Juicio a 'La Manada': cuando ciertos medios se convierten en "cómplices" de la violencia sexual

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La popular fiesta de los Sanfermines quedó el pasado julio de 2016 marcada por una agresión machista que supondría un antes y un después en la forma de entender los festejos tradicionales que cada año colapsan el calendario estival. La presunta agresión sexual múltiple que está siendo ahora juzgada se convirtió entonces en un detonante para las conciencias. Las movilizaciones por unas fiestas seguras y exentas de violencia machista se multiplicaron en los meses siguientes, y las iniciativas por parte de colectivos feministas e instituciones comenzaron a ganar terreno en los espacios públicos. Sin embargo, el tratamiento mediático sobre la presunta violación por parte de cinco hombres a una chica de 18 años, sitúa a los medios de comunicación en el punto de mira. Así al menos lo creen las expertas en comunicación y género consultadas por este diario, quienes señalan las muchas carencias que prevalecen a la hora de informar sobre agresiones sexuales.

Más de un año después de lo sucedido, el proceso judicial contra el grupo de hombres comenzó este lunes, posicionando de nuevo el tema en la agenda mediática. Y con los titulares llegó la polémica. Las críticas por parte de la sociedad, con las redes sociales como principal vía de expresión, y también por parte de algunos líderes políticos –Pablo Iglesias afirmó que "no es normal ver supuesto periodismo legitimando la cultura de la violación"– llaman a una necesaria revisión de la forma en que los medios transmiten información relacionada con la violencia sexual. Relatar la vida privada de la víctima un año después o poner en tela de juicio su versión han sido algunas de las prácticas habituales en los últimos días.

Complicidad mediática

La periodista Anita Botwin comienza por señalar el riesgo de poner el foco mediático en la víctima. "Todo sobra, ella ya es víctima y lo está siendo doblemente", denuncia. Por ello, y en base a la idea de que "todo el mundo tiene derecho a intimidad", se torna especialmente necesaria la "cautela" por parte de los medios. Botwin apunta, a modo de ejemplo, a la información que describe la vida privada de la víctima después de la presunta violación, y critica la peligrosidad de un mensaje que la culpabiliza por "no haber estado calladita y en casa sin salir". "Si dejamos pasar esto –advierte– entra todo".

También Montserrat Boix, periodista, entiende que el trabajo informativo en este caso genera un "ejemplo claro de complicidad por parte de muchos medios con los agresores", algo que a su juicio "se intentó hacer ya en un principio" y que es una "estrategia de los abogados defensores". Este juicio, y el tratamiento generalizado que se hace de él, demuestra que en España "estamos a años luz de dar respuesta" a las agresiones sexuales. De hecho, censura Boix, los medios son "cómplices" a la hora de "desprestigiar a la víctima" en un "intento de jugar con la cuestión del consentimiento", clave en la violencia sexual. En este sentido, los medios de comunicación, que no deberían ceder a la ambigüedad, están en estos momentos "contribuyendo al espectáculo y a la duda".

La periodista Nuria Varela considera que todo ello responde a una "cultura que no cree a las víctimas cuando son mujeres o niñas, y que da por hecho que mienten". Sólo con esa cultura es posible que un discurso "tan embustero como el de las denuncias falsas cale", razona la periodista. Ese relato de partida hace que luego, cuando uno se enfrenta a delitos de violencia sexual, se sospeche de las víctimas "por encima de cualquier otra cosa, de lo absolutamente insoportable que es esa violencia". El mensaje, en consecuencia, propicia que las mujeres entiendan que "es mejor no denunciar porque si lo hacen se enfrentan al escrutinio de su vida públicamente", lo que genera una evidente "doble victimización".

Otra de las carencias a nivel mediático, añade Varela, es que los medios continúan hoy día "dando vueltas al móvil del crimen, que no es otro que la desigualdad". Una sociedad igualitaria "nunca generaría estos índices de violencia contra las mujeres", por lo que la violencia va de la mano de una "sociedad que todavía considera que ellas pueden ser castigadas e insultadas". Esto, apunta, "no está reflejado nunca en el discurso mediático", sino que por el contrario "se genera un enfoque que exonera una vez más al victimario".

Pilar López Díez, experta en comunicación y género, coincide en que "el estereotipo de que las mujeres son mentirosas está extendido no sólo entre periodistas y jefes de informativos, sino entre la judicatura, la abogacía o la fiscalía y entre cualquier otro colectivo". Incluso, agrega, entre las propias mujeres, "que en general aprenden enseguida que tienen que confiar más en los hombres".

