Periodismo
Camus, el periodista rebelde
Si algo he aprendido en varios lustros haciendo periodismo en cuatro continentes, es que los seres humanos son, en el fondo, bastante parecidos. En el Norte y en el Sur, al Este y al Oeste, con independencia de su lengua, raza, cultura, nacionalidad o religión, la gente aspira a que se respete su dignidad con unos mínimos vitales de pan, libertad y justicia. Y cuando ni esto se le garantiza, la gente siente que tiene derecho a rebelarse.
Nacido hace ahora un siglo, en noviembre de 1913, Albert Camus iría aún más lejos en su ensayo L´Homme revolté: el ser humano no sólo tiene derecho a rebelarse, sino que es, precisamente, al rebelarse cuando más ejerce su humanidad. “El rebelde”, escribió Camus, “da media vuelta. Marchaba bajo el látigo del amo y he aquí que le hace frente. Opone lo que es preferible a lo que no lo es”.
Son ideas como ésta las que hacen tan actual a Camus. Y aún más el hecho de que el escritor y periodista francés siempre quisiera vivir de conformidad con su visión de que el ser humano no es un borrego. Esta coherencia no es tan fácil como parece, ni mucho menos. A Camus le llevó a enfrentarse con la izquierda dominante en el París posterior a la II Guerra Mundial, la representada intelectualmente por Jean-Paul Sartre, que restaba importancia a las brutalidades del estalinismo en nombre de un supuesto ideal colectivo. Pero Camus, que había dirigido Combat, el diario de la Resistencia francesa a la ocupación nazi, insistía en que él no aceptaba ningún tipo de totalitarismo, ni pardo ni rojo, ni, por lo demás, comulgaba con la rueda de molino de que el fin justifica los medios.
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El insobornable compromiso de Camus con sus ideas le valió el estigma de buena parte de la Rive Gauche en los años más siniestros de la Guerra Fría. Resulta alentador, sin embargo, comprobar que, medio siglo después, el pensamiento partidista y dogmático de Sartre amarillea de vejez, mientras que el libertario y crítico de Camus ilumina nuestro tiempo.
Lo mismo puede decirse del periodismo. Buena parte de las angustias existenciales que pesan hoy sobre este oficio, ya tienen respuestas imperecederas en el ejercicio del periodismo y en la reflexión sobre el periodismo de Camus. Como hizo en su tiempo, Camus combatiría hoy esa patraña que afirma que debe ser neutral y equidistante: él lo veía comprometido con la verdad de las víctimas frente a la propaganda de los verdugos. También rechazaría el periodismo aparatckick de tantos profesionales y medios: la independencia y el espíritu irreverente le parecían esenciales al oficio con el que empezó a ganarse la vida en l´Alger Républicain. Y por supuesto, se reiría a carcajadas de los que postulan la asepsia narrativa: sin estilo y buena pluma, el periodismo escrito no merece ese nombre.
Soy de los que piensan que el futuro del periodismo está en lo mejor de su pasado. Las nuevas tecnologías son odres fantásticos para seguir sirviendo más y mejores vinos periodísticos, caldos tan buenos como los artículos insumisos de Camus, las sabrosas crónicas de Chaves Nogales o los vibrantes despachos de guerra de Michael Herr. Tales o cuales empresas, medios y formatos afrontarán hoy graves problemas, pero el periodismo crítico, tal como lo entendía Camus, bien podría tener por delante una nueva edad de oro.