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Desde la tramoya

Nuestro sueño europeo

La Unión Europea es como el oxígeno. Cuando falta lo echas de menos. Pero si lo tienes, no lo agradeces. Que se lo digan a los ingleses, a los que Cameron metió en un lío monumental promoviendo un referéndum que creyó poder ganar. Gran Bretaña está hoy ante el abismo de la recesión económica y política, incapaz de llegar a un consenso interno sobre las condiciones de salida, después de que las mentiras de los nacionalistas lograran amedrentar al exiguo porcentaje (más cuatro puntos) que decidió el Brexit.

Pues bien, si los europeístas no nos levantamos, el oxígeno puede faltar en unos meses.

Las previsiones indican que uno de cada tres votos en las próximas elecciones al Parlamento Europeo irán a partidos nacionalistas, que no quieren ceder soberanía estatal. Vox es en España la filial de esa multinacional antieuropea.

La atomización del voto en la mayoría de los países europeos no solo afecta a la composición del Parlamento Europeo. Los gobiernos estatales que componen el Consejo están débiles porque en sus propios países tienen poca fuerza. De nuevo, España es un ejemplo, pero lo mismo sucede en Francia, en Alemania, en Italia.... Gobiernos débiles, coaliciones de pura conveniencia, liderazgos pobres. ¿Cómo pueden diseñar los presidentes o primeros ministros el futuro de la Unión si ni siquiera están en condiciones de garantizar su propia supervivencia?

La actual Comisión Europea, dirigida por Juncker, ese personaje que inspira como un borracho contando chistes en un bar, termina mandato este año. Los socialistas y los populares europeos presentan a su spitzenkandidat, el holandés Timmernans y el alemán Weber, respectivamente, que por el momento tampoco parecen ser el milagro que Europa necesita.

Las debilidades nacionales y la atomización del voto, antes más concentrado en las dos grandes coaliciones de derecha e izquierda moderadas, retrasará debates y decisiones tan cruciales como el nuevo marco financiero de la Unión.

Trump, Putin y Xi Jinping se frotan las manos. Nada une más que un enemigo común, y para cada uno de ellos la Unión Europea, por motivos parecidos, es una amenaza. Porque impone controles al comercio internacional para garantizar el respeto a ciertas normas medioambientales y de derechos humanos. Porque actúa como la conciencia del mundo. Porque da acogida a los disidentes y los refugiados. Porque evita desmanes y regula desigualdades. Porque, en definitiva, es demasiado progresista.

No es una broma. O nos levantamos y les paramos, o van a interrumpir nuestro sueño europeo posiblemente para siempre.

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