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Seis personajes que hundieron la televisión pública valenciana

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Sergi Tarín

Con premeditación, atrocidad y virtuosismo. Así definen los miembros más longevos del comité de empresa el hundimiento de Radio Televisión Valenciana (RTVV) a manos del Partido Popular. Devaluar, manipular, endeudar, privatizar y ahora cerrar han sido las fases, aseguran, de una estrategia diseñada al milímetro y aplicada a diario durante 18 años. En todo este tiempo la audiencia ha ido menguando del 22 al 5% y la deuda ha dejado un boquete de 1.200 millones de euros. La elefantiasis del ente público precipitó la ejecución de un ERE que dejó en la calle a cerca de 1.000 trabajadores de una plantilla de 1.650. Un ERE que la justicia declaró ilegal el pasado martes y que llevó al presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, a anunciar el “cierre innegociable” de RTVV. La medida se debatirá en Les Corts el 27 de noviembre y, antes de diciembre, la señal de Canal 9 (ahora Nou) podría ir a negro. Mientras tanto, desde el comité de empresa, se ha iniciado un proceso de denuncia pública de los responsables de la debacle. Una multitud para la que haría falta un enciclopedia ilustrada. Estos serían los seis rostros de la portada.

Vicente Sanz. El cazador de gacelas

“¡Soy Dios!”. Con esta frase solía presumir Vicente Sanz de su poder omnímodo en Canal 9. Durante 15 años controló cada resorte, primero como jefe de Recursos Humanos y después como secretario general. Su llegada fue un tanto borrascosa. En 1994 trascendió una grabación en la que Sanz afirmaba estar en política “para forrarse”. La escucha se incluía en una investigación sobre supuestas irregularidades en la adjudicación del mapa sonoro y verde del ayuntamiento de Benidorm. Aquel asunto turbio quebró de manera fulminante su carrera política como presidente provincial del PP y secretario del Grupo Parlamentario. Entonces buscó refugio en la tele. En su afán de mando, llenó de orejas el canal. Fuentes sindicales denuncian que colocó a afines en cada departamento y que todas las tardes subían a su despacho a rendirle cuentas. Por su mesa pasaban los presupuestos y los nombres y se decidía graciosamente sobre contrataciones, ceses y depuraciones. “¡Aquí mando yo!”, se jactaba de un poder indiscutible dentro del PP.

Aquella oficina también se convirtió en epicentro de sus lubricidades. Por allí desfiló un numero considerable de trabajadoras sometidas a todo tipo de vejaciones bajo la amenaza de despido. Eran sus “gacelas”, sus “ramitas” y él un “poderoso tronco de olivera” presto a descorrer la cremallera y apuntar con “la escopeta”. La tosquedad de las expresiones salpica el procedimiento en su contra en los juzgados de Paterna. Hartas de abusos, tres periodistas (inicialmente iban a ser ocho) le denunciaron en febrero de 2010. La contundencia de las pruebas (vídeos con cámara oculta) forzó su destitución. Los hechos por los que será juzgado llevan aparejadas penas de hasta 10 años de cárcel.

Jesús Sánchez Carrascosa. El tombolero

Su mano destapó la caja de Pandora e hizo correr los vientos de la privatización, el despilfarro y la telebasura. Cumplía órdenes de Eduardo Zaplana, entonces presidente de la Generalitat, de quien había dirigido la campaña de 1995. Bajo el manto de director de Canal 9 elaboró listas negras, arrinconó a los disidentes y fabricó una plantilla dúctil de recién licenciados y afines al PP. Los trabajadores lo recuerdan como un loco de las audiencias. De su mente nació Tómbola, el gran hito de la televisión hedionda. Y también el primer gran pelotazo privatizador con la venta de Alababalá, un espacio infantil muy barato y de gran éxito, a la productora Astel, dirigida por Vicente Andreu y Francisco Aura, altos cargos del ente hasta seis meses antes. Por este programa se les avanzó 400 millones de pesetas (24 millones de euros) y se les cedió una base de datos de 20.000 niños. Así se inició la política del pillaje en Canal 9. Sólo en 1997 las empresas de José Luis Moreno facturaron 1.700 millones de pesetas (más de 10 millones de euros). Ese mismo año, Sánchez Carrascosa abandonó RTVV dejando un rastro de 3.000 millones de déficit.

José Vicente VillaEscusa. De revolucionario a privatizador

Fue secretario general de Izquierda Comunista. Después militó en el PSOE, de donde saltó al PP y llegó a diputado autonómico. No obstante, él siempre se consideró “de Zaplana”. Y de su mano llegó en 1996 a ser director general de RTVV. Tuvo solo dos cometidos: firmar todos los papeles que le pasaban por delante Sanz y Sánchez Carrascosa e iniciar el proceso de privatización del ente público. Algo que comenzó en octubre de 2002 y fue paralizado definitivamente por los tribunales en 2010. Villaescusa abandonó el ente en 2004, pero el PP no lo dejó solo y le nombró director del museo virtual de la Ilustración y del siglo XIX. Un espacio fantasma sin actividad. A los dos años regresó al centro de Burjassot como asesor cultural hasta que fue despedido en 2012 a causa del ERE.

