargo, ni uno ni otro has reparado en una normativa de entonces que prohíbe la presencia en pantalla de nadie que haya aparecido en publicidad hasta pasados tres meses (una normativa chocante con la realidad de hoy, en que la misma persona que nos recomienda tal aseguradora o tales cremas faciales, comparece un minuto después para, con toda seriedad, comunicarnos una importante decisión política, o un trágico suceso). El estreno de Por la mañana ha de retrasarse hasta abril, pero desde el primer día conecta con un público que sigue series, concursos, entrevistas y curiosidades, que entretienen e informan. Jesús Hermida conduce el conjunto, pero se apoya en alguna profesional veterana, como María Teresa Campos y “descubre” a una serie de personas que van a ser conocidas como Chicas Hermida –aunque ni a uno ni a las otras les encante el apelativo–, muchas de ellas con un posterior y exitoso recorrido televisivo.
Ahí se estrenan ante el gran público Nieves Herrero, Inma Soriano, Consuelo Berlanga, Mirian Díaz Aroca… Durante cuatro horas se suceden géneros distintos, entradas y salidas al plató, sainetes e improvisaciones, pero nunca se da impresión de batiburrillo, de desorden. Con la ayuda, una vez más de Melgar, Jesús Hermida crea un género televisivo que, con las características individuales de cada conductor, pervive hoy en las grandes cadenas (En TVE conducido por una debutante en el siguiente programa, Mariló Montero).
Tras más de dos años, cambio de nombre y hora. Se emite en la sobremesa y el título es toda una declaración de intenciones A mi manera. A esta hora, Jesús introduce la tertulia como ingrediente. Pero no es una tertulia al uso, sino una conversación a varias bandas, alrededor de una mesa de camilla, en la que Hermida dirige más que interviene, y en la que cuenta con invitados inhabituales de este formato, pero que elevan tono e interés, como es el caso de Camilo José Cela, que, por cierto, no se privó de comparecer ni siquiera el día en el que le comunicaron que había obtenido el Nobel de Literatura. “Con Nobel, o sin Nobel, estaré a mi hora” le dijo a Jesús (¡Menudo era el gallego enfadado!).
¡Gracias, Jesús!
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En 1991 el periodista va a dar el salto a la televisión privada, pero antes, vuelve a casi sus orígenes en TVE y se hace cargo de un telediario durante la temporada de despedida de la que ha sido su casa desde 25 años antes, a pesar de alguna inoportuna interrupción. En Antena 3 Televisión, Jesús ocupa cargos directivos, pero sin olvidar su presencia en pantalla: El Programa de Hermida, Con Hermida y Cía, La hora H, Sin Límites… le sirven para completar el círculo profesional: Ha hecho reportajes, ha dirigido y presentado telediarios, ha sido corresponsal durante una década, ha creado la programación matinal y ha dado sentido a la de tarde, pero en esta cadena va a dignificar el Late Nigth, ese segundo Prime Time que, lejos de estridencias o procacidades prolonga hasta la madrugada un tiempo de televisión para ver y escuchar con polémicas de actualidad y opiniones inteligentes.
En los últimos años, y tras un paso por los informativos de Castilla-La Mancha Televisión, Jesús Hermida se dedica la enseñanza y realiza esporádicas intervenciones en TVE con programas concretos. El último de ellos, una conversación con el rey de España, origina multitud de críticas, al no aparecer en ella preguntas sobre la implicación de su yerno en negocios investigados por la Justicia, o el accidente de Juan Carlos durante una cacería de elefantes en África. Lagunas periodísticamente inaceptables, pero que en modo alguno pueden rebajar el papel que Jesús Hermida ha representado en la historia de la televisión en España.
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