Aquí me cierro otra puerta

Poner la cara

Quique Peinado nueva.

Esta semana entrevistamos en Buenismo Bien a Helena Maleno. La activista narró, como ha hecho en su libro Mujer en la Frontera, terribles episodios de acoso, amenazas, campañas de desprestigio personal, amedrentamientos, procesos judiciales e intentos de asesinato hasta su deportación de Marruecos. Confesó que no se siente segura en Madrid y culpó a los estados español y marroquí de lo que le ocurría. Narró cómo el Ministerio del Interior de Fernández Díaz comenzó una campaña contra ella en la que ha visto amenazada su integridad y apuntó que Grande Marlaska no ha frenado lo que le están haciendo. Maleno es una mujer valiente, tremendamente resistente, digna e indestructible. Aguanta lo que no soportaríamos nadie. Tiene la fuerza del convencimiento y la razón.

Maleno se dedica a ayudar a migrantes. Lo hace para que salven sus vidas, simple y llanamente. Lleva toda una vida volcada en ello y ha sufrido lo indecible por hacerlo. Ella ha hecho lo que hacen muchas y muchas personas: poner la cara en la primera línea. Es el primer dique, una pared que deberíamos estar aguantando todos detrás. Por ella, por la justicia. Y por todos nosotros.

Si algún día derriban el muro de Maleno, irán a por el siguiente. Los migrantes son el eslabón más sencillo de eliminar en la cadena de quienes simple y llanamente quieren acabar con el consenso de los derechos humanos como base de la sociedad. Todas aquellas personas que defiendan ese mínimo se verán atacadas. De una forma o de otra. Y que no den un paso atrás, que no se dobleguen, que no pierdan, es, entre otras cosas, la base de que después no vengan por usted o por mí. Son los que nos protegen.

Nos protege gente anónima en la calle y en las organizaciones sociales. Nos sostienen algunos políticos y pagan por ello, con una vida personal infernal, en permanente acoso e incluso con su vida amenazada. Ha habido políticos que lo han hecho antes, en otros tiempos más tremendos y muchísimo peores que estos, en los que se pagaba con la vida. Hasta llegar allí, las cosas pasaron por unas fases que quizá ahora estemos comenzando a escalar.

Helena Maleno sabe muy bien hasta dónde puede llegar el sufrimiento de la vida de alguien dedicado a defender los intereses de los nadie. Pensar que a nosotros, desde nuestra comodidad más o menos precaria, no nos va a llegar es tremendamente inocente. Llegarán si pueden. De momento están lejos, pero si no ponemos los brazos para sostener su pared o la de los políticos amenazados o la de los activistas que defienden el territorio de la democracia, vendrán a nuestra orilla. Ellos ponen la cara para que no nos la partan a nosotros. El primer paso es valorar a quienes lo hacen pagando un precio personal tremendo. Luego hay que votar. Pero después habrá que hacer muchas otras cosas. Preguntadle qué a Helena Maleno.

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