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Las decisiones del nuevo CGPJ muestran que el empate pactado entre PP y PSOE favorece a la derecha

la hora del desbloqueo

El Congreso elige presidente a Sánchez por dos votos de diferencia y pone fin a 284 días de bloqueo

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se felicitan tras acabar el pleno de investidura.

Fernando Varela

El candidato socialista consiguió sumar esta vez dos votos más a favor que en contra: 167 frente a 165. Del lado del sí se alinearon PSOE (120), Unidas Podemos (35), PNV (6), Más País (2), Compromís (1), BNG (1), Nueva Canarias (1) y Teruel Existe (1). En contra votaron PP (88), Vox (52), Ciudadanos (10), Junts (8), CUP (2), UPN (2), Foro Asturias (1), PRC (1) y la única diputada de Coalición Canaria (1). Esquerra Republicana (13) y EH Bildu (5) optaron por abstenerse.

Entre los votos a favor, el de la diputada de En Comú Podem Aina Vidal, gravemente enferma de cáncer, a quien muchos portavoces rindieron homenaje por su compromiso con la investidura.

Son sólo dos votos de diferencia pero suficientes para que Sánchez, a la tercera, consiguiese ser investido presidente y ya esté en situación de poner en marcha el nuevo Gobierno y con él la legislatura. Atrás quedan 284 —nueve meses y una semana— de incertidumbre y parálisis institucional. Por delante comienza una legislatura durísima, a la vista de los ocurrido estos días en el Congreso, con una oposición que discute incluso la legitimidad de la investidura.

La proclamación del resultado de la votación dio rienda suelta a una explosión de júbilo en las filas de los partidos que han hecho posible la investidura, especialmente en los grupos parlamentarios del PSOE y de Unidad Podemos, los más conscientes de la complejidad de una negociación que durante semanas ha estado a punto de salir adelante. Adriana Lastra y Pablo Iglesias rompieron a llorar y los parlamentarios morados corearon el “sí se puede” que nació con el 15M y que la coalición ha asunmido siempre como propio. Y frustró definitivamente las expectativas de bloqueo impulsadas por la derecha, que en los últimos días, con el auxilio de los medios que les son afines, ha tratado de deslegitimar la votación llegando al extremo de calificarla de fraude electoral e incluso golpe de Estado. Una derecha que además se ha autoproclamado única defensora de una Constitución que considera amenazada y de un rey al que sitúa en la diana de los ataques de una buena parte de los partidos representados en la Cámara.

La gravedad de las acusaciones que los diputados llevan días recibiendo en estos días ha motivado incluso a la portavoz del grupo socialista, Adriana Lastra, a anunciar que acudirán a los tribunales para denunciar las amenazas. Y a algunos barones socialistas, como la andaluza Susana Díaz y el catalán Miquel Iceta, o el presidente valenciano Ximo Puig y la balear Francina Armengol, a acudir en persona a la tribuna del Congreso a respaldar con su presencia la elección de Pedro Sánchez. Emiliano García-Page, Javier Lambán y Guillermo Fernandez Vara, los barones que presiden Castilla-La Mancha, Aragón y Extremadura, respectivamente, fueron los únicos ausentes.

La sesión volvió a ser muy tensa, a pesar de la brevedad obligada de las intervenciones y la ausencia réplicas y contrarréplicas. Sánchez aprovechó para comprometerse a llevar a cabo las reformas legales necesarias para evitar que el bloqueo se pueda repetir en el futuro. Y reivindicó, una vez más, el gobierno que se dispone a formar como el único posible y el que los españoles han reclamado en las urnas.

El presidente reiteró, inútilmente, su llamamiento del sábado a a terminar con el “clima tóxico” que la derecha extiende por la política española y desxribió un Parlamento dividido en tres bloques: el de una coalición de progreso que representa a “la España que quiere avanzar”; en medio, quienes no quieren sumarse a este grupo “pero al menos no lo impiden” y enfrente, una coalición “variopinta” que va desde la ultraderecha a los antisistema y los nacionalismos más intransigentes y a la que bautizó como “la España que bloquea” sin presentar una alternativa. La actitud de PP, Ciudadanos y Vox, subrayó, solo se puede explicar porque para ellos “o gobiernan las derechas o no hay gobierno en España”. “Nada se puede construir desde la frustración y la amargura“, les advirtió.

Frente a él, los portavoces del PP y de Vox, Pablo Casado y Santiago Abascal, dejaron claro que no se lo van a poner fácil. Ambos cuestionaron su legitimidad y le acusaron de dar cobertura a quienes quieren romper España y acabar con la Constitución y la monarquía con vivas a España incluidos.

Casado le acusó de haber cometido un “engaño masivo” a los españoles y tachó de “ultra” el Gobierno que según él va a formar con Unidas Podemos y el apoyo de los independentistas y EH Bildu. “Todo el mundo sabe que no acabará bien”, añadió.

Abascal, tachó el Gobierno de “ilegítimo” y aseguró que es fruto de “la mentira y la traición” y cuenta con "el beneplácito” de la organización terrorista ETA, desaparecida hace año y medio.

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En la misma línea, Inés Arrimadas (Ciudadanos) acusó al candidato de querer “cavar trincheras” y de tener un proyecto “populista y nacionalista”.

En el turno a favor de la investidura, Pablo Iglesias, recriminó al PP y a Vox su “autoritarismo” y su “falta de respeto institucional”, y aprovechó para pedir a Sánchez que tenga “la mayor firmeza democrática” y el “mejor tono” frente “a los intolerantes, provocadores y los que quieren llevar a España al pasado”.

La diputada de ERC, Montserrat Bassa, hermana de Dolors Bassa, una de las dirigentes independentistas condenadas en el juicio del procés, protagonizó uno de los momentos más tensos para el PSOE al proclamar que le “importa un comino la gobernabilidad de España”.

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