La periodista entiende que "los sectores más atrasados, menos formados y, por tanto, más ignorantes, no saben, ni quieren saber nada que suponga profundizar en por qué se posicionan de parte de los que han cometido un delito, en vez de ponerse de parte de quien ha sido agredida". En este sentido, insiste en que "cuando se trata de delitos contra las mujeres, muchos, especialmente los más misóginos, se colocan del lado del delincuente". El motivo, a su juicio, es que "comparten la cultura de la violación, es decir, ellos podrían ser acusados de delitos similares a los que se enfrenta La Manada porque consideran que las mujeres deben ser accesibles sexualmente para los hombres sí o sí".

Cultura de la violación

Este discurso, profundamente enquistado y legitimado por ciertos actores mediáticos, contribuye a la normalización de una cultura de la violación extendida entre la población. "Normalizar que al fin y al cabo igual se pasaron un poquito pero que no es para tanto", explica Anita Botwin. Lo que supone a su entender "una manera muy efectiva de normalizar una situación muy grave y quitarle hierro al asunto".

El problema, añade López Díez, es que esa cultura de la violación, unida al descrédito que sufren las mujeres, supone "el cóctel perfecto para violar". Ellos, continúa la periodista, "no reconocerán nunca que son violadores, pero hay muchos paseando por la calle".

Esta visión, además, se encuentra fortalecida por otra idea igualmente extendida: "Las mujeres tenemos la obligación de protegernos frente la agresión sexual". Nuria Varela recuerda la campaña impulsada por el Ministerio del Interior del año 2014 en la que desarrolla una serie de consejos para que las mujeres sean capaces de prevenir una violación. "Todavía se mantiene un discurso compartido socialmente basado en que las mujeres tenemos toque de queda", lamenta Varela. Se asume, de esta manera, que "el hecho de ser o no víctimas depende de nuestra conducta", lo que no sólo es "una barbaridad sino que además es falso". Si algo protege, remacha la periodista, "es el ejercicio de los derechos, y no la renuncia".

¿Cómo hacerlo bien?

Anita Botwin observa que actualmente, y en especial con la proliferación de las plataformas digitales, los medios comienzan a trabajar por una "feminización" de plantilla y contenido. Pero, lamenta, "al fin y al cabo siempre existe una visión patriarcal" dominante. La solución, en opinión de las periodistas consultadas, es evidente: más formación. "Faltan especialistas en género en todas partes", comenta Botwin, quien insiste en recalcar la utilidad de cursos y talleres sobre género que sirven como recurso para dar pie a una perspectiva diferente que evite repetir y fortalecer modelos machistas.

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El reto, admite Montserrat Boix, es "informar con ética y no contribuir al juego", de forma que los medios sean quienes apuesten por esquivar "la información espectáculo" y cultiven otra rigurosa. La periodista remarca, en esta línea, que el tratamiento de la violencia sexual no es "una información como otra cualquiera" y que por tanto "no se puede ser neutral".

Para lograr un cambio en el enfoque, opina Varela, resulta fundamental terminar con un modelo que relega a los temas relacionados con violencia de género a un segundo plano. "No son prioritarios y además la mirada sobre ellos es absolutamente masculina", considera. Los profesionales, como consecuencia, "no se especializan porque son temas poco valorados y la única manera de abordarlos es formarse. Nadie escribe de economía o internacional sin tener ni idea", critica la escritora.

Precisamente en la labor formativa llevan trabajando periodistas, expertas en cuestiones de género y colectivos feministas desde hace años. La propia Pilar López Díez elaboró el pasado mes de junio una guía con trece recomendaciones para el tratamiento informativo de los delitos de violencia sexual. Entre los puntos expuestos, la periodista destaca la importancia de mencionar, en toda información, "las históricas relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres" como único motivo de la violencia sexual. También aconseja "elaborar las noticias partiendo del sujeto activo", y bajo ningún concepto "justificar a un agresor sexual ni culpabilizar a las víctimas". Además, recuerda López Díez, la identificación de las mujeres afectadas "significa una segunda victimización para ellas".

La popular fiesta de los Sanfermines quedó el pasado julio de 2016 marcada por una agresión machista que supondría un antes y un después en la forma de entender los festejos tradicionales que cada año colapsan el calendario estival. La presunta agresión sexual múltiple que está siendo ahora juzgada se convirtió entonces en un detonante para las conciencias. Las movilizaciones por unas fiestas seguras y exentas de violencia machista se multiplicaron en los meses siguientes, y las iniciativas por parte de colectivos feministas e instituciones comenzaron a ganar terreno en los espacios públicos. Sin embargo, el tratamiento mediático sobre la presunta violación por parte de cinco hombres a una chica de 18 años, sitúa a los medios de comunicación en el punto de mira. Así al menos lo creen las expertas en comunicación y género consultadas por este diario, quienes señalan las muchas carencias que prevalecen a la hora de informar sobre agresiones sexuales.

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