Pedro García. El amigo de Don Vito

La de Pedro García es la historia de un hombre hecho a sí mismo. Pasó de mendigar, sin éxito, un puesto en la redacción en el Canal 9 de los noventa a dirigir RTVV en el 2004. Entre medias, echó raíces de enredadera y trepó como jefe de prensa de Zaplana y después de Francisco Camps. Una vez sentado sobre el trono, abrió las puertas de la fortaleza a sus amigos de la trama Gürtel.Gürtel En el 2006, durante la visita del Papa a Valencia, adjudicó por 7,4 millones de euros, el doble de su valor, la sonorización de la misa central a la inmobiliaria Teconsa, empresa pantalla de la trama. Los informes policiales cifran un beneficio de 900.000 euros para la red y de 500.000 para García, quien, en febrero de 2009, fue el padrino en el bautizo de la hija de Álvaro Pérez, El Bigotes, cabecilla en Valencia de la trama. García substituyó así a Francisco Correa, Don Vito, el líder de la Gürtel, que acababa de entrar en prisión.

Las permisividades de García con el saqueo fueron de diversa índole. Bajo su mandato se agigantó la deuda de RTVV. Fue el tiempo en el que Canal 9 se convirtió en un largo tobogán por el que deslizar millones de euros a empresas afines. Sólo el Valencia Club de Fútbol recibió 400 millones de euros en derechos de imagen. Una cifra que escandalizó hasta al Tribunal de Cuentas. Por lo que respecta al terreno informativo, García practicó un férreo control ideológico en favor de un Francisco Camps acosado por su implicación en la Gürtel.

Lola Johnson. Comisaria, consejera y portavoz

De sus manos salieron los hilos de la tupida tela que protegió a Camps de tanto escándalo político. Como directora de Canal 9, dirigió la tropa de periodistas de lengua dócil formada por Lluís Motes, Frederic Ferri, Xavier Carrau o Maribel Vilaplana. Algunos de ellos se han erigido en los últimos días como cabecillas de la nueva primavera mediática. Pero en la época dura del “campismo” no dudaron en silenciar el accidente de metro de 2006, que dejó 43 muertos y 47 heridos de gravedad. Johnson y los suyos también utilizaron metros de esparadrapo en la boca cuando arreciaron las imputaciones de Camps en el caso Gürtel. Entonces, los noticieros se convirtieron en hoguera y el silencio en el mejor combustible con que depurar la impudicias del president en apuros. Por su brío a la hora de atizar las llamas, Johnson fue nombrada en el 2011 portavoz del Consell y consejera de Turismo, Cultura y Deporte. Apartada tras la llegada de Alberto Fabra a la Generalitat, actualmente coordina la redacción del programa del PP para las elecciones del 2015.

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José López Jaraba. El penúltimo gran demoledor

Llegó a la dirección general de RTVV como un nombre de consenso, pero se dedicó a agravar los vicios internos. Con él aumentaron las denuncias de manipulación informativa y opacidad. Siempre se negó a mostrar en Les Corts los contratos de Canal 9 con la trama Gürtel. Y cuando las redactoras del ente denunciaron los abusos de Sanz, tanto él como Johnson guardaron un silencio cómplice. Jaraba es quien puso en marcha el ERE que ha precipitado el despido de 1.200 trabajadores. Además, bajo su mandato se vivió uno de los episodios de nepotismo más chuscos con la compra en 2011 de tres documentales de temática ultra a Triskel Audiovisual por 532.000 euros. Una cifra 35 veces superior a los 15.000 euros, aproximadamente, de precio de mercado. Además, Triskel era propiedad de Fernando Lázaro Quintela, en aquel entonces director de antena en Canal 9 a propuesta del propio Jaraba. El escándalo motivó la destitución del directivo y socavó la credibilidad de Jaraba, que dimitió a finales de 2011 “por motivos personales”. Actualmente, el ex director de RTVV trabaja como asesor de La Cometa TV, productora madrileña en manos de Quintela.

Con premeditación, atrocidad y virtuosismo. Así definen los miembros más longevos del comité de empresa el hundimiento de Radio Televisión Valenciana (RTVV) a manos del Partido Popular. Devaluar, manipular, endeudar, privatizar y ahora cerrar han sido las fases, aseguran, de una estrategia diseñada al milímetro y aplicada a diario durante 18 años. En todo este tiempo la audiencia ha ido menguando del 22 al 5% y la deuda ha dejado un boquete de 1.200 millones de euros. La elefantiasis del ente público precipitó la ejecución de un ERE que dejó en la calle a cerca de 1.000 trabajadores de una plantilla de 1.650. Un ERE que la justicia declaró ilegal el pasado martes y que llevó al presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, a anunciar el “cierre innegociable” de RTVV. La medida se debatirá en Les Corts el 27 de noviembre y, antes de diciembre, la señal de Canal 9 (ahora Nou) podría ir a negro. Mientras tanto, desde el comité de empresa, se ha iniciado un proceso de denuncia pública de los responsables de la debacle. Una multitud para la que haría falta un enciclopedia ilustrada. Estos serían los seis rostros de la portada.

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